Ediición nº 13 - Octubre/Diciembre de 2010
Verano, de J.M. Coeetze
Verano
J.M. Coetzee
Traducida por Jordi Fibla
Mondadori
272 páginas.
por Ana Alejandre
Este libro, tercera entrega de las memorias de Coettzee, comprende varios añós de la década de los setenta en los que su autor vivió en Sudáfrica con su padre, concretamente en la ciudad de El Cabo.
Lo interesante de esta nueva entrega de sus memorias, es que el autor no habla en primera persona, sino a través de un supuesto investigador académico que recaba datos del propio Coetzee una vez ya muerto éste, y lo hace a través de las voces de cinco mujeres reales que lo conocieron y amaron (de una forma distinta: tres en el plano físico y las otras dos, como su prima Margot, de forma romántica).
Las cinco mujeres van desgranando sus recuerdos acerca de este personaje que es el propio autor, pero no de una forma novelada, sino relatando las anécdotas vividas con el escritor y ateniéndose a los hechos y a la opinión que todas y cada una de ellas tienen del mismo, no precisamente demasiado buena, a excepción de la ya nombrada prima que es la única que hace una semblanza del escritor benéfica y elogiosa hacia el mismo.
Las cinco miradas de mujer y lo que opinan del personaje lo dejan sumido en un claroscuro donde hay más sombras que luces, porque lo tachan de ser un intelectual mediocre, no demasiado viril, poco aseado y con una cierta indefinición poco positiva en su carácter.
Por el propio método usado para escribir la obra, es decir, las confesiones de las mujeres, le da una nota de proximidad, amenidad y, por supuesto, subjetividad, a estas memorias que tienen la frescura de toda historia basada en la oralidad de los relatos de sus personajes que van perfilando la talla humana e intelectual de este escrito,r quien no quita ni pone una coma o acento para hacer más atractiva su imagen o, por lo menos, intentar paliar lo negativo, que es mucho, que dicen quienes le trataron y conocieron demasiado bien.
En los años que vivió en Sudáfrica este autor, existía el apartheid en todo su esplendor, por lo que el autor también desgrana sus recuerdos, pero a través de las otras voces, de esa época de regreso al país africano en el que se empezaba a consolidar su nombre dentro de la literatura.
El reto que se impone Coetzee en esta obra es doble: primero, hablar de sí mismo, pero desde la distancia que impone la opinión real que de él tienen otras personas, lo que le permite el distanciamiento deseado y necesario para no caer en la megalomanía, y, segundo, el hablar de si mismo, como si ya estuviera muerto, con esa otra lejanía que siempre la muerte establece entre quien se llevó y los que le recuerdan postumamente. Ese es uno de los rasgos más atrayentes de este libro que le fascina al lector por la ambigüedad que supone dicha técnica de subjetividad deseada por el propio escritor.
Naturalmente, todo retrato hecho a través de las opiniones de quienes le conocieron, es siempre multifacético y, algunas veces, contradictorio. Las supuestas confesiones de las cinco mujeres, hechas en un diálogo entre el investigador que pregunta y graba lo que dicen sus entrevistadas en un magnetófono, tiene toda la verosimilitud que le confiere el hecho de que en toda conversación siempre existe un cierto caos, un desbordamiento de quien habla y opina, la mujer que corresponde cada vez, que tiene también la tentación, muy humana, de hablar más de la relación que mantuvo con el protagonista y a través de ella también de sí misma, lo que es un recurso sagaz de este autor para hablar de “sus mujeres”, pero dejando que sean ellas las que hablen de él y se esté definiendo a sí mismas con toda naturalidad y sin artificios.
En este libro aparecen varias figuras de mujer distintas: Julia, la casada infiel, que no sólo habla de su relación con Coetzee, sino también y muy crudamente de su relación con los hombres y sus opiniones sobre éstos. También, la figura de Margot, su prima, es quizás, el apartado más bello de estas singulares memorias, por la personalidad de esta mujer, tan distinta a la anterior, puesto que ese amor ideal entre primos lo presenta como no sólo un amor real entre los dos, sino como el gran amor de Coetzee, aunque no se materializara. Adriana, la tercera relatora, es otro personaje distinto a los anteriores, porque acusa al escritor de ser un corruptor de menores – se refiere a su propia hija que recibía clase de inglés del propio autor- y también como acosador de mujeres, entre las que se incluye ella misma, pero con una intensidad desenfocada y exagerada que parece ser fruto de los muchos desengaños sufridos en su vida. Las dos últimas mujeres, Martin y Sophie, le preguntan al propio investigador sobre la posibilidad de que alguien pueda tener una opinión real y objetiva de los otros, sin atisbo de ficción que da la propia subjetividad del relator. En una palabra, se hacen ,y nos hacen a los lectores también, una inteligente y necesaria pregunta: ¿Podemos conocer realmente a los demás a través de nuestra relación personal, o todos somos creadores de personajes de ficción, tanto cuando hablamos de otros como cuando lo hacemos de nosotros mismos?
Con esta obra, su autor ha querido mostrar su desconfianza hacia cualquier declaración, historia, memoria y biografía, quienquiera que sea su autor, sobre todo si quien habla lo hace de temas tan personales, íntimos y siempre ambiguos y subjetivos como son los sentimentales y sexuales, porque los sentimientos va en contra de la objetividad y trabaja siempre a favor de la subjetividad, de la propia negación de la realidad dolorosa y de la exaltación de aquello que fue hermoso, querido y deseado, dándole siempre una grandeza, belleza e intensidad que, a lo mejor, nunca tuvo.
Quizás, también, el deseo de este autor es de acotar el territorio de las posibles indagaciones, divagaciones y hasta invenciones sobre Coetzee que puedan producirse a su muerte, porque se retrata a sí mismo en esos años a través de la mirada de cinco mujeres que le amaron y le conocieron mucho más que cualquier biógrafo que se precie.
Este libro, desde luego, es recomendable a todos, especialmente a los aficionados a la obra de Coetzee, porque en ella descubrirán nuevas facetas de un autor que se escribe a sí mismo con palabras de otros, con total ausencia de vanidad y autobombo y con una innegable originalidad.
Contra el viento del Norte
Contra el viento del Norte Daniel Glattauer Traducida por Macarena González Editorial: Alfaguara 264 páginas.
Daniel Glattauer
Traducida por Macarena González
Editorial: Alfaguara 264 páginas.
por Ana Alejandre
Esta historia de amor y seducción está en consonancia con el tiempo y la época en la que vivimos, en los que la tecnología, especialmente internet y sus múltiples servicios, desde el correo electrónico hasta las redes sociales y desde el chat hasta los foros, pasando por la navegación por la red en busca de datos, imágenes, música, películas y un largo etcétera, se han convertido en un aliado más para la comunicación a distancia no sólo entre los amigos y conocidos, sino con los desconocidos que se convierten así en amigos “virtuales” y, en ocasiones, como la de esta historia, en enamorados de ese ser virtual, invisible en la distancia, pero tan cercano y absolutamente fascinante que llega a tener una identidad propia y real muchas veces que no coinciden con la realidad de quien está al otro lado de la pantalla y de la red de redes.
Sus protagonistas son dos: el primero, Leo, profesor dedicado al estudio y análisis del correo electrónico en la conducta, expresione y hasta comportamiento de sus usuarios; la segunda es Emmi, la interlocutora virtual con la que establece correspondencia electrónica y con quien comienza una relación en la que ambos notan que se van encadenando por la seducción de sus propias psicologías muy dispares, pero al mismo tiempo complementarias en gustos, preferencias y en forma de expresión.
El autor de esta novela parece que quiere hacer hincapié en que el diálogo, aunque sea escrito, entre dos seres distantes y muy distintos, es suficiente recurso narrativo para emocionar, interesar profundamente al lector y fascinar. El estilo narrativo de su autor es, precisamente, la falta de otros medios narrativos que el propio y simple diálogo epistolar de los dos personajes, pero usando la simplicidad y el lenguaje directo que toda expresión escrita en un mensaje ofrece y con sus mismas limitaciones.
Esta es la diferencia con otras muchas obras que tienen como fondo el correo electrónico y que son abundante en la actualidad, porque Glattauer ha optado por mostrar a través de la simplicidad narrativa de los mensajes, sin más texto añadido o explicaciones del narrador omnisciente, que este nuevo medio tecnológico que significan los correos electrónicos, no sólo no han acabado con el género epistolar, sino que ha aumentado el número y frecuencia de textos escritos y enviados a sus destinatarios de una forma más directa, rápida, sencilla y cómoda; además de poner en evidencia que la tecnología usada para la comunicación es una forma idónea de conocimiento y análisis de las relaciones humanas, sentimentales, amistosas e, incluso, de enemistad, porque quien escribe un mensaje electrónico, por la inmediatez del mismo, va dejando detrás la inconfundible estela de su propia personalidad.
El tiempo narrativo está resuelto con la facilidad y sencillez del medio usado, ya que es el tiempo real que tarda un mensaje en ser enviado y respondido, lapsus éste que siendo diferente, va marcando el propio ritmo de la novela.
También, se puede afirmar que esta novela trata de explicar de una forma clara y sencilla a todos los lectores que se sienten directamente relacionados por ser usuarios del correo electrónico, de las mil maneras, pero todas ellas eficaces, en las que dos personas que no se han visto nunca ni han tenido ninguna relación previa por otros medios, pueden llegar a convertirse en un ser mitificado por la imaginación del otro de tal forma que la imagen distorsionada del destinatario/remitente pasa a tener una identidad propia que fascina, subyuga y tiene una influencia tal en la vida del otro que puede trastocar el universo personal de quien está seducido en la distancia por un fantasma que le persigue a todas horas.
Naturalmente, en la trama se encuentran todas las posibles etapas de una relación a distancia que van desde los celos a la frialdad, desde el amor declarado hasta las provocaciones y desde el deseo hasta el amor declarado y confeso. Ambos protagonistas van comentando y reflexionando sobre lo que les está sucediendo y por qué han llegado a un punto tal en su relación, invirtiendo así el binomio conocimiento/enamoramiento, para asar primero a este último sin haberse conocido.
Esta magnífica novela es también el reflejo de la sociedad actual y se van reflejando las angustias, los miedos, las ilusiones, las dudas y los fracasos, pero todo ello va siendo cribado por ese filtro del amor ideal que todos tenemos y que siempre anhelamos, es decir, todo lo que rechazamos y nos seduce de esta sociedad tecnológica y sofisticada.
Por todo esto, esta novela es muy recomendable porque la mayoría de los lectores se sentirán muy identificados con esta fascinante historia y sus protagonistas.
Cuentos carnívoros
Bernard Quiriny
Traducido por Marcelo Cohen
Acantilado
216 páginas.
por Ana Alejandre
Existe una gran mayoría de lectores aficionados al género de terror y también al llamado de ciencia ficción o fantástico. Ese amplio número de lectores tienen en esta obra una buenas horas de lectura amena, pero también con una enorme carga de terror, suspense, imaginación desbordante, situaciones inverosímiles pero cargadas siempre de una buena dosis de miedo que va aumentando a lo largo de los diversos relatos que componen esta obra.
Para ilustrar bien lo antes dicho no hace más que aludir a los temas tratados en cada relato para que el posible lector esté avisado de lo que puede encontrar en esta obra fantástica, en el doble sentido de la palabra, porque además de encontrarse personajes y situaciones que tienen ese calificativo, se puede considerar de extraordinaria calidad en su género. Por ejemplo y para ambientar al futuro lector de este volumen de relatos, sólo que hablar de algunos de los que componen este libro y que son temas de por sí suficientemente explícitos: espejos con ansias de venganzas, escritores delirantes, músicas indefinibles, una sociedad que considera que las mareas negras son la máxima expresión artística posible; sin olvidar a un obispo que amanece cada día en dos cuerpos alternativos y sus correspondientes idiosincrasias y, por si todo esto fuera poco, el caso del amante que recuerda la noche de amor y pasión truculenta e inolvidable de su vida y para ayudar a su memoria le agrega unas gotas de sangre a los zumos para así poder recordar mejor aquella noche de pasión y terror.
Esta autor no cae en el tópico de considerar que el término fantástico sólo se puede asociar con situaciones más propias de cuentos de hada protagonizadas por animales míticos e imposibles, paisajes fantasmagóricos poblados de dragones, brujas, magos y encantamientos, porque cree que dicho género fantástico se puede basar en historias de nuestros días, pero llevando a sus personajes a situaciones en las que lo posible y lo imposible, lo real y lo soñado se entrecruzan, cambiando, para conseguirlo en sus relatos, las inmutables leyes de la Naturaleza para crear así una cosmovisión en la que todo es posible que coexista en la frontera de la imposible en una combinación en la que sólo pone el límite la propia imaginación de su autor y la del propio lector, en una complicidad necesaria para poder hacer posible que la magia que subyace en estos relatos cautive y aterrorice, al mismo tiempo, al lector por avezado que sea.
Los recursos narrativos de este autor son múltiples y usados en una sabia combinación de los acontecimientos reales con los supuestos fenómenos paranormales, creando así una atmósfera que no sólo atrapa a los protagonistas de estas historias, sino también al lector que va sintiéndose cada vez más sumergido en las continuas carambolas, a modos de giros en las historias, y la sabia dosificación de la sorpresa que no permite al lector ni un minuto de pausa en la tensión, el miedo, la fascinación y la angustia.
Por esta obra Quiriny merece entrar por méritos propios en el sacrosanto santuario de los más afamados y reconocidos autores del llamado género fantástico, la mayoría de ellos muertos hace ya mucho tiempo,porque sabe combinar a la perfección todos los ingredientes necesarios para ofrecer al lector una obra como ésta que no le dejará indiferente en ninguna de sus páginas, entre las que se quedará atrapado y le acompañará su recuerdo a lo largo de mucho tiempo por la extraña atmósfera en la que se desenvuelven estos cuentos carnívoros, cuyo título ya indica que quien comience su lectura va a ser devorado por la angustiosa sensación de atracción/repulsión, binomio fatal pero eficaz para que una obra perdure en la memoria de sus lectores.
Abuelos – Avis Rockeros I y II
Abuelos – Avis Rockeros I y II Antonio Olivares de Lucas La grandeza de los mayores (Obra financiada por la ONCE)
Antonio Olivares de Lucas
La grandeza de los mayores
(Obra financiada por la ONCE)
por Ana Alejandre
Esta obra de difícil catalogación en cuanto al género al que pertenece, porque aparentemente es una novela en dos volúmenes, pero quienes la lean podrán darse cuenta que también existe en ella una parte de cuasimemorias noveladas, otra buena parte de ficción y también, como indica el propio autor en el prólogo, es un homenaje a los mayores –en la obra son octogenarios reunidos en un grupo divertido, dispar y chispeante- porque son siempre las víctimas del injusto olvido en el que las siguientes generaciones los relegan, en una absurda manifestación de vanidad orgullosa al pensar que los mayores son en esencia, incuestionablemente para los jóvenes: aburridos, achacosos, desinteresados por la vida y, por lo tanto, carentes de todo interés para las generaciones siguientes que se consideran los protagonistas indiscutibles de la vida, olvidando que cada ser humano es siempre el único y posible protagonista de “su vida” y mientras está vivo lo sigue siendo, con o sin achaques, con o sin enfermedades, soledades irredentas y, casi siempre, con la incomprensión de los más jóvenes.
En este divertido libro, carente de toda pretensión literaria que no vaya más allá de proporcionar un rato de diversión, amena lectura y reflexión a quienes se encuentran en cualquiera de las divisiones absurdas que marca la sociedad en cuanto a las edades: tercera edad, mediana edad y primera edad o juventud, porque en esta obra los lectores podrán encontrar a un grupo de ancianos que no se rinden ante la imparable marcha del tiempo y, a pesar de saber sus limitaciones físicas, siguen viviendo y disfrutando de la vida porque ella, es decir la propia existencia, es el mejor bálsamo para los que no quieren morirse y mucho menos de aburrimiento.
La edad, por tanto, para Antonio Olivares de Lucas, no tiene ningún protagonismo en el espíritu que sigue siendo joven cuando se mira a la vida con optimismo sano y pasión por vivirla, lo único que dan son los achaques propios de los años cumplidos –toda materia orgánica sufre cambios en el tiempo-, pero el ánimo, la vitalidad, la jovialidad y el deseo de vivir no se ven limitados por la sucesión de los años; pero si otorgan éstos a su paso otros valiosos dones: sabiduría, experiencia, conocimiento de quién es uno mismo y qué es lo importante realmente, y se va perdiendo la vanidad que consiste en que la juventud lo es todo, y no sólo una parte de la vida del hombre que tiene sus claroscuros como cualquiera otra etapa de la trayectoria vital.
Además, en la historia también se entremezclan temas de novela de suspense, espías y hasta muertes misteriosas que le confieren un gran dinamismo a la trama argumental, donde pululan mujeres hermosas, lugares elegantes y no falta el glamour y la suntuosidad de ambientes. Aquí se puede encontrar todo menos aburrimiento y esa sensación agobiante, creencia tan extendida, de que donde hay vejez hay tristeza, dolor y pesimismo.
Esta obra, pues, es un canto a los mayores, siempre denostados y despreciados, en los que los jóvenes deberían mirarse como un espejo que les habla de su propio futuro, porque quienes están ya al cabo de la calle y en el último tramo de sus vidas son los que pueden enseñar el camino recorrido con orgullo, porque nadie más que quienes saben que el tiempo corre en su contra son los que pueden vivir más intensa, lúcida y apasionadamente porque ya tienen la experiencia suficiente para poder saborear la vida y sus luces y sombras pero no desde el hastío, la desesperanza y el tedio que muchos jóvenes tienen hoy en día, sino desde la aceptación serena y agradecida por haber tenido la oportunidad de vivir y poder disfrutar hasta el último momento del largo recorrido que lleva hasta la meta final, esa en la que baja el telón de cada vida, pero mientras tanto y hasta que llega ese momento, los ancianos, los abuelos protagonistas de esta obra, saborean con fruición el último trago que es, precisamente, el que siempre sabe mejor, el más largamente apurado.
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