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Nuestro pequeño mundo

 

Pensando en los amigos (relato)

Emilio Porta

Tengo un amigo que vive fuera de la realidad de forma permanente. A mi también me ocurre a veces, aunque en bastante menor medida. En un tema que él considera esencial en su vida mantiene una notable diferencia conmigo, pese al amor y el conocimiento que tengo del país al que dice pertenecer: Rusia. Sí, es ruso. Bueno, eso al menos cree él. Tan convencido está de ser ruso que aprendió el alfabeto cirílico y llamó a uno de sus hijos Neva. Poco a poco intenté hacerle comprender que el deseo no lo es todo, que la nacionalidad y la lengua no se eligen, que se llevan puestos desde el nacimiento. En algunas cosas puedes, más o menos, dar el pego. Te aprendes unos cuántos ritos y costumbres, te vistes de determinada forma, hablas de lugares y de historias referidas al asunto, en fin, que hay una cierta libertad de elección y una cierta posibilidad de mimetismo.

A pesar de mis recomendaciones sobre el hecho de que no había que llevar el tema de la nacionalidad hasta el extremo, y pese a la confianza y amistad entre ambos, mi amigo seguía en su empeño. Invariable, erre que erre, de forma total y absoluta.

Una mañana, en la que trataba en vano de hacerme creer que el Manzanares era el Movska, se tiró al río con el decidido propósito de convencerme de su nacionalidad. Como era verano y se tiró por la zona de El Pardo, el agua no llegó a cubrirle y el resultado fue una terrible conmoción cerebral al estrellarse contra el fondo del cauce. Rápidamente lo sacaron, lo llevaron a un hospital, y lograron salvarle. Desde entonces vive en una amnesia permanente aunque cuando alguien cita a Dostoyevski sus ojos se iluminan e intenta llamar la atención. Yo se que se recuperará y estoy esperando a encontrarme en una mejor situación económica para invitarle a un crucero por el Volga. Uno, por los amigos, es capaz de todo. Aunque no siempre haya que seguirles la corriente.

 

Aunque te cueste la vida (relato)

Emilio Porta

"Caminito que el tiempo ha borrado...caminito que el tiempo ha borrado...caminito que el tiempo ha borrado..." (Click) Finalmente se paró. El viejo vinilo, rayado por el golpe de la mano al intentar levantarse, dejó de sonar. Marcelo vivía solo de una pensión mal encarada, una pensión de postguerra. Él, que se había dejado parte de la vida en la Guerra de las Malvinas y mucho de su juventud empujando a Perón, solo tenía la compañía de su loro gris que repetía constantemente: "Maarrrrcelo yoo te veeelo". Y así fue. Solo el pájaro hablador se mantuvo a su lado durante los tres días que la policía y el forense tardaron en llegar. Solo él le veló.

- Era un tipo raro - comentó la vecina de enfrente - aunque le gustaban los tangos, eso sí. No hablaba con nadie, pero los tangos,...los tangos no le faltaban. Me extrañó dejar de escucharlos y por eso les llamé.

El inspector, mientras se terminaba de precintar el piso, cogió uno de los viejos discos que estaban en la cómoda, al lado del pick up. Y recordó como su padre, cuando él era pequeño, ponía esa misma canción.Ah, le gusta "Yira"...sí, también la ponía mucho, la ponía mucho - dijo la vecina mientras un funcionario la acompañaba a la puerta.

 

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