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LORETO PRADO Y ENRIQUE CHICOTE

Loeto Prado y Enrique Chicote

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LORETO PRADO Y ENRIQUE CHICOTE O UNA CALLE CON HISTORIA Y LLUVIA

Antonio Machado Sanz

A escasos metros de la Gran Vía madrileña, se encuentra la Plaza de María Soledad Torres Acosta, cofundadora de la congregación de las Siervas de María, que todavía mantienen el edificio fundacional en la Plaza de Chamberí, anexo al Palacio de la Junta Municipal del Distrito.

En uno de mis paseos nocturnos abandoné la plaza por la Corredera Baja de San Pablo, y a la derecha me encontré con pequeña calle peatonal de escasos noventa metros, con una bella placa de cerámica en la que se podía ver una corrala y el nombre de Loreto Prado y Enrique Chicote. Me extrañó que una sola calle fuese dedicada a dos personas.

Pasó junto a mí un caballero vestido de general de mediados del siglo XIX y le pregunté por un pequeño teatro que han instalado es esa calle, pensando que sería uno de los actores, me contestó que era el General O’Donnell, que algunas noches venía a recordar su estancia en casa de un hojalatero en donde estuvo escondido de la Reina Isabel II y su gobierno en el año 1854.

Hoy todavía continúo con la duda, si mi mente creyó ver o realmente tropecé con el espíritu del general, porque su físico era idéntico al descrito por D. Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales “Chicarrón de alta estatura y cabellos de oro, sonrisa tenue, delicada, como de finísima burla o estilo anglosajón”

Aparté la sorpresa y ya en mi hogar, volví a pensar en los titulares de la calle y supe que habían sido pareja durante más de veinticinco años, él fue actor y empresario del Teatro Martín y ella actriz cómica a finales del siglo XIX y principios del XX.

Loreto Prado no debió ser una mujer impresionante al uso de aquellos años, pero suplía con talento y simpatía su pequeño tamaño, conquistó al público de tal manera que actuó en más de 1.500 obras, las más aplaudidas y reconocidas de aquella época. Los autores más conocidos escribían obras a su medida, entre ellos se encontraban los Hermanos Alvarez Quintero y Carlos Arniches.

Dominó, también, el mal llamado género chico, consiguiendo, por ejemplo, más 700 llenos consecutivos con “Alma de Dios” estrenada el 17 de diciembre de 1907 en el Teatro Cómico con música del Maestro José Serrano y texto de Carlos Arniches y Enrique García Álvarez.

Los poetas más reconocidos de la época, Emilio Carrere, Eduardo Marquina, los Alvarez Quintero, etc. la dedicaron sendos poemas alabando su gracia y su ingenio.

El último decenio de su vida transcurrió en Madrid, la pareja compró el Teatro de sus éxitos, el Cómico, que en sus inicios fue llamado Salón de Capellanes y que estaba ubicado en el lugar en donde, por Navidad, El Corte Inglés instala su “Cortylandia”.

Loreto Prado falleció en Madrid el 25 de junio de 1943.

El 17 de enero de 1936, a las 16’30 los miembros del Ayuntamiento de Madrid, acompañados por una ingente cantidad de madrileños que llenaron la minúscula vía, descubrieron la cerámica, aún existente, dando el nombre de la pareja de cómicos a la calle, antes llamada Travesía de la Ballesta y en un principio Calle de San Joseph, según el plano de Texeira.

Existe un documento gráfico de la inauguración, en donde se comprueba que en esos momentos descargó sobre Madrid una enorme tromba de agua, calando a los ediles y a los acompañantes, sin que desertara ninguno de los allí reunidos.

La casualidad ha hecho que junto al convento en el que fundara su congregación la Beata María Soledad Torres Acosta, se erigiera, a ras de acera, por suscripción popular un monumento a la insigne cómica, ataviada con un mantón de Manila sobre sus hombros, apoyada en un antepecho con el escudo de la Villa de Madrid y una imagen de la Virgen de la Paloma, como agradecimiento a su arte y simpatía.

La Historia nos cuenta que en la misma calle, en el año 1854, el General O´Donnell y Joris el día 27 de junio salió para encabezar un levantamiento militar y debió regresar a casa de su amigo el hojalatero a ocultarse de nuevo, horas después de haber realizado varios transbordos de carruaje a carruaje, a causa de un enorme chaparrón que no le permitió reunirse con las fuerzas que le apoyaban, posponiendo el pronunciamiento militar hasta el día siguiente en el cercano pueblo de Vicálvaro, sublevación conocida por la “Vicalvarada”, dando comienzo con ello al bienio progresista.

Pero eso es otra historia…

Me llamó la atención que dos hechos tan distantes y diferentes, se iniciaran con sendas trombas de agua.

Pero…

Son cosas de mi Madrid.



 

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