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Protagonistas de la Historia

 

 

Amadeo de Saboya

Amadeo de Saboya

Un rey constitucional que vino de Italia a ocupar el trono de España por dos años.(1871-1873)

Era hijo del entonces rey de Italia Víctor Manuel II y sus partidarios le llamaron “el rey caballero”

Su mujer, María Victoria del Pozo, fue la reina más culta de España
.

Su candidatura al trono fue propiciada por el general Prim¸ asesinado antes de que Amadeo llegara al territorio español.

Laura López-Ayllón

Amadeo (1845-1890) era el tercer hijo del rey de Italia Víctor Manuel II, rey de Piamonte-Cerdeña que se convirtió en el primer rey de la Italia unificada. Era duque de Aosta y estaba casado con la princesa María Victoria del Pozo y de la Cisterna, con la que ya tenía dos hijos varones.

El príncipe Amadeo conocía España por haber venido antes de casarse invitado por Isabel II, que lo hizo a instancias del primer ministro., ya que España no había reconocido todavía el nuevo reino de Italia cuya creación había derrocado a los Borbones de Nápoles y Sicilia.

Tampoco Amadeo, entonces de 25 años, hizo de buen grado el viaje, que comenzó en Andalucia, siguió por Madrid y llegó a Zarauz para visitar a Isabel II. Su acompañante fue el marqués de Alcañices, duque de Sexto. El objetivo del encuentro era, al parecer, propiciar el encuentro del entonces príncipe italiano con la hija mayor de Isabel II, conocida más tarde como “La Chata”, que a la sazón contaba catorce años.

En España había triunfado la revolución conocida como “La Gloriosa” contra Isabel II, se elaboró una Constitución y se buscó un rey que fuera capaz de identificarse con ella.

La Constitución de 1869, que se considera la primera votada de forma libre, fue aprobada por 244 votos y 55 en contra. El texto reconocía derechos y establecía un nivel de democracia desconocido hasta entonces en España y similar a la situación que entonces se vivía en Europa.

Esta Constitución establecía por primera vez los derechos humanos, la libertad religiosa y la separación Iglesia-Estado, así como que el soberano podía designar gobiernos y disolver las Cortes. La Constitución sancionaba también el sufragio universal masculino.

Se buscó a un rey para instaurar una nueva dinastía y se estableció que debía ser católico y liberal. Se analizaron varios candidatos como Antonio de Orleans, el general Espartero, Fernando de Coburgo y Leopoldo de Hohenzollern-Simmaringen, pero al final solo resultó posible la candidatura del hijo de Víctor Manuel II, que parecía estar identificado con el liberalismo y cuya candidatura tenía un matiz anticlerical –por el conflicto de la monarquía italiana con el Vaticano-.

Casado con María Victoria del Pozzo della Cisterna, la pareja tenía ya dos hijos varones Manuel, duque de Aosta y Víctor Manuel, conde de Tetuan y en España tuvieron a Luis Amadeo, duque de los Abruzzos.

De los 311 diputados, votaron por Amadeo 191, y el resto lo hicieron por la república o por otros candidatos. El apoyo político era por tanto insuficiente pero estaba apoyado por el general Juan Prim y Prats, conde de Reus y marqués de Castillejos, liberal, reformista, antiborbón, antirepublicano y partidario de una monarquía constitucional. El asesinato de este general antes de la llegada de Amadeo y le privó de su apoyo más firme.

El duque contestó el 7 de octubre de 1870: “Con el asentimiento del rey, mi padre, os autorizo a presentar mi candidatura si cree que mi nombre puede unir a los amigos de la libertad, del orden y del régimen constitucional. Aceptaré la corona si el voto de las Cortes me prueba que esta es la voluntad de la nación española”.

Amadeo llegó a Cartagena el 30 de septiembre y el dos de enero a Madrid, donde fue recibido por el general Serrano, duque de la Torre. Lo primero que hizo fue visitar el cadáver del general Prim en la basílica de Atocha, momento que fue recogido en un cuadro de Gisbert, y luego acudió a las Cortes a firmar la Constitución de 1869.

Los historiadores coinciden en que durante su reinado Amadeo siempre tuvo la intención de ser y de hecho lo fue, un monarca constitucional y democrático y tenía una clara voluntad de reformar el país. No pudo porque tuvo que enfrentarse a una situación muy difícil como es la actitud vacilante de gran parte de la burguesía, lo que le privo de la base suficiente para enfrentarse a los ataques de los carlistas, los alfonsinos, los republicanos y las organizaciones obreras.

La coalición gobernante que le había llamado se descompuso y durante el reinado de Amadeo hubo seis gobiernos y tres elecciones. Además no se conseguían mayorías estables y se aplazaba la solución de problemas como la regulación del trabajo infantil o el final de la esclavitud en las colonias (Cuba), donde había fuertes divergencias entre la sociedad española y cubana.

El primer gobierno fue de concentración con Serrano y luego vino el de Ruiz Zorrilla, Malcampo, Sagasta, Serrano y otra vez Ruíz Zorrilla.

Además en 1872 se produjo una sublevación general del carlismo que exigió la movilización militar en diversas zonas del país y que el pretendiente carlista, Don Carlos, entrara dos veces en España.

Amadeo y María Victoria sufrieron también un atentado similar al que había terminado con el general Prim y la reina debió hacer frente a numerosas afrentas de la nobleza que mantenía la “lealtad” a los borbones, se dice que por los beneficios obtenidos.

Tras las últimas elecciones, en las que hubo un 54 por ciento de abstención y ante la tensa situación política como consecuencia de la guerra carlista y la radicalización del tema cubano Amadeo decidió presentar su abdicación el once de febrero de 1873.

El mismo día el Congreso y el Senado proclamaron la I República

Amadeo de Aosta regresó a Turín con su familia como duque de

Aosta. Su mujer murió poco después y el volvió a contraer matrimonio en 1888 con su sobrina la princesa Leticia Bonaparte, hija de su hermana Clotilde y de Jerónimo Bonaparte.

Amadeo de Saboya murió el 9 de enero de 1890.

La historia no nos ha hablado demasiado de Amadeo y de su mujer María del Pozzo y de la Cisterna, pero los historiadores dicen que, aunque el duque no contaba con demasiadas capacidades intelectuales, el auténtico problema estaba en los equipos políticos españoles del momento.

 

 

María del Pozzo y de la Cisterna

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María Victoria del Pozzo y de la Cisterna

MARIA VICTORIA DEL POZZO Y DE LA CISTERNA, REINA DE ESPAÑA COMO ESPOSA DE AMADEO DE AOSTA

“La rosa de Turin”, como la llamaron sus vecinos por su porte y su belleza, era profundamente piadosa, muy culta por la educación que le proporcionó su padre, y dominaba seis idiomas.

Fundó en Madrid lo que se considera la primera guardería de España, un asilo para las lavanderas madrileñas, que enviaron a su muerte una corona.

Conoció y ayudo a Concepción Arenal, con la que mantuvo relación ya vuelta a Italia.
Laura López-Ayllón

Maria Victoria, cuya vida fue corta (1847-1876), está considerada la reina más culta que ha tenido España, pues conocía seis idiomas, no en vano hablaba en francés desde la infancia con su madre y en italiano con su padre, y recibió una excelente educación académica, encargada a educadores de alto nivel.

Nacida en París, María Carlota Enriqueta era la primogénita del noble Piamontés Carlo Enmanuele del Pozzo, príncipe de la Cisterna, y de la condesa belga Luisa Carolina de Mérode, que cuatro años más tarde tuvieron a su hermana Beatriz.

Su padre que tenía 58 cuando nació su primogénita, era de uno de los linajes más importantes del norte de Italia, pues era conde de Ponderano y de Reano, marqués de Vhoguera, príncipe de la Cisterna y de Belriguardo, pero había perdido parte de su fortuna por defender la creación del Estado de Italia.

María Victoria se parecía a su padre y él le hizo aprender y valorar la filantropía y la cultura, además de anteponer los principios morales a los materiales. Su madre fue Louise Caroline de Mérode-Westerlo, era treinta años menor que su padre, y provenía de la nobleza austríaca por parte de su madre, y de la Renania por parte de su padre.

A los cinco años María Victoria fue por primera vez con su familia al palacio familiar de Turín, capital del reino del Piamonte-Cerdeña, donde estaba el palacio familiar.

Cuando su padre murió varios años más tarde, su madre se negó a enterrarlo y mantuvo a sus dos hijas una semana velando el cuerpo en casa, de tal manera que su hermana Beatriz murió poco después de pena, según algunos, o de tifus, según otros. Victoria, por su parte, permaneció enlutada y sin que su madre le dejara acudir a fiestas o reuniones.

Su madre la mantuvo prácticamente encerrada en una parte del palacio, del que solo quedaron operativas varias salas del primer piso y la obligaba a dormir con ella para rezar juntas. Su relación se limitaba al abogado, las monjas o su institutriz, miss Boshell. La princesa estuvo vestida de negro integral y con trenzas recogidas en lo alto de la cabeza durante todo ese tiempo.

Lo que si le permitió su madre fue continuar su formación académica como había querido su padre, de modo que pronto alcanzó a dominar el griego, el latín y además el piamontés (hablado por los criados del palacio). En aquella época aprendió también alemán y español, pero no sólo la lengua sino también la cultura y sus representantes.

Al cabo de un tiempo su madre la llevó a conocer a su familia y a visitar la exposición que se había organizada en Florencia por el aniversario del nacimiento de Dante Alighieri, así como varios de los escenarios vinculados a su obra.

A la vuelta del viaje María Victoria seguía en Turín una rutina sólo interrumpida por las visitas en coche a la iglesia de san Felipe Neri, próxima a su domicilio, a donde iba con su institutriz. Sus movimientos eran siempre los mismos, dar limosnas a los pobres y acudir a la pila de agua bendita.

Más adelante su madre consintió que fuera por las tardes acompañada de su institutriz al prado de San Mauro adonde iban en coche y siempre vestida de forma antigua pero sin protestar.

Amadeo, que convalecía allí de unas heridas en la batalla de Custozza, paseaba con un amigo que le indicó “Es la rosa de Turín” y ambos la saludaron protocolariamente mientras la institutriz le comentaba a María que les había saludado el hijo del Rey. El hijo del rey comenzó a seguir a la princesa durante semanas hasta que entró en la iglesia y le dejó una carta en el reclinatorio del confesionario.

Así empezó todo y al cabo de un tiempo el compromiso entre ambos corrió como la pólvora y fue propiciado por el rey italiano, que concedió a María y su madre el tratamiento de altezas reales.

María Victoria deslumbró a Amadeo durante la petición de mano –el Rey acudió al palacio de la condesa de Merode- no por su atuendo, que fue todavía de luto, sino por su vasta cultura y su elevada conversación (poco común en la época) y por la ternura que comunicaba su contacto. María no era exactamente bella, pero si agraciada.

La boda se celebró el día del 22 cumpleaños de Amadeo de Aosta en la Basilica donde los Saboya guardan la Sábana Santa y a ella no acudió la madre de María Victoria.

Su boda estuvo rodeada de extrañas muertes, pues coincidió el suicidio de Giulia Gazzo, una de las costureras de su primer vestido de novia a la que se le había muerto el novio en una batalla, con la muerte del conde de Castiglione que vigilaba el cortejo de carrozas y cayó debajo de los novios, el coronel de la guardia real que sufrió una parada cardiaca en el patio de armas del castillo, el senador Ardulfo, que sufrió una apoplejía y el general Sonnaz, testigo de boda, que se suicido al final de la ceremonia.

María tuvo pues esa noche un gran disgusto por las muertes, que se unió al natural miedo de conocer a su marido por primera vez y que dicen que fue, quizá precisamente por eso, muy gentil.

Fue un matrimonio tranquilo que disfrutó de su luna de miel por Paris, siempre combinando las recepciones con la cultura –exposición universal-.Conectó en Londres muy bien con la reina Victoria de Inglaterra, a la que conquistó con su dulzura y cultura y con la que hicieron amistad. Posteriormente fueron a revisar los bienes de María Victoria en Bélgica.

Tras el viaje volvieron a Italia, donde afrontaron la muerte de la condesa de Merode y la espera de su primer hijo, con un parto difícil que dejó a María Victoria on la salud mermada, entre otras cosas porque quiso dar de mamar a su hijo Emanuel Filiberto.

No obstante su poca salud se empeñó en acompañar a su marido primero para estar con él cuando le nombraron cargo de la marina y después a los Santos Lugares, siempre mostrando actitudes a enfermos que no eran bien entendidas.

Comenzaron al pronto y a pesar del amor a su mujer la relación del duque con otras mujeres, que la duquesa afrontó siguiendo con su hijo al marido, ahora con cargo en la marina, de puerto en puerto.

Tras el nombramiento de su marido como rey de España por imposición de su padre, María Victoria permaneció un tiempo mientras terminaba su segundo embarazo, difícil como el primero, lo que le produjo numerosas crisis de llanto.

La candidatura de Amadeo era defendida por Juan Prim, conde de Reus, que falleció víctima de un atentado antes de llegar a España, por lo que los problemas para el matrimonio comenzaron antes incluso de ejercer sus funciones.

El segundo embarazo fue tan difícil como el primero pero tuvo a su esposo junto a ella durante los momentos en que estuvo a punto de perder la vida. En cama recibió a la Delegación Española que vino a ofrecerles el trono y allí les sorprendió preguntando por muchos de los aspectos de su nuevo país.

Superado el parto hubo de esperar porque los médicos no le permitieron viajar en aquel momento a España donde su marido la echaba de menos sobretodo por la templanza y el buen criterio que siempre le proporcionaba.

Su deseo era estar cuanto antes con su marido, pero la soledad del duque le puso en contacto con Adela Larra, diez años mayor.Adela era la aniña que había encontrado muerto a su padre el famoso escritor. La relación fue muy conocida en Madrid y María Victoria, recibió numerosos anónimos.

Desde que en su viaje a España tuvo contacto con gente María Victoria repartió abundantes limosnas y no dejó que se inclinaran ante ella, pues los cogía de las manos y los hacía levantar.

Pero la aristocracia estaba en contra de los duques de Aosta entre otras cosas porque él no hablaba español y ella era una reina que parecía demasiado humilde. Así organizaron desplantes hacia la nueva reina como ostentar símbolos borbónicos o no querer ser damas de honor.

María Victoria acudía cada día a una iglesia para repartir entre los pobres generosas limosnas y en una ocasión se encontró con el espectáculo de las lavanderas y sus hijos, andrajosos y descalzos, sin nadie que cuidara de ellos, por lo que encargó construir un edificio donde hubiera gente que cuidara de ellos. Sufrió también un atentado a su carroza, pero no se le dio importancia.

El matrimonio se reconcilió al menos momentáneamente y la reina quedó embarazada por tercera vez.

A pesar del tratamiento recibido por la nobleza, la gente del pueblo quería a María Victoria por su comportamiento. Importante para ella fue el encuentro con Concepción Arenal con quien hablaba de proyectos, como el del tapiz para una iglesia para evitar despidos, pero también sobre literatura o hijos.

Cuando por fin el matrimonio salió de palacio tras la abdicación, tuvieron que bajar en silla de manos a María Victoria a los pocos días del alumbramiento de su tercer hijo.

Cuando ya en Turín la salud de la duquesa de Aosta empeoró, el matrimonio volvió a unirse y el duque empujaba por los jardines la silla de ruedas de su mujer, olvidando las infidelidades, y le acompañó cuidándola hasta el final.

 

 

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