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Cárcel del Saladero

Cárcel del Saladero

Antigua fotografía de la Cárcel del Saladero. Madrid

Cárcel del Saladero
(Historia de un palacio)

Antonio Machado Sanz

Micifuz y Zapirón paseaban una agradable mañana de abril por la Plaza de Alonso Martínez y en el número 2 se toparon con un soberbio edificio que tenía acristaladas las arcadas de su primer patio, era el antiguo palacio de la Condesa de Guevara, del que sólo se conserva su exterior, convertido ahora en una institución bancaria.

Recordaron las historias que unos gatunos antepasados les contaron y que habían pasado de generación en generación, como ejemplo de que la vida fácil no lo era tanto, pues siempre habría dificultades para alcanzar la felicidad.

Un día de 1884, un gato salió en compañía de un amigo a la caza de algún despistado pajarillo, llegaron hasta la Ronda de Santa Bárbara, hoy calle de Sagasta, sin haber engordado sus barrigas, se detuvieron ante un enorme edificio que se encontraba vacío y en fase de destrucción, frente al convento que daba nombre a aquella zona, y pocos meses antes había sido una cárcel. La famosa Cárcel del Saladero.

El edificio fue construido en tiempos de Carlos III, allá por 1768, bajo la dirección de Ventura Rodriguez, como matadero de cerdos y saladero de tocino y en 1831 fue convertida en penal, porque no cabían en la Cárcel de la Villa tantos reclusos.

Pasaron al interior por un pequeño hueco, seguros de encontrar algún roedor que echarse a las garras y acabar con el hambre que los devoraba.

Comentaron entre ellos que hubo célebres personajes recluidos en aquel húmedo y siniestro edificio. Estuvo interno Don Nicolás Salmerón Alonso, Catedrático, Diputado y Presidente del Congreso y luego Presidente del Poder Ejecutivo de la República Española.

El torero Salvador Sánchez Povedano, alias Frascuelo, famosos estoqueador rival de Rafael Molina “Lagartijo”, que toreó 1236 corridas, matando 3801 toros, murió el 27 de octubre de 1867 de una pulmonía en su finca de Torrelodones (Madrid). Contaban que tenía tal amistad con la Infanta Isabel “La Chata” que siempre que pasaba ésta, en tren, por dicho pueblo, lo hacía detener para saludarle.

Otro personaje que estuvo ingresado en Penal El Saladero fue el Cura Merino, D. Martín Merino y Gómez, por atentar contra Isabel II en el día de la presentación al pueblo de la Infanta Isabel “La Chata”, el 2 de febrero de 1852, en el Palacio Real. Al asestar una puñalada a Reina con el cuchillo que llevaba camuflado bajo su traje talar, rozó el brazo de su majestad, pero no pudo ejecutar el regicidio, dada la oposición del reforzado corsé. Fue detenido en el acto por los Guardias de Corps e internado en esta prisión. Tras un rápido juicio fue condenado a muerte y a las 12 de la mañana del día 7 de aquel mes fue conducido sobre un pollino, vestido con una hopa y birrete amarillo con manchas encarnadas, vestimenta reservada a los magnicidas y parricidas, hasta el Campo de Guardias en donde se levantó un patíbulo para su ejecución a garrote vil . Su cadáver fue incinerado, las cenizas esparcidas en una fosa común y sus propiedades destruidas

El genial músico D. Federico Chueca, en el mes de abril de 1865, fue detenido en la llamada Noche de San Daniel por participar en las manifestaciones estudiantiles contra el gobierno de Narváez, y mientras pasaba algunos días en esta cárcel, compuso varios valses que tituló Lamentos de un preso, e inmortalizó el establecimiento penitenciario en su zarzuela “La Gran Vía” con la famosa jota de ”Los Ratas” que decía:

Nuestra Fe de Bautismo
la tiene el cura de “El Saladero”

También estuvo internado Don Salustiano Olózaga el político, abogado y escritor, que fue Presidente del Consejo de Ministros con Isabel II, Gobernador Civil de Madrid y miembro de la Real Academia Española.

Durante la estancia de Don Salustiano en el penal coincidió con otro personaje popular, el bandolero Luis Candelas, que le ayudó en su fuga y que las malas lenguas dijeron que, posteriormente, el Sr Olózaga le recompensó, admitiéndole en la Logia Masónica de la que era maestro y nombrándole funcionario al frente de la sección de Resguardo de Tabacos en Madrid.

Cuando iban a seguir hablando sus precursores sobre el bandolero y su corta vida, ejecutado a los 31 años, apareció una corte de enormes ratas que eran los únicos habitantes de aquellas lóbregas ruinas y tuvieron que salir a la Plaza de Santa Bárbara sin haber comido nada.

Entre risas, recordando las aventuras de sus antepasados, regresaron a sus hogares, contentos de tener quien les cuidaba si necesidad de buscar su diario alimento y les permitía, además, su independencia.
























 

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