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Paseo de Primavera

Paseo de primavera

cine de la Flor, Madrid, en 1928.

Antonio Machado Sanz

Los dos viejos amigos perdidos, después del cierre de su amado bar matutino, “El Palentino”, dedicaban todas las mañanas en buscar un local donde reunirse próximo a sus casas.

Aquel primaveral día llegaron hasta la Glorieta de Ruiz Jiménez, conocida con el nombre de la calle que la cruza, San Bernardo, y por su estación del Metropolitano.

Comentaron los surtidores que adornan la plaza, sin olvidar la placa que recuerda la primera traída de aguas del Canal de Isabel II y su fuente, que fue instalada un poco más abajo, frente a la Iglesia de Montserrat, según documentos gráficos de la época, e inaugurada el 24 de Junio de 1858, en presencia de la Reina Isabel II.

En 1856, esquina al Paseo de Areneros, ahora Alberto Aguilera, la reina inauguró el Hospital de la Princesa, en homenaje a la Princesa de Asturias, María Isabel Francisca de Asís, conocida como la Chata, como agradecimiento por haber salido ilesas del atentado del Cura Merino el día de la misa de parida. Sus obras comenzaron en 1852 y el edificio fue derribado cien años después. Su solar lo ocupan unos edificios de hormigón blanco, de los que penden enredaderas desde sus terrazas.

Uno de ellos comentó: Recuerdo perfectamente la huida de aquel edificio de unos enormes ejemplares de largo rabo y gris pelaje, que atormentaron a los habitantes de todas las fincas aledañas, en mi casa tuvimos que traer un gato para que no entraran.

En la acera que en el siglo XX era conocida como de La Camacha, manifestó el otro, en aquel lugar, extramuros, se encontraba el Portillo de Fuencarral de la Cerca de Felipe IV, creada en 1625, y durante el XVIII se levantaron los patíbulos donde quemaban a los procesados por la Inquisición. Debió llamarse así, quizás porque viviría alguna bruja por allí, o por el personaje de Cervantes en “Dialogo de Perros”, la Camacha Montillana.

En la esquina de la calle Alberto Aguilera, donde se ubica una sucursal de una caja de ahorros, después de la II Guerra Mundial, hubo un establecimiento llamado Café Alemán y muy próximo a él, en la esquina del Paseo de Areneros con la calle del Acuerdo, existió otro, el Café Inglés, dada su proximidad, no dudo de algún enfrentamiento entre los clientes de ambos cafés, en defensa de sus ideales políticos.

Junto al Café Alemán, en 1928, se construyó el Cine de la Flor, con su original fachada simulando una pantalla de cinematógrafo, creado por el arquitecto Luis Gutiérrez Soto, su interior, de un solo plano, estaba dividido por un pasamano o barandilla que separaba las localidades según el precio, eran más baratas las más próximas a la pantalla. Fue derribado hacia 1980, construyendo un bloque de viviendas de lujo con piscina, y un cine que todavía continua, convertido en multisala.

Este local dio pábulo para que los amigos discutieran sobre la denominación del cine y su fecha de estreno. Uno de ellos alegaba que su abuelo había conocido el cine de la Flor, que había asistido a sus proyecciones y que había sido inaugurado en 1912. El otro argumentó que aquel año, precisamente, se había inaugurado otro con el nombre de Cine de la calle de la Flor, un pequeño local en el lugar del antiguo teatro-café del Recreo, donde se daban cuatro sesiones diarias y así se creó el teatro por horas. Ocupaba el número 24 de la calle Flor Baja derribado en 1927 para la construcción de la Gran Vía.

Mientras discutían sobre estos temas, llegaron a la Plaza del Dos de Mayo, donde encontraron una terraza y se sentaron a tomar el aperitivo habitual oyendo las campanas de la Iglesia de las Maravillas.

 

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