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Felipe El Hermoso y Juana I de Castilla

 

Felipe Ell Hermoso

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Felipe EL Hermoso

FELIPE EL HERMOSO (1478-1506)

REY DE CASTILLA UNOS MESES

CREADOR DE UNA DINASTIA ESPAÑOLA QUE LLAMAMOS “DE AUSTRIA”

PARA ALGUNOS UN MALTRATADOR

Laura López-Ayllón

Lo conocemos los españoles por ser el marido de Juana, la reina loca encerrada en Tordesillas durante tantos años. Nos suena mucho sus enfrentamientos con Fernando el Católico a la hora de hacerse con el gobierno de Castilla. También recordamos que nos explicaban su muerte a los 28 años por un famoso “vaso de agua” tomado tras un partido de pelota. Hoy esto último no se lo cree nadie.

Pero, ¿Quién era este hombre?. Felipe, nacido en Brujas, era el primer hijo de Maximiliano de Habsburgo, Emperador de Alemania, y de María de Borgoña, la hija de Carlos el Temerario, uno de los hombres más poderosos de su tiempo (territorio de Holanda y Bélgica) que consiguió hacer de Flandes un punto de inflexión entre Francia y Alemania. El matrimonio funcionó, pero la muerte de María tras un accidente de cacería, dejó al niño huérfano a los cinco años.

Felipe tuvo que asistir siendo muy pequeño a las exequias de su madre, y vivió la cultura de las ciudades heredadas de María, una cultura basada en el desarrollo de las ciudades, en las que tuvo que intervenir en un importante acto político a los diez años y a su mayoría de edad a los dieciséis años, tuvo que hacer “Entradas” para ser reconocido como heredero.

Estas “Entradas” las realizo como duque de Borgoña, de Bravante, de Limburgo, y de Luxemburgo, así como archiduque de Austria, conde de Flandes, de Habsburgo, de Hainnaut, de Holanda, de Zelanda, del Tirol, y de Artois, y señor de las ciudades de Amberes y Malinas.

Las ciudades que heredó Felipe quedaron a la muerte de María con un sistema de regencia hasta su mayoría de edad, cuyos consejeros no siempre estuvieron de acuerdo con su padre Maximiliano. Su padre se vio obligado a dejarlo con extraños y sin la compañía de su hermana Margarita, enviada a París para ser en el futuro la reina de Francia.

José Manuel Calderón, autor de su biografía, nos cuenta como ha sido tratado en España como “frívolo y superficial”, mientras que en los Países Bajos se le considera el “pacificador” por su actividad política.

María del Pilar Queralt del Hierro, por su parte, nos dice que estas “Entradas” eran el primer contacto oficial del duque con las corporaciones urbanas y tenían un simbolismo especial, pues se le reconocía como hijo de María de Borgoña y como garante de la independencia de los Paises Bajos frente a sus poderosos vecinos. La corte en la que se movió Felipe, la borgoñona, era una de las más cultas y refinadas de Europa y en ella se amaban las artes y las letras.

Felipe creció viendo las diferencias entre su padre y los otros miembros del Consejo de Regencia, y hubo momentos en que la tensión entre padre e hijo fue de práctica ruptura. De hecho, Felipe estableció relaciones con Enrique VII de Inglaterra y Luis XII de Francia en contra de los intereses de Alemania. Esta situación se agravó con la muerte de su abuelo paterno Federico III, y el paso de su padre a Emperador de Alemania.

Esta situación existía cuando Maximiliano, sin consultar a Felipe, planteó su boda con la infanta Juana de Castilla y Aragón, enemigos entonces de Francia, la aliada de Felipe. La boda planteó serios problemas por la oposición de los consejeros del duque porque parecía el triunfo de la política austriaca sobre la borgoñona. De hecho existía una relación comercial de Castilla con Flandes desde el siglo XIII y el acuerdo respondía al plan iniciado por los Reyes Católicos para establecer relaciones con Inglaterra, Alemania y Portugal.

El acuerdo suponía el doble matrimonio de Felipe con Juana de Castilla y Aragón y de su hermana Margarita con Juan, el hijo varón de los Reyes Católicos. La infanta Juana, de 17 años, era la hija más guapa de Isabel y Fernando, pues físicamente se parecía a su abuela paterna, Juana Enríquez.

Felipe, de 18, había heredado el físico de su madre, María, con la envergadura física de su padre Maximiliano. Se había educado con actividades al aire libre –caza- y contaba con gran prestancia, acompañada de modales y maneras galantes y refinadas. . A esto hay que añadir que tenía grandes hemorroides y un problema en la rodilla, porque se le salía un hueso y cojeaba hasta que lo volvía a colocar.

Lorenzo de Padilla nos contó años después que, pese a la fama de codicioso y de marido insensible, Felipe era buen amigo de sus criados y personas de su trato, y procuraba esconder cuando empezaron, las salidas de tono de su mujer

La pareja sintió una gran atracción física, pero no tardó en separarse por varios motivos, entre ellos la sustitución de los personajes españoles que acompañaron a Juana, a los que además no pagaban, por otros flamencos.

Contribuyó también la aparición del carácter de Juana, despótico y absorbente, así como el comienzo de su obsesión por su marido al que quería acompañar en todas las actividades. Pilar Queralt nos dice que hoy la psicología moderna considera que Juana padeció algún tipo de neurosis obsesiva.

Felipe y Juana, que al principio de su matrimonio tardaron en tener hijos, tuvieron después a Leonor, Carlos, Isabel, Fernando, María y Catalina, dos Emperadores y cuatro reinas.

Enrique Soria nos cuenta que Felipe desarrolló como conde soberano de Flandes y duque de Borgoña una importante labor en el terreno institucional, como fue la creación del gran Consejo de Malinas y la reorganización de las finanzas locales.

Mientras tanto en Castilla se produjeron varias muertes, la del príncipe Juan, la de su hijo póstumo con Margarita, la de Isabel, la hija mayor de los Reyes Católicos, y la de su hijo Miguel, el niño que había quedado en Castilla para ser educado como heredero.

La situación había cambiado completamente y Juana era ahora la heredera del trono de Castilla. La pareja hubo de esperar el nacimiento de su hija Isabel y además no contaba con fondos para el viaje, pero se pusieron en marcha dejando su país y sus hijos en manos de su hermana Margarita, que fue para ellos una auténtica madre y una buena gobernante para el país.

Al parecer los historiadores cuentan que ya antes de emprender la marcha Felipe intentó asegurarse el apoyo de los grandes señores de Castilla, lo que molestó a Fernando el Católico, que quería asegurarse mantener el poder por la demencia de su hija Juana. Además despreciaba la rudeza de las gentes peninsulares frente a la corte de Flandes, y no llevaba bien ser considerado aquí “consorte” de su mujer, es decir, el segundo plano.

Entraron en Castilla por el País Vasco, donde tuvieron que montar en mulos porque las carreteras eran estrechas, lo que provocó problemas a Felipe, que sufría grandes hemorroides.

Los médicos que le acompañaban le proporcionaron ungüentos, pero no pudieron resolver el problema. Avisado el curandero local a instancias de Juana, el ungüento proporcionado tuvo éxito y Felipe quiso premiarle. El curandero le contestó que lo único que quería era que él y su caravana se fueran de allí, porque su estancia provocaba muchos problemas a la zona. Felipe empezó a ver como era el país al que se tenía que enfrentar.

Tras una estancia en Olías por culpa del sarampión, del que enfermó Felipe, pudieron llegar a Toledo, donde tuvo lugar la ceremonia de reconocimiento como herederos, y donde juraron que gobernarían de acuerdos con las leyes, los usos y las costumbres del país y que solo encomendarían los cargos de responsabilidad a castellanos.

Terminadas las ceremonias Felipe quiso volver a Flandes, porque no sentía a gusto, pero Juana estaba embarazada, por lo que el regreso se produjo tras jurar en las cortes de Zaragoza, sin hacer caso a las peticiones de la reina Isabel y de su mujer.

Juana se empeñó en seguir a su marido y, convencida de que no la querían dejar ir cuando ya había dado a luz a su hijo Fernando, tuvo fuertes enfrentamientos con su madre enferma. Al fin consiguió imponerse y dejó aquí al recién nacido.

En 1504 falleció Isabel la Católica y en su testamento estableció que le sucediera su hija, y que su marido ejerciera la regencia mientras durara la ausencia de su propietaria.

Los lazos urdidos por Felipe con los nobles, que no estaban de acuerdo con lo establecido en el testamento, promovieron la formación de un partido felipista. Aducían la enfermedad de Juana y que su padre Fernando actuaba de forma autoritaria y siempre a favor de los intereses de Aragón sobre los de Castilla.

A la vuelta de la pareja a Flandes la salud de Juana empeoró, y sus celos la llevaron a intentar agredir con unas tijeras la cara de una mujer con la que se relacionada Felipe, que ya entonces consideró la posibilidad de encerrarla.

Se produjo un enfrentamiento entre Fernando el Católico y Felipe que terminó con la firma a través de su embajador de la llamada “Concordia de Salamanca”, que suponía el reparto del poder.

Fernando el Católico buscó entonces la alianza con Francia, y su casamiento con su sobrina Germana de Foix. Si hubiera vivido el hijo que tuvieron, hubiera sido el legítimo heredero de Aragón.

Un sector que se sintió cerca de Felipe en Castilla y Aragón él fue el de los judeoconversos, que vio en Felipe a un aliado contra la Inquisición (Santo Oficio). Comerciantes, banqueros y miembros de las élites urbanas se dirigieron a él para solicitar para solicitar que el Santo Oficio fuera cerrado, o al menos que modificase su rigor. Hoy se sabe que si su reinado hubiese sido más largo quizá esto se hubiese cumplido.

Una de las primeras medidas tomadas por Felipe fue conceder a los flamencos los puestos importantes de Castilla, caso de las rentas, dignidades eclesiásticas, los títulos y las fortalezas. Un caso sangrante fue el del alcázar de Segovia, que dirigían desde hacía muchos años los marqueses de Moya, íntimos de Isabel la Católica.

Felipe falleció poco después de forma poco clara porque, si bien se dijo que por beber un vaso de agua tras un partido de pelota con un capitán vasco. Hoy todo se duda y especialmente cuando se tarda en morir varios días y con dolores. Además existía peste en la zona, pero esta versión no se tiene porque Juana estuvo cuidándole todo el tiempo, y no se contagió aunque estaba embarazada.

Tras los médicos flamencos, fue llamado un prestigioso médico español del momento, el doctor Parra, catedrático en Salamanca. El médico contó los síntomas de Felipe en una carta. Explicó que Felipe al tercer día tenía fiebre, le dolía el costado y escupía sangre. Murió al quinto día.

Se vivió un momento tenso, porque a los felipistas no les convencieron las explicaciones. La situación fue tan tensa que Cisneros llegó a dar un puñetazo en la mesa durante una de las reuniones.

Felipe murió el 6 de septiembre de 1516 y nadie se atrevió a nombrar la palabra veneno. Su corazón fue enviado a Bruselas en una caja de oro y las vísceras se colocaron en una urna de barro. Fue embalsamado, le sentaron en un trono para que presidiera la misa por la salvación de su alma y le colocaron en un doble féretro de plomo y madera aromática. Después enterraron su cuerpo y sus vísceras en la Cartuja de Miraflores, de donde Juana le sacó más tarde.

 

 

Juana I de Castilla (Juana La Loca)

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JUANA LA LOCA (1479-1555)

LA HIJA MAS GUAPA DE LOS REYES CATOLICOS.
MALTRATADA POR SU MARIDO.
ENCERRADA DE POR VIDA EN TORDESILLAS POR SU PROPIO PADR
E.

Laura Lopez-Ayllón

Juana, tercera hija de los Reyes Católicos, había heredado el físico de su abuela paterna, Juana Enriquez, pero también el trastorno mental de la abuela materna Isabel de Portugal, viuda con trastornos que vivió encerrada en Arévalo cuarenta y dos años.

Al parecer la inestabilidad mental de Juana se manifestó desde sus primeros años de vida con altibajos de carácter, crisis de melancolía y transportes místicos fuera de lugar.

La mentalidad de Juana ha sido interpretada por los historiadores. Algunos la consideran trastorno bipolar pues con actitudes claramente de trastorno tuvo otras de lucidez, pues defendió los derechos de su hijo Carlos al negarse a aceptar las pretensiones de los Comuneros aunque los recibió con simpatía…..

Su vida transcurrió durante 46 años en la fortaleza de Tordesillas varios de ellos con su hija Catalina, la hija póstuma de Felipe el Hermoso. Allí fue encerrada por su padre y mantenida allí por su hijo Carlos que en ocasiones acudió a visitarla con su mujer Isabel de Portugal.

Lo curioso es que nunca fue destituida de sus títulos, reina de Castilla y de León, de Aragón, de Sicilia, de Nápoles…….y sus hijos a su vez sobrevivieron todos y ocuparon todos puestos importantes. Los dos varones, Carlos y Fernando, fueron Emperadores y sus cuatro hijas reinas –Leonor de Francia, Isabel de Dinamarca, María de Hungría, y Catalina de Portugal.

Manuel Fernández Alvarez es uno de los historiadores que escribió su biografía y, en ella, nos define a Juana como uno de los personajes más patéticos de la historia de España. Considera el historiador que el mal de Juana fue al principio una depresión mal curada por los médicos de la época.

Entiende el historiador que su personaje no cuenta con demasiados estudios sobre su figura y ha procurado investigar al máximo la última etapa de su vida. Nos recuerda también que todo ocurrió en una época en que los reyes buscaban las opiniones del español Luis Vives, retirado en Brujas, otro español, Juan de Valdés, ejercía importante magisterio en toda Italia, los versos de Garcilaso se conocían en las cortes y se escribió el Lazarillo de Tormes.

Fernández Alvarez estudia en primer lugar la infancia de Juana, siempre creciendo con sus dos hermanas pequeñas, María y Catalina, pero en los palacios de la retaguardia pues sus padres no paraban de ir de un lado a otro, es decir, situación parecida a la de padres modernos que trabajan los dos todo el día y se ven obligados a poner extraños a educar a sus hijos.

Tarsicio de Azcona, considerado uno de los mejores biógrafos de Isabel la Católica, nos dice que Juana no fue una de las hijas preferidas de la reina Isabel, que sufrió ataques de celos parecidos a los que luego manifestó su hija. Ya se sabe que Fernando era mujeriego, con al menos cuatro hijos naturales y que su coqueteo en la propia corte fue en ocasiones descubierto por su mujer e hijos.

Los historiadores cuentan que la trifulca que madre e hija mantuvieron en los últimos años de Isabel hizo a la reina católica darse cuenta que tenía responsabilidad en la situación de Juana al recordar la vida de su madre en Arévalo y de que Juana fue testigo de los ataques de celos de su madre ante los coqueteos de su padre.

Destacan que Juana sufrió un fuerte choque afectivo porque tuvo que abandonar no solo su patria y su pueblo, sino también su hogar, para pasar a depender del caprichoso poder autoritario del marido y entrar en un clima de nubes y lluvia. Juana fue enviada a los 16 años al encuentro de su marido por mar acompañada por personal de armas, pero también numeroso personal cortesano y palaciego y con ellos entró en un mundo de lujo de complicado ceremonial palatino.

El encuentro de la pareja fue especial, pues el novio no la estaba esperando y tuvo que recorrer durante un mes el nuevo país hasta el encuentro en Lierre. En el encuentro la pareja tuvo tal atracción mutua que adelantaron la boda oficial para dedicarse al sexo. En cierto modo como le ocurrió a su hermano Juan con Margarita, la hermana de su marido.

En el caso de Juana, su marido comenzó a encontrar a Juana “demasiado” volcada en el sexo y, como en esa corte no estaba mal visto, su marido empezó a ir con otras y Juana empezó a mostrar sus primeros ataques de celos.

Considera Fernández Alvarez que esa vida amorosa fue para Juana un asidero al que se agarró Juana para olvidarse de sus zozobras, de sus angustias y de su soledad.

Además los cargos llevados por Juana no recibían sus sueldos y Juana comenzó a tener comportamiento extraño, no cuidando su aspecto físico y descuidando sus deberes religiosos. Los Reyes Católicos enviaron a personajes pero eran desatendidos en la corte. Juana no mejoraba y pensando que estaba siendo abandonada por los suyos, comenzó a pasar horas llorando deprimida.

Deberíamos pensar, dice Fernández Alvarez, que se había exigido de Juana cuando era casi quinceañera un dura misión por razón de Estado y que quizá era superior a sus fuerzas.

La muerte de su hermano Juan, de débil complexión física, por acometer el sexo en exceso y, sin que la reina Católica hiciera caso a los médicos que recomendaron que se apartara a la pareja, seguida de la de su hijo póstumo y de su hermana mayor Isabel y el hijo de esta, Juana se convirtió en heredera del reino de Castilla.

Convertidos en Príncipes de Asturias, Felipe y Juana tardaron en venir y cuando lo hicieron dejaron en Malinas a sus tres hijos mayores, Leonor, Carlos e Isabel, cuando los Reyes, que habían pedido que al menos Carlos fuera traído a Castilla, tuvieron que aportar el dinero para el viaje que se hizo atravesando Francia con una caravana de cien carros de carga.

Así volvió a Castilla, cinco años después, con un marido mujeriego y poco afectivo y mostrando signos de no haber podido soportar la presión lejos de los suyos. Es entonces cuando se produjo el primer encuentro entre Felipe y su suegro Fernando, con Juana de traductora, y poco después el de su madre, pero aquella corte ya no era la suya, sino un hogar frío y triste, donde ya no estaban sus hermanos, con la reina sola y envejecida y el padre ausente y revestido de grandeza.

Tras ser jurada Juana como Princesa de Asturias en Toledo, Felipe quiere marcharse y no le para ni el embarazo de la Princesa, por lo que Juana se enfrentó a la primera separación de su marido. Aguantó hasta el nacimiento de su hijo Fernando y se enfrentó a sus padres, lo que le produjó una de las depresiones más fuertes.

En esta situación Juana, intentó marcharse de su alojamiento en la Mota de Medina del Campo y al encontrar las puertas cerradas por orden del obispo de Córdoba, encargado de su custodia, se pasó la noche al raso en el patio y eso siendo el mes de noviembre. Era el primer encierro de Juana, que solo accedió a resguardarse en una cocina junto a la barrera tras haber pasado día y noche al raso.

Acudió la reina desde Segovia, donde guardaba reposo por su quebrantada salud, y tuvo lugar un enfrentamiento muy duro entre madre e hija, que algunos consideran causante en parte del agravamiento de la reina Católica. Después de la fuerte riña, la reina le prometió que iría pronto a Bruselas.

A esta situación contribuyó la carta que su hijo Carlos le envió desde Bruselas a instancias del archiduque Felipe.

Su regreso a Flandes no le trajo tranquilidad, en parte por el trato dado a sus sirvientes flamencos, por haber llevado esclavos, y, sobretodo, al atacar y desfigurar la cara de la favorita de su marido, lo que le valió ser maltratada por Felipe.

En ese ambiente tuvo lugar la muerte de la reina católica el 26 de noviembre de 1504, y como consecuencia, un acercamiento de la pareja, pero poco después Felipe intentó apartar del entorno de Juana a sus esclavas moriscas y la encerró en su cuarto donde inició una huelga de hambre, con bastonazos a la puerta, gritos y envío de encendidas cartas.

Felipe volvió al lecho con su mujer, pero volvió a tomar escusas y a marcharse mientras Juana caía en una postración en un cuarto oscuro sin querer ver a nadie. Ya solo saldría con ráfagas de cierta lucidez.

Pasaron de vuelta por Inglaterra y allí Juana persistió en no querer damas junto a ella, por sus celos, y en el abandono de su persona en el vestir y en el comer.

Llegados a España Felipe se presenta muy unido a Juana y poco después dicta una carta a Juana en la que protesta contra su supuesta incapacidad de gobernar y acusa a su padre Fernando de alegrarse de la enfermedad de Juana. La carta concluye que Felipe es el que debe gobernar en Castilla. De alguna manera se da cuenta de que tanto su padre como su marido la han usado en función de sus intereses.

Envuelta en la guerra entre Fernando y Felipe, Juana ve como intentan manipularla pero pronto fallece su marido y tiene con él un comportamiento ejemplar pues se mantiene a su lado en todo momento. Fallecido el marido y ausente el padre camino de Nápoles, Juana queda reducida a si misma.

Pero muerto el marido ya nada volverá a importarle ni la familia (excepto la hija que lleva dentro), ni los asuntos de Estado ni su propio cuerpo. Solo mantuvo la afición por la música. Sin embargo Juana mantuvo a ratos su lucidez. Mientras se constituye un triunvirato para gobernar Castilla, el campo sufre una tremenda sequia y tras ella la peste.

Felipe es embalsamo y llevado a la Cartuja de Miraflores pero Juana, que al principio estuvo de acuerdo, recuerda que Felipe quería ser enterrado en Granada y ordena que fuera desenterrado. Aquí se puso en marcha la macabra procesión llevando a su marido insepulto, cabalgando por las noches, con los hachones de los guardas alumbrando el cortejo y con los clérigos entonando cantos fúnebres.

Fernández Alvarez nos cuenta que al nacer su última hija, Juana la llama Catalina y eso demuestra que no era insensible a los afectos. En cualquier caso al llegar a Hornillos se niega a entrar en un convento cuando sabe que es de monjas por miedo que siendo mujeres quisieran llevarse al marido.

Fernando vuelve de Nápoles y Juana va a su encuentro con la comitiva, pero no quiere ir donde le dice el padre y se sitúa en Arcos donde su estado empeora pues duerme en el suelo, no se lavaba y no se cambia de ropa.

Las revueltas de los nobles ponen a Juana en peligro de rapto y el padre decide llevarla a un aposento más adecuado como Tordesillas por dos razones, su cercanía a Valladolid y que allí se encontraba un palacio edificado por Pedro I.

Tordesillas tenía el palacio de Pedro I convertido en convento pero cerca contaba con unas habitaciones palaciegas y allí fue instalada Juana con su hija Catalina, entonces de dos años, desde donde podía ver el cadáver de su esposo.

El primer cuidador de la reina fue un tal Mosén Ferrer que no la trató bien, sino como a una prisionera que para que no le quitasen a su hija la obligaba a dormir en un cuarto interior al que solo podía entrarse a través de su propio cuarto. Posteriormente alguien se apiadó y abrió una ventana para que la niña pudiera ver a los que pasaban por la calle.

Curiosamente solo una persona de la clase alta fue a visitarla, doña Germana de Foix, reina que podía romper el aislamiento y su padre tres veces pero acompañado de nobles, lo que lastimó a su hija y tres años después volvió otra vez y en esta ocasión estuvo varios días y trató de arreglar el abandono en el que vió a su hija.

Hubo revuelta en Tordesillas a la muerte de Fernando y llegó al poder Cisneros puso a un hombre de su confianza, Rodrigo Sánches de Mercado, obispo de Mallorca, que mejoró las condiciones de la reina y apartó a mosen Ferrer y encargo al doctor Soto que controlase la vida y la alimentación de Juana.

El tiempo transcurre hasta la llegada de sus hijos Carlos V y Leonor para pasar varios días. No fue la única, habrían más, pero esta fue la más emotiva.

La visita fue preparada por el señor de Chievres, porque no se sabía si recordaría a los hijos que habían quedado en Flandes, pero Juana ordenó su entrada y pasando del protocolo los abrazó aunque enseguida les dijo que fueran a descansar y Chievres volvió para convencer a Juana de que cediera a Carlos el gobierno del reino.

La visita es también importante por el encuentro de Carlos y Leonor con su hermana pequeña Catalina, de once años entonces, y la situación que afrontaba en habitación interior y teniendo contacto con los niños a través de una ventana a través de la cual los veía jugar y arrojaba monedas.

En medio de un lance de novela Carlos hizo que secuestraran a su hermana pero la infanta puso como condición volver si su madre resultaba muy afectada. Efectivamente Juana la reclamó gritando “Me han robado a mi hija” y Catalina hubo que volver pero, eso sí, teniendo su condición de infanta, con habitación propia, vestidos apropiados…etc y permaneció allí varios años más hasta que fue enviada a Portugal para ser reina.

En 1518 Carlos puso al frente de la Casa de su madre al marqués de Denia.. Bernardo de Sandoval y Rojas que en unos aspectos cumplió su misión pero no supo paliar las crisis depresivas de Juana aunque tras la visita de hijos Juana intentó de alguna manera incorporarse a la vida cotidiana.

Otra ocasión notoria vino en 1520 cuando los Comuneros acudieron a ver a la reina. Fueron recibidos muy bien por Juana que reconoció entre ellos a su médico de unos años atrás, Diego Ramírez de Villaescusa.

Juan de Padilla expone a la reina que el movimiento comunero había venido a liberarla para que se pusiera al frente del reino y Juana al principio accedió y entró en una etapa de recuperación, pero después volvió a caer en la apatía y se negó a firmar nada.

Cuando Tordesillas cayó otra vez en manos del partido de Carlos V Juana volvió a caer en depresión. La etapa de los comuneros en Tordesillas había durado setenta y cinco días.

Juana, que ya llevaba once años encerrada, siguió así otros 35 años, hasta los 75 que murió y con el odioso carcelero el marqués de Denia.

A lo largo de esos años fue visitada por su nieto Carlos V doce veces y en algunas con la Emperatriz Isabel y de sus hijos Felipe, Juana, María y Maximiliano.

Sufrió la separación de Catalina cuando la enviaron a Portugal en 1525 y eso le produjo el mayor dolor desde la muerte de su marido, y pasó un dia una noche estuvo amarrada a la ventana desde la que había visto partir a su hija.Su nieto Felipe ya como rey la visitó también con María Manuela de Portugal, hija de su querida hija Catalina.

En estos últimos años, Juana sufrió las vejaciones del marqués de Denia que llegó a despejarla de sus vestidos y joyas, algunos pedidos al Emperador por iniciativa de la marquesa e incluso. Las “loqueras” le inflingieron castigos físicos para dominarla.

Juana tuvo en sus últimos años, una enfermedad que la dejo paralizada desde la cintura y su poco espíritu religios se llegó de un posible endemoniamiento. Fue enviado a ver su situación el padre Francisco de Borja, luego santo, que llevó paz a la reina en sus últimos días y logró que se tuviera mejor trato con la reina y que no estuviera tan deprimida. Ayudó a Francisco de Borja el fraile Luis de la Cruz.

Su situación física empezó a deteriorarse más con la aparición de gangrena y se llamo otra vez a Francisco de Borja y después a Domingo de Soto y permitió que, si bien no podía dársele la Comunión, si que le fuera administrada la Extremaunción.

Fernández Alvarez nos cuenta sus últimas palabras el 12 de abril de 1555 fue “Jesucristo Crucificado sea conmigo”.

La estancia en Tordesillas contó con asignaciones monetarias de pequeña corte de unas 300 personas, algunas con hijos que no se nombran y algunos flamencos que había traído Juana desde Flandes para interpretar música. Esta corte era la cuarta parte de la población, de unos 1.000 habitantes, que vivían en la población.

 

 

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