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Alfonso X

Alfonso X

 

Alfonso X

ALFONSO X

UN REY EDUCADO Y SABIO, SIN AMOR Y CON MALA SALUD

Lura López-Ayllon

Sus obras son todas importantes pero una de ellas, las Cantigas, 420 composiciones y 2.400 miniaturas, es una reconstrucción en tres dimensiones – texto, dibujo y música- de la Europa de su siglo y contienen también datos de su propia biografía, contada por el historiador Salvador Martínez.

Representan también el repertorio musical más importante de Europa en cuanto a lírica medieval y se conservan en cuatro espléndidos manuscritos que fueron destinados a la cámara regia y el uso personal del rey y su cámara.

El infante Alfonso nació en Toledo cuando su madre se dirigía a una de las campañas de su marido Fernando III el día de San Clemente de 1221, y fue criado en Burgos por considerar que así le protegían de los avatares de la corte, desde los tres a los trece años.

Su intelectualidad le vino por influencia de su madre, Beatriz de Suabia, una princesa alemana rubia, fina, menuda y refinadísima, educada en la corte de su padre, Felipe de Suabia, donde convivió en con sabios musulmanes y judíos. Al parecer fue tan querida por sus hijos que en su tumba había unas flores entre sus manos.

Gestar diez hijos, de los que sobrevivieron ocho, y su afán por acompañar a su marido siempre en campañas bélicas, le costaron la vida a los 37 años, dejando a Alfonso huérfano a los catorce años, pero habiéndole transmitido su huella.

La formación de Alfonso fue humanística y laica, con personajes de la corte de su padre por ser el heredero, pero con dos hermanos, Enrique, según algunos el mejor poeta de su época, y Fadrique, asistieron a la Universidad de Paris

Del segundo matrimonio de su padre con Juana de Ponthieu, nacieron otros cinco hijos, de los que destaca su hermana Leonor, casada con el Longchamps de Braveheart, con el que estuvo refugiado cinco años su hermano Enrique.

Alfonso tuvo un carácter inmaduro e introvertido, quizá por la falta de contacto con su padre, pero mantuvo siempre una gran admiración por Fernando III, que puso siempre un cuidado muy especial en la educación completa de su heredero, y no sólo en aspectos de conocimiento sino en los de su persona y sus quehaceres humanos.

Los rasgos del rey según aparecen en las Cántigas le muestran como una figura de ojos azules brillantes, nariz aguileña, barba muy cuidada, labios rojos, pelo rubio y tez clara, pero su imagen va cambiando y mostrando el ansia y el dolor que su enfermedad y sus contratiempos personales fueron marcando.

El clérigo u hombre de letras de la época comenzaba estudiaba las siete artes liberales -gramática, lógica, retórica, aritmética, geometría, música y astronomía-, aunque después Alfonso añadió medicina y metafísica.

El futuro rey Alfonso X tuvo siempre una curiosidad intelectual insaciable y a menudo desaparecía de la vida pública para ir en busca de manuscritos o para encontrar tiempo para trabajar en sus proyectos intelectuales.

Alfonso estudió árabe tras la conquista de Murcia, donde eligió a varios de sus maestros y estudió filosofía y teología del Coran. Se sabe que asistió en persona a alguna de las clases de Ibn Abu Bakr al-Riquti, que admitía en su escuela a árabes, judíos y cristianos.

La filosofía aristotélica fue rescatada por él a través de las traducciones de Averroes, entonces novedad en Europa, y en su corte confluyeron la corriente humanista tradicional y la de Aristóteles.

Su labor se vio entorpecida por su salud, y aunque los historiadores dudan si fue un cáncer maxilofacial o un tumor con periodos virulentos, le provocó durante mucho tiempo enormes dolores de cabeza, hasta el punto que en ocasiones los ojos se le salían de las órbitas. Hoy se opina que pudo ser un carcinoma epidermoide en el maxilar que se fue extendiendo por toda la cara. Su propio hijo Sancho llegó a acusarle de loco y leproso.

Los doctores han puesto actualmente de relieve que los pacientes de cáncer, como fue el caso del Rey Sabio, sufren dolores que van desde la ansiedad, la depresión y las reacciones violentas, hasta llegar en algunos casos al suicidio.

Lo importante de la situación es que la enfermedad le provocó arranques violentos con dos de sus hermanos Fadrique y Enrique. Al primero lo mandó matar y con el segundo tomó decisiones contrarias al humanismo que defendía.

Su cadáver sufrió dos autópsias, una de 1579 y otra de 1948 , y en esta última el doctor Delgado Roig encontró deformidades en la mandíbula y perforación en el hueso nasal izquierdo y se sabe que aún en vida perdió el ojo izquierdo. Por otra parte sufrió durante años de hidropesía, como le había sucedido a su padre.

En cuanto a su vida amorosa, mantuvo varias relaciones pero la más importante fue la de la noble dama doña María de Guzmán, con la que mantuvo un romance desde los 19 años, y con la que tuvo una hija a la que puso el nombre de su madre, Beatriz. Esta hija fue la que le acompañó en su soledad final en Sevilla y fue casada por su padre con Alfonso III de Portugal y fue madre del famoso don Dionís. Tuvo asimismo otras dos relaciones y otros hijos.

Casó Alfonso, a los 28 años, con Violante de Aragón, hija de Jaime I, que tenía 15 años, pero con un carácter firme y muy capaz de defender sus derechos y conseguir sus propósitos. Al parecer no fue un matrimonio feliz a pesar de la abundante descendencia y apoyó a su hijo Sancho en su rebelión contra Alfonso frente al primogénito Fernando, llamado “el de la Cerda”. Se sospecha también que envenenó con unas cerezas a su hermana Constanza, casada con el infante Manuel.

La salud de Alfonso, que le ocasionó trastornos psicológicos y de estabilidad mental, fue siempre tan delicada que los estudiosos se preguntan como pudo afrontar su ingente obra cultural, en la que el castellano comenzó a ser la lengua de las ciencias, la historia y el derecho.

El rey puso en marcha a los 31 años una auténtica “revolución cultural” que le proporcionó el nombre por el que será conocido, “El Sabio”, y comenzó a lanzar su “proyecto historiográfico”, “la Estoria de España”.

Salvador Martínez nos cuenta que en estos y otros proyectos en lengua vernácula tenía a quien parecerse si recordamos la obra de su abuelo Alfonso VIII, que fundó la Primera Universidad española, la de Palencia, e impulsó el comienzo de los estudios de Salamanca, así como la obra de su abuela, la gran Berenguela.

Su educación laica judeo-musulmana le ayudó a completar sus proyectos por medio de su actuación en Toledo, donde sobrevivía una vigorosa cultura arabigo-judía y se realizaban las traducciones, y en Sevilla, ciudad donde pasó muchos años y estableció el centro cultural de la península, y donde se puso en marcha un nuevo humanismo que ponía el saber no cristiano en pie de igualdad y en completa independencia del fenómeno religioso.

Las traducciones, que continuaban otra fase de esta actividad en Toledo, no se realizaban en una escuela física, sino que eran elaboradas por dos o más personas, una que pasaba el texto del árabe al castellano y otra que lo hacia del castellano al latín, es decir, musulmán o mozárabe, judío y clérigo.

Uno de los hechos más importantes y espeluznantes de su reinado que atribuyen a las consecuencias de su enfermedad, fue su comportamiento con su hermano Fadrique cuando Alfonso era tan humano y tan amante de los procesos jurídicos y cuando las penas para sus delitos no llegaban a tanto. Hoy los historiadores piensan que el delito encontrado en su hermano y Ruiz de Cameros fue el de sodomía. El rey no solo lo condenó sino que mandó que fuera estrangulado y arrojado a un estercolero.

A su otro hermano, hombre muy culto y poeta, ambicioso y aventurero, le expulsó y tuvo que buscar refugio junto a su cuñado Eduardo de Inglaterra, el famoso enemigo de William Wallace, que estaba casado con su hermana Leonor, hija del segundo matrimonio de su padre Fernando III.

Salvador Martínez rastrea otros aspectos de la vida de Alfonso como sus recorridos visitando monasterios en busca de libros y manuscritos y donde en ocasiones se hizo prestar obras para copiarlas. En alguna ocasión se le pidió un recibo que el rey no tuvo problemas en dar.

Una de las primeras obras, “Los libros del saber de astrología”, es una recopilación de 16 tratados, que cuentan la mayoría de ellos, con un prólogo escrito por el propio Rey Sabio, así como el “Libro de las formas y de las imágenes” y varios tratados de astrología mágica, entre ellos el Picatrix.

Poco después, en 1276, comienzan las obras astronómicas como “Cuatro libros de las estrellas fijas de la ochava estera” al que también puso prólogo personalmente.

En 1280 se acabaron los cuatro primeras partes de la “General Estoria” y poco antes de morir comienza y pone fin al “Libro del axedrez, dados e tablas”.

Al final de su vida, su esposa Violante se hizo con el control del poder a través de su hijo Sancho y eso amargó sus últimos años, pues él intentó ay udar y defender los derechos de los hijos de su primogénito Fernando de la Cerda, fallecido prematuramente, que fueron llevados a Aragón para quitarles el contacto con la nobleza castellana.

Tras su muerte tras unos años de soledad en Sevilla sin apoyos excepto los de su hija Beatriz, su hijo Sancho y su nuera María de Molina fueron contrarios a su concepto cultural y volvieron a la ortodoxia tradicional, lo que quedó reflejado en los Castigos y Documentos de Sancho IV.

 

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