Edición nº 6 Enero/Marzo de 2009

Imágenes tomadas en el barco "Semiramis"

por Laura López-Ayllón

Un episodio de nuestra historia reciente que los jóvenes desconocen.


El dos de abril de 1954 llegó al puerto de Barcelona un buque griego con bandera de Liberia procedente de Odessa. El puerto estaba lleno de gente y la emoción fue tan grande que una persona murió de infarto. Otros se tiraron al agua para recibir a los que traía el buque, escoltado por centenares de embarcaciones –chalupas, balandros, canoas, embarcaciones a remo- desde mucho antes de llegar a la Estación Marítima. Las sirenas de los buques resonaron…….Cuando el buque entró, la multitud cubría el malecón, las rocas, el muelle….

Delgados y en malas condiciones, pero enteros, el barco traía 267 españoles, de los que 229 eran prisioneros de guerra repatriados de la Unión Soviética donde habían permanecido en campos de trabajo casi ¡¡¡catorce años¡¡¡, durante parte de los cuales no se supo si estaban todavía vivos. Su aventura, considerada una epopeya de resistencia y valor personal, dejó en la memoria nombres de jefes como el capitán Palacios, que junto al escritor Torcuato Luca de Tena, fue el más conocido de los que escribieron la aventura sufrida con el título de “Embajador en el infierno”

El grupo de españoles, según el capitán Palacios, no se creía que volvía a casa hasta que pudo ver la bandera de la Cruz Roja y recordaban especialmente la sonrisa que la enfermera dedicaba a cada uno de los que subían al “Semíramis”, mientras anotaba una cruz en cada uno de los nombres. Los tiempos de la guerra habían cambiado y si los primeros en regresar tuvieron muchos honores, los españoles del “Semíramis” gozaron sobretodo del enorme calor que les prodigó la multitud en Barcelona. España entonces ya tenía otros aliados, pero volvieron por fin y salieron del infierno del gulag ruso.

La llegada de Nikita Kruschev al Kremlin hizo posible la conclusión con éxito de los acuerdos para la devolución de los españoles encarcelados en Rusia. Eran en su mayoría miembros de la “División Azul”, la que Franco envió a Alemania a combatir contra el comunismo, pero también había cuatro “niños de la guerra”, 15 alumnos de aviación republicanos, 19 desertores y 19 marineros mercantes retenidos tras confiscar su barco.

Los hombres que vuelven en el “Semíramis” habían sido dados por muertos o desaparecidos y los familiares subieron al barco que se llenó de familias y amigos de los que llegaban, algunas mujeres que se desmayaron….en fin, un episodio de la historia reciente que hoy recuerda un libro recién aparecido “Las fotografías de una historia. LA DIVISION AZUL”, de Gustavo Morales y Luis E.Togores, publicado La esfera de los libros”

Los autores han conseguido reunir archivos todavía no conocidos de César Ibáñez, Milans del Bosch, Esquivias Franco, Viced Conde y otros. Muchas fotografías de la aventura de los 47.000 españoles que pasarán por esta división en sucesivos relevos, en los que se fue sustituyendo a hombres casados y menores, cayeron 22.000, 8.700 fueron heridos, 1.600 congelados, pues el año 1941 fue uno de los más duros, y 2.137 mutilados.



Estas fotografías, como otros archivos recientemente encontrados sobre rl otro lado de la contienda, han sobrevivido para completar la contienda como si fuera un puzzle al que le faltaban piezas. La División Azul, con ser la Unidad Militar sobre la que más se ha escrito, no contaba hasta ahora con su historia fotográfica.

A través de las fotos que publica el libro puede seguirse la vida de los soldados, llamados también guripas, desde su actividad militar a sus distracciones en el acuartelamiento, pocas, pero existentes –un partido de futbol con los alemanes, una paella en medio del rancho…- su relación con los rusos civiles, que no existió en el caso de los alemanes, sus problemas de abastecimiento y material, sus relaciones con España a través de las conexiones de radio etc.

La División Azul contó también con mujeres, en general jóvenes falangistas alistadas como enfermeras, que aparecen en varias fotografías, así como el escritor y jefe nacional del SEU Dionisio Ridruejo, la locutora Celia Jiménez o la inspectora general del Cuerpo de Auxiliares Sanitarias, Mercedes Milá. Procedían de mundos muy diferentes, pues hubo académicos, filósofos, cineastas, actores….

Los voluntarios que se enrolaron en la División Azul, en la que también hubo otros sin demasiada elección posible, fueron destinados por los alemanes al norte del frente Este, cerca de Novogorov, unas tierras pantanosas donde las temperaturas causaron más bajas que el enemigo. Los españoles combatirán también cerca de Leningrado, el campo de batalla más frío de la Unión Soviética.

Si las unidades de voluntarios de otras tierras iban mandadas por alemanes, los españoles contaron siempre con oficiales y jefes españoles como los generales Muñoz Grandes y Esteban Infantes, y otros como el comandante Angel Salas Larrazábal. Especial mención merece en el libro el general Esteban Infantes, cuya labor fue reconocida por todos aunque al haberse hecho cargo de la División Azul en el momento del declive no contó con los honores correspondientes.

Tras la retirada de la División Azul, 1.800 hombres quedaron en Alemania enrollados en la “Legión Azul” que combatió con las SS y que no fue bien vista por la mayoría. Otros combatieron en la “Escuadrilla azul” (Escuadrón Aéreo Expedicionario), que pilotó aparatos de caza Messermits y Focke Wulf hasta 1944 o en la compañía de esquiadores, en la que destacó el capitán Ordas. Hubo también marinos. Se calcula que causaron al enemigo 49.300 bajas.

La leyenda negra

El rey Felipe II

COMIENZO DE LA LEYENDA NEGRA.1568.

por
Laura López-Ayllón

El asesinato de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, y sus relaciones con la influyente Princesa de Eboli, enfrentó al secretario real Antonio Pérez con el rey Felipe II. Su huida a Aragón provocó el roce del rey con las instituciones autonómicas y la muerte del Justicia Mayor de Aragón. La posterior fuga de Pérez a Francia contando las interioridades del funcionamiento de la Corte de Madrid fueron aprovechadas por Francia e Inglaterra para poner en jaque la política española del Siglo de Oro y la imagen de España quedó marcada en negativo durante mucho tiempo.

Los personajes de la historia son fundamentalmente el propio rey Felipe II, su secretario Antonio Pérez y la Princesa de Eboli, de la que ya hemos hablado, pero también hubo otros sin los que no se entienden bien los sucesos como Ruy Gomez de Silva, amigo personal del rey, importante secretario real durante mucho tiempo y marido de la Princesa de Eboli, la mujer de Antonio Pérez, Juana Coello, su padre, Gonzalo Pérez, el secretario asesinado Juan de Escobedo, a quien llamaban el “Verdinegro”, el secretario enemigo Rodrigo Vázquez …….

Con la madre de Felipe II vino a España Ruy Gómez de Silva, unos años mayor que el entonces príncipe y que fue después durante varios años secretario de la máxima confianza del rey. El monarca le casó con la mujer más importante de la nobleza, Ana de Mendoza, y le concedió títulos y honores, pero los historiadores se inclinan ahora en su mayoría en decir que una vez consumado su matrimonio, el rey mantuvo una relación con la princesa de la que nació Rodrigo, duque de Pastrana, cuyo parecido en su juventud con el rey fue notable. Retirado el matrimonio a su dominio de Pastrana pasaron unos años hasta que murió Ruy de Silva y la princesa, tras un falso y un tanto histriónico intento de hacerse monja, volvió a la corte.

Su vida se cruzó entonces con el secretario que había sustituido a su marido, Antonio Pérez, hijo oficial de un clérigo, Gonzalo Pérez, personaje sinuoso que, siendo de dudoso origen judío, se preparó culturalmente en la Universidad, se ordenó tardíamente por interés y alcanzó la Secretaria de Estado, aunque se dice que Antonio Pérez era realmente hijo de Ruy Gómez de Silva y fue encomendado a Gonzalo Pérez para su educación y aprendizaje de la política.

Antonio Pérez fue estudiado por Marañón, quien nos cuenta como era amable y simpático como Ruy Gómez, no adusto como el padre oficial, que provocaba la ira de muchos por su vanidad y su ostentación, de gran ímpetu sexual, gran ambición y amante del juego. Fue calificado como “demasiado curioso y suntuoso en el vestir, rico y odorífero”. Le gustaba el juego y a lo largo de su proceso fue acusado de homosexual, aunque esto no fue probado, y aunque normalmente estaba ebrio, a veces bebía copiosamente y en sus últimos años bebía copiosamente. En cualquier caso, todos coinciden en que fue buen padre y mantuvo en su mujer, Juana Coello, una adhesión inquebrantable. En su casa, además de los que trabajaban para él en su tarea de Estado, había individuos de todo calado, hasta el punto de que Marañón la califica como auténtica Casa de Monipodio. Esto no debe hacer olvidar que había sido preparado por Gonzalo Pérez no sólo en las universidades de Alcalá y Salamanca, sino también en las mejores de Europa.

Escobedo, secretario de don Juan de Austria, entonces combatiendo en Flandes, vino a Madrid para pedir el apoyo a su señor, como había hecho en otras ocasiones, pero a sus gestiones no ayudaba nada sus carácter, intemperante y muy poco diplomático.En la visita de aquel año, Escobedo al parecer descubrió la relación de Antonio Pérez con Ana de Mendoza y, conforme a su carácter, amenazó con informar al rey, influenciado en su contra por el secretario, pues se hacia creer que don Juan de Austria planeaba maniobras políticas contra el monarca.

Antonio Pérez, con la aprobación de Felipe II, aunque nunca se podrá confirmar por escrito, intentó envenenar por tres veces a Escobedo pero, al no conseguirlo, organizó su muerte con gente de su confianza. Pocos meses después, don Juan de Austria murió y el rey descubrió que no eran ciertas las maquinaciones que el secretario le había atribuido. Poco después ordenó la detención del secretario y de la princesa de Eboli. El problema es que como era normal en Felipe II el proceso fue muy largo y la princesa, que al fin
fue encerrada en su palacio de Pastrana y prácticamente emparedada viva, nunca fue juzgada. La actitud del rey con Ana de Mendoza ha dado pie a muchas interpretaciones, pero ninguna aceptada por todos los historiadores.

Para acercarnos a la personalidad del rey nos acercamos a como lo pintó Tiziano que lo mostró joven, rubio, esbelto, bien parecido, con piernas delgadas de persona poco andariega, tez muy clara, leve bigote y barba puntiaguda, cejas juntas, largas, arqueadas y muy pobladas. Ojos grandes y mirada entre desconfiada, socarrona y melancólica. Por otra parte el embajador veneciano Federico Badoano cuenta que era de corta estatura y miembros delgados, frente ancha, ojos azules y grandes, cejas espesas y poco separadas, nariz correcta, boca grande y labio inferior grueso. Barba corta y puntiaguda, tez blanca y pelo rubio. El embajador considera que todo ello le hace parecer un flamenco, aunque se muestra altivo, con actitudes en aquel momento muy españolas. Su carácter es tímido y no es sobrio en las comidas. Considera también que si al principio era considerado soberbio y altanero, luego cambió y se adaptó, mostrando en las conferencias bondad y paciencia y procurando adaptarse a los embajadores y otros dignatarios. Dice también que le gustaban mucho las mujeres, que tenía una buena inteligencia y una gran capacidad de trabajo y que era amante del estudio, sobretodo la historia. Pero tenía también un exceso de reflexión y una gran autocrítica antes de tomar las decisiones.

Para seguir los acontecimientos provocados por la muerte de Escobedo seguimos a Francois Mignet, quien nos pone de manifiesto en primer lugar como intervino en su contra el otro secretario del rey, Rodrigo Vázquez. Antonio Pérez fue mantenido en su casa sin salir y en 1580 cuando doña Juana fue hacia Lisboa para pedir gracia para su marido, fue detenida en públicó embarazada de ocho meses en Aldea Gallega y abortó.
Antonio Pérez, en semiprisión, fue sometido a un informe judicial que puso en evidencia su corrupción, por lo que fue condenado en 1580. Cuando fueron a detenerle saltó por una ventana y se refugió en la iglesia de San Justo, pero los alguaciles lo encontraron y lo llevaron a la fortaleza de Turégano. Se entró entonces en una guerra de “papeles” que Antonio Pérez no quería entregar ni su mujer Juana Coello tampoco, pero al final los entregó, pero ayudado por incondicionales, guardó las piezas más importantes.
Mignet nos cuenta que a pesar de la mala voluntad de los jueces y la inquina de sus enemigos, no era fácil condenar a Pérez, entre otras cosas porque la teoría política apoyaba el derecho del rey a mandar la muerte, como de hecho se hacia entonces en otras cortes europeas.
Le aplicaron tormento de ocho “vueltas de cordel” y Antonio Pérez reconoció autor de la muerte de Escobedo. Estaba tullido de los dos brazos y enfermo y doña Juana Coello insistió y consiguió poder acudir a asistirlo, de tal modo que pudo llevarle un vestido y un manto para que pudiera pasar disfrazado delante de los guardias y salir, dirigiéndose entonces a su patria chica de Aragón, donde esperaba encontrar el apoyo de una justicia imparcial. El rey mandó entonces encarcelar a su mujer y a sus hijos.
En Aragón se habían conservado los privilegios y la justicia se conservaba más segura y original que ninguna otra parte y mantenía la figura del Justicia Mayor, entonces Juan de Lanuza, al que podía apelar cualquier aragonés y que dependía únicamente de las Cortes aragonesas. Al Justicia le dio copias de los papeles que“había salvado”. El rey le condenó pero el alto tribunal de Aragón le absolvió y el rey hizo valer el derecho de poder detener a los oficiales que se hubieran portado mal.
Comenzó entonces un proceso de la Inquisición contra Antonio Pérez. Hubo en Zaragoza una insurrección popular, el enviado del rey marqués de Almenara murió días después a consecuencia de las tres cuchilladas recibidas. Antonio Pérez volvió a pensar en la huída y serró la verja de hierro de las ventanas donde estaba encerrado.
Murió el Justicia, le sucedió su hijo, del mismo nombre y los insurgentes liberaron a Pérez que, acompañado de varios amigos y de una multitud, abandonó Zaragoza, aunque después volvió.
Un ejército del rey entró en Aragón pese a las protestas, venció al aragonés y Antonio Pérez volvió a salir hacia el Pirineo. Hubo numerosos ejecutados y la cabeza del Justicia Mayor, también ejecutado, fue clavada en la puerta del Palacio de la Diputación. Aragón, que no se había rebelado con los Comuneros, vio con esta revolución abatida su nobleza y destruida su independencia.
Antonio Pérez cruzó la frontera y comenzó un peregrinaje por Francia e Inglaterra revelando los papeles que aún mantenía y escribiendo sus “Relaciones”pero, aunque durante un tiempo pudo mantener un nivel de vida digno, acabó viviendo en la penuria en París.










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