Ediición nº 22 Enero/Marzo de 2013

La inspiración artística

Paul Verlaine.

La inspiración artística

1ª Parte

por
Mario Soria

En aquellos días habló el Señor a Acaz:
“Pide una señal al Señor tu Dios, en lo
hondo del abismo o en lo alto del cielo”
(Isaías, cap. VII, v. 10).

1) No es la inspiración asunto sólo de poetas y artistas en general. Lo es también de filósofos y teólogos, como lo prueban, por ejemplo, San Agustín, escuchando, en el jardincillo de su posada, una voz infantil que lo incita -él cree- a leer; Raimundo Lulio, cuando recibe una “ilustración divina” en el monasterio mallorquín de Randa; el Cusano, mirando el mar, en el navío que lo lleva de Grecia a Italia; Descartes, en su posada de Neoburgo; Malebranche, súbitamente esclarecido al leer el tratado cartesiano sobre el hombre y percatado de su talento peculiar: Anch’io son filòsofo. O el protagonista de La náusea sartriana, sentado junto a la raíz rugosa de un viejo castaño, comprendiendo por fin el absurdo existencial, sentido que no obtiene: le sobreviene. Y tanto más de notar es el caso de quien escribió el Discurso del método, toda vez que resulta archirracionalista el sistema resultante de sueños y alucinaciones, es decir, todo lo contrario que cabría esperar de una intuición intelectual.

Y es, asimismo inspirada la experiencia de los místicos, cuando éstos enseñan que no es a fuerza de brazos, sino por obra de Dios como se logra la contemplación, ya que está la gracia o don gratuito de Dios lo mismo en la raíz de la contemplación adquirida, que en la raíz de la infusa ( 1 ). Lección ésta que puede aplicarse también, mutatis mutandis, a la iluminación del asceta Sidarta (Siddartha): éste espera una noche, sentado bajo un árbol, la comprensión definitiva del dolor y sus causas, y la alcanza por fin, a la luz del amanecer, transformándose en Buda, el iluminado ( 2 ). Y lo es, asimismo, de los científicos más inteligentes, que entre sus experiencias, análisis, comprobaciones, inferencias, aplicaciones, recurrencias advierten de súbito una incompatibilidad sorprendente entre los fenómenos observados, o una relación inusitada y extraña, o bien la casualidad les descubre cualidades y secuencias que no habían observado en todos sus trabajos, pero que inopinadamente se muestra ante sus ojos.

2) En estas reflexiones, pese a mencionar más de una vez el elemento religioso de la inspiración, prescindiremos, pues nos queda un poco lejos del asunto que tratamos, de la inspiración propia de los libros sagrados: Antiguo Testamento, Nuevo Testamento y Corán, en cada uno de los cuales se fundan respectivamente las tres religiones reveladas: mosaísmo, cristianismo e Islam.

3) Repentina es la inspiración, no lograda por inferencia alguna, por muy meditada que pretenda ser la reflexión precedente; va mucho más allá de la lógica superficial; tiene un encanto y una fuerza de que carece cualquier razonamiento, y una peculiaridad metafórica, léxica, sintáctica y significativa muy superior a cualquier fruto de la razón pura. Surge de nosotros o nos llega sin haberla buscado: intuición estética, filosófica, científica. O la buscamos afanosamente, pero no la encontramos nunca. Aparece sin depender de nuestro discurrir y nuestro empeño.

Esta impotencia, emparentada íntimamente con el olvido común, es muy característica: el escritor mordiendo un lápiz con ojos soñolientos. Incapacidad de desenvolver un asunto. Traba, invalidez, debilidad. ¿Consecuencia de un rechazo consciente previo o de una oposición inconsciente? Pero, en un instante, desaparece la impotencia, no siendo necesario el querer ni el esfuerzo del sujeto, sino espontáneamente, como el día obscuro que de pronto se aclara, sin participar en ello nuestra voluntad. O como un dique que cruje y cede al torrente. Así, surgen en nuestra conciencia conceptos, imágenes, frases que poco antes se resistían a aparecer. Y nos preguntamos, ¿estaban ya allí y no los veíamos? ¿O acaba de comunicarlos alguien a nuestra alma, al estrato más profundo de ella?
Y cuanto más sensible y agudo sea el receptor de la inspiración, menos se distorsiona ésta desde su origen. Pero el hombre siempre es sólo a modo de cortina que deja pasar la luz, o espejo que la refleje. Cuanto más tenue sea la primera, menor la materia intermedia, más brillarán los rayos; cuanto más limpio esté el segundo, más vivo será el reverbero.

4) Además, la inspiración no se encierra en proposiciones bien trabadas, ni en conexiones satisfactorias según la lógica usual. Es una sabia arquitectura que, analizada, consiste en una sorprendente relación -caso de la poesía- de conceptos, sonidos y significados que ciertamente son hijos del misterio, no de la trivialidad del lenguaje y el pensamiento cotidianos. Pensamos en estos versos de Verlaine:

Les sanglots longs
de violons
de l’automne,
blessent mon coeur
d’une
langueur
monotone
( 3 ).

Donde la relación de ideas, sentimiento melancólico, onomatopeya, golpes prosódicos, reiteración silábica y recapitulación por consonancia, hace de esta estrofa algo magistral, sin duda no fruto de la meditación ni del saber poético abstracto.
Un esquema similar, es decir, no hecho originalmente por habilidad humana, se advierte, según el examen tan certero del abate Enrique Bremond, en versos de Keats, Mallarmé y otros: Bremond, gran teórico de la “poesía pura”, es decir, de la poesía realmente inspirada, contra el racionalismo y sus chatos versificadores.

5) Ya que la inspiración procede del inconsciente, con todas las cualidades que le hemos atribuido a la primera, oportuno es preguntarse en qué consiste el inconsciente, aparte de las descripciones habituales. ¿Es un estrato inferior, negro, del espíritu, o más bien y desde otro punto de vista, actividad neuronal inadvertida de la conciencia, a causa de circular como de puntillas las corrientes del sistema nervioso central? ¿Acaso no nos percatamos de él, porque las reacciones físicas, químicas, eléctricas que hipotéticamente componen la vida y el pensamiento, atendiendo a un estricto materialismo, no alcanzan el nivel consciente o no lo han formado todavía?

Sea cual fuere el substrato inconsciente -dejemos esto por un momento-, hay que indagar si está el mismo emparentado con la memoria, dadas las similitudes entre ambos. Y emparentados hasta el punto de identificarse en cierto modo. Cosa que parece realmente así, puesto que atesora la memoria infinitos conocimientos cuya existencia no está presente siempre al ojo claro de la apercepción, ni siquiera implícitamente. Sólo cuando, por determinadas circunstancias, se quiere recordar algo, salen a la luz los conocimentos o sentimientos guardados en el inmenso recipiente mnemónico. O no salen, pese a los esfuerzos por rememorar, porque es el recuerdo suceso cuya aparición no está sometida a la voluntad, sino sólo muy parcialmente. Este caso es muy parecido al conocimiento inconsciente, hasta el extremo de poderse asegurar una equivalencia parcial entre ambas propiedades o situaciones de la mente.

( continuará) .

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