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Maravillas en la calle Malasaña

Teatro Maravillas, Madrid

Maravillas en la calle Malasaña

Antonio Machado Sanz

Desde la acera del difunto Café Comercial, en la Glorieta de Bilbao, miré a la calle Malasaña, bueno ahora Manuela Malasaña, en mi infancia sólo tenía el apellido, pudiendo observar una manifestación de variopintos personajes que andaban por la acera de lo que en su día fue entrada al Teatro Maravillas y ahora era el garaje de un hotel. Me aproximé hasta ellos, recordando cuando, camino de mi colegio, admiraba una enorme figura de casi tres metros o más de Celia Gámez con un vestido de plumas, una falda muy corta y sus enormes piernas embutidas en unas medias de rejilla, simulando ser un “Águila de Fuego”, que cubría parcialmente la fachada junto a la entrada y las taquillas. Corría el año 1956.

En el mismo lugar donde se situaba la monumental Celia Gámez, me encontré con la entrada del aparcamiento del nuevo hotel, construido en el año 2005, sobre el solar del viejo Maravillas, que fuera teatro y cine, y que heroicamente soportó durante sus ochenta años de existencia, una guerra, y una bomba colocada por unos terroristas en 1979.

Veinte años después, no resistió la especulación y el Ayuntamiento cerró el local por defectos estructurales.

Cuando me aproximé al grupo, pude ver cómo, después de observar melancólicamente el granado que existe delante de la puerta actual, en procesión se dirigió al garaje y se fue introduciendo lentamente buscando su amado local.

Abrían el cortejo Faemino y Cansado que oficiaban de sacerdotes de Talía y Terpsícore.

Próximo a ellos Don José María Rodero, trataba de apacentar una recua de caballos andaluces, contándoles su historia.

Angel de Andrés “farfullaba” riendo algunas de las “morcillas” que a carcajada limpia le relataba José Luis Ozores.

Miguel Ligero junto a José Rubio, preguntándole si había aprobado el curso de sinvergüenza.

Fernán-Gómez colgado del brazo de Enma Cohen recordaba con tristeza aquellos Domingos de Bacanal, con Daniel Dicenta.

Cogidos de la mano, Juanjo Menendez, Pilar Bardem y Marisol Ayuso, hablaban de “La Movida”

Celia Gámez discutía con María José Cantudo, sobre los cantables de “Las Leandras”.

Llorando iba Gloria Mairena (Juanita Reina) con Garbancito de la Mancha.

Y cerraban la comitiva, nuevamente, Faemino y Cansado tal y como hicieron en 1999 con su espectáculo “Visto y no visto” y en la inauguración del nuevo teatro, seis años después con “Cuando más viejos, más pellejos”.

Ahora, siempre que paso por allí, la nostalgia empuja a mi alma a observar las ventanas del edificio por si viera asomarse a cualquiera de las muchísimas figuras que pisaron el escenario o a mi padre, con quien tantas veces acudí a mi evocado Teatro Maravillas.

 

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