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Lejos del negro absoluto.

Lejos del negro absoluto

Empar Fernández

Desde hace unos días una marca muy conocida de electrodomésticos ofrece la posibilidad de adquirir un televisor en el que poder disfrutar del “negro absoluto”. El asunto no me roba el sueño pero, como novelista de género, me interesa la terminología utilizada para estimular la compra del aparato en cuestión que no es otra que la que se desviven por emplear muchos editores. Lo negro está de moda. Los autores que desde hace años nos dedicamos a la novela negra todavía debatimos en los innumerables encuentros y festivales sobre el peliagudo asunto de las obras que pueden ser consideradas negras y las que no merecerían recibir la preciada etiqueta.
Aunque la pelota sigue en el tejado y quedan cientos de páginas por escribir al respecto, muchos iniciados coincidirían en considerar “absolutamente negras” las novelas policiales en general y aquellas que remiten directamente a los clásicos norteamericanos de los padres fundadores Chandler y Marlowe. Las “novelas enigma” (Poe, Agatha Christie, Conan Doyle) merecen otro tratamiento y no el de absolutamente negra;, aunque llegados a este punto sería conveniente señalar que no hay novela negra sin enigma. Algunos entendidos, con ánimo contemporizador y sin excesivo éxito, se esfuerzan por imponer una terminología de carácter general: novela criminal.
Visto lo visto descartaríamos muchas obras que escapan a los estrictos cánones defendidos a primera sangre por algunos expertos obstinados en preservar las esencias de la negritud y por muchos lectores que se sorprenden al acabar una novela que en cuya faja promocional reza “negra” y que consideran que no merece tal epíteto. Para obviar lo que personalmente ya resulta una repetitiva apreciación referida a mis dos últimas novelas (La mujer que no bajó del avión y La última llamada) y en complicidad con autores y expertos (Anna Maria Villalonga, Xavier Borrell, Elena Losada...) hemos empezado a referirnos a cierto tipo de novelas tremendamente oscuras como novelas “gris asfalto”.
En una novela “gris asfalto” el crimen no es un elemento imprescindible y, de existir, a menudo es fruto del azar o de la fatalidad; no es un propósito en sí mismo ni reside en la naturaleza de los protagonistas. No encontraremos en sus páginas ni perversos psicópatas ni amorales sociópatas, sino hombres y mujeres que en nada se diferencian de nosotros mismos, de nuestros vecinos de escalera o de nuestros colegas sea cual sea nuestra dedicación laboral.
En todas ellas el barrio, las calles, las plazas, la carretera… juegan un papel determinante en la trama y la acción es inseparable del escenario urbano en el que tiene lugar. No necesariamente dichas calles serán las más emblemáticas de una ciudad, calles que acostumbran a ser las más utilizadas en la narrativa negra. La narrativa “gris asfalto” insiste en abrir el foco y alejarse de los rincones urbanos más habituales en la ficción ya que no necesariamente son los más conflictivos.
También es relevante en la novela la transformación del paisaje urbano así como las dificultades que atraviesan sus gentes. En este sentido la novela gris asfalto se sitúa en las proximidades de la crónica social más que en la novela de denuncia y hace especial hincapié en la descripción de ambientes y atmósferas no necesariamente marginales.
El personaje que intenta descifrar el “enigma” no es un profesional –funcionario o investigador privado- y no obedece ningún tipo de protocolo. Tampoco dispone de los recursos que caracterizan a cualquier cuerpo policial por modesto que sea. Generalmente está estrechamente relacionado con la trama y es uno de los interesados en encontrar una explicación a los hechos.
En este tipo de novelas en el origen del “conflicto” que da sentido a la narración encontraremos sentimientos tan cercanos a todos nosotros y tan íntimos como el resentimiento, la envidia, los celos, la culpa… Personalmente me interesa lo que ocurre entre el sofá, la mesa y la cama, lo que se esconde tras la apreciación de la vecina que afirma que el autor del delito es una buena persona y quiere mucho a sus hijos y a su mujer. El ámbito doméstico, familiar, laboral, de barriada, de vecindad. La novela “gris asfalto” no aborda temas como el crimen organizado o el espionaje industrial.
Para acabar resulta importante precisar que en las novelas voluntariamente adscritas a este subgénero la oscuridad está en la mirada del narrador, una mirada contaminada de pesimismo, de falta de expectativas, de incapacidad de mejora, una mirada sombría. La mirada del perdedor, la mirada de la perdición.
Si alguno de los lectores quiere saber algo más puede leer La mujer de gris de Anna Maria Villalonga (Ed. Navona) o los relatos que integran La profundidad del Mar Amarillo de Nic Pizzolatto (Black Salamandra). Sin duda entenderá sin dificultad a qué me refiero en estas líneas.

 

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