Usted está aquí:  >>> El rincón del gato 

Sender, Buñuel y el Retiro

Sender, Buñuel y el Retiro

Miful Buñuell y Ramón J. Sender, director de cine y escritor, respectivamente.

Antonio Machado Sanz

Aquella tranquila tarde-noche del mes de mayo madrileño, un joven Luis Buñuel paseaba por el “Parque de Madrid”, cuando observó a un joven de parecida edad que preparaba su jergón sobre uno de los bancos del Retiro.

Intrigado por el hecho, se aproximó y le ofreció un cigarro, como principio de una conversación sobre las desgracias que le habrían acaecido para llegar a tal situación.

Quizá pudiera ayudarle y si la historia era interesante la referiría en su círculo de amistades.

Dirigiéndose al menesteroso dijo.

-Buenas tardes, me llamo Luis.

Y con su mismo acento, aragonés, le contestó:

-Hola, buenas tardes, yo me llamo Ramón, Ramón J. Sender.

-¿Un pitillo?

-¡Sí! Muchas gracias.

Como dos paisanos que se conocieran desde antiguo, encendieron los cigarros y Ramón con la primera calada comenzó a decir:

-Ando por Madrid sin un duro desde que llegué de Alcañiz, con decirte que hace ya dos meses que me he mudado a este banco… Me lavo en aquella fuente y me ducho en el Ateneo, así aprovecho para calentarme y paso muchas horas leyendo los libros de su biblioteca. ¿Y tú?

-Yo vivo en los altos del hipódromo, en la Residencia de Estudiantes. Desde que mi padre me mandó, aquí, a la Capital, a estudiar ingeniería en la Universidad. Vivo bastante bien allí con unos compañeros de raros quehaceres.

-¿No será médico alguno de ellos?

-¡Qué va, todos son artistas! ¿Por qué?

-Ayer por la mañana, en mi paseo hacia el Círculo, en la calle del Prado, penetré en el Museo Anatómico, que fundara allá por los lejanos años de 1875 D. Pedro González Velasco, ese doctor que tiene una calle frente a la estación de Atocha, y he quedado impresionadísimo por unos restos humanos. Era el esqueleto de un hombre gigantesco, que fue atracción de circo desde los doce años. Medía 2,35 metros y sus manos de cuarenta centímetros eran capaces de ocultar entre ellas un pan de kilo. Cómo sería, que Alfonso XII, intrigado, le visitó y le regaló unas botas del tamaño 52. El Dr. Velasco propuso al gigante comprar su cadáver por la fortuna diaria de dos pesetas y media, mientras viviera. Se llamaba Agustín Luengo, nació en 1849, era natural de Puebla de Alcocer, Badajoz. Hay quien dice que murió tan joven, falleció a los 26 años, porque el salario que le pagaba el doctor lo gastó en toda clase de vicios.

Luis Buñuel se despidió de Ramón J. Sender, deslizando un billete en su bolsillo.

Esta historia, bien pudo ser totalmente verdad, pero la de Agustín Luengo y el Dr. Velasco es cierta y hoy en día se puede observar en el Museo Nacional de Antropología, un bello edificio del siglo XIX, el enorme esqueleto del hombre más alto de España de aquellos tiempos, seccionado por el mencionado doctor.

Existe otra leyenda, aún más conocida que la del gigante extremeño que también pudieron citar en su conversación en el Retiro ambos artistas, pero esa es otra historia que merece contarse otro día.










 

Los textos, videos y audios de esta web están protegidos por el Copyright. Queda totalmente prohibida su reproducción en cualquier tipo de medio o soporte, sin la expresa autorización de sus titulares.
Editanet © Copyright 2013. Reservados todos los derechos