Usted está aquí:  >>> La literatura y el mar 

La literatura y el mar VIII. Mark Twain

La literatura y el mar VIII. Mark Twain

Mark Twain no fue un escritor de libros sobre navegación marítima, sino fluvial, porque toda su obra está inspirada en el Mississippi, río que el navegó como piloto de barco, y en cuyas aguas transcurre lo mejor de su obra que sitúa en su sureña tierra natal bañada por el mencionado río.

Ana Alejandre

Mark Twain, escritor estadounidense, cuyo verdadero nombre era Samuel Langhorne Clemens; nació en un pequeño pueblo a orillas del Mississippi llamado Hannibal, Florida, Missouri, (EE UU), en 1835. Además de su dedicación a la literatura, fue, también, un tenaz aventurero que supo llevar sus propias vivencias personales a sus obras, por ser su fuente de inspiración más cercana y fructífera.

Su infancia quedó marcada por la muerte de su padre cuando el escritor sólo contaba doce años. Su orfandad le obligó a comenzar a trabajar como aprendiz de tipógrafo en una editorial y a empezar a escribir sus primeros artículos periodísticos para publicaciones de Filadelfia y Saint Louis.

Su espíritu aventurero le llevó a abandonar su hogar para comenzar sus viajes en una constante búsqueda de aventuras y de fortuna que, creía, iban unidas. Después de trabajar como tipógrafo durante un tiempo, de camino a Nueva Orleans se enroló como aprendiz de piloto de un vapor fluvial, oficio que despertó su entusiasmo y que ejerció durante cierto tiempo hasta que el tráfico fluvial fue interrumpido debido a la Guerra de Secesión de 1861, lo que puso fin a su carrera de piloto pero no su afición a la navegación.

Más tarde, se trasladó al oeste, a las montañas de Nevada, donde trabajó en los campos de mineros. Seguía en su empeño de encontrar fortuna y eso le llevó a buscar oro, aunque fracasó en el intento. Volvió a su antiguo oficio de periodista, escribiendo artículos que empezaron a mostrar un estilo personal muy acusado.

El éxito le llegó con el cuento corto La famosa rana saltarina de Calaveras, que firmó por vez primera con su pseudónimo, Mark Twain, que se haría famoso, y que es un nombre técnico de los pilotos que significa “dos brazas de profundidad” o “marca dos sondas”.

Se trasladó a San Francisco, ya como periodista, ciudad en la que conoció a Bret Harte, escritor, quien le animó a proseguir con su dedicación a la literatura. Desde entonces, comenzó una etapa de continuos viajes como periodista y conferenciante que le llevaron a lugares tan lejanos como Polinesia y Europa, y que le inspiraron, por sus vivencias en dichos lugares, sus obras Los inocentes en el extranjero (1869) y, también, A la brega, en la que relata sus aventuras vividas en el Oeste americano.

Se trasladó a Connecticut, después de contraer matrimonio con Olivia Langdon, en 1870, Después de seis años publicó su primera novela de éxito que le lanzaría a la fama, Las aventuras de Tom Sawyer, inspirada en sus años de infancia vividos en el Mississippi. Anteriormente había escrito una novela en colaboración con C. D. Warner, La edad dorada (1873), aunque no obtuvo ninguna resonancia por ser considerada de escasa calidad literaria.

Sin embargo, su obra maestra y la que le consolidó como uno de los escritores más importantes de su época en EE.UU., fue Las aventuras de Huckleberry Finn (1882), obra que transcurre también a orillas del Mississippi, pero no tiene el cariz autobiográfico de Tom Sawyer, y está considerada una de las obras literarias más importantes de la novelística estadounidense, por lo que se considera a Twain como el Dickens norteamericano.
Además de dicha novela, también escribió Vida en el Mississippi (1883), que no se puede considerar una novela como tal, sino una extraordinaria evocación del Sur, aunque critica y no siempre amable, a causa de sus experiencias como piloto.

Toda la narrativa de Twain está matizada de humor y escrita con un lenguaje y estilo popular que le hacía apta para todos los públicos. Sin embargo, su visión de la infancia, etapa en la que sólo existen la inocencia, la curiosidad y la alegría, tiene el contrapunto amargo de su visión del mundo adulto, en plena era industrial, en la época de paz y bonanza que llegó después de finalizar la Guerra de Secesión, en la que el ciudadano se vio constreñido y manipulado por la moralidad imperante y la supuesta civilización, en la que la máquina toma protagonismo sobre el hombre.

Sin embargo, sus obras últimas reflejan que el humor y la gracia de la infancia va despareciendo paulatinamente, y van mostrando una evidente amargura, desencanto y pesimismo en el escritor que se hace más evidente con el paso del tiempo, pero siempre se manifiesta con una fuerte carga de ironía que llega al sarcasmo.

Todo ello parece guardar un gran paralelismo con su propia vida en la que sufrió varias pérdidas familiares, como fue la muerte de una de sus hijas y de su esposa, así como una difícil situación económica que cubrieron de sombras sus últimos años.

Así expresaba sus sentimientos en El forastero misterioso, una de sus últimas creaciones, en la que afirmaba que se sentía como si fuera un visitante sobrenatural que había llegado a la Tierra con el cometa Halley (llegó muy cercano a su nacimiento, en 1835), y que tendría que marcharse con la siguiente aparición de dicho cuerpo celeste, pronóstico que se cumplió, pues falleció en Redding (California, EE.UU.), en 1910, año en el que dicho cometa volvió a hacer su aparición.

Las aventuras de Huckleberry Finn:

La obra narra los sucesos ocurridos de forma cronológica, después de finalizar la novela Las aventuras de Tom Sawyer, por lo que se la puede considerar una continuación de la misma.

El personaje central, Huckleberry Finn, el mejor amigo de Tom Sawyer, sigue con sus juegos habituales y ayuda a Tom y su banda de ladrones, a pesar de que está al cuidado y bajo la protección de la viuda de Douglas y recibiendo lecciones de civilización de una tal señorita Watson, hermana de la anterior, aunque dichas enseñanzas no parecen tener mucho éxito en el ánimo de Huck.

El destino le juega una mala pasada, al desafortunado protagonista, ya que su malévolo padre regresa al pueblo y se lo lleva consigo a vivir en una choza después de exigirle que le entregue todo lo que tiene. Permanece prisionero durante un tiempo, pero, después de fingir su propia muerte, consigue huir en una balsa y refugiarse en una isla próxima donde se encuentra a Kim, su amigo, esclavo prófugo de la señorita Watson que está huido, en una ansiosa búsqueda de su libertad. Encuentran un cadáver que Huck no llega a ve, y deciden huir juntos a través del río Mississippi, lo que les lleva a vivir muchas aventuras en su largo y aventurado recorrido fluvial.

Viven toda clase de situaciones peligrosas, además de hacer travesuras disparatadas como fue la de que Huck se hiciera pasar por mujer para obtener una determinada información. Terminan, de forma accidental, en un barco de vapor naufragado en el que está a bordo una banda de ladrones. Por último, después de estar a punto de ahogarse, se separan los dos amigos por un cierto tiempo. Huck, entonces, es acogido por los Grangerford, una rica familia que tiene un violento conflicto con otra familia. Posteriormente, se unen los dos amigos a unos artistas teatrales que tienen como fin estafar a quien se encuentren en su camino

Y ahí no terminan la larga serie de peripecias, a cual más descabelladas, que tienen los dos amigos que viven una larga lista de aventuras y sucesos inesperados, peligrosos y disparatados, que convierten a la obra en una delicia para toda clase de lectores, que leen y viven esas aventuras con placer y en las que el río Mississippi se convierte en un majestuoso telón de fondo de las distintas aventuras vividas por Huck y Jim, Aunque el protagonista se plantea ciertos problemas de conciencia, al preguntarse si está haciendo bien al ayudar a escapar a Jim de su dueña o, por el contrario, está colaborando a hurtar a su legítima propietaria un bien, como es su esclavo. Sin embargo, decide que lo que debe hacer es ayudar a Jim a escapar. A pesar de su apoyo, Jim vuelve a ser capturado. Tiempo después Huck y Tom vuelven a encontrarse y deciden liberar a Jim que estaba encerrado en una cabaña, pero el plan fracasa y Tom recibe un disparo y Huck se queda dormido esperando a que llegue un médico. Cuando despierta, la situación ha empeorado porque Jim está a punto de ser ejecutado. Afortunadamente, Tom afirma que Jim le salvó la vida y que la señorita Watson, le había concedido la libertad antes de morir en su testamento, fallecimiento que sucedió dos meses antes.

Por último, en un golpe de suerte, se descubre que el cadáver de la isla era el del padre de Huck y que el fallecido tiene aún todo el dinero que encontró al final de Tom Sawyer. Sin embargo, este golpe de fortuna no le hace intentar cambiar de vida y comenzar a integrarse en la civilización. Al contario, esta nueva situación económica le espolea la imaginación y decide marchar al oeste para vivir nuevas aventuras.

Esta obra pone en evidencia no solo el amor por la aventura de su autor, sino también sus preocupaciones por las cuestiones éticas planteadas por la esclavitud que fue abolida al finalizar la Guerra de Secesión norteamericana por la Declaración de Emancipación, promulgada por el presidente Abraham Lincoln, en 1863, en la que se declaraba la libertad de todos los esclavos, aunque entró en vigor al final de la guerra civil, en 1865. Esto trastocó el tipo de vida de miles de ciudadanos sureños que veían como lo que habían considerado justo y legítimo hasta entonces, había sido siempre una ignominia sufrida por otros seres humanos. La mayoría de los dueños de esclavos eran plantadores de algodón y vieron como su producción se resentía al no poder contar con ellos, lo que hizo bajar su producción de algodón y, además, tuvieron que luchar contra la bajada del precio de dicho producto y la competencia del algodón importado de India y Egipto. No era solo la irrupción de la sociedad industrial la que estaba socavando la antigua forma de vida sureña, sino la pérdida de nivel económico que trajeron consigo los valores éticos y morales que propiciaron la abolición de la esclavitud, que irrumpían con fuerza en una tierra en la que todo lo tradicional -y la esclavitud lo era desde el siglo XVIII-, era signo de ser bueno y justo y, por tanto, indiscutible.
Mientras tanto, el gran río Mississippi seguía fluyendo sin descanso, indiferente al futuro y sus cambios, a los barcos de vapor, a la incipiente era industrial y al progreso que los nuevos tiempos prometían. Y de todo esto Mark Twain recelaba y sospechaba que la técnica no iba a hacer más feliz al hombre, sino más esclavo de un supuesto bienestar que terminaría asfixiándolo y derrotándolo de una forma más sutil y férrea que la propia esclavitud ya abolida, porque los grilletes que le iban a sujetar iban a ser puestos voluntariamente por cada individuo, aceptados y asumidos por ser los símbolos de su supuesta felicidad futura propiciada por la técnica y sus avances.

Mark Twain, autor de más de 500 obras, además de prolífico escritor demostró tener dotes de clarividencia como ha demostrado el paso de los años y el devenir del hombre en esta sociedad tecnificada, en la era de las comunicaciones, de la soledad y de la deshumanización a gran escala.

 

Los textos, videos y audios de esta web están protegidos por el Copyright. Queda totalmente prohibida su reproducción en cualquier tipo de medio o soporte, sin la expresa autorización de sus titulares.
Editanet © Copyright 2017. Reservados todos los derechos