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La tradición clásica

 

La Alcazaba de Almería

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La alcazaba de Almería

María Dolores Gallardo López

El visitante que llega por primera vez a Almería enseguida percibe la enorme mole de su alcazaba que, desde su elevada altura, parece vigilar la ciudad.

Su imponente configuración la determina el espolón rocoso en el que se asienta: un cerro aislado que domina la bahía de Almería.

Así la describía al-Udri (geográfo e historiador almeriense que vivió entre 1003-1085): “No se asciende a su alcazaba si no es con fatiga, ni se trepa hasta ella sino es con pena; es solida en su aspereza, extraordinaria en su inaccesibilidad”.

La alcazaba data de la primera mitad del siglo X. El califa cordobés Abd-al-Rahman III ordenó construirla.

De los escritos del mencionado al- Udri se deduce que en el siglo IX una torre vigía controlaba la actividad comercial del fondeadero o puerto de la ciudad Bayyana (actual Pechina), situado en lo que los almerienses que tenemos ya unos años hemos conocido hasta casi finales del pasado siglo como “rambla de la Chanca”; en los parajes del puerto, debido al movimiento del comercio marítimo, había surgido un arrabal.

Algunos textos escritos mencionan, además, la existencia de un arsenal encargado de acoger o reparar la flota califal. Esos mismos textos reflejan también la importancia estratégica de la bahía de Almería y el poderío de la flota califal que acogía.

La creciente amenaza que suponía el poder fatimí hizo que Abd-al-Rahman III decidiera convertir el arrabal del puerto de Bayyana en una madina; así pues ordenó rodear de murallas su población y, en el cerro que dominaba la bahía, ordenó levantar -sobre las ruinas de una fortaleza preexistente- una alcazaba. Asímismo ordenó erigir una mezquita mayor. Era el año 954-955.

Así nació Al-Mariya (Almería), una madina de nueva planta.

Bajo la protección de su alcazaba Almería se convirtió en el puerto marítimo más importante de Al-Andalus.

La alcazaba, aunque hoy está compuesta por tres recintos, originariamente tuvo sólo dos, bien diferenciados y separados por lo que llamamos “el muro de la Vela”.

Las excavaciones arqueológicas han permitido conocer que el primer recinto llegó a ser una auténtica madina con casas, aljibes, baños, etc. En el segundo recinto, tras el muro de la Vela con el tiempo existió un área palaciega con todos los servicios: baños públicos y privados, mezquita, cuadras, hornos, aljibes y en el centro un palacio con acceso fortificado y gran patio central: el palacio del rey taifa al- Mutasin ,”el rey poeta”.

A finales del X Almería era sólo una pequeña ciudad con centro en la mezquita mayor (hoy Iglesia de S. Juan) y una sola calle que la atravesaba de este a oeste (la calle real de la Almedina), pero su importancia fue creciendo en el siglo XI, especialmente cuando en plena “fitna” (guerra civil musulmana tras la caída del califato cordobés, 1010/1013) Jayran (1014/1028) la convirtió en un reino independiente: la taifa de Almería.

Con el crecimiento y desarrollo de Al-Mariya (Almería) se produjo la decadencia de Bayyana (Pechina): sus habitantes empezaron a trasladarse a Al-Mariya en 1011-1012.

Dos productos, el mármol y lujosas sedas, se convirtieron en los pilares de la economía.

El mármol se extraía de las minas de Macael, en la sierra de los Filabres.

Los maestros tejedores almerienses tejían magníficas sedas con adición de hilos de oro y plata, solicitadas en todo el Mediterráneo.

La producción se seda, especialmente en la Alpujarra, fue importante para la economía rural. Se criaban los gusanos alimentándolos con hojas de morera, muy abundante en la zona, se cuidaban en cajas de cañizo, llamadas paneras o panellas, que se guardaban en las habitaciones superiores de las casas por ser las más aireadas; obtenidos los capullos, en rústicos telares se hilaban creando un hilo continuo que formaba madejas de seda cruda de una libra de peso. Esas madejas se vendían en las alcaicerías. Después, convenientemente teñidas, tejidas por maestros tejedores que les añadían hilos de plata y oro, se transformaban en verdaderos sueños.

Almería, además de Jayrán, tuvo otros cinco reyes taifas; el más conocido de ellos es al- Mutasin.

El largo reinado de al-Mutasin (1052/1091) constituyó el período más brillante de la taifa independiente de Al-Mariya: los textos le atribuyen importantes obras en la alcazaba, incluyendo un hermoso palacio.

Al-Mutasin, generoso y culto (es conocido como “el rey poeta”), atrajo a Al-Mariya a numerosos poetas y formó a su alrededor uno de los núcleos culturales más importantes de Al- Andalus de su época. En esa época se introdujeron avances en los sistemas de regadío; en la ciudad florecían los baños y las mezquitas y efervescía el puerto con el comercio de la seda, el del aceite y el de la uva. Buen recuerdo de todo ello nos deja la obra de Al Idrisi.

Sin embargo Al-Mutasin, no supo defender sus posesiones, que quedaron muy reducidas.

Ante el peligro que representaban los cristianos, pidió ayuda (al igual que al Mutamid, el rey de la taifa de Sevilla) al soberano almorávide magrebí Yusuf ibn Tasfin.

Cuenta una bella tradición que al final de sus días se dio cuenta del error de su llamada a ibn Tasfin y que, en plena agonía, dijo uno de quienes le rodeaban “Cuida tus lágrimas y no las malgastes pues tendrás que llorar largo tiempo”. Su familia hubo de huir y dispersarse por el norte de África.

Fue el final: los almorávides, que culturalmente poco o nada tenían que ver con los andalusíes, llegaron de África y ocuparon Al- Andalus.

Así pues, la taifa almeriense terminó con la invasión almorávide, pero la ciudad continuó siendo un auténtico emporio comercial muy codiciado por los cristianos.

En esa época el rey castellano Alfonso VII, el Batallador, decidió tomar la ciudad con ayuda de catalanes, francos, pisanos y genoveses (éstos últimos dieron su gentilicio a la playa en que desembarcaron en el cabo de Gata: hoy día seguimos llamándola “playa de los genoveses”).

Los ejércitos cristianos entraron en la ciudad el 17 de octubre de 1147. Fue una efímera ocupación, que sin embargo truncó totalmente el desarrollo de la capital y su territorio.

Después, tomada por los almohades, Almería volvió a ser musulmana, pero jamás recobró su antiguo esplendor.

En el siglo XIII pasa a formar parte del reino nazarí de Granada, siendo gobernador Abbu-i-Abbas, quien intentó reconstruir la ciudad sin demasiado éxito.



 

 

La Mezquita Mayor de Almería

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La Mezquita Mayor de Almería

Mª Dolores Gallardo López

El califa cordobés Abd-al-Rahman III, creador de la madina de Al-Mariya (Almería), como hemos visto en el artículo “La alcazaba de Almería”, fue quien ordenó construir esta mezquita en torno al año 965. Una vez construida, se convirtió el centro de la nueva madina.

La mezquita mayor llegó a tener 70 mtros de largo por 45 de ancho, siete naves con dovelas pintadas enteramente de rojo o alternando en franjas con blanco. Las naves se abrían a un patio adornado con limoneros en cuyo centro se alzaba una fuente. Fue, pues, una excelente mezquita.

Inicialmente constaba de tres naves. Con el aumento creciente de la población de la madina se hicieron ampliaciones sucesivas. La primera en 1019/20 fue llevada a cabo por el rey taifa Jayrán (1014/1028), que le añadió dos naves más; Zuhayr (1028/1038), sucesor de Jayrán, llevó a cabo la segunda ampliación y añadió a la mezquita dos naves más, con lo que pasó a tener siete. Al Mutasin (1052/1091) la dotó de agua en 1066 y en época almorávide el cadí Abu Atiya, en 1136, recreció su alminar.

De esta magnífica mezquita en la actualidad únicamente se conserva el muro de la quibla (muro al que se dirigen las oraciones) construido en sillares de piedra dispuestos en aparejo califal y el mihrab: un arco en forma de herradura da paso a un espacio de planta cuadrada que se convierte en octogonal por medio de chaflanes volados y cubierto con una cúpula de gallones. Hoy día se pueden contemplar en el interior de la iglesia de S. Juan

En 1489 es el fin del dominio musulmán en Almería. Tras el severo cerco de Baza y la capitulación de esta ciudad, Muhammad XII “el Zagal” (el Valiente”), emir de Granada (1485/86) y último rey de Almería, pactó con los Reyes católicos las capitulaciones de ciudades de Guadix y Almería.

El documento de la capitulación de Almería, firmado por los Reyes Católicos, se conserva en la actualidad. En 2014, con motivo del I milenario de la creación del Reino taifa de Almería (1014), el periódico almeriense Ideal financió su restauración. El documento fue exhibido un tiempo en el Museo Arqueológico de Almería.

El 23 de diciembre el rey D. Fernando hizo su entrada en la ciudad de Almería, al día siguiente llegó la reina Dña Isabel, que había seguido una ruta distinta. Desde entonces el pendón de los reyes católicos se conserva en Almería (actualmente en la catedral).

1491 la mezquita mayor, como tantas otras, fue convertida en Iglesia de Santa María, pese a que las capitulaciones de la ciudad de Almería, que los Reyes firmaron, garantizaba a los musulmanes el libre ejercicio de su religión.

El 21 de mayo del año siguiente el cardenal arzobispo de Toledo D. Pedro González de Mendoza, haciendo uso de los poderes pontificios que tenía y a petición de los Reyes Católicos, le otorgo el rango de catedral. Para esta adaptación se hicieron unas leves reformas de bajo coste económico.

Como sede catedralicia permaneció hasta que el terremoto que asoló Almería en 1522 la destrozó. Quedó el muro de la quibla (muro al que se dirigen las oraciones, como ha quedado dicho más arriba) y el mihrab.

En el siglo XVII se construyó la actual iglesia de S. Juan, en cuyo interior hoy día se puede contemplar aún el muro de la quibla y el mihrab.

Desde la alcazaba se aprecia hoy día perfectamente delimitado el espacio que ocupó la mezquita mayor, en él se alzan hoy día la iglesia de S. Juan y el patio del gobierno militar.

La nueva catedral de Almería fue construida por el obispo Fray Diego Fernández de Villalán (1523-1556). Su escudo está situado sobre el frontón de la puerta norte de la catedral entre guirnaldas de flores y frutos, flanqueado por dos figuras aladas que portan el capelo cardenalicio.

 

 

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