José Manuel Caballero Bonald

 

José Manuel Caballero bonald

José Manuel Caballero bonald

Vida y obra de Juan Manuel Caballero Bonald

por Ana Alejandre

Juan Manuel Caballero Bonald, poeta, novelista y ensayista, nació en Jerez de la Frontera, el 11 de noviembre de 1926. Hijo de padre cubano y de madre andaluza de origen francés.

Cursó sus primeros estudios en el Colegio de los Marianistas de Jerez. Su adolescencia se vio marcada por la Guerra Civil, lo que le obligo a pasar largas temporadas en la Sierra de Cádiz y en la localidad de Sanlúcar de Barrameda.

Después de finalizar la guerra, en 1944 comenzó a estudiar Náutica en Cádiz, en cuya ciudad comenzó a escribir poesía y conoció y colaboró con el grupo de poetas gaditanos llamado PlateroPosteriormente, en 1949, se traslada a Sevilla para estudiar en su Universidad filosofía y Letras, y allí conoció al grupo que editaba la revista Cántico.

Su primer premio en poesía lo obtuvo en 1950, el Premio de Poesía Platero, que le fue concedido a su poema titulado Mendigo. Continuó en Madrid sus estudios universitarios, trabajando al mismo tiempo en la I Bienal Hispanoamericana de Arte.

Comenzó a publicar en 1952, con el poemario Las adivinaciones, que le supuso el áccesit del premio Adonais, el más cotizado galardón poético. A esta obra le siguieron Memorias de poco tiempo (1954), Anteo (1956) y en 1959 publica Las horas muertas que fue galardonada con el Premio Boscán y el de la Crítica; y Pliegos de cordel que se publicó en 1963. Todos estos títulos fueron editados en una recopilación de 1969, titulada Vivir para contarlo.

En 1961 asiste en Collioure (Francia) al XX aniversario de la muerte de Antonio Machado que murió en dicha localidad en pleno exilio. A dicho acto asistieron escritores de la talla de Blas de Otero, José Ángel Valente, Ángel González, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, y Carlos Barral, entre otros.

En estos años ejerció el cargo de secretario y, posteriormente, el de subdirector de la revista literaria Papeles de Son Armadans, fundada por Camilo José de Cela. Más tarde, se trasladó a Sudamérica, y se instaló en Bogotá, donde fue profesor de Literatura Española y Humanidades en la Universidad Nacional de Colombia. En dicha ciudad colaboró en la revista Mito, entre cuyos colaboradores se podía encontrar a Gabriel García Márquez, entre otros importantes escritores. Dicha revista le publicó una antología poética, titulada El papel del coro, en 1961.

En 1962 publica su primera novela Dos días de septiembre que consigue el premio Biblioteca Breve, de la editorial Seix Barral.

Regresa a España desde Hispanoamérica en 1963 y comienza a desarrollar labores editoriales. En esta época es detenido y multado por cuestiones políticas.

En 1965 viaja a Cuba donde pasa una temporada. En 1969 publica el Archivo del cante flamenco, que es un álbum de seis discos y estudio preliminar, que obtiene el Premio Nacional del Disco.

Posteriormente comienza a trabajar en el Diccionario de Lexicografía, de la Real Academia Española, trabajo que desempeñó hasta 1975 y, a partir de 1973, fue director literario de la editorial Júcar.

En 1974 publica Ágata, ojo de gato que fue premiada con el Premio Barral, al que el propio autor renuncia, y con el Premio de la Crítica.

De 1974 a 1978 fue profesor de Literatura Española Contemporánea en el Centro de Estudios Hispánicos del Bryn Mawr College. 

Su obra de ensayo Luces y sombras del flamenco fue publicada en 1975, obra que se suma a otras de ensayo sobre diferentes temas como son: Narrativa cubana de la revolución (1968), Breviario del vino (1980), Luces y sombras del flamenco (1975) o Sevilla en tiempos de Cervantes (1991).

Por su actividad de miembro constituyente de la Junta Democrática, fue procesado por el Tribunal de Orden Público. Poco después, marcha de nuevo a Cuba.

Fué nombrado Presidente del Pen Club, cargo del que dimitió en 1980. Continuó su tarea de escritor, colaborando como profesor en distintas universidades y recibiendo premios, entre los que destaca el galardón poético Ibn-al-Jatib, el Premio Plaza y Janés, y el Premio Andalucía de las Letras, entre otros.

Se traslada a vivir a Montijo, frente a Doñana, en la costa atlántica gaditana, en 1995, realizando diversos viajes a Japón, Italia y Marruecos para impartir cursos en diferentes universidades y también para intervenir como participante en diversas jornadas literarias.

Comienza a publicar libros de memorias y en 2003 es autor de los guiones de los doscientos cincuenta capítulos de la serie documental“Andalucía de Cine”, que es dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón.
La Universidad de Cádiz le nombra, en 2004, Doctor Honoris Causa. Además, recibe el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. También, en en ese mismo año, la editorial Seix Barral publica su obra poética completa.

Posteriormente, ha sido galardonado con los premios institucionales más importantes del ámbito literario como son el Premio Nacional de las Letras y el Premio Nacional de Poesía, que pone un brillante colofón a su extraordinaria carrera literaria.

Apuntes sobre su obra:

Poética

En cuanto a su obra poética de los primeros tiempos que se inscribe dentro de la llamada poética generación del 50, cabe decir que es una poesía simbolista e intimista, que refleja a un poeta que está en desacuerdo con el mundo y la situación social de la época que le ha tocado vivir. Su lenguaje es rico, profundo, muy elaborado, y tiene tintes barrocos mezclados con evidentes trazas populares y, sobre todo, coloquialistas. Todo ello, le confiere una gran autenticidad, en cuanto es expresión de un mundo personalísimo que está marcado por la experiencia y la comunión con el arte.

Sin embargo, se advierte un cambio sustancial a partir de su obra Descrédito del héroe, fechada en 1977, porque la larga etapa de silencio poético, se traduce en un marcado acento imaginativo, pero trasladado a la memoria de las propias raíces: su niñez, su tierra, sus propias experiencias tanto vitales como artísticas y su constante preocupación lingüística que se pone de manifiesto en un lenguaje exquisitamente depurado, mesurado y, por ello, deviene hermético.

Laberinto de fortuna, su siguiente publicación poética, en 1984, y, treces años después Diario de Argonida, al que califica como “un compendio de meditaciones adosadas a mi propio escepticismo”, en el que hace una clara reivindicación como escritor del derecho a inventarse la vida con los propios instrumentos que ésta le da: los recuerdos, el tiempo y la muerte, como punto y final de la obra vital, la que queda así escrita y reinventada para la posteridad en un acto rebelde a la propia mortalidad.

Narrativa

En cuanto a la narrativa, su incursión en este género fue más tardía, y comienza con la publicación de su primera novela Dos días de septiembre (1962), obra que pertenece al llamado realismo social, porque en ella se describen las injusticias, las desigualdades en un pueblo vinatero andaluz y las luchas y tensiones entre los ricos terratenientes y los trabajadores agrícolas. Pero, a pesar de la clara influencia del realismo social que impregna toda la obra, se distingue de otras de parecido estilo en cuanto que a Caballero Bonald pone más acento en la propia descripción de las anécdotas particulares, a modo de teselas que conforman el rico mosaico social que el propio conflicto o lucha de clases. Para ello, utiliza una rica variedad de técnicas narrativas, entre las que destaca el monólogo interior y sin puntuación, que ofrece un interesante contraste con la propia naturaleza de corte realista.

Su siguiente obra Ágata ojo de gato (1974), también discurre en Andalucía, pero se aparta completamente del realismo social, e irrumpe en el terreno de lo fantástico, de la lejanía espacio temporal, lo que le acerca al llamado realismo mágico.

En Toda la noche oyeron pasar pájaros (1981) y En la casa del padre (1988), obras también ambientadas en Andalucía, son nuevos experimentos con el lenguaje que es la mayor preocupación de este autor.Campo de Agramante (1992), es una nueva novela que no se puede adscribir a género alguno, porque aunque transcurre en una ciudad de la baja Andalucía, el tiempo narrativo es una amalgama entre el pasado y el presente, lo que produce un mundo intemporal y caótico.

En la novela Tiempo de guerras perdidas (1995), subtitulada “La novela de la memoria”, es un obra con una clara decisión de acercamiento a su infancia, pero no en una relación cronológica de hechos, sino en una selección de carácter mítico de recuerdos y personajes.

En 2001 publicó La costumbre de vivir, titulo que recoge sus memorias.

Mar adentro (2002), obra que refleja la pasión sentida por el mar y recoge una selección de sus escritos marítimos.






 

 

Poemas de José Manuel Caballero Bonald

José Manuel Caballero bonald

Espera

Y tú me dices

que tienes los pechos rendidos de esperarme,

que te duelen los ojos de estar siempre vacíos de mi cuerpo,

que has perdido hasta el tacto de tus manos

de palpar esta ausencia por el aire,

que olvidas el tamaño caliente de mi boca.

Y tú me lo dices que sabes

que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre,

de lastimar mis labios con la sed de tenerte,

de darle a mi memoria, registrándola a ciegas,

una nueva manera de rescatarte en vano

desde la soledad en la que tú me gritas

que sigues esperándome.

Y tú me lo dices que estás tan hecha a esta deshabitada

cerrazón de la carne que apenas si tu sombra se delata, que

apenas si eres cierta

en la oscuridad que la distancia pone entre tu cuerpo y el mío.





Mi propia profecía es mi memoria

Vuelvo a la habitación donde estoy solo

cada noche, almacén de los días

caídos ya en su espejo irreparable.

Allí, entre testimonios maniatados,

yace inmóvil mi vida, sus tributos

de tornadizo empeño.

La madera,

el temblor de la lámpara, el cristal

visionario, los frágiles

oficios de los muebles, guardan

entre sus rudimentos el continuo

reflujo de los años, la espesura

carnal de la memoria, toda

la confluencia simultánea

de olvidos y deseos que me asedian.

Mundo recuperable, lo vivido

se congrega impregnando las paredes

donde de nuevo nace lo caduco.

Reconstruidas ráfagas de historia

juntan los desperfectos del amor.

(Oh habitación a oscuras, súbitamente diáfana

bajo el fanal del tiempo imprecatorio).

Suenan rastros de luz por dentro de la noche. Estoy solo y mis manos ya denegadas, ya ofrecidas, tocan papeles (este amor, aquel sueño), olvidadas siluetas, vaticinios frustrados.

Allí mi vida a golpes

la memoria me horada cada día.

Imagen ya de mi exterminio, se realiza de nuevo cuanto ha muerto. Mi propia profecía es mi memoria: mi esperanza de ser lo que ya he sido.

(de Memorias de poco tiempo)



Diario reencuentro

Desde donde me vuelvo

a la pared, en medio de la noche,

desde donde estoy solo

cada noche, cautivo

bajo mi propia vigilancia, allí

me hallo según la fe que me fabrico

cada día.

Lavada está mi vida

en virtud de su asombro. Ayer, mañana,

viven juntos y fértiles, conforman

mi memoria conmigo.

Únicamente soy

mi libertad y mis palabras.



(De Las horas muertas)





Contrahistoria

..._Y así serás el victorioso

porque has sido el derrocado.

Ibn´Arabi





Lo que un día perdieran, nunca

volvieron ya a recuperarlo, o sólo

en los menguados términos

que algún furtivo transgresor

de códigos restara al exterminio.

Una lenta depredación con cruces

asoló las orillas

del gran río materno y hasta

la mar por donde otrora

trajeran la sabiduría

los fueron expulsando

en sucesivas hordas de barbarie.

Y allí quedó la historia

mereciendo ser sólo

reliquia degradada, pasto

de soldadescas, botín de clerecías.

Con piedras sepultaron

las piedras y con otra cultura la cultura

feraz y tolerante que opusiera

su rango al fanatismo.

Desde entonces resurge en algún tramo

de la memoria del superviviente

una atávica mezcla

de estupor y bochorno, cuyo origen

en otro nuevo origen

de la depredación se perpetúa.



(De Pliegos de cordel)





Prefiguraciones

Unas palabras son inútiles y otras

acabarán por serlo mientras

elijo para amarte más metódicamente

aquellas zonas de tu cuerpo aisladas

por algún obstinado depósito

de abulia, los recodos

quizá donde mejor se expande

ese rastro de tedio

que circula de pronto por tu vientre,

y allí pongo mi boca y hasta

la intempestiva cama acuden

las sombras venideras, se interponen

entre nosotros, dejan

un barrunto de fiebre y como un vaho

de exudación de sueño

y otras esponjas vespertinas,

y ya en lo ambiguo de la noche escucho

la predicción de la memoria: dentro

de ti me aferro igual

que recordándote, subsisto

como la espuma al borde de la espuma,

mientras se activa entre los cuerpos

la carcoma voraz de estar a solas.



Anamorfosis

Este olor a achicoria y a orujo

y a crines de caballos y a verdín

con salitre y a yerba de mi infancia

frente a África, acaso

contribuya también a perpetuar

en no sé qué recodo del recuerdo

un equívoco lastre

de amor dilapidado y de injusticia

que en contra de mí mismo cometí,

y es como si de pronto

todo el furtivo flujo del pretérito

convirtiera en rutina

la memoria que tengo de mañana.

(De Descrédito del héroe)



La botella vacía se parece a mi alma

Solícito el silencio se desliza por la mesa nocturna, rebasa el irrisorio contenido del vaso. No beberé ya más hasta tan tarde: otra vez soy el tiempo que me queda. Detrás de la penumbra yace un cuerpo desnudo y hay un chorro de música hedionda dilatando las burbujas del vidrio. Tan distante como mi juventud, pernocta entre los muebles el amorfo, el tenaz y oxidado material del deseo. Qué aviso más penúltimo amagando en las puertas, los grifos, las cortinas. Qué terror de repente de los timbres. La botella vacía se parece a mi alma.





Medborgarplatsen

Dejaban los harapos encima de los bancos como a veces se dejan los consejos en el borde herrumbroso de la noche. Todos pertenecían a una tribu ya extinta de anónimos arcángeles y se iban reuniendo en la sólita plaza después de algún errático suplicatorio de inocencia. Allí habitaban juntos y pretéritos, amorfos y silentes, con sus medallas de mendigo colgándoles del sueño a manera de lágrimas y el hedor de los años repartido en maternales bolsas de papel. Todo el tiempo del mundo era de ellos y se lo intercambiaban a escondidas con decoro magnánimo. Ofrecían su vida a cambio de absolutamente nada, pues morir era sólo una indigencia algo más perdurable que las otras. Ni siquiera su sangre de hiperbóreos los hizo conciliarse con el subsidio ártico del frío. Mas no olvidaban nunca que aquellas dosis de alcohol ganado en justas lides, daban rango de gloria a su miseria. Y allí permanecían en situación de pródigos, mientras las horas como trapos caían des¬pacito en los dulces rincones de la plaza. ¿Quién entre todos ellos creyó por un momento perdido el paraíso?



Femme nue

(Picasso)

La transgresión de la lógica conduce al predominio de la maravilla. Nada es ya subalterno: todo regresa a su veracidad más ilusoria. Es como si cada signo extraviado en el silencio reencontrara de pronto la palabra que significa todas las palabras. Vociferan las líneas, gesticulan las formas. Tan imposible como la verdad, esa mujer desnuda pertenece al terror, mitifica una historia que se engendra a sí misma. La mutación del cuerpo fluctuando en lo absorto, la carne que vulnera su norma de hermosura hasta el gustoso límite del vértigo, ¿no perpetúan la cartesiana proporción de la anarquía, esa otra estirpe sexual de la cultura cuya razón de ser consiste en su vivificante sinrazón? Nada es ya subalterno: todo retorna una vez más a su matriz. No sin ser deformada puede la realidad exhibir sus enigmas.





Después

La sensación de haber sido arrastrado aguas abajo de aquel río donde iba con ella a tramitar la vida: un fúnebre amasijo de estupor y congoja cayendo en el silencio como un chorro de vómito en la calle desierta: las venas de la historia reducidas a un miserable montoncito de estiércol: esa veraz y hospitalaria jurisdicción de su alegría, tan siempre disponible, tan de niña que no llegó a crecer más que a ratos perdidos, empozándose ya por las aterradoras catacumbas del tiempo: el cuerpo que se junta con los otros que poseerán la tierra, póstumo y vulnerable, el más necesitado de un sustento contiguo al que tenía: esos pechos tan pródigos igual que ojos enfermos que registran a ciegas a saber qué vacío: la nada que se aloja en las muchas arrugas que fueron concordando con la prolongación de su indulgencia: pulsos que ya no voy a oír desde muy lejos, mientras iba acercándome hasta la casa aquella donde siempre me estabas esperando, madre.

(De Laberinto de Fortuna)



Cotejo de fuentes

La verdinegra tapia que ceñía

el jardín del prostíbulo, en parte decorado

de rótulos obscenos, todavía conserva

los mismos desconchones inclementes,

las mismas mordeduras de musgo y de salitre

que se veían cuando yo era joven

y me asomé a la vida por allí.

Teresa Lavinagre, vieja puta

que ya andaba de adolescente en sus comercios

por los desmontes de Matafalúa,

se hospedó andando el tiempo en esa casa

cuyos muros devora el desamparo,

antes de que el hipócrita de turno la expulsase

de la miseria libre de su reino.

Era una mujer hospitalaria y jubilosa,

dotada de una magnánima variedad

de benevolencias, y ahora se extingue

al borde de la playa, cerca

de ese antiguo burdel, igual que un bulto

devuelto por la marea.

Vida dilapidada,

corazón decrépito, qué hermosura

saber que nunca hizo absolutamente nada

para evitar su propio descalabro,

Dios mío.



Un paradigma

Dejó escrito Virgilio, ofuscado quizá

por los pronósticos adversos del cielo de Brindisi, que los doce libros de la Eneida, a cuya gestación dedicó los últimos once años de su vida,

debían ser quemados tras su muerte.

No consintió Augusto, sin embargo, que semejante designio se cumpliera, y así se perpetuó en la historia la historia portentosa del príncipe troyano, que aún incumbe al periplo de nuestras más honrosas usanzas culturales.

Mediante las palabras ascendió Virgilio

al círculo glorioso

de los inextinguibles conductores de hombres

y el hecho de que un día quisiera destruir

el cardinal linaje de su memoria escrita

nos llega hasta ahora mismo

como un supremo ejemplo de horror a la impotencia.

(De Diario de Argónida)



Summa vitae

De todo lo que amé en días inconstantes

ya sólo van quedando

rastros,

marañas,

conjeturas,

pistas dudosas, vagas informaciones:

por ejemplo, la lluvia en la lucerna

de un cuarto triste de París,

la sombra rosa de los flamboyanes

engalanando a franjas la casa familiar de Camagüey,

aquellos taciturnos rastros de Babilonia

junto a los barrizales suntuosos del Éufrates,

un arcaico crepúsculo en las Islas Galápagos,

los prolijos fantasmas

de un memorable lupanar de Cádiz,

una mañana sin errores

ante la tumba de Ibn`Arabi en un suburbio de Damasco,

el cuerpo de Manuela tendido entre los juncos de Doñana,

aquél café de Bogotá

donde iba a menudo con amigos que han muerto,

la gimiente tirantez del velamen

en la bordada previa a aquel primer naufragio...

Cosas así de simples y soberbias.

Pero de todo eso

¿qué me importa

evocar, preservar después de tan volubles comparecencias del olvido?

Nada sino una sombra

cruzándose en la noche con mi sombra.





Madinat Al-Zahra

Los que un día fundaran la suma fastuosa de estos palacios y jardines,

¿vislumbraron acaso su efímera grandeza, fueron conscientes de su fugacidad?

Y los que ahora mismo tratan de sustraer

de incurias y saqueos

tantas magnificencias devastadas,

¿saben que sólo unos vestigios les sobrevivirán?

Los hijos de los hijos

de quienes desentierran los despojos,

¿sospecharán también que nunca

alcanzarán a preservar

los pavimentos y artesones, las columnas y frisos,

baños, salones, acueductos, patios,

ese esplendor inmensurable

que hace mil años deslumbrara al mundo?

Quien ahora pasea entre escombros y atisbos inusitados de belleza, musita de repente una plegaria justiciera:

dejad

que las ruinas perpetúen su rango de ruinas, que las piedras repelan a otras piedras innobles, dejad piadosamente

que los muertos entierren a sus muertos.

(Marguerite Yourcenar,

Andalucía o las Hespérides)

(De Manual de infractore

 

 

Recital poético de J.M. Caballero Bonald

 

Recital poético de J.M. Caballero Bonald

Recital de poesía de José Manuel Caballero Bonald, dentro del ciclo dedicado a la poesía de la posguerra, en las voces de Ana Alejandre escritora, crítica literaria y editora, y de Juan González Castejón, actor y director teatral.

La música de fondo es un fragmento de Nocturno de Fryderik Chopin, Opus 9 Nº1, en si bemol menor (fragmento)

 

 

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