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Azuaga y su historia
Azuaga y su historia
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La goma
La goma
Pepa Gómez Bustamante
A veces cerramos los ojos y sin querer nos viene a la memoria imágenes de escenas pasadas; imágenes que en su día no tenían la dimensión que tienen hoy, o la tenían pero no éramos conscientes de ella.
Una de estas estampas era, la llegada de familiares que vivían en las grandes ciudades y que con suerte, cada dos o tres años nos visitaban.
Viendo la película Estación central de Brasil del cineasta Walter Salles, en la que unos hermanos adolescentes que viven solos reciben la visita inesperada de un hermano que desconocían y al que abren su casa y su corazón, volcándoles todo el cariño guardado año tras año de soledad y que en la primera ocasión que tienen se desbordan dando lugar a escenas de emoción contenida, hace que evoque cuando de pequeña y no tanto, venía algún familiar. Nuestra vida cambiaba. No sólo venía la prima o la tía… venía Madrid, Córdoba, Barcelona… Nuestra casa se convertía en un bullicioso hotel de idas y venidas, de tertulias extravagantes y un poco cinéfilas al unirse la historia con las fantasías contenidas de largos inviernos en las que los protagonistas eran los libros, los cuadernos, la radio, las largas noches de agua y viento, alumbrados por la tenue luz de alguna retorcida vela, sustituta de la bombilla, en el cotidiano apagón de luz.
Lo cierto es que aquéllas visitas me hacían importante ante mis compañeras, al mostrarle algún que otro regalo traído de la capital.
Recuerdo especialmente uno de aquellos obsequios. Era una goma de borrar grandísima, enorme para ser una goma; de forma rectangular y que pesaba casi cien gramos. ¡Uf fui la reina durante semanas! por mucho que prestara la goma, no se le notaba el desgaste. La goma tenía otras funciones, por ejemplo: de pelota entre clase y clase. Volaba del primer pupitre al último y así paseándose por los aires de un rincón al otro de la clase. Claro que me extrañaba que aquella situación durase mucho tiempo y más conociendo a la monja de turno a la que en alguna ocasión le había rozado su almidonada cofia.
El principio del fin fue la requisa por parte de la monja, y su final último, la división en pequeños pedazos.
No me gustó nada aquel reparto de la propiedad ajena y sobre todo por alguien tan ajeno a la propiedad; pero lo que más me dolía era perder mi reinado en la clase .Se acabó la goma se acabó el protagonismo; protagonismo que venía de la capital y de los tesoros que en ella había…
Me he salido un poco del tema, presa de los recuerdos!!
Estaba recordando imágenes grabadas en nuestra memoria o en nuestra retina y que salen a la luz en un momento dado y cuando surgen intentamos buscar su paralelismo en escenas de hoy. Pero no las hay porque no sólo hemos cambiado nosotros. Ha cambiado el espacio y el tiempo... Madrid, Córdoba o Barcelona lo tenemos a diario a través de la televisión o de cualquier otro medio; y los primos cuando vienen te cuentan pocas cosas nuevas. La luz no se va y las velas no se retuercen por el calor, ahora huelen a frutas o a flores y las ponemos para decorar la casa. Los inviernos son tan alegres como los veranos….
Somos adultos y soñamos poco, porque aquella fantasía de antaño se quedó partida y repartida, como mi grandísima goma de borrar.
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