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Alejandra Pizarnik

 

Alejandra Pizarnik

Ana Alejandre

Alejandra Pizarnik
, (Buenos Aires,1939 - id., 1972) poeta argentina, encuadrada en la corriente poética neosurrealista, en cuya obra se evidencia una rebeldía que llega hasta el más puro desaliento vital y tiene a la muerte como telón de fondo de sus obsesiones.

Nació en una familia de inmigrantes rusos que perdió su apellido real, Pozharnik, al tomar como residencia Argentina. Cursó estudios de filosofía que no finalizó. Comenzó su formación pictórica al lado del pintor surrealista Batlle Planas.

Su espíritu inquieto la llevó hasta París, ciudad en la que residió desde 1960 a 1964.Trabajó en la revista Cuadernos. Asímismo, hizo traducciones y críticas literarias, continuando sus estudios en la Universidad de La Sorbona. También, llegó a formar parte del comité de colaboradores extranjeros de Les Letres Nouvelles, al igual que de otras revistas europeas y latinoamericanas.

Fue durante su estancia en París cuando conoció y trabó amistad con el escritor Julio Cortázar, su compatriota, y con el escritor y poeta mexicano Octavio Paz, que fue el autor del prólogo de su poemario Árbol de Diana (1962)

Posteriormente, regresó a Argentina y allí publicó varias de sus obras más relevantes. Fue reconocida con la concesión de las veces Guggenheim (1969) y Fullbright (1971), en EE.UU., aunque no llegó a finalizarlas.

Sus primeros poemarios los publicó en los cincuenta, y fue entonces cuando fue considerada como una de las principales voces poéticas de su generación. Su obra representa una constante meditación de la palabra en sí misma. Como si cada vocablo se observara en su individualidad y en el conjunto con las otras palabras de cada verso, lo que no existía en la lírica argentina de su tiempo, a excepción de poetas como Roberto Juarroz y Alberto Girri. Todo ello se unía a su obsesión sobre el narcisismo de la propia identidad, esa autocontemplación del propio yo, y la profunda magia de la infancia que la atrapaba en ese lejano paraíso ya perdido. Todo lo cual, la convierte en una figura poética diferente y referencial.

Sin embargo, su madurez poética la consiguió a partir de la publicación de sus obras Árbol de Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965) y Extracción de la piedra de la locura(1968), etapa en la que consiguió encontrar su voz más personal y estilo propio; pero siempre inspirado por el automatismo surrealista y el deseo de expresar la más absoluta racionalidad.

De ese propósito estilístico es de donde surgen unos poemas en los que se advierten la ausencia de emoción y énfasis, casi llegando a la despersonalización; y, también, la falta deliberada de forma, como si se trataran de apuntes de un diario personal en los que escribe siempre dentro de un gran hermetismo, pero con alusiones implícitas en su expresión. Todo ello nunca la eximió de mostrar un tono, algunas veces, intenso, lúdico y lúbrico, y, en ocasiones, también se mostró con un cariz que oscila entre su actitud de absoluta libertad creativa, su propia individualidad a flor de piel, además de su talante fantasioso y soñador.

Su obra poética consta de siete poemarios La tierra más ajena (1955), La última inocencia (1956), Las aventuras perdidas (1958), Árbol de Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de locura (1968) y El infierno musical(1971). De ese mismo año también es su relato poemático La condesa sangrienta (1971).

Después de su muerte se publicaron varias ediciones de sus obras, entre las que se pueden citar como más relevantes: Textos de sombra y últimos poemas (1982), que contiene la obra teatral Los poseídos entre lilas, y la novela La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa. Igualmente, y de forma póstuma, se reeditó la compilación de sus textos en Obras completas (1994). Además, sus cartas fueron publicadas con el título Correspondencia (1998).

En los últimos años de su corta existencia, padeció una serie de crisis depresivas con varios intentos de suicidio. Poco antes de su muerte, fue internada en un centro psiquiátrico de Buenos Aires, ciudad en la que residía, Dicho internamiento y el tratamiento recibido en su estancia, no la pudieron salvar de sus demonios interiores. El 25 de septiembre de 1972, aprovechando un fin de semana que pasó en su domicilio, decidió suicidarse con una fuerte sobredosis de seconal sódico. Sólo tenía 36 años.

 

 

Alejandra Pizarnik

DÍAS CONTRA EL ENSUEÑO

caos
portátiles vocablos No querer blancos rodando
en planta movible.
No querer voces robando
semillosas arqueada aéreas.
No querer vivir mil oxígenos
nimias cruzadas al cielo.
No querer trasladar mi curva sin
encerar la hoja actual.
No querer vencer al imán
la alpargata se deshilacha.
No querer tocar abstractos
llegar a mi último pelo marrón.
No querer vencer colas blandas
los árboles sitúan las hojas.
No querer traer sin.

HUMO

marcos rozados en callado hueso
agitan un cocktail humeante
miles de calorías desaparecen
ante la repicante austeridad
de los humos vistos de atrás
dos manos de trébol roto
casi enredan los dientes separados
y castigan las oscuras encías
bajo ruidos recibidos al segundo
los pelos ríen moviendo
las huellas de varios marcianos
cognac boudeaux-amarillento
rasca retretes sanguíneos
tres voces fonean tres besos
para mí para ti para mí
pescar la calandria eufórica
en chapas latosas
ascendente faena!

REMINISCENCIAS

y el tiempo estranguló mi estrella
cuatro números giran insidiosos
ennegreciendo las confituras
y el tiempo estranguló mi estrella
caminaba trillada sobre pozo oscuro
los brillos lloraban a mis verdores
y yo miraba y yo miraba
y el tiempo estranguló mi estrella
recordar tres rugidos de
tiernas montañas y radios oscuras
dos copas amarillas
dos gargantas raspadas
dos besos comunicantes de la visión de
una existencia a otra existencia
dos promesas gimientes de
tremendas locuacidades ajenas
dos promesas de no ser de sí ser de no ser
dos sueños jugando la ronda del sino en
derredor de un cosmos de
champagne amarillo blanquecino
dos miradas cerciorando la avidez de una
estrella chiquita
y el tiempo estranguló mi estrella
cuatro números ríen en volteretas desabridas
muere uno
nace uno
y el tiempo estranguló mi estrella
sones de nenúfares ardientes
desconectan mis futuras sombras
un vaho desconcertante rellena
mi soleado rincón
a sombra del sol tritura la
la esfinge de mi estrella
las promesas se coagulan
frente al signo de estrellas estranguladas
y el tiempo estranguló mi estrella
pero su esencia existirá
en mi intemporal interior
brilla esencia de mi estrella!

AGUA DE LUMBRE

Sí. Llueve...
el cielo gime montones desteñidos
sombras mojadas recogen sus trozos
cavidades barrosas tremendas
mezquinas gotas de agua sulfurada
si bien no sé cómo recojo las masas
de ver si me agita la pálida lumbre tremendo
espesor de perros y gatos
las gotas siguen

SER INCOLORO

(al conejito que se
comía las uñas)


costura desclavada en mi caos humor diario
repiqueo infinito arpa rayada cadáveres

llorosos mar salino
tu opacidad quitará fuentes de verde jabón

banderines colorados
en mano derecha de uñas comidas.


NEMO

no llegará lejos el día de raro verdor
en que cantaré a la luna odiada que da luz a mi espesa cabeza cortada

a la navaja
que da luz a los vientos brutales
a las flores agudas que arden en los dedos bajo las curitas benignas
a la estrella que se oculta cuando se la llama
a la lluvia húmeda contoneándose en su desnudez repulsiva
el sol amarillo que traspasa las pieles marcando oscuras huellas
el relojito enviado desde el infierno interruptor de los bellos sueños
a los mares helados arrastrando basuras olas cintillos dorados ardores
[en los ojos


VAGAR EN LO OPACO

mis pupilas negras sin ineluctables chispitas
mis pupilas grandes polen lleno de abejas
mis pupilas redondas disco rayado
mis pupilas graves sin quiebro absoluto
mis pupilas rectas sin gesto innato
mis pupilas llenas pozo bien oliente
mis pupilas coloreadas agua definida
mis pupilas sensibles rigidez de lo desconocido
mis pupilas salientes callejón preciso
mis pupilas terrestres remedos cielinos
mis pupilas oscuras piedras caídas

 

 

 

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