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Los sefarditas

 

Los sefarditas

Miniatur medieval que procede de Barcelona y conservada eb la British Library que refleja la celebración de un rito judío.

 

LOS SEFARDITAS

LOS EXPULSADOS EN 1492 QUE DURANTE SIGLOS DIFUNDIERON LA LENGUA Y LAS COSTUMBRES ESPAÑOLAS.

ENTRE LAS FIGURAS DE LA CULTURA QUE DESCIENDEN DE LOS EXPULSADOS FIGURA EL ASTRÓNOMO ABRAHAM ZACUTO, LOS FILOSOFOS ESPINOSA O LEON HEBREO, LOS PINTORES PISARRO O MODIGLIANI, EL POLÍTICO DISRAELI O EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA ELIAS CANETTI.


Laura López-Ayllon

La firma por los reyes católicos, en la ciudad de Santafé de Granada, del Edicto de Expulsión de los judíos que vivían en sus reinos, provocó el 31 de marzo de 1492, la salida de la Península de los que no quisieron convertirse al cristianismo, dándoles tres meses para marcharse.

En realidad el Edicto pretendía la conversión, pero no fue así, porque, aunque muchos lo hicieron, otros no quisieron y emprendieron el camino del exilio en todas direcciones, unos a Portugal, de donde fueron expulsados después, otros al norte en dirección a Francia o Flandes, muchos otros hacia lugares del Mediterráneo, especialmente al oriente, caso de Italia o Salónica.

Las cifras de los existentes en España en aquel momento no se conocen con exactitud, y varían mucho con los años y los diferentes autores que han investigado el tema, pero en general se cree que el móvil no fue el económico sino el religioso, es decir, la conversión, pues los Reyes pensaron que sin sinagogas, sin celebraciones, sin carnicerías propias, los judíos serían asimilados.

No fue así y, no solo se fue la tercera parte fuera de la Península, sino que algunos volvieron al judaísmo tras años de permanencia en España, caso de la familia de Espinosa.

En el momento de la expulsión, destacaron dos figuras, uno de los principales judíos, Abraham Seneor, el rab mayor de los judíos de Castilla, se convirtió con su familia a los ochenta años y su bautismo contó con los reyes como padrinos en una ceremonia celebrada en Guadalupe. Seneor era persona de confianza de los reyes y había ayudado a la corona en situaciones difíciles prestando apoyo financiero.

La otra figura es el filósofo, financiero y diplomático Abraham Abravanel y su familia, que se convirtió en guía de los optaron por la salida, y les aportó fuerza para marchar, cuando podía haber tenido en la península una vida regalada, cómoda y sin traumas.

Abrabanel esperó durante seis semanas que las nueve carabelas de su expedición pudieran desembarcarlos porque los puertos rechazaban a los refugiados y, cuando llegaron a Nápoles “parecían máscaras” y él personalmente, que contaba con 56 años, tenía el aspecto de un viejo. Se le atribuye la famosa advertencia a la Corona “este año de 1492, el cual imaginais como el año de la gran gloria, será la vergüenza más grande más grande de España. Con el tiempo os convertiréis en una nación de iletrados y el nombre tan admirado de España apenas será un susurro entre las naciones”.

Al parecer, según Miguel Angel Nieto, la expulsión provocó cismas en el seno de las familias judías y, en general, fueron las mujeres, las encargadas de transmitir el judaísmo, las que optaron por la diáspora antes que por la conversión, mientras que los hombres decidieron mayormente quedarse en España y convertirse, al menos aparentemente, al cristianismo.

El estudioso sobre la historia de los judíos en España, Yitzhak Baer, nos cuenta la preocupación de Reyes para que la salida se produjera de modo tranquilo y ordenado y nos dice que despacharon órdenes reales a todos los lugares para que se pagara a los judíos lo que se les adeudase, así como que se les permitiese vender sus bienes en justicia.

Pese a estas órdenes, se produjeron casos de explotación y extorsión entre otras cosas porque la prisa desvalorizaba las propiedades y jugaba en contra de los vendedores. Algunos sitios se inventaron pagos de paso que no existían, o se cambiaron por casas objetos de poco valor, como nos cuenta Andrés Bernáldez, el cura de los Palacios.

Las sinagogas, cementerios y bienes y espacios comunales no pudieron venderse y, así, la Sinagoga del Tránsito de Toledo le fue dada a la Orden de Calatrava y el cementerio de Ávila pasó al Monasterio de Santo Tomás.

Werner Keller nos dice que entre los desterrados había cultos y sabíos, financieros y mercaderes, pero que la gran masa eran campesinos que cultivaban campos y viñas, así como artesanos, armeros y herreros, es decir, una capa fundamental de la clase media.

Se sabe que uno de los que pudo ver la salida de los judíos fue Cristobal Colón y hoy se sabe que en sus carabelas dispuestas a zarpar iban cinco judíos recién convertidos, entre ellos un médico y uno de los financieros del proyecto.

Lacave nos dice que la salida fue como una procesión hacia las fronteras o puertos, cantando salmos y otros cánticos religiosos, mientras los rabinos trataban de aportar esperanzas y Fernández Alvárez nos dice que alentados por sus rabinos se les vio por los caminos rezando, cantando o llorando, pero fieles a sus creencias, pero “dando una impresionante lección de dignidad humana”.

Se habla de 350.000 los que salieron de España en todas direcciones. Del puerto de Cartagena salieron 16 grandes naves y otras 25 partieron de Cádiz con destino a Orán, pero los judíos no fueron bien recibidos y volvieron, bautizándose o tomando el camino de Portugal. Otro grupo se encaminó hacia el norte –Inglaterra, Francia o Flandes- o bajaron por el Ebro hacia los puertos catalanes, donde salieron 4.000 de Tarragona y otros de Tortosa. La mayoría de ellos embarcaron hacia Italia o los Balcanes. Los de Burgos embarcaron en Laredo.

Otro de los destinos fue el territorio del Vaticano, es decir, los Estados Pontificios, donde fueron bien recibidos por el Papa Alejandro VI. En general se dice que los que se asentaron en Italia fueron los que pasaron menos calamidades.

Portugal fue el país al que se dirigieron los más, donde el rey Juan II les impuso un impuesto de 100 cruzados por la residencia permanente y 8 cruzados a los pobres por cada persona, pero para una estancia de ocho meses.

Domínguez Ortiz nos dice que el rey de Portugal no tenía la menor intención de privarse de aquellos súbditos, ricos e industriosos y, después de haber fijado plazos de embarque, les puso toda clase de dificultades para que pudieran hacerlo y, pretextando desobediencia, ordenó el bautismo de todos apelando en ocasiones a la violencia. El rey Manuel se había casado con Isabel, la hija de los Reyes Católicos, y se le había impuesto esta condición para la boda.

En cuanto a las cifras no hay consenso. Attali nos dice que en Turquia se instalaron 93.000, en Argelia y Marruecos, 9.000 en Italia, 3.000 en Francia, 2.000 en Holanda y otros 2.000 en Egipto. Se calcula que 5.000 fueron a Américas y otras cifras son menores como los de Grecia, Hungría, Polonia y Los Balcanes.

José Belmonte y Pilar Leseduarte nos cuentan que los judíos de Ávila se llevaron los rollos de las Torás y los “Zohar” de Mose de León, que ocuparon más tarde sitio preferente en las sinagogas del mundo.

Castilla quedaría tras la salida de los judíos dividida en dos castas, los cristianos viejos, y los descendientes de los judíod que se quedaron, que fueron llamados a partir de entonces cristianos nuevos.

ABRAHAM ZACUTO. Considerado el último exponente de la tradición astronómica andalusí, que defendió desde su cátedra de Salamanca. Con la expulsión fue a Portugal y después a otros sitios hasta acabar en Damasco.

LEON HEBREO O YEHUDA LEON ABRAVANEL. Hijo mayor de Isaac Abravanel, Leon fue un poeta famoso, médico, y un filósofo del Renacimiento. Su obra más conocida fue “Los diálogos de amor”, que sigue a Platón y concilia las tradiciones rabínicas con la filosofía griega y sus teorías sobre el amor influyeron en los poetas italianizantes y dieron paso a una nueva sensibilidad. Como médico estuvo con el virrey Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán.

BARUJ ESPINOSA. Nació en Amsterdam en una familia judía portuguesa de criptojudíos llegados de España, Baruj Espinosa fue educado en la religión judía y posteriormente se interesó por la filosofía de Descartes hasta el punto de que fue desterrado de la comunidad judía con un “herem”. Es famosa su obra “Principios de la filosofía de René Descartes” y más tarde “Obra posthuma” que contiene la ética.

CAMILLE JACOB PISARRO. Su padre Frederik abandonó Burdeos, adonde había llegado el abuelo desde Braganza, de una familia que había sido “marrana” 300 años, y acudió por motivos familiares a las Antillas. La familia envió a Camille a Francia y allí se quedó e hizo su actividad pictórica.

AMADEO MODIGLIANI. Nacido en Liorno de una familia de estricta observancia judía, reivindicaba su judaísmo y una de sus bisabuelas hablaba judeoespañol. El pintor, orgulloso de sus orígenes, reivindicaba su judaísmo abiertamente. Su obra es un conjunto de dibujos, litografías y aguafuertes, que ocupan lugares destacados en los museos.

ELIAS CANETTI. Premio Nobel de Literatura en 1981. Autor, entre otras obras, de “Los prorrogados” con la muerte como centro y tema. Demostró siempre interés por lo judeoespañol y contó como escuchó en su infancia romances españoles cantados por su nona (abuela) “Mansanikas koloradas, las ke vyenen de Estambol”.

BENJAMIN DISRAELI. El gran políticos. descendía por parte de madre de las familias de cristianos nuevos Aboab, Cardoso y Villareal y su apellido había sido adoptado por el fundador de su familia en señal de gratitud al dios de Israel. El político defendió en el Congreso de Berlín la protección de los judíos en los nuevos Estados.

 

 

Doña Gracia Nasí o Beatriz de Luna

Doña Gracia Nasí o Beatríz de Luna

DOÑA GRACIA NASÍ o BEATRIZ DE LUNA (1510-1569)

--BANQUERA DE CARLOS V Y DE LOS REYES FRANCESES

--LOS SEFARDIES LA LLAMARON “LA SEÑORA” O “HA-GEVERETH” (EN HEBREO)

--FIGURA DEL RENACIMIENTO EUROPEO, PROPICIO LA PUBLICACIÓN DE LA FAMOSA BIBLIA DE FERRARA.

--COMPITIO EN LA EPOCA CON LOS MEDICI

Laura López-Ayllón

Gracia Nasí nació en Lisboa en 1510, hija de los aragoneses Alvaro y Filipa de Luna, una adinerada familia de criptojudíos españoles huidos a Portugal. Los criptojudios eran los que se habían hecho cristianos, pero mantenían el judaísmo en la clandestinidad y seguían teniendo el nombre cristiano en una sociedad y el judío en la otra. En el caso de Gracia (Hanna en hebreo) Nasi, su nombre en la sociedad cristiana fue Beatriz de Luna.

No existe retrato de ella, pero a través de documentos se conoce que en 1525 se casó a los 18 años con el también criptojudío Francisco Mendes, con el que tuvo una hija llamada Ana a la que llamarían Reyna. Mendes era propietario con su hermano Diogo de un importante comercio de esclavos, piedras preciosas y especias, así como de un banco de préstamos muy importante en la Europa de la época.

Se sabe que su hermano Agostino Miguez, alias Samuel Nasí era médico de la corte y dio clases de medicina en la universidad de Lisboa.

Francisco Mendes murió en 1637, pero ella, el año 1636, cuando se estableció la Inquisición en Portugal, puso sus bienes a buen recaudo y partió rumbo a Amberes vía Inglaterra con toda su familia, incluido su sobrino Joao Micas (Joseph Nasí).

La Inquisición, que se había instalado el año 1535 en Portugal, afectó a unos 150.000 judíos procedentes de España, según David Dominguez Navarro, de la Universidad de Ontario, y estableció la obligación de la conversión forzosa al cristianismo, lo que dio lugar a que numerosas familias continuaran ejerciendo el judaísmo en secreto, conocidos como criptojudíos por unos y “marranos” o “anusim” por otros miembros de la comunidad judía.

Todavía oficialmente cristiana, Beatriz de Luna se integró en la sociedad de Amberes y allí permaneció ocho años, en los que ayudó a su cuñado a facilitar la huida de los criptojudíos que llegaban de Portugal y a luchar contra las actividades de la Inquisición en este país.

La actividad financiera de la casa Mendes, ejercida por Gracia Nasí, una mujer entonces de 25 años, le hizo prestar dinero a varias monarquías europeas como la de Carlos V, al que prestaron 100.000 ducados, o a la de Enrique II de Francia, que recibió 150.000 escudos.

Cuando en 1543 murió su cuñado Diogo, se convirtió en sospechosa de criptojudaísmo y dejando a su sobrino para cubrirle las espaldas, salió hacia Venecia, utilizando la red de evasión creada por su propia familia. Se dice que esta red solo es comparable a la que en la segunda guerra mundial se estableció para sacar judíos de la zona nazi a la tierra de Israel y que fue conocida como “ferrocarril clandestino”.

Para este viaje la familia Mendes se había agenciado en secreto gracias a sus agentes italianos, un salvoconducto que les autorizaba a viajar hasta Venecia a Gracia y su hermana acompañadas de sus hijos, sus criados y sus bienes.

En Venecia no se instaló en el barrio judío sino en una casa céntrica en el canal, que se convirtió en refugio de criptojudíos como había sido la de Amberes, pues entre otras ayudas y protecciones, Gracia sentaba a los judíos pobres en su mesa.

En esta ciudad fue denunciada por su hermana Brianda que reclamaba mayor participación en su fortuna, e incluso al parecer fue detenida, por lo que tuvo que salir y establecerse en Ferrara donde apostató de la religión cristiana y adoptó el nombre de Gracia Mendes Nasi.

Al parecer su detención se convirtió en un asunto de Estado e hizo intervenir al sultán Suleiman el Magnífico que la invitó a trasladar su empresa a Constantinopla (Estambul). Allí se instaló en 1553 y llegó a ser consejera consejera y prestamista del Imperio Otomano.

Esta actividad no le hizo olvidar la que ejercía como protectora de la población sefardí, para la que construyó sinagogas, escuelas y hospitales. Se calcula que la concesión del sultán le permitió asentar en Tiberiades a numerosas familias judías por un pago anual de 1.000 ducados.

En Constantinopla (Estambul) consiguió también que fueran trasladados a Palestina los restos de su marido desde Portugal, donde había sido enterrado.

Importante fue su participación en el mundo cultural durante su estancia en Italia, como la que ejerció en la publicación de la famosa Biblia de Ferrara de 1553, una de cuyas ediciones le fue dedicada. La obra, en la que participaron Samuel Usque y el tipógrafo español Yom Tob Athias, conocido por el nombre cristiano de Jerónimo de Vargas, es muy conocida por ser la versión en ladino o judeoespañol de los 24 libros del Tanaj, la Biblia hebrea.

Gracia murió el año 1569 pero no se sabe cómo ni donde, aunque probablemente fue en Tiberiades o Constantinopla (Estambul). Hoy, numerosas sinagogas llevan su nombre, aunque en algunos casos no se hayan mantenido con el paso del tiempo.

Hoy se dice que su figura, conocida como La Senyora entre los judíos, marcó la cultura judía en Turquia durante mucho tiempo. Algunas sinagogas fundadas por ella perpetúan su nombre como la de Esmirna, hoy convertida en gallinero, que era conocida como El kal de la Sinyora (La sinagoga de la señora).

En la historia de judíos sefardíes y de otros muchos judíos, Gracia Nasí es considerada la gran heroína por excelencia.

Para Robert G. Davis y Beth Lindsmith, autores de la recopilación de las vidas renacentistas, la figura de Gracia Nasi fue una de las políticas y mujeres de negocios más importantes del siglo XVI, y consideran que fue la mujer plebeya más poderosa del Renacimiento.

























 

 

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