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Las comunidades de Castilla

 

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LA OPOSICION DE LAS CLASES MEDIAS CASTELLANAS CONTRA CARLOS V.
SE RECUERDAN UNICAMENTE LOS NOMBRES DE LOS TRES CAUDILLOS EJECUTADOS EN VILLALAR: PADILLA, BRAVO Y MALDONADO.
LA ESPOSA DE PADILLA APOYÓ EN TOLEDO EL MOVIMIENTO COMUNERO TRAS LA DERROTA Y ACABÓ EXILIADA EN PORTUGAL

Laura López-ayllón

Se conoce como guerra de las Comunidades de Castilla al movimiento que enfrento a una Junta constituida al efecto en las ciudades con el Emperador Carlos V, recién llegado a España rodeado de flamencos que se hicieron cargo del gobierno.

La crisis comenzó en realidad desde la muerte de Isabel La Católica y es la culminación de una serie de dificultades de tipo económico, social y político con la que se enfrentó la sociedad castellana después de la muerte de la reina católica.

La actitud de los flamencos que llegaron con El Emperador a su llegada en 1516 agravó el malestar existente por dos motivos: la formación de corte francés de Carlos V y la personalidad de su tuto-mentor Guillermo de Croy, señor de Chièvres, y todo ello creó una barrera entre el futuro Emperador, que desconocía la lengua, y la sociedad española.

A los pocos meses de la llegada de Carlos V a Castilla, las Cortes de Valladolid ya expresaron su protesta y le recordaron que la auténtica reina era su madre Juana, encerrada en Tordesillas. Existía también una fuerte protesta por la salida de moneda hacia Flandes y las mercedes concedidas a los flamencos.

Agustinos, franciscanos y dominicos, a petición de los regidores antes de acudir a las Cortes, elaboran un documento que es enviado a otras ciudades y que suponen un verdadero programa de reivindicaciones. Los frailes consultados entienden que Castilla debe rechazar todo servicio nuevo, que Castilla no tiene por qué sufragar los gastos de los otros territorios en los que reina Carlos V y que si el rey no se aviene a razones, las Comunidades tendrían que sacar todas las consecuencias de la situación y tomar en sus manos la defensa de los intereses del reino.

Cuando Carlos V recibe la noticia de su nombramiento como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, toma dos medidas para pagarse el viaje: subir los impuestos indirectos y suprimir los encabezamientos (rentas provinciales) que había concedido el cardenal Cisneros.

Estas medidas provocan fuertes protestas y el Regimiento de Toledo propone en noviembre de 1519 que las ciudades con voz y voto en Cortes traten las consecuencias que pueden traer al reino la elección imperial. Esta ciudad propone además que si el rey se marcha, se establezca una regencia que restituya a los pueblos las competencias que tenían en regencias anteriores.

Tras las propuestas elaboradas por los frailes y enviadas a las ciudades, que se consideran un programa revolucionario, se convocan cortes en Santiago y tras ellas el ambiente se deteriora cada vez, sobretodo cuando El Emperador sale a la coronación dejando como regente al cardenal Adriano.

A propuesta de Toledo, abiertamente rebelde a la autoridad real, se celebra una Junta en Avila a la que acuden sólo cuatro ciudades y el gobierno reprime de forma desorganizada. Se producen serios incidentes en Segovia, donde un funcionario denunció los discursos por rebelarse contra la autoridad y fue inmediatamente asesinado. También fue asesinado un procurador al día siguiente.

Los sucesos se sucedieron también en Toledo, Burgos, Zamora, Guadalajara o León. Los predicadores incitaban al pueblo a la rebelión. Se hablaba de convertir a las ciudades en ciudades libres como Génova o de las repúblicas italianas.

Juan de Padilla, mandando tropas toledanas, salmantinas y madrileñas, entró en Tordesillas para ver a la reina Juana. Allí se traslada la Junta y acuden 14 de las 18 ciudades con voto en Cortes.

El cardenal Adriano intentó recuperar el control de la situación pero llegó demasiado tarde y la Junta no quiso escuchar a su enviado. Había perdido su autoridad y la disolución del ejército real le privaba de medio para ejercer presión, mientras Padilla entraba triunfalmente en Tordesillas. Parece que la reina declaró a una pregunta de Padilla “Sí,sí, estad aquí a mi servicio y avisadme de todo y castigad los malos que en verdad os tengo mucha obligación”.

La Santa Junta pasó a constituirse en Asamblea y gobierno del reino en nombre de la reina Juana.

Cumpliendo al pie de la letra la declaración de la reina, la Junta se trasladó de Avila a Tordesillas e invitó a las ciudades que todavía no lo habían hecho a enviar sus procuradores, por lo que al cabo de un tiempo catorce ciudades estuvieron representadas en Tordesillas: Burgos, Soria, Segovia, Avila, Valladolid¸ León, Salamanca, Zamora, Toro, Toledo, Cuenca, Guadalajara, Murcia y Madrid.De las dieciocho ciudades que tenían voz y voto en Cortes, solo faltaban las andaluzas (Sevilla, Granada, Córdoba y Jaen).

Pero Laso de la Vega, procurador (hermano mayor de Garcilaso de la Vega), aclara en audiencia a la reina lo que la reunión de la Junta y el doctor Zúñiga de Salamanca expuso que los fines de la asamblea eran proclamar la soberanía de la reina y remediar el reino poniendo fin a los abusos cometidos desde 1516. Al hablar del futuro Carlos V le llama “Nuestro príncipe, el hijo de Vuestra Alteza”.

Más adelante la Junta se compromete, con armas si es necesario, a prestar auxilio a cualquier ciudad amenazada y, según interpreta el texto el historiador Pérez, a sustituir, al menos provisionalmente, la voluntad del soberano por la voluntad colectiva del reino expresada por sus representantes. Poco después la Junta de Tordesillas declara asumir sola toda la responsabilidad del gobierno y el Consejo Real queda desposeído de sus funciones.

Los miembros del Consejo Real, varios de los cuales se habían aprovechado de su cargo para conseguir dinero antes de 1516 (Fonseca, Francisco de Vargas Aguirre, expulsado por Cisneros por malversación y reintegrado por los flamencos, etc) y alguno de los cuales habían aconsejado al cardenal Adriano una actitud represiva e intransigente. Los pocos que permanecieron fueron prendidos por las tropas comuneras dirigidas por Pedro Girón.

Varios vasallos se rebelaron contra su señor y un movimiento antiseñorial recorrió Castilla la Vieja y los señores no estában dispuestos a que se vulneraran sus derechos. Los comuneros, que no deseaban estas revueltas, se ven obligados a tomar posiciones mientras la nobleza se aproxima al poder real.

Carlos V comienza a tomar medidas reorganizando el poder real con el nombramiento de dos virreyes castellanos y los comuneros sufren varias derrotas políticas, entre ellas no conseguir que la reina firmara ningún documento y ver que se rebelaba totalmente incapaz de gobernar, y hacer frente a la ruptura de la coalición cuando Burgos la abandona y pasa al bando real.

Los nobles estaban dispuestos a tomar partido en el conflicto del poder real con las ciudades, pero los banqueros se negaban a adelantar fondos en un momento en que el propio cardenal Adriano estimaba que eran necesarios más de mil ducados diario solo para cubrir los gastos indispensables que ocasionaba el ejército y el pago de los funcionarios públicos.

Al parecer fue Portugal la que salvó de la catástrofe al poder real junto a la alta nobleza y el gran comercio. Durante los meses de octubre y noviembre de 1520 ambos bandos desplegaron una intensa actividad recogiendo fondos, reclutando soldados y organizándolo todo.

Como curiosidad dentro del ejército comunero existía un batallón de sacerdotes de la diócesis de Zamora, capitaneados por Antonio de Acuña, a quienes se confiaron misiones en la retaguardia.

Acuña y Pedro Girón se convierten en las dos nuevas figuras y rivalizan con Padilla, que regresó a Toledo con sus hombres.

Tordesillas fue tomada por el ejército real el 5 de diciembre de 1520 y algunos procuradores comuneros fueron hechos prisioneros.

El ejército real se estaba recuperando lentamente mientras que la revolución de los comuneros, que en principio meramente política, tenía ahora reivindicaciones sociales que cuestionaban las estructuras heredadas del pasado.

Las tropas realistas podían haber puesto fin a la rebelión en aquel momento pero dejaron pasar un tiempo esperando que Carlos V les concediera ciertas mercedes.

Por el otro lado, si en Avila se habían reunido los pioneros comuneros, ahora cuando se reanudaron los trabajos estuvieron solo diez ciudades y, aunque Madrid vino pocos días más tarde, los comuneros de Soria y Guadalajara no acudieron.

Además el ejército comunero había perdido sus jefes porque Girón había dimitido y Acuña se había retirado a Toro- Muchos de los integrantes se habían dispersado o retirado hasta el punto de que poco tiempo después los efectivos se habían reducido a la mitad y la Junta no contaban más que con 400 lanzas y unos 3.ooo infantes.

La Junta pidió que se intensificaran esfuerzos y así lo hicieron Valladolid, Salamanca y Toledo , pues de esta última capital salieron 1.500 hombres a los que se unieron otros en Madrid y que estaban mandados por Juan Zapata y Padilla, cuya presencia fue aclamada.

En cualquier caso y con el ejército reconstruido, en los comuneros existían dos versiones, una, encabezada por Padilla, que era partidaria de la guerra, y la otra, encabezada por Pero Laso de la Vega, que creía todavía en la posibilidad de un compromiso. Otra facción era contraria al pillaje.

Por otra parte los nobles licenciaron el ejército por dificultades financieras y acudieron como la vez anterior a Portugal que en esta ocasión no les hizo caso. Es decir, estaban dispuestos a proporcionar soldados pero no a mantenerlos, esperandp que lo hiciera el tesoro real. Tenían miedo de represalias en sus tierras.

Para la Junta, ahora centrada más en el rechazo del orden social basado en el régimen señorial, el escenario de hostilidades era un triángulo formado por Valladolid, Medina de Rioseco y Tordesillas, donde se encontraban las fuerzas enemigas instaladas en plazas fuertes desde donde hostigaban los avituallamientos de los comuneros.
Padilla pensó en atacar Torrelobatón, donde se combatió durante cuatro días y donde se autorizó el pillaje. Los comuneros dispusieron de 6.000 infantes, 600 lanzas y potente artillería.

El condestable acudió en ayuda de los realistas con 3.ooo infantes, 600 lanzas y artillería y cuando Padilla salió en dirección a Toro el almirante y el condestable se lanzaron contra él y le alcanzaron en Villalar donde los comuneros, que no llegaron a desplegarse, cansados por la marcha y la lluvia, fueron presa fácil de la caballería realista.

Los comuneros dejaron un millar de muertos y sus dirigentes fueron apresados, entre ellos Padilla, Bravo y Maldonado, pero la mujer de Padilla, María Pachecho, resistió en Toledo durante nueve meses .

Un tribunal reunido en Villalar condenó a los tres jefes y los ejecutó inmediatamente. Hoy un monumento en memoria de los cuatro recuerda en Villalar la revolución de los comuneros.

Doña María, viuda de Padilla, se instaló en el Alcazar de Toledo, pero tuvo que huir ayudada por su hermano y su cuñada y acabó viviendo en Portugal prácticamente en la ruina. Se mandó destruir su casa de Toledo, por la que habían desfilado los toledanos cuando se conoció su muerte.

Otros jefes comuneros como Girón y Pero Laso de la Vega supieron desaparecer en la clandestinidad y no volvieron hasta unos años después. De la represión contra los comuneros es ejemplo el caso de Pedro Maldonado, primo del jefe degollado en Villalar, juzgado un año después, que salió de la cárcel montado en una mula y encadenado y fue ejecutado en la plaza pública de Simancas.

Hoy los historiadores consideran que el fracaso de los comuneros hizo perder a Castilla su élite política y que su economía se vio muy afectada porque entre otras cosas cayó la industria de la lana que a partir de entonces solo fue exportada para comprar después productos manufacturados.

Un planteamiento nuevo se pregunta si fueron los conversos los que movieron la revolución comunera, entre otras cosas porque entre los principales comuneros figuraron personas de origen converso como Juan Bravo y según Juan Ignacio Gutierrez Nieto defiende en su obra “Los conversos y el movimiento comunero” que estos hechos no pueden explicarse correctamente si se pasa por alto el papel relevante de los conversos.

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Nota.- Por ser un tema relacionado con el que se trata en este artículo, el lector interesado en el mismo puede consultar el artículo correspondiente a María Pacheco, esposa de Juan Padilla, publicado en la edición nº3 de Editanet, correspondiente Junio/Agosto de 2008. Para acceder a él pulsar en el siguiente VINCULO.

 

 

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