Ediición nº 22 Enero/Marzo de 2013
El Gran Capitán y los Reyes Católicos
EL GRAN CAPITAN, GONZALO FERNANDEZ DE CORDOBA
por Laura López-Ayllón.
CAMBIO LA FORMA DE HACER LA GUERRA, DE LA EDAD MEDIA AL RENACIMIENTO
SE DICE QUE FUE EL UNICO HOMBRE QUE PODIA HABERSE APROXIMADO A ISABEL LA CATOLICA
SU ENFRENTAMIENTO CON FERNANDO EL CATOLICO FUE REAL EN LOS ULTIMOS AÑOS DE SU VIDA
A LA RIVALIDAD ENTRE ELLOS SE ATRIBUYE ENTRE OTRAS RAZONES A LA FAMOSA CONTESTACION AL REY QUE SE ATRIBUYE AL MILITAR Y QUE HA PASADO A LA HISTORIA COMO LAS CUENTAS DEL GRAN CAPITAN.
Nació Gonzalo en Montilla (Córdoba) en 1453, segundón de la casa noble de Aguilar, y fue militar al servicio de los Reyes Católicos, formándose entre la tradición guerrera de la frontera andaluza y la corte real castellana.
Más tarde Gonzalo renovó la guerra –entonces medieval y centrada en la lucha de dos líneas de caballería-, dando a la infantería mucha más movilidad y dotándola de mucha más potencia de fuego, es decir, los famosos arcabuces. También supo emplear y potenciar la actividad de los espías y cambiar la táctica en función de sus informaciones.
Gonzalo emprendió a los doce años la marcha hacia la corte Trastámara tras la visita del rey Enrique IV a Andalucia. Iba con él caballero Diego de Cárcamo, persona madura ducha en las guerras y con fama de sabio y honrado, que acompañaba a Gonzalo como ayo y que era hombre de confianza de la casa de Aguilar. También iban con él cincuenta lanzas enviadas por su hermano mayor a la infanta Isabel, varios servidores y dos pesados carromatos.
Gonzalo era, según su biógrafo Vaca de Osma, alto, apuesto y de faz, gesto y ademanes agraciados y desenvueltos. Sabía ser prudente, comedido y de trato adecuado, según la condición y conducta de cada uno. José Antonio Vaca de Osma, dice también que su faz era tostada y su gesto abierto a la sonrisa, aunque con un cierto deje de ironía. Hay que imaginarlo además con la armadura más deslumbrante, montado en briosos corceles y con mantos de martas cibelinas. A todo esto hay que añadir que era rumboso hasta el despilfarro.
El hermano mayor de Gonzalo, Alfonso, estaba casado con Juana Pacheco, hija del marqués de Villena, por lo que fue muy bien atendido cuando la comitiva llegó a Escalona, donde se encontraban además del marqués, varios personajes.
El que sería para la posteridad El Gran Capitan era familiar de Fernando el Católico, pues su abuela materna, Blanca Enriquez, era hermana del abuelo materno del Rey Católico. Es decir, tenían un bisabuelo común, Alfonso Enríquez, elegido rey en el compromiso de Caspe,, casado con Juana de Mendoza conocida como “la rica hembra” por la enorme dote que aportó al matrimonio.
Su primer matrimonio, organizado por su familia como era habitual en la nobleza de entonces, fue con su prima Isabel de Sotomayor, que falleció pronto y no le dio hijos o no llegaron a la edad adulta, y tuvo que solicitar la dispensa matrimonial mediante bula papal ya que eran primos.
Para el segundo matrimonio se dirigió al rey, que optó por una mujer de la cámara de la reina, María Manrique. Era auténtica señora, del linaje de los duques de Nájera, y con ella se casó el 14 de febrero de 1489.
José Enrique Ruíz Jiménez, autor de otra biografía de Gonzalo Fernández, nos cuenta que María de Mendoza creó en Illora un centro de cultura, invitó a mucha gente, se rodeó de un lujo acorde con su categoría social, vistió la fortaleza con tapices y mantuvo amistad con hombres y mujeres de Granada.
Es más, Gonzalo, sin madre desde pequeño, vio como María Manrique mostraba simpatía a las mujeres no cristianas. Se dice que Gonzalo aprendió de ella una importante lección para su futuro de hombre del gran mundo. Tuvieron dos hijas pero sólo una le sobrevivió y recuperó la tradición de la nobleza casándose con su primo Luis Fernández, conde de Cabra, de modo que pronto hubo un hijo al que pusieron Gonzalo.
En la batalla de la Zubia fue herido porque le mataron el caballo y se salvó porque el caballero Iñigo de Mendoza, que le cedió su cabalgadura y falleció. Se sabe que María Manrique ayudó desde entonces a la familia de este caballero.
Las cuentas del Gran Capitan se encuentran, según Ruíz-Domenech, entre la historia y la leyenda, pues dicen que contestó a Fernando el Católico cuando le pidió cuentas de gastos tras sus actuaciones:
“cien millones de ducados en picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del enemigo”.
“ciento cincuenta mil ducados en frailes, monjas y pobres para que rogasen a Dios por las almas de los soldados del rey caídos en combate”
“Cien mil ducados en guantes perfumados para preservar a las tropas del hedor de los cadáveres del enemigo”.
“Ciento sesenta mil ducados para reponer y arreglar las campanas destruidas de tanto repicar a victoria.
“Finalmente, por la paciencia al haber escuchado estas pequeñeces del rey, que pide cuentas a quien le ha regalado un reino, cien millones de ducados”.
Hoy algunas de estas frases para indicar que las cuotas o explicaciones que se ofrecen son una tomadura de pelo y que el gasto realizado es injustificable y disparatado.
Su experiencia militar tuvo lugar en la guerra de Granada, en especial
el sitio de Tájara, donde hizo con las puertas de las casas un aparato de guerra que avanzaba hacia los muros de la ciudad, lo que atemorizó a los defensores.
En la toma de Illora, fortaleza del círculo que protegían Granada, comenzó a usar lo que después sería habitual en él, su “red de espionaje”, pues comienzan a llegar de noche mercaderes moros, caminantes judíos, mujeres…todos embozados y con chilabas.
Tuvo Gonzalo muchas facilidades para las lenguas y aprendió árabe, lo que le permitió entablar amistad con Boabdil, que sólo quiso parlamentar con él e hizo de intermediario en la rendición de Granada.
Con sus triunfos en Italia, algunos tan famosos como Ceriñola y Garellano, se le considera el creador y organizador del ejército profesional español al volver a dar relevancia a la infantería, que con el uso de arcabuces volvió a tener el papel que la caballería le había quitado durante la reconquista.
Todo empezó en Nápoles donde además de utilizar la caballería ligera de claro origen musulmán, creó pequeñas unidades con gran autonomía preparadas para dar golpes de mano o para llevar a cabo escaramuzas.
También era de influencia musulmana el rehusar el combate en campo abierto. Todo ello con un ejército que cobraba menos que sus contrincantes napolitanos, situación que Gonzalo intentaba superar por medio de halagos y castigos.
Había renovado la concepción medieval de la guerra de choque, sustituyéndola por el empleo de una táctica moderna de defensa-ataque basada en la utilidad de la infantería como cuerpo principal del ejército, con mayor movilidad y una superior potencia de fuego.
En su primer encuentro con Enrique IV Gonzalo tuvo una impresión que curiosamente coincide con el estudio psico-físico realizado por el doctor Marañón cuando tuvo la ocasión de estudiar sus restos y lo calificó de ”feo, grandón y cabezota”.
Su relación con la princesa y luego reina Isabel fue, según Vaca de Osma, una tierna y respetuosa admiración aunque hubo habladurías sobre el favoritismo y cierta debilidad cariñosa de la reina hacia el romántico capitán. Se dice que fue ella la que lo recomendó para su primer viaje a Italia donde Gonzalo pudo desarrollar su nueva forma de hacer la guerra.
Con la muerte de la reina Isabel en 1504, Gonzalo Fernández de Córdoba inició un distanciamiento con Fernando el Católico, sobretodo tras el Tratado de Blois en el que el rey se comprometió a devolver al rey francés las tierras que Gonzalo había repartido a sus oficiales.
Regresó a España cuando fue destituido en 1515 y ya no volvió a Italia.