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I Centenario del fallecimiento de José Echegaray
I Centenario de la muerte de José Echegaray
I Centenario del fallecimiento de José Echegaray
Ana Alejandre
El 14 de septiembre pasado se conmemoró el I Centenario de la muerte de José de Echegaray y Eizaguirre, ingeniero, escritor y político español, nacido el 19 de abril de 1832, en Madrid.
En este año de celebraciones de varios centenarios como son el del IV Centenario del fallecimiento de Miguel de Cervantes, y el I Centenario del nacimiento de Camilo José de Cela, el centenario del fallecimiento de José Echegaray, primer escritor español galardonado con el Premio Nobel de Literatura, queda oculto por las otras famosas conmemoraciones.
Estudiante brillante se graduó con el número uno de su promoción en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, con solo veinte años, en la que, después, ejerció como profesor. De ideas políticas y económicas liberales, participó en la Sociedad Libre de Economía Política que defendía las ideas librecambistas.
Sus primeras lecturas en su juventud eran de obras de Goethe, Homero y Balzac. Al mismo tiempo, leía obras de matemáticos como Gauss, Lagrange. y Legendre.
Fue después de la revolución democrática de 1868, en la que no participó directamente, cuando comenzó a colaborar en la consolidación del nuevo régimen a través de las funciones asignadas a los diversos cargos públicos que ocupó tanto como diputado en las Cortes constituyentes y Director General de Obras Públicas, este último cargo de 1868 a 1869, como en su calidad de Ministro de Fomento (1869-70 y 1872) y Ministro de Hacienda (1872-73). Además, participó en la fundación del Partido Radical junto a Ruiz Zorrilla.
Después de la caída de la monarquía de Amadeo de Saboya (1873), apoyo a la Primera República en la que fue nombrado dos veces Ministro de Hacienda (1873-74). De ese período son la Ley de Bases de Ferrocarriles (1870) y el monopolio de emisión de billetes del Banco de España (1874) que él impulsó.
Cuando se volvió a restaurar la Monarquía (1874), tras el pronunciamiento de Martínez Campos, siguió manteniendo sus ideales republicanos, aunque fue diputado en las Cortes monárquicas de 1876, en defensa de su gestión ante los conservadores que la criticaban.
En 1980, colaboró en la fundación del Partido Republicano Progresista, junto a Martos y Salmerón y, más tarde, volvió a participar en la política del régimen de la Restauración, desde el Partido Liberal de Sagasta en el que se situó en el ala izquierda.
Gozó de amplio prestigio en la sociedad de su época, ocupando cargos de resonancia cultural como el de presidente del Ateneo de Madrid (1888), Director de la Real Academia Española (1896), donde ocupó el sillón "e" minúscula entre 1894 y 1916; senador vitalicio (1900) y fue dos veces presidente de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1894-96 y 1901-16) en cuya segunda etapa en dicho cargo estuvo hasta su muerte. En 1905 volvió a ocupar la cartera de Hacienda del Gobierno de Montero Ríos.
La obra literaria de José Echegaray se circunscribe a la dramaturgia en la que obtuvo un gran éxito de público, aunque en la actualidad se le niega cualquier tipo de valor literario a su obra, a pesar de que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1904 que compartió con el poeta provenzal Frederick Mistral. La Academia sueca había declarado su preferencia por el dramaturgo catalán Ángel Guimerà, cuya obra era superior con respecto a la de Echegaray sin duda alguna. Sin embargo, las presiones oficiales y conveniencias insoslayables decidieron el premio en favor de Echegaray, lo que produjo un gran malestar y feroces críticas por parte de las corrientes vanguardistas literarias españolas, en especial de los escritores de la llamada Generación del 98. Ángel Ganivet calificó a las creaciones de Echegaray como "estupendos mamarrachos"; y la crítica posterior las consideraron poco más que una mera y pobre imitación de Calderón.
Echegaray está considerado la máxima figura del teatro de la Restauración, aunque su obra está fuertemente influenciada por el teatro romántico del que tomó los recursos más impactantes. En un célebre soneto de su autoría, expone de forma clara y sin ambages su técnica creativa teatral: "Escojo una pasión, tomo una idea/ un problema, un carácter... y lo infundo/ cual densa dinamita, en lo profundo/de un personaje que mi mente crea/La trama, al personaje le rodea/de unos cuantos muñecos que en el mundo/ o se revuelcan en el cieno inmundo/o se calientan a la luz febea/. La mecha enciendo. El fuego se prepara/,el cartucho revienta sin remedio/, y el astro principal es quien lo paga/.Aunque a veces también en este asedio/ ¡me coge la explosión de medio a medio!
Sus dos primeras obras fueron "El libro talonario" y la "Esposa del vengador", ambas estrenadas en 1874. Sin embargo, fue el drama histórico "En el puño de la espada" (1875) el que le dio cierta fama. A lo largo de su trayectoria literaria escribió más de sesenta comedias y dramas, de las que muchas fueron muy celebradas por el público y traducidas a vario idiomas. Esto le hizo ser reconocido con entusiasmo tanto por la crítica como por el público de su época.
Además del drama histórico anterior, escribió En el seno de la muerte (1879); así como también dramas con temas contemporáneos entre los que destacan "O locura o santidad" (1877) y "El gran galeoto" (1881), pero fue su obra más famosa "Mariana" (1892), escrita expresamente para la actriz María Guerrero.
A su obra se le considera muy efectista y melodramática, pues en ella abundan los amores adúlteros, los duelos, los suicidios, pero todos están afectados por los conflictos melodramáticos, la exageración declamatoria y la falta de análisis psicológico de los personajes lo que les resta verosimilitud.
Echegaray escribía de espaldas a las nuevas corrientes literarias que se decantaban hacia el realismo, especialmente en la novela, mientras él seguía anclado en las características del teatro romántico con su carga de espectacularidad, truculencia y excesos efectistas. A pesar de ello, muchas de sus obras poseen una evidente pericia en la construcción escénica, además de ciertos toques de pasión y grandeza que llegan hasta la sensibilidad del espectador, a lo que ayudaba la maestría interpretativa de actores como Vico, Ricardo y Rafael Calvo, María Guerrero, etc.; para ellos escribió Echegaray muchos de sus dramas, adaptándolos a la propia idiosincrasia de cada intérprete.
Sin embargo, en la actualidad no se comprende el éxito que tuvo en su época Echegaray, tan alejada en gustos escénicos tan dispares a los de este autor, por su profusión de efectos melodramáticos que resultan pueriles y hasta ridículos, por exceso de efectismo, para el público actual.
Su obra, aunque permaneció ajena a las nuevas corrientes literarias, sí ofrece algunos pocos ejemplos de que quiso renovar su teatro como es el caso de los dramas El hijo de don Juan (1891) y El loco Dios (1900), en los que intenta emular el lenguaje naturalista de Henrik Ibsen, aunque fueron intentos fallidos y su teatro fue quedando como una obra trasnochada, a lo que ayudó el teatro de Benavente que mostró su faceta satírica del tiempo y la sociedad de la que no pudo ser un testigo crítico José Echegaray, por lo que su obra cayó en el olvido.
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