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Apuntes del sur de Francia

Imágenes del sur de Francia

Imágenes de Tousoluse (derecha) y de Colliure (arriba izquierda), y tumba de Antonio Machado en esta última

 

Apuntes del sur de Francia

Paco López Mengual


Hay quien cuando sale de viaje le gusta traerse el lugar que visita en su máquina de fotos o filmada en su cámara de video. Yo nunca olvido meter en la maleta un lápiz y una libreta. Me gusta tomar apuntes con sensaciones, impresiones y anécdotas de los lugares a los que viajo. A veces pienso en cómo un objeto tan rudimentario como un lápiz puede recoger detalles que no logran captar ingenios de la más alta y avanzada tecnología. Apuntes como los que recogí el pasado mes de agosto durante un viaje familiar en automóvil por el sur de Francia.

Carreteras secundarias

Sin duda, muchas veces las vías rápidas nos impiden disfrutar de un viaje en todo su esplendor, haciéndonos pensar sólo en llegar lo más rápido posible al destino. Durante el viaje, mientras conducía por el sur de Francia, decidí abandonar las autopistas y adentrarme por carreteras secundarias. Aún recuerdo las sensaciones vividas durante ese trayecto. Ante mí, una geografía suave, sin bruscos desniveles. Resultó gozoso el avanzar a velocidad moderada, con las ventanillas bajadas para disfrutar del fresco de la mañana, atravesando las inmensas plantaciones de girasoles y de vides que se extendían a ambos lados de la calzada…; recreándome en el sereno espectáculo que la carretera ofrecía tras cada curva, del paisaje que se abría a cada nueva rasante… Ciento y pico kilómetros disfrutando del camino, paladeando cada tramo del trayecto, sin prisa, deseando retardar lo posible la llegada al destino...; una sensación que, por momentos, recordaba casi casi a cuando se hace el amor.

Toulouse

En muchos rincones de Toulouse aún se huele a España. Fue emotivo pasear por la ciudad que, sólo en los últimos meses de 1939, acogió a más de 100.000 españoles que huían de las represalias del bando vencedor de la Guerra Civil. Mientras camino por sus calles, contemplo sus fachadas de piedra rosada o quedo fascinado asomado a un puente viendo la inmensidad del río Garona, me pregunto cómo se las arregló esta ciudad para dar asilo a esas 100.000 personas que llegaron de golpe, con los estómagos y los bolsillos vacíos, con los ojos colmados de derrota y sin futuro. Cómo también me pregunto por qué apenas existen novelas, películas, canciones y pinturas que nos cuenten lo sucedido durante esos días en esta hermosa ciudad. Son como agujeros negros en nuestra cultura.

Lectores

Mientras paseaba por calles de ciudades francesas, observé gozoso la existencia de muchas pequeñas librerías, lo que habla del hábito de lectura y del nivel de consumo cultural de nuestros vecinos del norte. Hasta sentí cierta envidia cuando encontré en Carcasona una estatua que leía… Sin duda, en España tenemos que apretar el acelerador.

Sobaco

Acabo de regresar de un viaje por el sur de Francia… y si no lo digo exploto: ¡Cómo me han defraudado las mujeres francesas! ¿Qué ha sido de aquellas legendarias pelambreras que lucían en los sabacos y que las elevaron a mitos eróticos en toda Europa? En varios días, no me he tropezado ni a una sola francesa exhibiendo su frondosa axila. ¡Maldito laser, maldita globalización!

Ritmo

El frenético ritmo que imponemos a nuestra propia vida nos impide disfrutar de sencillos placeres. Hace un par de semanas, cuando visitaba la ciudad francesa de Carcasona, saboreé uno de esos placeres que tenía olvidados. Sin nada que hacer, sin nadie a quien esperar, me senté en la puerta de un bar y pedí una cerveza bien fría. Y, luego, otra. Se trataba de una concurrida calle peatonal y, como es costumbre en los cafés franceses, me acomodé con el respaldo de la silla pegado a la pared, mirando a la calle. Y allí, durante hora y media, me dediqué a ver pasar la vida ante mí. A observar el mundo, a ejercer de lo que más me gusta: de mirón.

Collioure

Cuando llegamos a la ciudad francesa de Collioure, donde el polvo cubre el cuerpo del poeta Machado, buscamos el cementerio. Enseguida vimos su tumba, colmada de piedrecitas, piñas, banderas republicanas y papelitos con dedicatorias. Antes que nosotros había llegado al lugar una pareja de españoles. Él sacó una guitarra y se sentó junto a la tumba. Ella apoyó su brazo en el árbol que protege al poeta del sol y comenzó a cantar, con voz espectacular, la canción Retrato…, ese poema musicado que comienza diciendo “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…” y que termina “…ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.” Cuando acabó, la mujer depositó un sentido beso con la mano sobre la lápida de Antonio Machado. Embargados por la emoción del momento, conmovidos por el singular homenaje del que habíamos sido testigos, los tres –mi hija, mi legítima y yo- rompimos a aplaudir con un nudo en la garganta.

 

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