Ediición nº 20 Julio/Septiembre de 2012

Nilaen la plya, Joaquín Sorolla (1910)

Niña en la playa, Joaquín Sorolla (1910)

Y llegó el estío...


por Ana Alejandre

El verano llega con sus sofocantes calores que se anunciaron con demasiada anticipación en el mes de mayo y continuaron en junio, empujando a los ciudadanos hacia las playas o montañas y, a algunos pocos, a destinos exóticos, huyendo de sus ciudades-hornos; pero sobre todo tratando de escapar, en la mayoría de los casos, de la rutina diaria, del tedio cotidiano y de la frustrante sensación de fracaso que ha aumentado la pavorosa crisis económica que padecemos, marchando en busca de distracción, descanso y olvido de la frustrante vida real que se queda atrás durante unos pocos días, una semana, la mayoría, o dos semanas algunos afortunados, -lejos están ya aquellos veraneos de un mes, dos o hasta tres meses que ahora parecen ya increíbles en los tiempos que corren-, y que parecen compensar a muchos, a pesar de su brevedad, por la supuesta carga de diversión, relax o simple alejamiento de los problemas cotidianos, aunque se encuentren otros similares en el lugar de vacaciones.

En esta ocasión ilustra la bella imagen del cuadro de Sorolla, Niña enla playa (1910), -saldrá a subasta en Christie’s Londres el próximo día 6 de julio con una estimación entre 800.000 y 1.200.000 libras-. en la que la grácil silueta de una niña a orillas de ese mar azul que es el Mediterráneo, sirva de pretexto para que Sorolla, maestro del iluminismo, y una de las figuras más representativas del impresionismo español, muestre toda su genialidad al tratar la luz en esa bella estampa playera en la que la verdadera protagonista es la propia luz al incidir sobre la blancura de la espuma coronando las olas y el azul del mar que enmarcan la menuda y delicada silueta de la niña que pasea por la orilla, imagen que queda en la retina del espectador por su inocencia y hermosura. Este hermoso cuadro que ofrece una bellísima imagen veraniega, parece una clara invitación a darse un chapuzón en esas cristalinas aguas en el verano que acaba de comenzar, estación en la que la luz, el calor, y los refrescantes baños en la playa son el escenario escogido por muchos y deseado por otros menos afortunados.

Joaquín Sorolla (1863-1923), el artista autor de este hermoso cuadro, ofrece su versión del impresionismo a través de su peculiar interpretación en la que destacan el protagonismo absoluto de la luz y la plasmación del movimiento de las figuras.

Nació en Valencia y después de estudiar desde 1877 con el escultor Cayetano Capuz, pasó a la Academia de Bellas Artes de San Carlos. Desde muy joven mostró interés por la pintura al aire libre con la que intentaba captar la radiante luz mediterránea, tanto en la huerta valenciana como en la playa, influenciado por lo que hacían los impresionistas franceses.

Continuó sus estudios en París y Roma, y se afincó en Madrid a su regreso a España, en 1890, y a partir de dicho año empezó una brillante trayectoria artística en la que obtuvo numerosos premios e importantes cargos y distinciones, entre las que destacan la Primera Medalla Nacional de Bellas Artes en 1892 y 1895, y el Gran Prix de la Exposición de París de 1900.

Entre sus obras destacan algunas de crítica social como la que lleva el título de Y aún dicen que el pescado es caro (1894, Museo del Prado). Su fama se extendió por toda Europa en la que realizó diversas exposiciones en París (1906), Berlín y Colonia (1907) y Londres (1908); pasando después a EE.UU, país en el que expuso en muchas ciudades. El clamoroso éxito obtenido en Nueva York le permitió recibir un extraordinario encargo: la decoración de la sala principal de la Hispanic Society of America con catorce grandes paneles dedicados a representar las gentes y costumbres de las diversas regiones de España.

Fue un artista prolífico y en su obra se reflejan las circunstanciales sociales e históricas de su tiempo, así como la grave crisis que ofrecía el final del siglo XIX. Sin embargo, su pintura cambió, superando su etapa tradicional tanto en temas como en técnica, y adoptó nuevos procesos de creación, influido por el arte contemporáneo. Especialmente, se ha hecho mención a su dedicación a la pintura en plein air, es decir al aire librecomo ya se ha dicho anteriormente, influenciado por los impresionistas; pero en su obra esta práctica no tiene el interés científico de sus colegas franceses, por lo que se le puede considerar como “un realismo a plena luz”.

Sus temas favoritos son el paisaje levantino, pero siempre cuenta con la presencia humana en sus cuadros, en los que destaca el protagonismo absoluto de la luz que convierte en vibrantes a los colores y remarca el movimiento de las figuras, lo que se puede advertir en las obras Niños en la playa (1910, Museo del Prado), Paseo a orillas del mar (1909) –obra que está en el Museo Sorolla al igual que la siguiente y también del mismo año: El baño del caballo.

Ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1914 y falleció el 10 de agosto de 1923, después de una larga enfermedad.



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