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Pedro Lasso de la Vega

Los comuneros de Castilla en el patíbulo

PEDRO LASSO DE LA VEGA

HERMANO DEL POETA Y JEFE COMUNERO DE TOLEDO


Laura López Ayllón

Nació en Toledo o Badajoz en 1495, a finales del siglo XV, primogénito de los futuros señores de Cuerva, Garcilaso de la Vega, señor de Los Arcos (Badajoz), y de Sancha de Guzmán, señora de Batres.

Se educó en la corte como heredero y tuvo entre sus maestros al humanista Pedro Martin de Anglería. Tuvo seis hermanos, varios hombres, uno de ellos el famoso poeta Garcilaso de la Vega, y dos mujeres, doña Leonor y doña Juana.

Por fallecimiento de su tío Pedro Suarez de Guzmán, heredó el señorío de Batres y otras propiedades en la ciudad de Toledo, entre ellas la casa en la colación de San Román.

La propiedad de Cuerva fue adquirida por su padre tras su vuelta de Roma, donde fue embajador varios años. Pedro falleció en Batres en 1554 y fue enterrado junto a sus padres en la iglesia parroquial de Cuerva.

Conocíamos poco la actividad de Pedro Laso durante la guerra de las Comunidades, pero hoy se sabe que se negó a acudir a las Cortes de Santiago de Compostela como representante de Toledo, lo que supuso que la ciudad se declarase en rebeldía contra Carlos V.

Su primer matrimonio fue con doña María de Mendoza, nieta del II duque del Infantado, natural de Guadalajara, que era sobrina lejana de la dama comunera doña María Pacheco y prima tercera de don Pedro, pues sus bisabuelos eran hermanos.

Doña Maria, que estuvo en casa de su suegra durante la Guerra de las Comunidades, protegió de la turba en su casa al corregidor Antonio de Córdoba cuando los alborotadores acudieron a por él y mientras no llegaron caballeros como Juan Gaitán para protegerle. Doña María se situó en la puerta de la sala donde estaba Antonio de Córdoba con una vela en cada mano para que no pudieran entrar.

De la pareja de Pedro y María nacieron cuatro hijos varones, uno de ellos, Garcilaso de la Vega y Guzmán, futuro embajador de Felipe II, con el que continuó la tradición diplomática de la familia-

Fue Pedro Laso contino real (caballero que acompañaba al rey) en tiempos de Fernando el Católico, aunque no residió en la Corte y, al inicio de la guerra de las Comunidades, en 1520, era regidor de Toledo como también lo era Juan de Padilla, su vecino.

En el proceso de Juan Gaitán, que fue curador o tutor del poeta, y cuyo proceso ha sido traducido recientemente, uno de los testigos cuenta que los regidores se reunieron en la capilla de los mozárabes y desde ella enviaron mensajes a pueblos y ciudades para que se unieran al levantamiento comunero.

Cuando se iniciaron los movimientos comuneros como consecuencia de los atropellos de las tradiciones castellanas, en Toledo con la designación para la sede primada de Guillermo de Croy, la inquietud y la preocupación se instaló entre el cabildo de la catedral y entre los regidores del Ayuntamiento entre ellos la cabeza estaba el cuñado de Pedro Laso, Luis Portocarrero.

Esta situación provocó los primeros “alborotos” o “ruidos” en 1519 y en uno de los primeros participó su hermano Garcilaso, que entró en el Hospital del Nuncio con armas y organizó un tremendo alboroto.

Antes del alzamiento de Toledo y según cuenta Juan Ginés de Sepúlveda, Pedro Laso, considerado el mejor orador del momento, pronunció un discurso en el que puso de manifiesto que el Rey (Carlos V) debía ser informado de lo que estaba pasando mediante una embajada, en la que debería suplicarsele que no se ausentara de España y que pusiera remedio a los daños. De no ser así, se tomarían de común acuerdo las medidas que parezcan convenientes al reino y al estado.

El Ayuntamiento comisionó, entre otros, a Pedro Laso para ir a Valladolid a entrevistarse con el Emperador. Lo consiguieron en Villalpando pero dilató la repuesta y días más tarde en Benavente los mandó llamar para decirle que no estaba de acuerdo con lo que hacían y que no los castigaba por ser hijos de quien eran.

Los mensajeros de Toledo fueron después despedidos de las Cortes de Santiago. Este destierro, de 40 días, fue el primero de los que sufrió Pedro Laso, aunque no lo cumplió y entró a escondidas en la ciudad. El pueblo le fue a buscar y le llamo “salvador de la patria” y en el recibimiento fue aclamado al grito de “!Viva don Pedro Laso que habló al rey “de papo a papo”

Unos días después, el 14, se levantó Toledo en Comunidad, y aconteció el episodio de Antonio de Córdoba y su refugio de la plebe en su casa protegido por su mujer, Maria deMendoza.

Lo que empezaba a llamarse “Comunidad” , es decir, poder popular, comenzó a adueñarse –nos dice el historiador Josep Perez- de los poderes municipales. Los diputados o delegados de los distintos barrios nombraron un nuevo concejo municipal con la intención de gobernar la ciudad en nombre del rey, de la reina y de la Comunidad.

Tras l pérdida de Tordesillas, Pedro Laso consideró que el mayor contingente de tropas comuneras debía ser concentrado en Valladolid, creyendo que todavía había tiempo para que hubiera un compromiso, frente a la opinión de otros directivos de la Junta comunera, entre ellos Padilla, que defendía la lucha directa. Entonces ambos personajes se enfrentaron por el puesto de Capitán General de los comuneros.

Cuando más tarde llegó a Toledo la noticia de la muerte de Padilla en Villalar, un grupo de comuneros intentó destruir la casa de Pedro Laso, a quien se acusaba de haber estado de acuerdo con su muerte y de haber asistido a su ejecución, y su casa tuvo que ser defendida por el obispo Antonio Acuña, que dejó en ella veinte ballesteros y promulgó un edicto amenazando de muerte a quien participara en el ataque a la casa cuyo propietario no hubiera sido debidamente juzgado.

Terminada la guerra, Carlos V pronunció cien condenas y mandó ejecutar a quince comuneros. Ante esta situación, Pero Laso desapareció y estuvo en Portugal, donde espero varios años antes de conseguir un perdón definitivo.

En julio de 1531 don Pedro Laso concertó con doña Mencía de Bazan el matrimonio de sus hijos, Isabel de la Cueva y Garcilaso de la Vega, de 11 y 14 años, y se hicieron capitulaciones y escrituras. Sin esperar respuesta adecuada, doña Mencía pidió permiso para que su hija se confesara y la llevó a la catedral de Avila donde se desposó con el joven Garcilaso en presencia de cuatro testigos, entre ellos su tío Garcilaso el poeta.

Esta boda le supuso a Pedro Laso su segundo destierro, pues el Emperador no la autorizo y ordenó que padre e hijo se fueran de Medina y que no entrasen en la corte ni en seis leguas alrededor sin su licencia. Don Pedro acabó diciendo que no estaba allí y su hijo huyó a Portugal.

El poeta Garcilaso tuvo que salir también desterrado por haber sido testigo de esta boda y se dice que lo hizo porque él no había podido casarse con Guiomar Carrillo.

En 1539 consiguió en Portugal Don Pedro licencia para un nuevo matrimonio con Beatriz de Saa y, fallecida esta, volvió a casarse con su hermana Isabel, que ahora se dice que fue el segundo gran amor de la vida del poeta.

DOS EMBAJADORES EN LA FAMILIA GARCILASO

El padre de Garcilaso, llamado como el poeta Garcilaso de la Vega, era caballero de la Orden de Santiago, segundón de las familias de los Suarez de Figueroa y los Mendoza, así como sobrino nieto del marqués de Santillana, había batallado en las guerras de Portugal y Granada.

Hijo de otro embajador de Enrique IV, ocupó en la época de los Reyes Católicos el mismo cargo en Francia, Venecia y Roma, lugares en los que adquirió gran fama por su talento en el desempeño de sus funciones.

Nos lo cuenta el diplomático e historiador Miguel-Angel Ochoa Brun en su libro “Embajadas y embajadores en la Historia de España”, en el que pone de manifiesto que la misión de los embajadores españoles ante los Papas fue siempre honrosa, pero pocas veces fácil.

Considera que de Roma pendió muchas veces la consecución del diseño de los monarcas españoles y la consolidación paulatina de su obra.

Había ocupado el cargo de maestresala de la reina y su actuación en la Roma a la que fue enviado, es calificada hoy como peligrosa, intrigante y disoluta, (los Borgia-Alejandro VI).

En una de sus intervenciones, leyó ante el Papa una carta de los reyes en la que le recriminaban su conducta, tanto moral como eclesiástica y política. La escena fue tempetuosa y el Papa quiso quitar y romper el papel. La actuación del abuelo de Garcilaso en Roma fue calificada por el rey de Francia Luis XII de “Embajador de los Reyes y rey de los Embajadores”.

Este Garcilaso se sintió en 1498, como nos dice Josep Perez, tan seguro de su misión que violó los usos diplomáticos de la corte pontificia al proclamar, ante los Embajadores de Francia y Portugal, la superioridad del castellano sobre las demás lenguas de la Cristiandad.

Al volver a España en 1499, nos cuenta Carmen Vaquero en su biografía del poeta Garcilaso, el embajador protegió a Juana de Aragón, reina viuda de Nápoles que volvía con él a la península y esta le regalo un joyel con un diamante grande, un rubí y una perla, que pasaría a ser una de las joyas que heredarían después los mayorazgos de la familia Laso.

Este Garcilaso abandonó después a Fernando el Católico para servir a los nuevos monarcas –Felipe y Juana-. Se cuenta la anécdota de que el Rey Católico, en el encuentro de Puebla de Sanabria, le echó la mano sobre los hombros y le dijo “te felicito por tus anchos hombros” y me extraña que en poco tiempo te hayas puesto tan gordo, aludiendo con ello a las armas que llevaba ocultas.

SU NIETO, TAMBIEN EMBAJADOR EN ROMA

Embajador en Roma fue también uno de los sobrinos de Garcilaso el poeta, Garcilaso de la Vega y Guzman y nieto del anterior, quien llegó a ser detenido junto a otro embajador español y enviado al castillo de Sant´Angelo durante quince meses, nos cuenta Ochoa.

Al parecer estos sucesos condujeron a la guerra abierta entre el Papa y la casa de Austria, que mantenía enfrentamiento con Francia. Esta situación terminó con la batalla de San Quintin y la invasión de los Estados Pontificios por el duque de Alba.






 

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