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Corazón

Corazón

pcorazón, Edmundo amicis, círculo de Lectores, 1856

Paco López Mengual


Cuando yo era niño, en mi casa había muy pocos libros. Uno de ellos se titulaba Corazón y recuerdo que lo leí cuando tenía diez años. Corazón estaba escrito por un italiano llamado Edmundo Amicis y compuesto por varios relatos. Entre todos, mi favorito era De los Apeninos a los Andes, y contaba la historia de Marco, un niño genovés que se coló de polizón en un barco que navegaba hacia América para buscar a su madre, que unos años antes había emigrado a Argentina. Me gustó tanto aquella historia que la leí varias veces. Años después, convirtieron el relato en una exitosa serie de dibujos animados, a la que acompañaba una canción que aún perdura en la memoria colectiva de toda una generación. “En un puerto italiano, al pie de las montañas…”.

Pues bien, hace unos pocos meses, cuarenta y tres años después de aquella lejana lectura, viajé con mi familia recorriendo Argentina y visitando los lugares más emblemáticos del país. Lo curioso es que, durante los quince días que anduve por aquellas tierras, estuve recordando el libro Corazón y, de forma especial, la historia de Marco que se desarrollaba en los lugares que visitaba, y que había leído cuatro décadas atrás. Así que, cuando regresé a mi casa, lo primero que hice fue ir a mi biblioteca y sacar de su balda mi viejo ejemplar, sentarme en mi sillón y volver a leer las aventuras y desventuras del niño italiano.

Ahora, mientras escribo estas palabras, tengo Corazón en mis manos. Se trata de una antigua y cuidada edición de Círculo de Lectores de 1956. Mientras lo ojeo, me doy cuenta de que las lecturas que realizamos durante la infancia no caen en saco roto y perduran en nuestro interior durante toda la vida, formando parte de nosotros. Pero también soy consciente de que esto ocurre cuando leemos en libros de papel y no en pantallas digitales, cuando tenemos un libro junto a nosotros al que abrir en cualquier momento y unas páginas por las que pasear una y otra vez. Por ello quiero hacer un brindis por las Bibliotecas -por las públicas, por las de los colegios, por las nuestras particulares…- porque allí, en sus estantes, reposa una buena parte de nuestra memoria.

 

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