Victoriano Cremer

 

Victoriano Crémer

Ana Alejandre


Nacido en Burgos en 1907, vivió durante su infancia en Burgos, Bilbao y León, ciudad esta última en la que estudió en el colegio de los Hermanos Maristas.

Su inclinación hacia la poesía le llevó a publicar su primer poema con 16 años en Crónica de León, semanario de dicha ciudad donde residía entonces.

A lo largo de su juventud tuvo diversos oficios: mancebo de botica, vendedor de periódicos, tipógrafo, amanuense, locutor y periodista clandestino, trabajos que compaginaba con su actividad anarcosindicalista en León, ciudad en la que residió una gran parte de su vida y en la que fue siempre muy querido y respetado. Fue secretario del Ateneo Obrero Leonés durante la República.

Su obra "Vía Crucis (Romance obrero)", texto en prosa poética, lo publicó en el periódico madrileño La Tierra, texto que tenía como fondo los sucesos que siguieron a la revuelta anarcosindicalista de Casas Viejas. Con esta obra consiguió un premio de 300 pesetas y también ser expedientado militarmente. Se dio la curiosa circunstancia que el abuelo de José Luís Rodríguez Zapatero, el capitán Juan Rodríguez Lozano, defendió a Crémer ante el tribunal militar y consiguió que se declarase la nulidad del expediente incoado.

Fue condenado a muerte en varias ocasiones durante la Guerra Civil, aunque se libró en todas ellas y, después de salir de prisión, fundó la revista "Espadaña" junto a otros poetas como son Eugenio G. de Nora, Antonio González de Lema, Luís López Anglada, Luís López Santos, Antonio Pereira y otros. Dicha revista fue un referente importante para muchos poetas de la tendencia conocida como 'poesía desarraigada' ya que pudieron publicar en ella, a pesar de los muchos problemas y dificultades con el régimen franquista y fue dicha publicación no solo el medio de expresión para esta corriente poética, sino también la lanzadera de la lucha que mantuvo esa generación de poetas contra el sistema político de entonces.

Su vocación periodística la desarrolló, a partir de 1938, primero en el periódico falangista Proa desde el momento en que salió de la cárcel y, posteriormente, siguió escribiendo en Pueblo, ABC, Informaciones y la cadena SER.

En la obra poética de Victoriano Crémer se pueden encontrar desde las preocupaciones sociales que le llevan a denunciar las injusticias y la necesidad de la solidaridad humana, hasta las claves del existencialismo con su carga de angustia, el sentido del absurdo de la vida humana y el vacío existencia. También se encuentra en su narrativa iguales tendencias, entre las que destaca las obras como son Libro de Caín (1958) e Historias de Chu-Ma-Chuco (1970).

A lo largo de su vida literaria, recibió innumerables premios entre los que destacan la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo en 2007, año en el que celebró su centésimo cumpleaños. Recibió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo en 2007, año en el que celebró su centésimo cumpleaños. A esa distinción se suman la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes que le fue otorgada en 2008, premio que reconocía su larga carrera literaria que comenzó con su primera obra Tendiendo el vuelo, fechada en 1928, a la que siguieron las obras que aparecen reseñadas en el apartado Bibliografía de este espacio.

A pesar de haber cumplido cien años, seguía publicando una columna diaria, titulada Crémer contra Crémer, en El Diario de León.

Falleció a la edad de 102 años, el 27 de junio de 2009, lo que le convirtió en el poeta más longevo de España.

 

 

Bibliografía de Victoriano Cremer

Poesía:
Tendiendo el vuelo (1928).
Tacto sonoro. Puestos de tierra adentro (1944).
Fábula de B. D. (1945).
Caminos de mi sangre 1947.
Las horas perdidas (1949).
La espada y la pared' (1949).
Nuevos cantos de vida y esperanza (1951).
Nuevos cantos de vida y esperanza II (1952).
Libro de Santiago (1954).
Furia y paloma (1956).
Con la paz al hombro (1959).
Tiempo de soledad (1962).
Diálogo para un hombre solo (1963).
El amor y la sangre (1966).
Poesía total (1944-1966) (1967).
Nuevas canciones para Elisa (1972).
Lejos de esta lluvia tan amarga (1974).
Los cercos (1976).
Poesía (1944-1984) (1984).
El mundo de José Jesús (1987).
El cálido bullicio de la ceniza (1990).
Ciudad de los poetas (1990). (Varios poetas)
La escondida senda (1993).
El fulgor de la memoria (1996).
Parábola de Amalia "La Petarda" (1997).
La resistencia de la espiga (1997).
La paloma coja (la encrucijada) (2002).
Cualquier tiempo pasado (2003).
El palomar del sordo: poesía en llamas (2005).
Relámpagos tardíos (2007).
Antología poética (2007).
El último jinete (2008).
Narrativa:
Libro de Caín (1958). Novela.
Historias de Chu-Ma-Chuco (1971). Novela.
Libro de San Marcos (1981). Biografía y novela.
Los trenes no dejan huella. Historia secreta de una ciudad (1986). Novela.
Los extraños terroristas de la Sábana Santa (marionetas, títeres y otros volatines) (1994).
La casona (2001).

Otras Obras:
"Prólogo y pauta" a Carreño, José Víctor, Alba de ayer (1949).
El trabajo y la poesía (1960). Ensayo.
"Prólogo" a Paniagua, Eleuterio, Los hombres se matan así (1961).
León (1961).
Burgos (1965).
León y la tragedia de don Pedro Balanzategui Altuna (1969). En colaboración con José Eguiagaray Pallarés.
Libro de Vela Zanetti (1974).
Artistas en la galería de Maese Nicolás (1977). Autor principal, León Maese Nicolás; textos de Antonio Gamoneda y Victoriano Crémer.
El libro de los derechos del niño (1978). En colaboración con Gloria Fuertes y Carmen Conde.
León inevitable (1978).
Victoriano Crémer: ante el espejo. León 1920-1940 (1978). Biografía.
León insólito, ayer y hoy (1981).
Vela Síller (1981). Exposición, catálogo. Textos de Victoriano Crémer et alii.
"Prólogo" a Serrano y Hernández, José Alberto, Filosofía del sentimiento de Jean Jacques Rousseau (1982).
Tabla de varones ilustres, indinos y malbaratados de la ciudad de León y su circunstancia (1983).
El viajero sospechoso (1987).
La cueva del minotauro: recuerdo y presencia de la Unión General de Trabajadores en León (1988).
Arte Lancia (1989).
Victoriano Crémer y los niños (1989).
"Discurso sin destino" (1992) Discurso pronunciado con ocasión de su nombramiento como Doctor Honoris Causa en la Universidad de León el 18 de octubre de 1991.
Libro de Castilla y León (1992). En colaboración con otros autores.
León en el Camino (1994). En colaboración con Javier García-Prieto Gómez.
León (notas para una antología leonesa) (1995).
León a la vista (1995).
La Galicia de Villaamil. Exposición homenaxe: Carlos Villaamil: 1932-1989 (1995).
Camino de Santiago (1995). Catálogo exposición del 30 de mayo al 25 de junio en la Casa de Galicia en Madrid; imágenes de José Arias y textos de Victoriano Crémer, publicado como libro por la Junta de Galicia.
León: ayer y hoy (1997).
Arte Lancia. 15 años - 15 pintores (2000). Catálogo de la Galería de Arte Lancia con textos de Victoriano Crémer.
Numerosos artículos publicados en El Diario de León.

Premios:
Premio Boscán del Instituto de Cultura Hispánica (1951)
Premio Ondas de Radio (1959)
Obtiene el Premio Nacional de Poesía Leopoldo Panero (1963)
Beca March de Literatura (1966)
Premio Punta Europa (Madrid) (1965)
Premio Ciudad de Palma de Teatro.
Premio Nueva España, de México (novela).
Premio Ciudad de Barcelona de Poesía castellana.
Premio de la Junta de Castilla y León de las Letras.
Doctor Honoris Causa de la Universidad de León (1991)
Académico de Honor de la Institución Fernán González de Burgos.
Presidente de Honor del Instituto de Estudios Cidianos de Burgos.
Miembro de la Academia Castellano-Leonesa de Poesía.
Medalla de Oro de la Cámara Oficial de Comercio de León.
Medalla de oro de Arte (Santander).
Cronista Oficial de la Ciudad de León.
Hijo adoptivo de León y de Villafranca del Bierzo.
Leonés del año (1992)
Juglar de Honor de Fontiveros.
Premio Castilla León de las Letras (1994)
Premio León Felipe de Poesía (junto a Eugenio de Nora) (1998)
Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo (2007)
Premio Gil de Biedma de Poesía, de la Diputación Provincial de Segovia (2008)
Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2008)

 

 

Poemas de Victoriano Crémer

POESÍA (1966)

(De El amor y la sangre, 1966)

"Que se mueran los muertos
de una vez para siempre..."

Compusieron el gesto,
arreglaron las dulces cabelleras,
sacudieron el polvo ingrato de las sendas,
y, relucientes, penetraron
en la casa revuelta.

Amontonados, yacían
hombres, sangres, palabras,
miserables partículas de música,
amarillas cartulinas feroces,
maderas pulidas por el sueño.

Reclinados 
contra la sombra, refulgían
humildes armas de trabajo,
de vacilantes aureolas;
grumos de muerte y duelo
y mantos y banderas oscuras de silencio.

Y dijeron:
- ¡Basta!
¡Hay que cambiarlo todo!

Abrieron grandes fosos
y en ellos arrojaron
-ardiente escoria que traspasa
los límites del odio-,
sangres, mantos, banderas
aún húmedas de pólvora;
recuerdos con los ojos arrasados
de vibrantes grafáis,
viejos marcos
vacíos de su cálida entraña, y el silencio,
el silencio anudado
a la garganta indómita del grito...

Y añadieron:
-¡Ya está...! Ahora a olvidarlo.
Porque hay que enterrar posmuertos
de una vez para siempre.
Y vivieron felices y tranquilos
en la casa vacía.


  EL AMOR Y LA SANGRE

(De El amor y la sangre, 1966). 

«Borradle. Labraremos la paz, la paz, la paz,
a fuerza de caricias, a puñetazos puros...»

Blas de Otero

El amor sube por la sangre. Quema
la ortiga del recuerdo y reconquista
el ancho campo abierto, la ceniza
fundadora, que la brasa sostiene.

El amor es herencia de la sangre,
como el odio, su amante, y se mantienen
íntimos, besándose, nutriéndose
de sus dobles sustancias transmitidas.

Nada podrá arrancarles de su abrazo:
La espada, el hielo, el tiempo, con sus filos
mezclarán sangres, que, lluviosamente,
germinarán odios, amor o nuevas sangres.

¿Cómo decir:
—«Aquéllos, que nunca conocieron
la sangre derramada, que separen
el odio del amor y reconstruyan
las viejas catedrales de la dicha...»

¿«Aquéllos»?, ¿son acaso otros que los murientes
trasvasados, hechos de sangre antigua?
No es posible lavarse el alma ni las manos
cuando fluye hacia ellas sangre y olor a sangre.

Si ha de hacerse el amor, será con sangre
trepadora, quemante, conocida,
pura sangre del odio, amante impávido
que el amor fecundiza.

Si ha de hacerse la paz...

—¡Callad, campanas!,
¡Ved la tierra, la tierra, que resume
su tempero sangriento y le convierte
en paz, en paz, a puñetazos puros...!

SUEÑO, PORQUE VIVO EN MÍ...

(De El amor y la sangre,1966) 

Sueño, luego existo.
                                          Pienso
que sueño tan hondo y cierto
que el sueño me despierta
en mitad del pensamiento.

Y me duele este soñar,
pensando que es tan sin sueño,
que los sueños se me rompen
—espumas del pensamiento—
en las arenas del mar
en que soñando, navego.

¿Pero existo? ¿Dónde y cómo?
Aquí, encerrado, me encuentro
en el sueño sin salida
que teje mi pensamiento,
preguntándome, doliéndome,
de ser, soñándome, cierto.

Soledad de soledades:
ya ni yo mismo me sueño,
pensando que existo y soy
sueño de mi pensamiento.

“El amor y la sangre”

(De El amor y la sangre, 1966

“Borradle. Labraremos la paz, la paz, la paz,
a fuerza de caricias, a puñetazos puros…”
Blas de Otero

El amor sube por la sangre. Quema
la ortiga del recuerdo y reconquista
el ancho campo abierto, la ceniza
fundadora, que la brasa sostiene.

El amor es herencia de la sangre,
como el odio, su amante, y se mantienen
íntimos, besándose, nutriéndose
de sus dobles sustancias transmitidas.
Nada podrá arrancarles de su abrazo:
La espada, el hielo, el tiempo, con sus filos
mezclarán sangres, que, lluviosamente,
germinarán odios, amor o nuevas sangres.

¿Cómo decir:
-“Aquéllos, que nunca conocieron
la sangre derramada, que separen
el odio del amor y reconstruyan
las viejas catedrales de la dicha…”

CANCIÓN PARA DORMIR A UN NIÑO POBRE (Ana)

(De Nuevos cantos de vida y esperanza)
(1952-1953) 

Ángeles con espadas
custodian el aire.
Un toro de sombra
mugiendo en los árboles.

—Madre, tengo miedo
                del aire.

Mira las estrellas.
Aún no son de nadie;
ni son del Obispo
ni son del Alcalde.

—Madre, quiero una
                que hable.

Patitas de cabra
siguen vacilantes
al osito blanco
de la luna errante.

—Madre, quiero un oso
                que baile.

Pandero de harina:
luna en el estanque.
Las cinco cabrillas
sin cesar, tocándole.

—Madre, se me hielan
                las carnes.

Floridas de escarcha
ya son como panes.
La aurora las dora
y acorteza el aire.

—Madre, no te oigo.
                ¡Tengo hambre!

¡Uuuuuuuh...! Duerme, mi niño;
que viene el aire
y se lleva a los niños
que tienen hambre.

MADRIGAL DE PAZ

( de Furia y paloma) (1956) 

Por esta paz, esposa, que te ofrezco,
ya madura en la sangre, hecha corteza,
qué paciente tributo de tristeza
pagué día por día.

                                      ¡No merezco
tanto dolor!

(El hombre, entre las manos
a veces tiene un corazón y quiere
morir con él intacto. Pero muere
lleno de soledad).

                                      Ecos lejanos
traen mi voz antigua de metales;
mi fría voz de hielos transparentes.

¡Que hasta tu nombre, esposa, fue en mis dientes
tallo de amargas hieles minerales...!

Pero todo es ya campo sin orillas,
lleno de paz. El sol se transfigura
en la ceniza gris de esta clausura,
y abandona sus llamas amarillas.

Yo soy para ti, esposa, como un viento
que humildemente llega y se deshace
contra tus ojos; en agua que renace
entre sus piedras, sin color ni acento.

No es posible dar más de lo que he dado
para llenar el pozo al que me asomo.
El pan que yo te traigo; el pan que como
tiene sabor de trigo macerado.
Trigo soy con sustancia. Pan en duelo
para el desconocido.

                                            (El hombre quiere
gritar "Amor" a veces, pero muere
en el silencio, en tanto el alto cielo
se llena de esta paz, esposa, de esta
consagración definitiva).

                                                —¡Toma
mi paz de sangre!

                                    ¡Goce mi paloma
del esplendor caliente de su fiesta...!





MUCHACHA FEA ANTE EL ESPEJO

Tímidamente pregunto
por mi carne de nardo
a los hondos espejos de la noche,
en la soledad de las alcobas.

Como ríos inmóviles, naciendo de improviso,
la imagen desolada me devuelven,
en un oscuro grito sumergido:

(Mi quebrada cintura, el amplio abrazo,
que sostienen mis hombros;
mis duros besos, la mirada
de doliente tigresa
y este mi vientre estéril
que soporta su brío de mar encadenado.)

Los encajes marchitan sus frescas azucenas
entre olor de manzanas;
y los oscuros cuencos que contendrán mis senos
se esparcen como rosas quemadas en la espera.

¿Qué tonos violentos, qué descrinados potros
romperán con sus cascos mis helados cristales,
mi azorado silencio,
mi soledad, poblada de nieblas y rubores?

Me siento desvelada por manos de ceniza,
recorrida por tristes miradas compasivas,
evitada por sauces y ríos vigorosos
a quienes doy mi blanco desnudo palpitante.

Lejanas voces claman.
Cuerpos, como montañas, se golpean, se funden,
y su lava se vierte
sobre la vida ávida, fecundando sus brotes...

Rompen ríos de sangre sus oscuras cortezas,
y entre bosques, se buscan
y mezclan sus furiosos caudales enemigos
elevando a los cielos sus sangrientos despojos.

Y yo, sola, me busco
entre espejos siniestros;
sin encajes ni lágrimas, con mi triste desnudo
—¡Oh fealdad doliente!—,
saltándome a los labios
como un perro, en la triste soledad de mi alcoba...





“Dulce amor” Ana

Recogido en “Los signos de la sangre” (Poesía 1944-2004).

Las cosas suceden así,
sencillamente:

Vuelven del trabajo
con sabor de cal viva entre los dientes.
la esposa les contempla con costumbre.
-¿Quién dice amor, si la palabra estalla?-.

Y cogen del pan,
como si fuera barro y arena,
un puñado tan sólo.
(Es pan de pobres, desalado y negro
y triste como el silencio de la casa toda.)

Y se marchan.

(La esposa les oye cerrar la puerta,
pero no dice nada. ¡Está tan cansada!
Prefiere aquella fría soledad
con olor de abandono.

Pudiera recordar su juventud y dormir,
pero ¿quién sueña o duerme?
Los pobres no recuerdan;
mueren como las piedras roídas de las murallas.

Ellos, en tanto, beben
un agrio vino con sabor de azufre;
y si ríen y gritan y golpean,
es porque -¡Dios, qué vida!-
da rabia beber sin alegría.

Acaso entonces lleguen hombres
de esos que velan por la paz de las familias,
y les hablen del dulce amor de las esposas
y del descanso junto al fuego,
escuchando, por la radio, una dulce canción,
mientras los niños buscan en el atlas
países coronados de yedras o corales…

Si esto sucede, gritan con más fuerza
y beben más vino agrio con sabor de azufre,
hasta que ya no saben dónde tienen los ojos,
ni por qué les duele el corazón.

Les arrojan con prisa.
La calle es larga, y en el firmamento
las estrellas relucen.

Regresan a la casa -¡oh dulce hogar!- llorando.
La esposa les contempla con costumbre.
-¿Quién dice amor, si la palabra estalla

CANCIÓN SERENA

Un día puro, alegre, libre quiero.

Fray Luis de León

No me dejéis así:
Sorbido por la tierra
hondísima y vibrante como el clamor penúltimo;
con este olor maduro de soles y horizontes
abriéndome en el pecho un surco luminoso.

No es que el cuerpo me suene a cristal derramado
ni que diez corazones me alanceen las yemas,
ni que cielos redondos agolpen sus rebaños
a mis ojos mastines, ladradores de cimas.

Es que un mar fugitivo rinde velas y senos
y pétalos y espumas en la gozosa playa
donde el rumor se atreve a mancillar la sombra.
¡Y se me ciegan labios y gritos y pupilas!

Es que siento que el aire es de carne dulcísima
y la luz sólo luz. Que el contorno me huye
a bandadas blanquísimas de palomas y lirios
y me abandonan manos y dientes y melenas.

¡No! ¡No me dejéis así! Moriría desnudo
sin sentirme morir.
Recogido en “Los signos de la sangre” (Poesía 1944-2004).

CANTO TOTAL A ESPAÑA

(De La espada y la pared (1949)

          II

Más que verte, sentirte en las entrañas
y asistir al galope de tu voz en mis venas,
y rehogar el alma en tu aceite y tu lumbre
mientras los dientes mascan tu resollar de tierra.

Pero no basta tu nombre, aunque me azote
como un bosque de espadas violentas;
ni tu aliento abrasado, aunque derrumbe
mis tristes huesos de arena.

Que tu nombre, o tu aliento, o tu mirada
caminos son que al corazón te llegan;
partes crujientes de tu ser más hondo,
sosegados perfiles que te muestran.

(Así el redondo son, lejano y tímido,
no es la campana misma, ni la fiesta;
sino tu voz tan sólo,
su musical presencia).

Te necesito a ti España, toda;
cuarzo gigante, macizo bosque o piedra;
cielo total de corazones
en pena.

Te necesito España
unánime y entera
como el clamor del viento
sobre la mar inmensa.

No España tuya o mía.
¡España nuestra!
Geografía íntegra, trasvasada en halago
de materna entereza.

Porque todos son hijos de tu carne y tu sangre,
sueños de tu vigilia, cuchillos de tu vela..

 

 

Recital de poemas de Victoriano Cremer

En esta ocasión se acompaña el video del recital de poemas de Victoriano Crémer en las voces de Juan González Castejón y Ana Alejandre.

Este video se puede ver indistintamente tanto en esta web como en el canal en Youtube de Editanet, a través dl vínculo siguiente o del vínculo a Youtube que aparece en el lateral izquierdo de esta web junto a los otros iconos de las redes sociales.

Recital de poemas de Victoriano Crémer

 

Recital de poemas de Victoriano Crémer

 

 

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