Usted está aquí:  >>> En blanco y negro 

La literatura y la vida

"Las penas del joven Werther", Goethe, alba Editorial

La literatura y la vida

Empar Fernández

A menudo sentimos la tentación de pensar que la literatura y la vida corren siempre paralelas, y no siempre próximas, y que no llegan a entrar en contacto jamás. La realidad discurre por un lado, la ficción por otro. Sin embargo hay pruebas que evidencian a las claras lo contrario. Me limitaré a citar algunas de ellas con la esperanza de que los lectores recuerden muchas otras.

Algunas son de carácter trágico como lo acontecido poco tiempo después de que viese la luz la obra de Goethe “Las penas del joven Werther”. Semanas después de su publicación se detectó en media Europa una inesperada proliferación de los suicidios de hombres jóvenes. La novela, editada en 1774, explica la historia de amor que vincula a Werther y a Carlota – una mujer previamente comprometida-, la desesperación del joven al concluir que la relación entre ambos es imposible, así como los detalles de su suicidio.

Parece real y fatalmente comprobada la relación que en aquel momento se estableció entre la publicación de la novela y el número creciente de suicidios. Los jóvenes suicidas vestían como Werther, chaqueta azul, chaleco amarillo, camisa abierta, pantalones blancos y botas altas y marrones y se descerrajaban un tiro ante un escritorio que soportaba un libro abierto, tal y como, con todo detalle, había descrito Goethe.

En otras ocasiones la relación es mucho más banal y de tintes románticos. Es el caso de lo sucedido a raíz de la publicación de Tengo ganas de ti, obra de Federico Moccia que indujo a miles de parejas a colgar candados de los puentes en una especie de ceremonia en la que se juraban mutuamente amor eterno tal y cómo lo hacían los protagonistas. Todo empezó en el romano puente Milvio y ha llegado a tal extremo que partidos italianos y autoridades parisinas han elevado agrias quejas porque afirman que dañan el patrimonio cultural. En algunas ciudades los ayuntamientos han procedido a ordenar la retirada inmediata porque el peso añadido podría perjudicar la estructura de los puentes. Todos sabemos lo que dura el amor eterno. Otros consistorios, como el de la ciudad de Colonia, en Alemania, han valorado el posible atractivo turístico de los puentes repletos de candados de todas las formas, tamaños y colores y los recomiendan en sus guías de la ciudad. Tampoco faltan los candados virtuales en internet.

Si la obra en cuestión tiene la suerte, o la desgracia -que de todo hay dadas algunas funestas adaptaciones cinematográficas que me vienen a la mente-, de ser adaptada al cine; las posibilidades de que llegue a tener una incidencia significativa en la conducta, el lenguaje o las costumbres de las generaciones implicadas aumentan exponencialmente.

A mí, ya me perdonarán los lectores, pero lo del suicidio por emulación me parece no solo una tragedia de difícil comprensión, también una soberana frivolidad que no deberíamos atribuir a la obra de Goethe sino a la frágil condición humana. Una condición fascinante por lo “inconsistente”- no se me ocurre un término mejor-, profundamente irracional y estúpida.

Ni Goethe ni Moccia son responsables de lo que sus lectores decidan hacer en un futuro inspirados por sus respectivas novelas. Tampoco lo son los autores de novela negra que abordan en detalle los crímenes cometidos por sociópatas, reales o imaginarios, de la peor calaña o aquellos que diseñan crímenes perfectos.

La línea que separa la realidad de la ficción ni es delgada ni es roja.

 

Los textos, videos y audios de esta web están protegidos por el Copyright. Queda totalmente prohibida su reproducción en cualquier tipo de medio o soporte, sin la expresa autorización de sus titulares.
Editanet © Copyright 2013. Reservados todos los derechos