La poesía de la posguerra.Leopoldo Panero.

 

 

Introducción

Damos por finalizado el ciclo de poetas que han recibido el Premio Cervantes -teniendo sólo en cuenta sólo a los poetas, sin incluir escritores de narrativa u otros géneros-, y aunque aún hay muchos poetas que parecen faltar de la lista por haber sido ya comentadas su figuras y obras en otras ediciones de Editanet con antelación al inicio del ciclo que ahora finaliza, y para evitar repeticiones innecesarias nos remitimos a lo dicho sobre los poetas que no han sido explícitamente incluidos en este ciclo de premiados con el Premio Miguel de Cervantes, sugerimos al lector a que lea lo ya publicado en su momento sobre cada uno de los poetas que completan este ciclo y que podrán encontrar en los archivos históricos de Editanet, según relación que se acompaña con los vínculos correspondientes :

Año 2006 Antonio Gamoneda Editanet Nº 4 Sept/Oct 2008

Año 1998 José Hierro Editanet Nº 19 Abril/Junio 2012

Año 1983 Rafael Alberti Editanet Nº 12 Julio/Sept 2010

Año 1982 Luís RosalesEditanet Nº 22 Enero/Marzo 2013

Año 1979 Gerardo Diego Editanet Nº 15 Abril/Junio 2011

Año 1978 Dámaso Alonso Editanet Nº 14 Enero/Marzo 2011

Año 1976 Jorge Guillén Editanet Nº 13 Octubre/Dic 2010

Iniciamos en esta edición un ciclo dedicado a la poesía de la posguerra que esperamos sea del interés de los lectores.

 

 

La poesía de la posguerra

Los primeros años de la posguerra

Ana Alejandre

Al finalizar la Guerra Civil española, acababa también una etapa de la historia de España y el régimen franquista intenta promover una cultura en la que la ideología nacionalista sería predominante y marcaría su rumbo.

Los nuevos escritores estaban muy influenciados por autores de anterior generaciones (Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso) que después de la guerra produjeron sus obras más importantes y que animaron a los más jóvenes que iniciaban su carrera literaria con el estímulo recibido de sus predecesores. Hubo escritores que defendieron sus obras cercanas a una determinada ideología (José María Pemán Agustín de Foxá y Leopoldo Panero Torbado, -entre otros- adictos al régimen de Franco) y Miguel Hernández, Rafael Alberti, León Felipe -en el exilio y otros-, contrarios a la ideología que representaba dicho régimen político).

Toda esta literatura de la posguerra tenía en común la de mencionar nunca el horror que había supuesto la guerra civil y las penosa situación que vivían los españoles en los años de reconstrucción nacional, no sólo por las heridas físicas, sino también por las emocionales que eran más difíciles de cerrar, agudizadas por las carestías de todo tipo que se sufría en el país.

Todos los géneros literarios del momento parecían reflejar una desmemoria total, en un deseo de obviar la gran tragedia de la guerra. La poesía, al contrario de lo que ocurre en la actualidad, fue la que alcanzó un mayor protagonismo, pero siempre dentro de los límites de un estilo poético frió, aséptica y de tintes neoclásicos, pero olvidada por completo de la triste realidad que se estaba viviendo en aquellos años de posguerra. Otros géneros como la novela y el teatro parecían que se habían quedado fijados en los mismos registros que antes de la guerra y sólo ofrecía obras costumbristas, humor populista y narraciones sobre temas históricos nacionales.

Poco autores intentaron romper la dura coraza del costumbrismo con obras que supusieron un vuelco en el triste panorama literario del momento. Un ejemplo de ello fueron Camilo José de Cela y su obra La familia de Pascual Duarte (1942), con un estilo que se llamaría después "tremendista";Dámaso Alonso(1898-1990) con su poemario Hijos de la ira (1944) que fue un aldabonazo entre el coro de poetas que sólo daban incienso a la cultura oficial instituida.

A todo ello se unieron los ideales existencialistas que provenían de Europa y que provocaron una mayor controversia, porque de un concepto deshumanizado del arte se pasa a una nueva humanización.

La poesía de la posguerra no sufrió demasiados cambios durante los primeros años y era una continuación de lo que escribían antes del inicio de la guerra un grupo de poetas que realizaron nuevas aportaciones, pero sin tener una ruptura total con los de la que sería llamada Generación del 27.Este movimiento poético fue llamado así por conmemorar dicho año al poeta barroco Luís de Góngora y Argote (1561-1627).

La que sería llamada generación del 35, elige otros caminos de expresión lejos de la poesía pura y del lenguaje hermético y deshumanizado y adopta una expresión lírica más cercana y humanista en total oposición a los principios estéticos surrealistas.

La Generación del 35

Los poetas de la llamada generación del 35 -también llamada Generación truncada (por la Guerra Civil)-, optan por la estrofa clásica, abandonando el verso libre que cultivaban los poetas del 27; adoptan el tema amoroso, además del religioso, como inspiración para sus poemas y retornan a las fuentes clásicas de Garcilaso de la Vega. Con ellos aparece el llamado Neoclasicismo. Su momento de inicio se podría considerar cuando Luís Rosales (1910-1992) publica su poemario Abril (1935) que supone el regreso a la tradición, a la temática religiosa y al reconocimiento del valor de la vida como bien a celebrar. Los poetas que siguieron su nuevo estilo poético cultivaron un estilo más conservador que los de la generación anterior, con un lenguaje más claro y sencillo, además de cultivar los temas amorosos y religiosos, como antes se ha dicho. Muchos de estos poetas publicaron en la revista literaria Cruz y Raya, de ideología católica.

Los principales poetas que componen esta nueva Generación del 35 son Luís Rosales, Miguel Hernández , Germán Bleiberg, Leopoldo Panero, Germán Bleiberg, Luís Felipe Vivanco y Dionisio Ridruejo.

Entre todos ellos, hay que considerar el caso de Miguel Hernández que fue siempre contrario al régimen de Franco, por tener un origen popular y un compromiso político que le llevó hasta la cárcel de Alicante donde murió de tuberculosis en 1942, por lo que se le considera otra víctima como a García Lorca.

Por el contrario, Rosales, Panero, Vivanco y Bleiberg son poetas católicos, aunque todos ellos terminan inclinándose años más tarde hacia un intimismo realista y transcendente en sus obras, haciendo así más presente la humanidad del poeta, del hombre, que se alza como protagonista de cada poema, pero siempre con un talante en el que prima la esperanza y la serenidad ante la propia existencia.

A esta Generación del 35 le seguirían las llamadas promoción del 40 o "Tremendismo", y la promoción del 50, de las que nos ocuparemos en su momento.

De la Generación del 35 comenzamos con la figura de Leopoldo Panero Torbado -padre del recientemente fallecido Leopoldo Panero-, por haber sido publicadas las figuras de Miguel Hernández (Edición Nº 10 Enero/Marzo 2010) y Luís Rosales (Nº 22 Enero/Marzo 2013) en ediciones anteriores de Editanet, en el espacio Poetas Españoles Contemporáneos, fuera del ciclo actual dedicado a la Generación del 35.

 

 

Leopoldo Panero

Leopoldo Panero, poeta

Leopoldo Panero Torbado

Ana Alejandre

Poeta integrante de la llamada Generación del 35, nació en Astorga (León), el 17 de octubre de 1909. Cursó la carrera de Derecho en las Universidades de Valladolid y Madrid en la que se licenció.
Comenzó a publicar en 1929, en la revista que él mismo fundó Nueva Revista y en la que publicó sus primeras obras: Crónica cuando amanece (1929) y Poema de la niebla (1930).
Después de un paréntesis de nueve meses en los que estuvo internado en un sanatorio antituberculoso de la sierra de Madrid, en el que conoció y se enamoró de otra enferma, Joaquina Márquez, que murió poco después, se traslada a Cambridge(1932 a 1934) y posteriormente a Tours y Poitiers (1935), ciudades en las que estudió intensamente literatura inglesa y francesa.
Antes de la Guerra Civil participó como miembro activo de un grupo de jóvenes poetas que colaboraban con la revista Cruz y Raya. Fuertemente influido por las tendencias vanguardistas que imperaban, tuvo un cambio de orientación en su obra poética, siempre en pos de un humanismo neorromántico que comenzaría a imponerse más tarde.
Antes de finalizar la guerra contrajo matrimonio con la escritora Felicidad Blanc con la que tuvo tres hijos: Juan Luis (1942), Leopoldo María (1948) y Michi, los dos primeros también poetas y también recientemente fallecidos.
agregado cultural a la Embajada española (1939)
Publicó algunos poemas en la revista poética Caballo Verde para la poesía, que creó y dirigía Pablo Neruda, en la que publicó cuatro entregas. Después de estallar la Guerra Civil fue detenido e ingresó en prisión en León bajo la acusación de colaborar con el Socorro Rojo.
La muerte de su hermano, acaecida en 1937 en un accidente automovilístico le produjo una gran conmoción y una huella indeleble, provocando un fuerte cambio en su ideología que se hizo marcadamente conservadora.
Al finalizar la guerra, estuvo durante un cierto tiempo en silencio y empezó a publicar parte de su obra en la revista Escorial a partir de 1940. Publicó su primera obra La estancia vacía (1944), a la que siguió Versos al Guadarrama (1945) que recogía toda su obra poética de la década de los 30 que estuvo inspirada en el amor perdido de Joaquina Márquez y que fue publicada en Fantasía, suplemento de la Estafeta Literaria. Además, publicó Escrito a cada instante (1949), obras en las que se ponía en evidencia su propia lucha interior, intentando paliar su angustia a través de la búsqueda de la esperanza vital ya perdida y su unión armónica con el universo pero siempre desde la perspectiva trascendente o metafísica.
Fue nombrado director del Instituto Español (1945-47) en Londres y fundó la revista Espadaña (1944-1950) en León. Además de colaborar en Garcilaso. Juventud creadora (1943-1946) y en Haz (1944), revistas ambas de Madrid.
En sus continuas estancias en Madrid conoció a poetas como Luís Rosales, Luis Felipe Vivanco y Gerardo Diego que eran asiduos de la tertulia del café Lyon, tertulia que se unió más tarde a la de Manuel Machado.
También publicó en la revista Poesía Española (1952-1971), así como dirigió la revista Correo Literario y participó como organizador de las Exposiciones Bienales de Arte (1952). También ejerció como secretario de una sección del Instituto de Cultura Hispánica.
Publicó Canto personal (1953), como un intento de réplica al Canto general de Pablo Neruda y, en defensa de una determinada realidad histórica española que no obtuvo el beneplácito de la crítica.
La década siguiente la pasó sumido en una absoluta amargura y desaliento por su derrumbe familiar y personal. Su obra póstuma Poesía (1963) recoge toda su obra poética. Su hijo mayor, Juan Luís, recogió y publicó textos inéditos de su padre en Obras completas (1973).
Toda la obra de Panero es una obra intimista, influenciada notablemente por el sentimiento religioso e ideología conservadora, en la que tienen un gran protagonismo los temas paisajísticos, la familia, la religión y la patria.
Recibió diversos premios y distinciones como el premio Fastenrath de la Academia por su obra Escrito a cada instante (1949), y al año siguiente el Premio Nacional de Literatura.
Murió en Castrillo de las Piedras, León, el 27 de agosto de 1962.

 

 

Obra de Leopoldo Panero

Leopoldo Panero, poeta.

BIBLIOGRAFÍA

Poesía
:
La estancia vacía (fragmentos), M., Revista Fantasía, 1945. 
Versos del Guadarrama. Poesía 1930-1939, M., Revista Fantasía, 1945. 
Escrito a cada instante, M., Cultura hispánica, 1949 
Canto personal. Carta perdida a Pablo Neruda, M., Cultura hispánica, 1953. 
Poesía. 1932-1960, M., Cultura Hispánica, 1963 
Obra completa, M., Edit. Nacional, 1973.
Antología de Leopoldo Panero, Barcelona, Plaza & Janés Editores, 1977. 
Por donde van las águilas, Albolote, Editorial Comares, S.L., 1994

PREMIOS

Premio Nacional de Liteartura (1949)
Premio Fastenrath de la Academia (1949)

ENLACES

http://www.geocities.com/versoados/webpoemas_dos/leopoldo_panero.htm
http://www.nodulo.org/ec/2006/n055p14.htm
http://www.poesia-inter.net/indexlp.htm
http://www.eldiariomontanes.es/20080816/cultura/poesia/retrato-leopoldo-panero-20080816.html
http://horadelsur.wordpress.com/2008/08/03/leopoldo-panero-el-desencanto/

 

 

Poemas de Leopolo Panero

Leopoldo Panero, poeta.






El templo vacío


No sé de dónde brota la tristeza que tengo.
Mi dolor se arrodilla, como el tronco de un sauce,
sobre el agua del tiempo, por donde voy y vengo,
casi fuera de madre, derramado en el cauce.

Lo mejor de mi vida es el dolor. Tú sabes
cómo soy. Tú levantas esta carne que es mía.
Tú esta luz que sonrosa las alas de las aves.
Tú esta noble tristeza que llaman alegría.

Tú me diste la gracia para vivir contigo.
Tú me diste las nubes como el amor humano.
Y al principio del tiempo, Tú me ofreciste el trigo,
con la primera alondra que nació de tu mano.

¡Como el último rezo de un niño que se duerme,
y con la voz nublada de sueño y de pureza
se vuelve hacia el silencio, yo quisiera volverme
hacia Ti, y en tus manos desmayar mi cabeza!

Lo mejor de mi vida es el dolor. Tú hiciste
de la nada el silencio y el camino del beso,
y la espuma en el agua para la tierra triste,
y en el aire la nieve donde duerme Tu peso.

Señor, Señor! Yo he hecho mi voluntad. Yo he hecho
una ley de mi orgullo, pero ya estoy vencido.
Como una madre humilde que me acuna en su pecho
mi espíritu se acuesta sobre el dolor vivido.

Sobre la carne triste, ¡sobre la silenciosa
ignorancia del alma como un templo vacío!
¡Sobre el ave cansada del corazón que posa
su vuelo entre mis manos para cantar, Dios mío!

Soy el huésped del tiempo, soy, Señor, caminante
que se borra en el bosque y en la sombra tropieza,
tapado por la nieve lenta de cada instante,
mientras busco el camino que no acaba ni empieza.

Soy el hombre desnudo. Soy el que nada tiene.
Soy siempre el arrojado del propio paraíso.
Soy el que tiene frío de sí mismo. El que viene
cargado con el peso de todo lo que quiso.

Lo mejor de mi vida es el dolor. ¡Oh lumbre
seca de la materia! ¡Oh racimo estrujado!
Haz de mi pecho un lago de clara mansedumbre.
Señor, Señor! Desata mi cuerpo maniatado.
Poesía (1963)

Canción con tu humildad

¡Cómo apagas mi sed
con tu humildad! ¡Tu mano
estremece en mi pecho
la sombra del dolor, igual que un pájaro
entre las ramas verdes, junto al cielo!
¡Cómo traes a mis labios
con tu humildad la luz sobre tu frente
lo mismo que la nieve sobre el campo,
y me apagas la sed de haber llorado
de humildad, al tenerte,
dormida, como un niño, entre mis brazos!

Escrito a cada momento...

Para inventar a Dios, nuestra palabra
busca, dentro del pecho,
su propia semejanza y no lo encuentra,
como las olas de la mar tranquila,
una tras otra, iguales,
quieren la exactitud de lo infinito
medir, al par que cantan...

Y su nombre sin letras,
escrito a cada instante por la espuma,
se borra a cada instante
mecido por la música del agua;
y un eco queda solo en las orillas.

¿Qué número infinito
nos cuenta el corazón?
Cada latido,
otra vez es más dulce, y otra y otra;
otra vez ciegamente desde dentro
va a pronunciar Su nombre.

Y otra vez se ensombrece el pensamiento,
y la voz no le encuentra.
Dentro del pecho está.

Tus hijos somos,
aunque jamás sepamos
decirte la palabra exacta y tuya,
que repite en el alma el dulce y fijo
girar de las estrellas.
Poesía (1963)

Hasta mañana dices, y tu voz ...

Hasta mañana dices, y tu voz
se apaga y se desprende
como la nieve. Lejos, poco a poco,
va cayendo, y se duerme,
tu corazón cansado,
donde el mañana está. Como otras veces,
hasta mañana dices, y te pliegas
al mañana en que crees,
como el viento a la lluvia,
como la luz a las movibles mieses.
Hasta mañana, piensas; y tus ojos
cierras hasta mañana, y ensombreces,
y guardas. Tus dos brazos
cruzas, y el peso leve levantas, de tu pecho confiado.
Tras la penumbra de tu carne crece
la luz intacta de la orilla. Vuela
una paloma sola y pasa tenue
la luna acariciando las espigas
lejanas. Se oyen trenes
hundidos en la noche, entre el silencio
de las encinas y el trigal que vuelve
con la brisa. Te vas siempre
hasta mañana, lejos. Tu sonrisa
se va durmiendo mientras Dios la mece
en tus labios, lo mismo
que el tallo de una flor en la corriente;
mientras se queda ciega tu hermosura
como el viento al rodar sobre la nieve;
mientras te vas hasta mañana, dulcemente
por esa senda pura que, algún día,
te llevará dormida hacia la muerte.
Poesía (1963)

Materia transparente

Otra vez como en sueños mi corazón se empaña
de haber vivido... ¡Oh fresca materia transparente!
De nuevo como entonces siento a Dios en mi entraña.
Pero en mi pecho ahora es sed lo que era fuente.

En la mañana limpia la luz de la montaña
remeje las cañadas azules de relente...
¡Otra vez como en sueños este rincón de España,
este olor de la nieve que mi memoria siente!

¡Oh pura y transparente materia, donde presos,
igual que entre la escarcha las flores, nos quedamos
un día, allá en la sombra de los bosques espesos

donde nacen los tallos que al vivir arrancamos!
¡Oh dulce primavera que corre por mis huesos
otra vez como en sueños...! Y otra vez despertamos.
Versos del Guadarrama 1930-1939

Por la tarde

Palabra vehemente de las cosas
inanimadas; roca, pino, cumbre
solitaria de sol; silencio y lumbre;
quietud de las laderas rumorosas.

Intactas de mis manos silenciosas
entre el romero azul de mansedumbre,
transparentes de Dios y en su costumbre.
silencian el pinar mariposas.

Y el corazón silencia levemente
su palabra más pura, y su retama
se alza en dorado vuelo, mientras arde,

al fresco soplo, en limpidez de fuente,
la profunda quietud del Guadarrama,
lento de mariposas, por la tarde.
Versos del Guadarrama (1930-1939)

Decir con el lenguaje...

En esta paz del corazón alada
descansa el horizonte de Castilla,
y el vuelo de la nube sin orilla
azula mansamente la llanada.

Solas quedan la luz y la mirada
desposando la mutua maravilla
de la tierra caliente y amarilla
y el verdor de la encina sosegada.

¡Decir con el lenguaje la ventura
de nuestra doble infancia, hermano mío,
y escuchar el silencio que te nombra!

La oración escuchar del agua pura,
el susurro fragante del estío
y el ala de los chopos en la sombra.
Poesía (1963)

Las manos ciegas

Ignorando mi vida,
golpeado por la luz de las estrellas,
como un ciego que extiende,
al caminar, las manos en la sombra,
todo yo, Cristo mío,
todo mi corazón, sin mengua, entero,
virginal y encendido, se reclina
en la futura vida, como el árbol
en la savia se apoya, que le nutre,
y le enflora y verdea.
Todo mi corazón, ascua de hombre,
inútil sin Tu amor, sin Ti vacío,
en la noche Te busca,
le siento que Te busca, como un ciego,
que extiende al caminar las manos llenas
de anchura y de alegría.
Poesía (1963)

Hijo mío

Desde mi vieja orilla, desde la fe que siento,
hacia la luz primera que toma el alma pura,
voy contigo, hijo mío, por el camino lento
de este amor que me crece como mansa locura.

Voy contigo, hijo mío, frenesí soñoliento
de mi carne, palabra de mi callada hondura,
música que alguien pulsa no sé dónde, en el viento,
no sé dónde, hijo mío, desde mi orilla oscura.

Voy, me llevas, se torna crédula mi mirada,
me empujas levemente (ya casi siento el frío);
me invitas a la sombra que se hunde en mi pisada,

me arrastras de la mano... Y en tu ignorancia fío,
y a tu amor me abandono sin que me quede nada,
terriblemente solo, no sé dónde, hijo mío.
Poesía (1963)

A mis hermanas

Estamos siempre solos. Cae el viento
entre los encinares y la vega.
A nuestro corazón el ruido llega
del campo silencioso y polvoriento.

Alguien cuenta, sin voz, el viejo cuento
de nuestra infancia, y nuestra sombra juega
trágicamente a la gallina ciega;
y una mano nos coge el pensamiento.

Ángel, Ricardo, Juan, abuelo, abuela,
nos tocan levemente, y sin palabras
nos hablan, nos tropiezan, les tocamos.

¡Estamos siempre solo, siempre en vela,
esperando, Señor, a que nos abras
los ojos para ver, mientras jugamos!
Poesía (1963)

 

 

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