Ediición nº 22 Enero/Marzo de 2013

Luís Rosales, apuntes biográficos

por Ana Alejandre

Poeta y ensayista español, nacido en Granada, 31 de mayo de 1910, hijo de familia acomodada y conservadora.
Viaja a Madrid, en 1930, para comenzar los estudios de Filosofía y Letras, y después de licenciarse obtiene el doctorado. En la capital conoce y trata a Miguel Hernández, los hermanos Panero (Juan y Leopoldo), Gabriel Celaya, Luís Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo, Juan Gil Albert, entre otros poetas y escritores, todos ellos componentes de lo que sería denominada Generación de 1936 (o de la Guerra). Publica su primera obra, Abril, en 1935.
En esos años, se advierte el progresivo agotamiento de las vanguardias literarias y artísticas, por lo que Rosales, junto a José García Nieto, Dionisio Ridruejo y Luís Felipe Vivanco, comienzan una apasionad tarea de volver a las formas clásicas, teniendo como referente a la figura de Garcilaso de la Vega, por lo que se les denominó "los garcilasistas".
Su pasión por la poesía y la literatura, le lleva a comenzar su colaboración en la revista Cruz y Raya, publicación que dirigían los poetas Pablo Neruda y José Bergamín.
Una vez iniciada la Guerra Civil, arrestaron a García Lorca, amigo de la familia Rosales, en la casa de éstos en Granada, y de la que salió para ser fusilado poco después. Rosales, a pesar de haber intentado proteger a García Lorca, una vez fusilado éste, siguió colaborando en la revista falangista Jerarquía hasta el fin de dicha publicación, además de en la revista El Escorial.
Su siguiente obra publicada fue En prosa y verso, escrita en 1939 y publicada en 1949, escrita en colaboración con Luís Felipe de Vivanco, y en la que se aprecian sus ideas conservadoras y su adhesión a Franco.
Años más tarde, en 1949, aparece publicada la primera versión de su obra más importante La casa encendida, obra poética en la que se muestra en toda su magnitud la profunda renovación poética que experimenta, pues este poemario está escrito en verso libre, sin estrofas, en el que el poeta utiliza en una sabia mezcla el más hondo lirismo y la pura narración,, existencialismo y imaginación, realismo y surrealismo, iniciando así una nueva vía de expresión poética que desarrollará en adelante, tomando como referentes poéticos ciertos recursos estilísticos de Antonio Machado y César Vallejo
Otras obras de Rosales son Retablo sacro del nacimiento del Señor (1940); Rimas (1951), por la que le otorgaron el Premio Nacional de Poesía; El contenido del corazón (1969), poemas en prosa; Cómo el corte hace sangre (Rimas del último día); Canciones. Obtuvo, ex aequo con A. Gallego Morell, el Premio Nacional de Literatura Miguel de Unamuno, en 1973.
Ingresó en la Real Academia Española en 1962, aunque leyó su discurso de ingreso en 1964.
Obtuvo el Premio Cervantes en 1982. Falleció en Madrid el 26 de abril de 1992.

BIBLIOGRAFÍA

Retablo sacro del nacimiento del Señor (1940)

La casa encendida (1949)

Rimas (1951)

El contenido del corazón (1969)

Obra completa publicada por editorial Trotta:

Poesía

Cervantes y la libertad

Estudios sobre el Barroco

Ensayos de filosofía y literatura

La obra poética del conde de Salinas

La mirada creadora. Pintura, música y otros temas


PREMIOS

Premio Nacional de Poesía (1949)

Premio Nacional de Literatura (1951)

Premio Nacional de Literatura Miguel de Unamuno , ex aequo (1973)

Premio de la Crítica (1970, 1979)

Premio Cervantes de Literatura (1982)



ENLACES

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2229

http://bucarest.cervantes.es/es/biblioteca_espanol/biografia_francisco_ayala_espanol.htm

http://www.poesia-inter.net/Luis_Rosales.htm

http://www.fundeu.es/EnElRecuerdo.aspx?frmOpcion=ENELRECUERDO&frmFontSize=2&frmIdEnElRecuerdo=3

http://www.terra.es/cultura/premiocervantes/premiados/premiado82.htm

3
LA ÚLTIMA LUZ

Eres de cielo hacia la tarde, tienes
ya dorada la luz en las pupilas,
como un poco de nieve atardeciendo
que sabe que atardece.
Y yo querría
cegar del corazón, cegar de verte
cayendo hacia ti misma
como la tarde cae, como la noche
ciega la luz del bosque en que camina
de copa en copa cada vez más alta,
hasta la rama isleña, sonreída
por el último sol,
¡y sé que avanzas
porque avanza la noche! y que iluminas
tres hojas solas en el bosque,
y pienso
que la sombra te hará clara y distinta,
que todo el sol del mundo en ti descansa,
en ti, la retrasada, la encendida
rama del corazón en la que aún tiembla
la luz sin sol donde se cumple el día.

Rimas (1951) Primera parte. Juntos los dos en mi memoria sola

11
¿CÓMO NACE UN RECUERDO?

Retrato de Dionisio Ridruejo¿Cómo nace un recuerdo? ¿No era un junio?
El cielo abría su puerta
sobre el valle del Arga. Entre los montes
iba la luz con obediencia trémula.
Recuerdo que el silencio atardecía
toda la vida a su extensión sujeta:
los caminos sin gente, las murallas,
y el fresco olor que a los pinares lleva.
Oyendo unas campanas vi tus ojos,
pequeños y naciendo de la tierra
jugaban con un dejo campesino
en la mirada concentrada y lenta,
no suspicaz pero alertada y pronta,
no impositiva pero fija y cerca
de ser dura, tal vez, cuando nos mira
y nos puede ayudar con su dureza.
Los ojos sin pestañas, se diría
sin párpados también, sin brillo apenas,
con libertad no exenta de mesura,
con derramada y fácil negligencia.
¿Cómo nace un recuerdo? La luz última
arropaba tu cara entre la niebla,
descarnada, pequeña, fina y dulce,
cansado el gesto y sin cansar la fuerza.
El cabello castaño, cuando ríes
la risa te reclina la cabeza;
la piel áspera y pálida, la boca
desdibujada, exánime, risueña.
En testimonio de vivir tenías
hoyuelada la cara,
y había en ella
una gran paz convaleciente:
hoy
sigues dando esa paz que tú no encuentras.
Recuerdo que me hablabas descansando
todo el cuerpo en la voz, y tu voz era
la que llevaba al mundo de la mano,
amplia, segura, convencida, cierta.
Recuerdo... ya no sé. ¿Cuándo empezaste
a estar detrás de la memoria entera,
detrás y como un tren que caminara
sobre dos vidas en la misma rueda?

Rimas (1951) Primera parte. Juntos los dos en mi memoria sola

20
AYER VENDRÁ

La tarde va a morir; en los caminos
se ciega triste o se detiene un aire
bajo y sin luz; entre las ramas altas,
mortal, casi vibrante,
queda el último sol; la tierra huele,
empieza a oler; las aves
van rompiendo un espejo con su vuelo;
la sombra es el silencio de la tarde.
Te he sentido llorar: no sé a quién lloras.
Hay un humo distante,
un tren, que acaso vuelve, mientras dices:
Soy tu propio dolor, déjame amarte.

Rimas (1951)

AUTOBIOGRAFÍA

Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,

sabiendo que jamás me he equivocado en nada,

sino en las cosas que yo más quería.

La casa encendida (1949)

NADIE SABE HASTA DONDE PUEDE LLEVARLE LA OBEDIENCIA

Me gusta recordar que he nacido en Granada:
Libreros, una calle tan pequeña que iba a dar clase
por la noche;
la cerraba, a la izquierda, una pared arzobispal,
una pared muy digna y casi sin ventanas;
generalmente la cubría una pizca de cielo desconchado.
Sí, señor, así fue, no necesita
que le diga mi nombre,
no es preciso,
no lo va a recordar. [...]
No cabe vivir más,
sólo quiero decirle que esa vestiduría,
me causó un sufrimiento tan intenso que recorrió mi
cuerpo hasta llegar a hoy,
no sé cómo,
no sé
pero con él vino hasta mí la despreguntación,
y viví en un dolor la vida entera:
al ponerme la enagua tuve la sensación de entrar por
vez primera en la oficina,
al ponerme las medias sentí un dolor de parto,
al ponerme las bragas se me cayó una mano en el
infierno,
y vi la mano arder,
y yo seguía vistiéndome sin manos,
Sí, señor, así fue,
aún me dura la humillación, el uniforme era tan largo en mi cuerpo de niño como si
me vistiera con la guerra civil,
y cuando todo estaba terminado me puse en la
cabeza un sombrero de niña y aquel sombrero era la muerte de mis padres.

La casa encendida (1949)

ES EL MIEDO AL DOLOR

Es el miedo al dolor y no el dolor quien suele hacernos pánicos y crueles,
quien socava las almas
como socavan la ribera las orillas del río,
y yo he sentido su calambre desde hace mucho
tiempo,
y yo he sentido, desde hace mucho tiempo, que el curso de sus aguas nos arrastra,
nos mueve las raíces sin dejarnos crecer,
y nos empuja, y nos sigue empujando hasta
juntarnos
en esta habitación que es ya un rescoldo mío,
en esta habitación en donde las baldosas se levantan un poco
y ya no vuelven a encajar en su sitio
como la tierra removida ya no cabe en su hoyo:
tal vez a nuestro cuerpo le ocurra igual...

La casa encendida (1949)

RECORDANDO UN TEMBLOR EN EL BOSQUE DE LOS MUERTOS

Si el corazón perdiera su cimiento,
y vibraran la tierra y la madera
del bosque de la sangre, y se sintiera
en tu carne un pequeño movimiento
total, como un alud que avanza lento
borrando en cada paso una frontera,
y fuese una luz fija la ceguera,
y entre el mirar y el ver quedara el viento,
y formasen los muertos que más amas
un bosque ciego bajo el mar desnudo
-el bosque de la muerte en el deshoja
un sol, ya en otro cielo, su oro mudo-
y volase un enjambre entre las ramas
donde puso el temblor la primer hoja...

La casa encendida (1949)

>PORQUE TODO ES IGUAL Y TÚ LO SABES,

has llegado a tu casa y has cerrado la puerta
con aquel mismo gesto con que se tira un día,
con que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando todo es igual y tú lo sabes.

Has llegado a tu casa,
y, al entrar,
has sentido la extrañeza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y encendiste la luz, para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas, como estarán dentro de un año,
y después,
te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,
y te has sentido solo,
humanamente solo,
definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.

La casa encendida (1949)

AHORA QUE ESTAMOS JUNTOS


y siento la saliva clavándome alfileres en la boca,
ahora que estamos juntos
quiero deciros algo,
quiero deciros que el dolor es un largo viaje,
es un largo viaje que nos acerca siempre vayas adonde vayas,
es un largo viaje, con estaciones de regreso,
con estaciones que no volverás nunca a visitar,
donde nos encontramos con personas, improvisadas y casuales, que no han sufrido todavía.
Las personas que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir,
y yo quisiera recordarte, padre mío, que hace unos años he visitado Italia,
yo quisiera decirte que Pompeya es una ciudad exacta, invariable y calcinada,
una ciudad que está en ruinas igual que una mujer está desnuda;
cuando la visité, sólo quedaba vivo en ella
lo más efímero y transitorio:
las rodadas que hicieron los carros sobre las losas del pavimento,
así ocurre en la vida;
y ahora debo decirte
que Pompeya está quemada por el Vesubio como hay personas que están quemadas por el placer,
pero el dolor es la ley de gravedad del alma,
llega a nosotros iluminándonos,
deletreándonos los huesos,
y nos da la insatisfacción que es la fuerza con que el hombre se origina a sí mismo,
y deja en nuestra carne la certidumbre de vivir
como han quedado las rodadas sobre las calles de Pompeya.

La casa encendida (1949)

SIEMPRE MAÑANA Y NUNCA MAÑANAMOS

Al día siguiente,
-hoy-
al llegar a mi casa -Altamirano, 34- era de noche,
y ¿quién te cuida?, dime; no llovía;
el cielo estaba limpio;
-«Buenas noches, don Luis» -dice el sereno,
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,
las ventanas,
-sí, todas las ventanas-,
Gracias, Señor, la casa está encendida.

La casa encendida (1949)


CANCIÓN DE LA NIEVE QUE UNIFICA AL MUNDO

Somos hombres, Señor, y lo viviente
ya no puede servirnos de semilla;
entre un mar y otro mar no existe orilla;
la misma voz con que te canto miente.

La culpa es culpa y oscurece el bien;
sólo queda la nieve blanca y fría,
y andar, andar, andar hasta que un día
lleguemos, sin saberlo, hasta Belén.

La nieve borra los caminos; ella
nos llevará hacia Ti que nunca duermes;
su luz alumbrará los pies inermes,
su resplandor nos servirá de estrella.

Llegaremos de noche, y el helor
de nuestra propia sangre Te daremos.
Éste es nuestro regalo: no tenemos
más que dolor, dolor, dolor, dolor.

Retablo de Navidad (1940)

LARGA ES LA AUSENCIA

La sombra siempre y luz sin la luz mía

HERRERATu soledad, Abril, todo lo llena.
Colma de luz la espuma y la corriente.
Aurora niña con su sol reciente.
Toro en golpe de mar como mi pena.

La soledad del corazón resuena
desierto ya como un reloj viviente,
como un reloj que late porque siente
la marcha de tu pie sobre la arena.

Y así vas caminando sangre adentro,
sangre hacia arriba, hacia el primer encuentro,
sangre hacia ayer en la memoria mía;

¡ay, corazón, donde me pisas tanto!,
¡qué soledad sin ti, cierva de llanto!
qué soledad de luz buscando el día.

Segundo Abril. La estatua de la sal (1935-1939)
Sonetos de abril. Homenaje a Fernando de Herrera

MEMORIA DE TRÁNSITO

Herido de amor huido

F. García LorcaAbril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?;
mirando la nieve veo
memoria de tu hermosura,
y cuando vi en su blancura
tu inmediata eternidad,
¿fuiste si no claridad,
temblor, paciencia y dulzura?

Tu leve paso indolente
deja en mis ojos su aroma,
los ojos en donde toma
revelación permanente;
bienaventuradamente
nacieron para el olvido,
tu piel de asombro encendido,
tus ojos de limpio viento,
y esta ternura que siento
«herido de amor huido».

Los sitios donde has estado
en la memoria los llevo
sólo para ver de nuevo
el rastro que allí has dejado;
la tierra que tú has pisado
vuelvo a pisar; nada soy
más que este sueño en que voy
desde tu ausencia a la nada.
me hizo vivir tu mirada:
fiel al tránsito aquí estoy.

Abril (1935)

ASCENSIÓN HACIA EL REPOSO

Como es misericordia la locura y el espacio nos brinda la bienaventuranza,
como es la noche viva, la lluvia silenciosa que va del corazón del hombre hasta los ojos
en un encendimeinto de sombra y hermosura.
Como sé que al morir terminará la muerte.
Como en el corazón se derrama la sangre con un rumor de lluvia que ilumina la niebla.
Como tengo fe de soñar que te amo,
mi carne será un día como un agua corriente
y mi cuerpo será de silencio amoroso, de cristal dolorido cuando tú lo iluminas.

Como en la inclinación morena de tus ojos el silencio vencido se convierte en aroma.
Como tengo una voz que se cubre de yerba donde vuelan las alondras y palabras y lágrimas.
Y como en tu cabello despierta la agonía,
y la paciencia intacta naufragará en la sangre
porque existe la muerte,
porque la sombra clara se convierte en misterio y la quietud del mundo colma la transparencia,
porqué el último olvido morirá con el hombre,
y tu boca de llanto y amapolas violentas,
y tus brazos de cal y niebla reclinada,
y tus manos delgadas como álamos de espuma,
y mi voz,
y mis ojos,
todo será divino al perder la memoria.

Como insiste el dolor, pero no se termina y es la lenta ascensión de la sangre al reposo.
Como es la primavera al donaire porque llevas el alma derramada en el paso.
Como es la caridad para mirar tu cuerpo y es la noche tranquila tu encendida alabanza.
Como tú eres el único sufrimiento posible y la angustia de cal que me quema los ojos,
con humildad,
buscando la palabra precisa,
yo te ofrezco la sombra, la paciencia del mundo donde olvido la espera,
donde olvido esta inmóvil angustia de ser junco y sentir en las plantas los impulsos del río,
donde puedo creer,
donde puedo creer, porque marchamos juntos igual que dos hermanos perdidos en la nieve.

Abril (1935)

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