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Edición 1º - Febrero/Marzo de 2008.

Amado siglo XX

Amado siglo XX Francisco Umbral, Edit. Planeta Barcelona, 2007

No Ficción.

Amado siglo XX
Francisco Umbral,
Edit. Planeta
Barcelona, 2007

por Ana Alejandre


Según decía en la reseña de esta obra imprescindible, este libro parece que es la despedida literaria de un autor prolífico y brillante que llena buena parte de la historia de la literatura española y del periodismo de la segunda mitad del siglo XX, título éste que adopta este libro en el que el autor hace un repaso nostálgico, tierno y sin atisbos de revanchismos ni rencor, pero sí de cierta nostalgia y compresión de todos y cada unos de los personajes que fueron y son, algunos al menos, parte imprescindible de esa misma historia que Umbral recrea a través de sus agudas y lúcidas observaciones de esa parte de la historia que conoce -y reconoce también como una parte de su propia vida-, y en los capítulos dedicados a aquellos personajes con los que parece no haber tenido nunca una especial comunicación o armonía, como puede ser el del dramaturgo Francisco Nieva, cuando afirma sin rencor que siguen sin saludarse mutuamente, añadiendo que “una tontería de cien años sigue siendo una tontería”, o bien en el apartado dedicado a esa figura estelar del pensamiento español como es Francisco de Ayala, cuando dice de él que "Ayala tiene ahora algo de pila agotada, pero es que lo tenía ya a los 30 años, si mal no recuerdo", aunque, a modo de disculpa añade con tono de regañina dirigida a sí msimo "Uno tiene algo de cómico viejo. En lo de Ayala hay mucho dolor de lo mío y por eso me he ensañado, sigamos.. En realidad estaba hablando de mí y que el lector me perdone”.

A pesar de que los pasajes más agrios o duros los dirige contra Unamuno, entre otros, al que califica de “fascista”, pero añadiendo como nota disculpatoria de lo dicho antes que es un fascismo creado por el uso del idioma. También se dirige hacia Laín Entralgo, figura señera del pensamiento filosófico español, calificándolo como “el gran intelectual de la Falange”, a pesar de que después de la muerte de Franco lo califica de “rojo”, cuestionando su ambivalencia política y su dualidad de pensamiento en esta área, aunque añade para quitarle importancia a sus calificaciones que "leído y repetido, siempre nos puede enseñar algo". Es decir, siempre encuentra la disculpa que matiza o suaviza el juicio que realiza de cada personaje, como si intentara pedir perdón, añadiendo que de todo lo dicho en contra de cada uno de ellos siempre se puede encontrar la parte de alabanza y admiración que parece negarle en sus afirmaciones anteriores.

Otros dardos de cierta malevolencia, matizada de ternura, los dirige contra Ortega al que dedica frases como “era un liberal mal acostumbrado por el golf, las marquesas, los amores argentinos y el tabaco", y hacia Franco del que dice que “muere sepultado en la cama como un personaje egipcio de zarzuela”.

Hay una parte en la que aparecen los personajes preferidos para este autor, la mayoría escritores o filósofos, cpmp Eugeni D’Ors, García Lorca, Proust y un personaje extraño y diferente entre ese grupo de intelectuales como es el de Jaime de Marichalar, al que le concede tintes proustianos por su evidente soledad.

Umbral tiene una visión dual de esta parte de la historia, de la que es partícipe señero en la vida intelectual española, porque su mirada va desde el interior al exterior y a la inversa, es decir, se ve también a sí mismo y reflexiona sobre su propia condición como si su mirada fuera externa y medita con distanciamiento sobre su propio y personal estilo literario, su deseo evidente de protagonismo, pero todo ello escrito con una humildad sorprendente en este singular personaje y brillante escritor que advierte al lector desde el principio de que "no vamos a ser historiadores de lo grande, sino cronistas de lo minutísimo, quede el lector advertido de que en este libro impera lo insignificante". Es decir, Umbral hace, en esta obra, personalísima y extraña, un acto de extrema sinceridad, sin atisbos del menor deseo de vanagloria ni revanchismo, porque en esta obra se nos muestra el Umbral más humano, sencillo, sincero y melancólico de todos.

Este escritor tan singular y de personalidad acusada que mezcla la prosa exquisita y directa, propia de un gran conocedor y practicante del más puro estilo periodístico, y con el toque de romanticismo trufado de un cierto aire machista por sus afanes por las “adolescentes peripatéticas”, machismo al que negaba en su propia escritura al afirmar que “se es machista, cuando se deja de ser macho”, y con el dandismo evidente en su propia y personal indumentaria, bufanda blanca en cualquier época, amigo de marquesas y asistente asiduos a los actos de una vida social que denostaba, en una contradicción evidente de un talante personal complejo, se puede decir que este libro es quizás la mirada nostálgica de quien siente el paso del tiempo y quiere dejar constancia de lo mucho que ha vivido, escrito, leído y conocido de un mundo en el que ha sido testigo y protagonista, a la vez, y del que, quizás, se despide suavemente y sin estridencias, dejando constancia de su pluma magistral en la que resuenan los ecos nostálgicos de un escritor que quizás siente la evidencia de que aún le falta por escribir su “gran obra”, lo que tanto le reprochaba Laín Entralgo, y que piensa, o sospecha, que el punto y final de su obra, la mejor, parafraseando a Oscar Wilde, será el que ponga fin a su propia existencia, porque su obra maestra es su propia vida.

Hoy, Húpiter

Hoy,Júpiter Luís Landero Tusquets Editores Barcelona, 2007.

Hoy,Júpiter
Luís Landero
Tusquets Editores
Barcelona, 2007.

por Ana Alejandre


Esta nueva novela, tan esperada, por cierto, de Luis Landero tiene como protagonistas a dos personajes que vienen a ser como las dos caras de una misma persona, representadas en la dualidad de dos vidas distintas: Dámaso Méndez y Tomás Montejo que corren paralelas, pero sin más relación entre ambos que el hilo conductor que supone la similitud de temas compartidos, ya que Dámaso a lo largo de esta novela vive el odio más feroz hacia el otro personaje, que en la época de la adolescencia representó para él quien le arrebató su propia estimación y su lugar en su familia, usurpado por Tomás Montejo, lo que provoco su enfrentamiento con la figura paterna y su alejamiento del núcleo familiar. En la figura del padre aparece reflejado la personalidad de un hombre que se siente fracasado en su vida personal y quiere compensar su derrota vital a través de su propio hijo y los éxitos que éste deberá alcanzar como ineludible objetivo existencial. Por ello, Dámaso entrega su vida a la causa doble y contrapuesta que son el odio y el afán de venganza. Tomás por el contrario, profesor y escritor, es un joven amante de la soledad y cuya pasión excluyente son los libros y la búsqueda incansable de conocimientos. A partir del momento de enamorarse y empezar a experimentar la pasión excluyente del amor y el caos que ello conlleva, su vida toma un rumbo inesperado y tormentoso.

En este doble retrato de los dos principales personajes, Landero construye magistralmente el hilo argumental en el que prima el intento de la construcción, por parte de ambos, de ese yo imaginario que cada uno quisiera poseer y en el que se reconocen más que en el real, porque a través de ese yo deseado e imaginario intentan vivir los propios sueños en los que cada ser se siente realizado como tal y en el que se reconoce, y todo ello a través de la magnífica prosa de profunda belleza narrativa y con un magistral uso de la comicidad y el dramatismo que conmueve al lector porque en sus páginas encuentra reflejada la vida, la de todos, en unos personajes de carne y hueso aunque estén hechos de la materia sutil de toda obra de ficción.

Los destino de Dámaso y Tomás, a través de ese paralelismo que era el punto de unión narrativa, se terminan cruzando por diversas peripecias y transcurren unidos hasta el desenlace compartido en el que confluyen ambas historias.

Landero ofrece en esta obra su peculiar estilo en el que se mezclan en una perfecta simbiosis el humor y la tragedia de toda vida y que en Hoy, Húpiter. alcanza el cenit de su talento creador después de esos largos cinco años de silencio, porque nos ofrece en esta novela singular la maestría tantas veces puesta de manifiesto, entremezclando una historia con tintes de fábula y de narración apasionada que sabe unir y matizar con la certera prosa y el ajustado tono narrativo que sólo creadores de la talla de Landero pueden conseguir, otorgándole la ligereza veloz a su escritura que le proporciona esa frescura al lector que le permite desear leerla de un tirón, atrapado en el mágico mundo landeriano, haciendo un difícil equilibrio en su continua búsqueda de la respuesta de qué es realidad y qué es sólo imaginación y que dejará al lector sumido en una honda reflexión sobre la naturaleza de la propia vida, la de cada uno, en la que siempre ambos conceptos antagónicos van unidos al compás de la propia existencia en la que todos somos soñantes y soñados, personas reales con multitud de facetas y rostros, desconocidos para uno mismo, en los que nos cuesta muchas veces reconocernos.

Excelente novela es ésta en la que Landero, a través de una historia, nos cuenta la sempiterna lucha de cada ser humano por alcanzar sus sueños en los que reconocer su propio destino individual y a ese yo imaginado e imaginario en el que se depositan todas las esperanzas.

Las pequeñas memorias

Las pequeñas memorias de José Saramago Editorial ALFAGUARA

Las pequeñas memorias
de José Saramago
Editorial ALFAGUARA

porAna Alejandre

Este libro de Saramago es una vuelta al pasado del escritor, a su niñez cuando viviía en Azinhaga, una aldea del interior de Portugal y a los años de probreza que dejaron una huella indelebre en el autor sobre todo por la prematura muerte de su hermano y por las influencias evidentes y constantes del temperamento rígido e intolerante de su padre y, especialmente, es el recuerdo del abuelo, Jerónimo, al que califica de “sabio” a pesar de su analfabetismo. Todas esas vivencias e influencias trascendentales para la formación del carácter de Saramago forman el esqueleto en el que el escritor lusitano va construyendo la narración de esa etapa de su vida inolvidable y que a sus 84 años ha necesitado, como un débito consigo mismo que tenía que satisfacer, llevar hasta las páginas de su libro cuyo título Las pequeñas memorias ilustran la naturaleza de este libro al que su propio autor califica de “pequeñas2 en cuanto a las vivencias que en él narra, pero que son verdaderamente significativas y grandiosas en lo que respecta a la impronta que dejaron en Saramago y que le hicieron llegar a ser el que es, un escritor con un Premio Nobel y 39 títulos que han salido de su pluma prodigiosa.

Precisamente el motivo de titular al libro como de Las pequeñas memorias es un acto de voluntad del autor que ha querido exaltar las viviencias, pequeñas y cotidianas, que conforman los primeros años de toda vida y en las que se sustenta el adulto que llega a ser después. No es un libro dedicado a la memoria histórica, personal y nacional de este portugués que ha pasado a la historia de la literatura,, sino una narración, sincera, emotiva y carente de toda pretensión que no sea la autenticidad, de lo que vivió entre los cuatro y los quince años, etapa fundamental para cada ser humano y que estructura la psique y la personalidad del adulto que será más tarde, y que en este libro se convierten los recuerdos en la más sincera y conmovida muestra de reconocimiento y homenaje a su tierra natal y a los seres que la poblaban entre los que se encentran, en primer plano, los miembros de su familia y que, según las propias palabras de Saramago reconoce cuando afirma: «Sin lo que he vivido allí, con ellos, no podría ser la persona que soy» y añade «Debería haber cultivado más esta tierra», en un acto de contrición en la que se advierte la sinceridad de un amor hacia esa tierra en la que vivió la época dorada de su infancia y de la que conserva los recuerdos más vívidos e inolvidables, pero también más puros en su propia inocencia primigenia como son los que conserva de los escenarios pueblerinos: la plaza, el río Almonda, la pesca, la Vía Láctea, sin olvidar los recuerdos menos dulces y sí más terribles como son los de su madre, víctima de malos tratos y algunos otros que derivan de la dictadura de Salazar.

En este libro Saramago ha querido rendir un homenaje a sus abuelos, especialmente al abuelo Jerónimo, al que ya le había dedicado otros textos como Mi abuelo y que, aunque parco de palabras y analfabeto, era un hombre cabal que dejaba siempre la huella del sentido común en sus palabras. El autor hace una reflexión sobre la conveniencia de respetar a los que más saben que no son siempre los que más poder ostentan y hace hincapié en las diferencias entre sabiduría y conocimientos o cultura, porque no siempre van unidas y cuya diferenciación dedicó su discurso en el acto de recepción del Premio Nobel, porque en esa distinción el escritor sabe que está fundamentada la persona que hoy es, quizás porque su abuelo, Jerónimo, le supo hacer amar la sabiduría o amor a la verdad, por encima del cúmulo de conocimientos fríos y asépticos. Estas pequeñas memorias son la muestra de que Saramago sabe la diferencia que existe entre el saber y el ser instruido porque le enseñaron a ser el hombre que hoy es, .

La mujer del Norte, de Julia Sáez-Angulo

La Mujer del Norte de Julia Sáez-Angulo Nuevos Escritores Madrid, 2006

Ficción

La Mujer del Norte
de Julia Sáez-Angulo
Nuevos Escritores
Madrid, 2006

por Ana Alejandre


La novela “La mujer del Norte”, de Julia Sáez-Angulo, es una obra de corte intimista en la que se narra las vivencias de una mujer joven, maestra, que se traslada desde su tierra norteña hasta un pueblo del interior, en una huida voluntaria de una vida y unos recuerdos que se quedan prendida en su ciudad de origen con la señal indeleble de un dolor secreto del que necesita alejarse para poder cicatrizar su herida.

Está escrita esta obra con un lenguaje sobrio, pero en el que advierten muchos matices que la autora ha querido dejar prendidos, como pinceladas suaves, que recrean y conforma con su aparente futilidad –desde el menú de las comidas hasta la descripción de la vestimenta del personaje principal, - el escenario vital de su protagonista que añaden a la descripción de sus emociones y estados psíquicos el marco perfecto para poder recrear el lector en su imaginación la figura de Arancha, la protagonista, que va marcando el rumbo de la historia vital narrada desde el primer plano de su presencia constante en toda la obra, ya que la escritora ha querido dejar sólo esbozados, como meros personajes de relleno, a los otros protagonistas de la historia: Lamberto, Juan Ramón, Emma, Basilio, Sofía, Aurora, etc., y todos los personajes que deambulan y habitan la novela, pero siempre como figuras fugaces puestas al servicio de la narración de una vida, la de Arancha, en la que su advierten los otros personajes como figuras chinescas vistas al contraluz del claro-oscuro en el que han sido escritos.

Una cosa que advierte el lector en esta obra es la ausencia casi total de diálogos, recurso literario para expresar de forma indirecta el escritor la propia idiosincrasia de los personajes sin entrar en descripciones prolijas, además de conferirles a la obra un dinamismo y vitalidad que define a la novela. La prosa es escueta, limpia y de párrafos largos en los que se introducen entrecomillados los pocos diálogos que existen en esta narración

Esta forma de narrar, dándole la total importancia a uno de los personajes, con una perfecta descripción de sus estados anímicos, pensamientos y vivencias y soslayando a los otros, puede ser fruto de una voluntad estilística en la que la historia es vista sólo desde el plano de la protagonista, dejando a la imaginación de los lectores el poder crear la realidad psíquica de los otros personajes de la obra en un acto de imaginación creativa a la par que el que realiza la escritora.

Julia Sáez-Angulo es una escritora de lenguaje cuidado y medido, en el que se nota la preferencia por la descripción realista de unos paisajes descripción de interiores, objetos y escenarios vitales con la descripción justa y aséptica que recuerda, en cierta forma, a la escritura del famoso autor italiano Alberto Moravia. Es la escritura de la autora de “La Mujer del Norte”, una prosa escueta en la que parece querer prescindir del lenguaje metafórico, para incidir en los hechos puros, pero pasando por ellos con la brevedad de un lenguaje forense en el que se explica lo sucedido pero obviando cualquier detalle añadido y encontrado en la intensidad de la narración. Parece querer hacer hincapié en aquello que sucede y lo hace con el esbozo escueto de un pintor que prepara el lienzo para realizar el bosquejo de la obra y después de hecho esto, sólo añade los detalles mínimos y necesarios para crear la realidad plástica que toda obra, pictórica o literaria, es. Esta escritora es, pues, una escritora de prosa cuidada, precisa y, por ello, de pinceladas suaves que recuerdan la pintura a la acuarela en la que predominan los tonos pasteles y el trazo fino.

La Mujer del Norte es, por ello, una novela amena de lectura, que se lee con gusto y facilidad en la que flota la añoranza de la protagonista, pero no de un pasado irrecuperable y no deseado de revivir, sino de una actitud vital porque, cuando encuentra de nuevo su lugar en un mundo ajeno, vuelve a perderlo, pero no en cuanto al escenario, sino a quien le daba sentido; quizás como parábola de toda vida humana que busca vanamente el hábitat perfecto y duradero donde puede anidar toda esperanza.

Es ésta una obra plena de significados y sugerencias pero de forma implícita, que requiere la colaboración del lector, en la que el mundo personal de su protagonista es la referencia buscada por la autora para explicar esa vida en la que pueden encontrarse los ecos lejanos de un Norte convulso en el que sus habitantes perdieron ya la propia esperanza de una vida mejor.

La Mujer del Norte es una novela en la que su autora, de forma desapasionada y sí incisiva, teje una historia de soledad, amor y desamor, en la que prima la austeridad de la prosa y la desapasionada mirada de la autora hacia un mundo al que describe con pericia pero sin que la emoción le empañe la mirada que le muestra un panorama en el que no se deja de advertir un pesimismo sobre la felicidad humana y la posibilidad de hallarla de forma duradera en las relaciones personales, en las que siempre aletea la negra sombra de la duda, de la contradicción y del enfrentamiento entre diversas y opuestas formas de entender la propia existencia.

La mujer del Norte, es pues, la última novela de esta prolífica autora que promete nuevas y excelentes entregas y en la que se destaca su visión escéptica del mundo y de la existencia de los seres humanos, pero sin rebelarse por ello, admitiendo que el paso del tiempo es, al fin y al cabo, el juez implacable de toda vida.


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