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El convento de San Plácido

El convento de San Plácido

Convento de San PLácido, Madrid

Antonio Machado Sanz

Al pasar por la calle del Pez de Madrid, en su esquina con la de San Roque, un carillón, dejó oír un toque de difuntos, eran las doce la mañana.

Era el reloj del Convento de San Plácido, que recordaba el falso fallecimiento de Dª. Margarita de la Cruz, monja de extraordinaria belleza, de la que se había encaprichado el rey galán, D Felipe IV, desde el momento en que, disfrazado, la vio. Estaba acompañado en aquel momento por D Jerónimo de Villanueva, cofundador y prometido que fue de Dª Teresa del Valle de la Cerda y Alvarado, abadesa del convento en aquella época.

Después de repetidas visitas y para evitar las murmuraciones del pueblo, dio orden de construir un túnel desde el palacio de su amigo Villanueva, anejo al convento.

Enterada la abadesa de la construcción de la galería, Dª Teresa del Valle trató de disuadir a Felipe IV por mediación del Conde Duque de Olivares y también por la del mismo Villanueva, sin conseguirlo.

Una vez terminado el pasadizo, el Rey, acompañado por su amigo Jerónimo, llegó hasta el aposento de la hermosa Margarita. Encontró que la bella monja yacía inmóvil, con su tez pálida y en su pecho un crucifijo entre las manos, encima de unos almohadones sobre un catafalco, y rodeada de velas y flores.

Felipe IV, arrepentido momentáneamente, se cree, mandó construir un reloj con un carillón que cada cuarto de hora tocara a difuntos.

También donó al convento un cuadro de su aposentador y pintor D. Diego de Silva y Velázquez, el famoso Cristo crucificado. Estuvo en la sacristía hasta su traslado al Museo del Prado, donde se encuentra en la actualidad.

Descubierto el engaño, la historia dice que, Felipe IV, consiguió a la dama y la visitó repetidas veces.

Fue tal el escándalo que tuvo que intervenir Fray Antonio de Sotomayor, Inquisidor General del Santo Tribunal.

Pero esa es otra historia

 

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