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Las presentaciones de libros: ¿Es válido su formato actual?

 

Invitación a la presentación de Un día cualquiera

por Ana Alejandre
Las presentaciones de libros antes de la era digital y su enorme influencia, era la forma de hacer llegar las novedades editoriales a los lectores, además de presentar a nuevos valores literarios o las obras recientes de autores muy consagrados que siempre tienen una gran afluencia de público, seguidores a ultranza de los escritores que, por su fama ya consolidada, no necesitan más publicidad, pero su presencia anuncia cuantiosas ventas a la editorial que con ello refuerza así las otras herramientas de publicidad y asegura ventas millonarias.

Sin embargo, últimamente, la mayoría de las más importantes editoriales españolas han dejado de utilizar este reclamo publicitario que supone toda presentación de libro, porque siempre iba acompañada de un cóctel que aumentaba los gastos, además del alquiler del local, en ocasiones, lo que dejaba poca ganancia a la editorial, sobre todo ante la bajada en las ventas de libros y la poca afluencia de público, en general, sin contar los casos de escritores muy reconocidos, por lo que no resultaban rentables, con la excepción ya comentada.

En la actualidad, las editoriales prefieren convocar firmas de libros en librerías y grandes almacenes cuando el autor ya tiene un renombre que asegura la afluencia de público y las consiguientes ventas, sin ningún coste añadido, porque la librería vende los ejemplares y se lleva su correspondiente comisión, y pone el local, lo que rentabiliza dicho acto de firma y, si no acudiera mucho público, tampoco habría más pérdidas ocasionales que la de los ejemplares no vendidos en dicho acto de firma que seguirán en la librería para su posterior venta.

Todo ello hace que, quitando la firma de libros y la presentación de obras de autores consagrados ante los medios de comunicación y el público siempre fiel que los sigue, las presentaciones de libros se han quedado sólo para autores menos conocidos o, incluso, noveles, que sufragan los gastos de dicha presentación a la que sabe que acudirán familiares, amigos y conocidos y se llenará el local de actos, con la consiguiente venta de ejemplares que puede cubrir dichos costes o casi, pero le sirve también de publicidad para difundir y vender su obra con el método siempre infalible de las recomendaciones de dichos familiares y amigos (cuando la obra lo merece, claro está) entre su círculo de relaciones, lo que suple así la falta de publicidad que sólo las grandes editoriales pueden hacer de sus publicaciones.

Ahora bien, en España las presentaciones de libros son muy poco atractivas para el público en general, porque los asistentes suelen aburrirse al oír sólo una colección de elogios del presentador o presentadores de la obra, -amigos escritores del autor presentado-, y, después, tiene que escucha al autor referir su labor de creación y las dificultades que ha tenido al escribir la obra, en la mayoría de los casos, quedando así la presentación en un intercambio de elogios, agradecimientos y exposición de las tribulaciones sufridas por el escritor que aburren a los asistentes al acto, quienes sólo miran el reloj para salir del local y terminar ya con semejante "rollo", siempre repetido.
Este formato, tradicional en España, además de aburrido y obsoleto, no sólo aleja a los lectores de las presentaciones, sino que, además, a eso ayuda la actitud de algunos escritores ahorrativos o "despistados" que, para ahorrarse unos cuantos euros al no querer pagar aunque sólo fuera una copa de vino "peleón" para ofrecerla como cortesía a sus invitados al acto, en otro gesto debido de compensación a las muchas molestias de quienes asisten al mismo -haberse desplazado hasta allí, haberle dedicado unas horas, comprarle un ejemplar de su obra, y haber renunciado a hacer otras cosas en esos momentos, aunque sólo sea quedarse en casa tranquilamente-, una vez acabada la charla del presentador o presentadores de la obra y la del propio autor, les dicen a los asistentes al despedirlos que "muchas gracias por su asistencia" y sólo le faltaría añadir "y aquí se acabó lo que se daba", aunque quien ha dado todo ha sido el público asistente: generosidad (al comprar la obra), paciencia (para oír los siempre aburridos elogios del presentador y agradecimientos y demás confesiones del autor y su falta de capacidad de oratoria, en muchas ocasiones) y aguante para aceptar todas las molestias que eso conlleva. Por ese motivo, los asistentes al acto, sean familiares, amigos, conocidos o simples curiosos, cuando salen de una presentación en la que ellos tienen que ponerlo todo - molestias, dinero y tiempo-, pero sin recibir ni una aceituna a cambio, piensan para sí mismo<. "A la próxima presentación va ir tu abuela".

En otros países como Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, por citar sólo algunos, las presentaciones son diferentes y se ahorran los elogios y los discursos, porque consisten en lecturas de la obra hechas por el propio autor o acompañantes al acto, para que los asistentes sepan algo de la obra presentada y así puedan dialogar y preguntar al autor, al menos conociendo un poco de dicha obra, cosa que en España no se hace nunca, porque sólo los asistentes al acto oyen "hablar" de la obra, pero no la "oyen" en la voz de su autor o de otros participantes en el acto, lo que la validaría, o no, ante los posibles lectores que después tendrán ya una idea sobre la obra, suficiente para tomar la decisión de comprarla y leerla, o bien, ahorrarse el dinero y el aburrimiento.

Me voy a permitir añadir, como ejemplo de lo dicho, que en las presentaciones de mi última novela, quise introducir como novedad (novedad la que ha sido muy felicitada, por cierto) -todas las presentaciones las hago de forma distinta, precisamente para evitar caer en el tedio del que antes hablo- la actuación de dos actores (hombre y mujer) que leían parte de la obra, dando así voz a los personajes para que los asistentes pudieran conocer, a través de ellos, un poco de la trama de la novela y de sus personajes. Se muestra la invitación a uno de dichos eventos, en la que se puede comprobar la veracidad de lo aquí dicho.

Es por ello necesario que editoriales y autores -sobre todo estos últimos que son los que realizan las presentaciones de libros en la actualidad, salvo excepciones cada vez más escasas-, se den cuenta de que no se puede tener "audiencia" sólo ofreciendo una serie de elogios de la obra por quien la presenta, de agradecimiento por parte del autor y de explicaciones de su proceso de escritura; y que la obra, la gran protagonista, quede en último lugar, como una estrella apagada, porque todo el brillo se lo lleva el escritor, sus acompañantes en la mesa, y el interés lo pongan únicamente los asistentes al acto, o sea, los futuros lectores. El escritor o la editorial (lo que es más raro) tienen que ofrecer algo más a quienes acudan al acto, a no ser de escritores cuya fama trasciende fronteras, porque de lo contrario no puede esperar que asistan muchas personas, venda muchos ejemplares y le hagan publicidad después en forma de recomendaciones.

He asistido a presentaciones, algunas de escritores muy conocidos y, por ello, muy concurridas; y, otras, de escritores menos famosos, más o menos concurridas por el círculo personal y profesional del autor, (sobre todo de este último por temor a las represalias del escritor hacia los "disidentes") donde, además de no haber un detalle hacia los asistentes al acto, la presentación en sí ha sido tan aburrida como la propia obra. Los comentarios que se escucharon después fueron demoledores, cuando terminado el acto los asistentes se marchaban enfadados, diciendo frases como "Además de ser la obra una birria, ni siquiera nos han ofrecida ni un vaso de agua".

El lector ya pone bastante con comprar un ejemplar y asistir al acto -aunque le gustaría hacer otra cosa en ese instante o estar en otro sitio-- y es quien promueva el acto de presentación (autor o editorial) quien tiene que rascarse el bolsillo y ofrecer algo más que una obra que aún no conoce nadie por no haberla leído y tiene que aceptar que es "buena", por lo que dicen presentador y autor -en un acto de credulidad y buena fe que siempre es de agradecer -, y ofrecerle un gesto de cortesía en forma de divertimento y novedad en el formato de la presentación, cóctel, copa de vino, etc., y si el local donde celebre el acto no lo permite, puede regalar un ejemplar a cada asistente (por la publicidad que le pueda hacer después); o bien cobrar el ejemplar de su obra a precio de coste -que no suele superar los cuatro euros-, al menos, en justa compensación por las molestias, la atención, el interés y el gasto que han realizado los asistentes, quienes han puesto así en evidencia que son leales a quien quiere sólo las ganancias -si las hubiera-, pero no las pérdidas.

De esa forma tan "económica" en formato y gastos, sólo se pierden afectos familiares, amigos, conocidos y, sobre todo, lectores. Y ese sí que es un mal negocio para la editorial y el autor porque, por ahorrar unos pocos euros -si es al autor quien organiza la presentación-, además de perder lectores, gana la fama de tacaño y ésa sí que es difícil de perder y lo que es peor, que quien tiene que dar su tiempo y sufrir las molestias, además del gasto que supone comprar un ejemplar, se preguntará ¿y a mí qué me da el autor a cambio de la asistencia que me pide?. La respuesta es obvia: nada. A esa respuesta, sólo le corresponde otra por parte del invitado al acto:" Pues que vaya su tía". Esa tía que también dejó de ir porque no le compensaban las molestias y el gasto para recibir sólo la supuesta maestría literaria de su sobrino (en la que sólo cree el mismo) como pago a sus desvelos.

Quizás, sea esa, la fama de tacaño e interesado, la única ganancia imperdible entre tantas pérdidas seguras de lectores, amigos y lealtades familiares, y las consecuencias se verán reflejadas en el futuro, cuando realice otras presentaciones y se extrañe porque nadie acuda a ellas.

Las presentaciones de libros, dirán algunos, son únicamente actos culturales sin más, por lo que no obligan a ninguna otra cosa que presentar el libro en cuestión, olvidando que son actos publicitarios de un bien cultural como es el libro, pero también es un bien comercial y, por ello, debe ajustarse a las reglas de la mercadotecnia y la publicidad si quiere ser vendido, difundido y promocionado En las presentaciones de cualquier producto comercial, se ofrecen regalos a los asistentes o cóctel o copa de vino español y se incentiva al posible asistente a que acuda al acto, para después intentar venderle el producto presentado y publicitado. Lo que también hacen las galerías de arte y los artistas al presentar sus nuevas exposiciones, siendo la puntura y la escultura un bien cultural también.

Eso mismo debería suceder con las presentaciones de libros, porque no hay que olvidar que quienes asisten a las mismas no lo hacen por amor a la literatura (serán siempre los menos y escasos en su importancia numérica), sino por otras cuestiones como son el afecto familiar, la amistad, la conveniencia profesional o laboral, simple curiosidad, y cualesquiera otras motivaciones ajenas a la literatura. Ya de por sí la venta de libros ha bajado considerablemente en España y en otros países, por eso hay que crear incentivos para la asistencia al acto de presentación de un libro, tanto en el formato mismo del acto, evitando el aburrimiento de los asistentes, como en el agasajo a los invitados con una copa, cóctel, descuento en el ejemplar a vender,etc., según las posibilidades económicas de quienes lo promueven. No hay que olvidar que, aunque estamos en la tierra de don Quijote de la Mancha, el quijotismo pasó de moda por no ser práctica habitual en de nuestra sociedad y el asistente a un acto de este tipo le molesta que lo tomen, además de posible lector y comprador de la obra, por primo.

El escritor tiene que agradecer siempre tener lectores y para ello, no debe olvidar lo que dice el viejo refrán:"Es de bien nacidos ser agradecidos", y no hay mejor forma de agradecer el interés y la asistencia a un acto de presentación de un libro que darle a los asistentes algo más que literatura (buena, mala o regular). La forma en que lo haga dependerá de cada uno, según su ingenio, capacidad o ganas de esforzarse , pero ese detalle hacia el asistente lo motivara a asistir a ese acto y a los futuros y, además, le animará a leer a un escritor que le tiene en cuenta no sólo para que le compre un ejemplar y le infle su vanidad de autor, sino también como alguien merecedor de recibir de su parte la misma atención que él le dedica al escritor, asistiendo a sus convocatorias de presentaciones de sus obras literarias.

El autor (y el editor que le publica) no debe olvidar nunca que sin lectores el escritor no es nadie y, de esta forma, el negocio se irá a pique, aunque se crea un genio de la literatura y, por ello, piense que no tiene nada más que ofrecer que su obra como compensación al interés del lector. Todo lo contrario, debe cuidarle con mimo y atención en justa reciprocidad, si no quiere quedarse solo con su supuesto talento narrativo que debe demostrar a través de su obra que juzgarán los lectores; pero ésta debe ir siempre a la par con su gratitud hacia ellos que serán siempre sus mejores y más eficaces valedores y críticos más implacables.

 

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