Edición nº 1 - Febrero/Marzo de 2008
Entrevista a Julia Saéz-Angulo
por Ana Alejandre
Madrid, Febrero de 2008.
Charlar con Julia Sáez-Angulo siempre ha sido un placer para los que disfrutamos de su amistad, pues en ella concurren la amenidad de toda escritora y humanista, interesada por el mundo de la cultura, y la humanidad afectuosa, pero con una cierta distancia que todo lo relativiza, de quien ha vivido intensamente y sabe darle el valor a las palabras y las ideas que transmiten y, sobre todo, al ser humano con el que se relaciona.
Nos citamos en el marco incomparable por su significado como es el Círculo de Bellas Artes y comenzamos un diálogo en el que, sabemos, vamos a hablar de libros y de la vida misma que en ellos transcurre y que son la savia de toda obra literaria.
Ana.- Julia, el próximo día 29 de febrero vas a presentar tu undécimo libro y quinta novela El nieto del indiano. ¿Qué supone para tu carrera literaria esta nueva novela?
Julia. – En mi trayectoria literaria supone un paso más en lo que tiene de reto la novela, siempre superior al de escribir un relato o un poema (lo que no quiere decir que sea superior como género literario). La novela exige más tiempo, un do sostenido y mayor dedicación, factores no siempre fáciles de disponer en la vida. En El nieto del indiano he jugado con factores del presente y del pasado que tenían que articularse. El resultado está ahí.
Ana.- Creo que en esta obra existen ciertos datos autobiográficos, aunque naturalmente novelados, mezclados con la ficción. ¿Esto responde a una necesidad de volcar en el libro ciertas experiencias personales pero matizadas y atemperadas por la ficción, por lo que el lector nunca sabrá cuándo es verdad y cuando es pura imaginación?
Julia.- El nieto del indiano es una novela que terminé hace cinco años y que revisé el último verano dispuesta ya a publicarla. Tenía ciertos elementos auto-referenciales, es decir que trabajé la autoficción y, de pronto, sentí que era impúdico publicarla. Con las revisiones oportunas quedó lista para hacerlo.
Cualquier escritor echa mano de lo propio, de lo que conoce y maneja, aunque lo haga derivar por derroteros diferentes a la realidad. La vida entra por los sentidos y estos dinamizan los argumentos, pero se escribe para la literatura como arte, para lograr una escritura cuidada, más que para reflejar la realidad misma. Stendhal decía que la novela era el espejo a lo largo del camino, pero el espejo no tiene por qué ser romo o contundente. La forma es también la esencia como señalaban los clásicos.
Ana.- ¿Consideras que este libro es, por decirlo así, unas anti memorias?
Julia.-Quizás tengan algo de anti memorias, pero yo no me agarraría en exceso a ello. Malraux escribió con buen libro con el título de Antimemorias y yo no me atrevería a tanto. Prefiero pensar que es una llamada novela clave donde hay elementos verdaderos y ficticios, a discreción del lector.
Ana.- Tu estilo es realista y casi descriptivo, como ya indiqué en la crítica a La mujer del Norte, tu anterior novela, y no haces incursiones en nuevas técnicas narrativas. ¿Consideras que la novela actualmente, especialmente en España, está volviendo a los orígenes o va por otros cauces de experimentación?
Julia.- Me gusta contar historias sobre gente de nuestros días; no me veo, por ahora, haciendo novela histórica o fantástica (Borges decía que la verdadera literatura era la fantástica por lo que tenía de invención). Lo que me interesa es que la novela esté bien escrita, que suene bien, que atrape al lector por la cadencia, el ritmo y el orden que lleven las palabras, al tiempo que un buen argumento o una gran historia se narre dentro de esa novela.
Ana.- Este nuevo libro, El nieto del Indiano, ¿piensas que va a suponer un hito en tu carrera literaria porque tenga algún aspecto que le haga diferenciarse de todos los demás libros anteriores, quizás porque en él hay reminiscencias casi autobiográficas?
Julia.- Más que hito en mi carrera literaria, hay una vuelta de tuerca a la historia de las relaciones humanas; del encuentro hombre/mujer, del amor; a la idea del paso del tiempo; el peso del pasado o para bien y para mal; la memoria que marca... En la novela, se dice con razón, que sólo hay tres temas: el amor, la muerte y el poder. El paso del tiempo es una manera de encarar la muerte. Si todo ello se hace con una poética atractiva, con una escritura bien amasada, el producto estético será una buena novela.
Ana.- Sé que has escrito poesía, la gran matriz de toda la literatura, y me parece que aún no has publicado ningún libro de poesía, quizás por ser tan esencialmente minoritario este género, pero ¿sigues escribiendo poesía o la has abandonado ya para dedicarte a la narrativa?
Julia.- La poesía me ha llegado tarde, al menos de un modo sistemático y es algo de lo que estoy muy contenta. Como decía Dámaso Alonso, el poema cae y se recoge con la mano. El poema llega, te invade, te posee y lo escribes; después lo retocas. Es un gozo total porque la lengua poética, con su capacidad de síntesis, es prodigiosa, sugerente...
Me publicaron Criaturas del tiempo y la memoria en la editorial riojana 4 de Agosto en 2004. Primero me pidieron unos poemas para una antología de poetisas riojanas y más tarde me editaron ese cuaderno que me llenó de satisfacción. Ahora estoy revisando mi próximo libro que llevará el título de Alcancía de versos, en el que la naturaleza tiene gran protagonismo.
Ana.- Otra pasión y dedicación tuya es la crítica de arte. ¿Qué lugar ocupa en tu dedicación de tiempo y de interés el arte plástico en relación con la literatura, aunque ambos son manifestaciones artísticas?
Julia.- El periodismo o la crítica son géneros literarios que tienen sus propias reglas como la novela, la poesía o el ensayo. La crítica de arte es mi profesión y a ella me dedico cada día. Una buena crítica o un texto de presentación en un catálogo de exposición de pintura o escultura puede ser, además de informativo, un pequeño ensayo que reflexione sobre algún aspecto o novedad del arte.
El arte es muy satisfactorio, abre horizontes y está dotado de gran capacidad de sugerencia, además, tiene un vocabulario precioso que ayuda mucho en la narrativa.
Ana.- Una frase que tengo como lema, entre otras, en cuanto a la pasión y dedicación a la literatura que ambas tenemos, es la de Margarite Duras, la gran escritora francesa cuando decía: “Escribid, escribid siempre, a pesar de todo, a pesar de la desesperación”. ¿Piensas, al igual que ella, que el escritor siempre debe estar al servicio de su vocación, de su pasión vital, por encima de todos los avatares y circunstancias que se lo impiden u obstaculicen?
Julia.- Escribir es casi una llamada telúrica para quienes nos gusta hacerlo. Nulla dies sine linea decían los clásicos. Ni un sólo día sin escribir. Es tal la pasión o vocación que tengo por la escritura que un día sin hacerlo me parece un día devorado por otros acontecimientos menos interesantes. Cuando más y mejor escribo, sobre todo novela, es durante las vacaciones, cuando puedo hacerlo sin interrupciones y enfrascada en la documentación que previamente he preparado.
Escribir un poema es diferente porque el autor se siente un simple medium para dejar constancia de su llegada. Algo similar ocurre con el relato, ya que es un solo asunto el que capitaliza la atención y por lo tanto es más breve y fácil de afrontar en la escritura inmediata.
Ana.- ¿Qué papel ocupa la literatura en tu vida, en cuanto a la necesidad de escribir y publicar que tienes? ¿Podrías vivir sin escribir y no me refiero a lo material, sino al propio acto creativo?
Julia.- Me sentiría física y anímicamente mal si no escribiera, si no pudiera hacerlo. No siento pánico ante la hoja en blanco como dicen algunos escritores, aunque se pueden producir bloqueos por un gran estrés. Yo lo tuve en mi última mudanza de casa, pero leyendo a Chejov se me despertaron de nuevo las ansias, tomando una idea de sus relatos y haciéndola derivar por otros caminos. Fue una experiencia curiosa. Anton Chejov me salvó de la atonía. Con frecuencia percibo que la lectura, la literatura me mueve más a la escritura que la propia vida, salvo en las novelas.
Ana.- Todo escritor ha sido antes un lector impenitente. ¿Cuáles son tus autores y obras preferidas o que te han servido de referentes al escribir?
Julia.- De adolescente leí mucho a los rusos, sobre todo a Dostoievski; me revelaron el mundo con todos sus conflictos morales. También a William Faulkner, Dafne du Maurier, Graham Greem... todos los autores que se publicaban en la colección Reno de Plaza y Janés. Después derivé voluntariamente hacia la novela inglesa, las hermanas Brontë y sobre todo a Virginia Woolf, que maneja tan bien la corriente de conciencia. Marguerite Yourcenar ha sido igualmente otra de mis ídolos y he leído toda su obra. A veces son más las novelas que sus autores lo que me interesa: Seda de Alessandro Baricco me gustó mucho, pero no así su siguiente libro. Algo parecido me ha pasado con Sandor Maraï.
De autores españoles me han interesado Ana María Navales, Soledad Puértolas, Antonio Muñoz Molina, Javier Marías, Javier Tomeo y Lourdes Ventura, entre otros. Ahora estoy leyendo los relatos Como sombras del escritor español Julián Ríos, editado en el Círculo de Lectores, y ha sido un descubrimiento; su escritura es tersa y cristalina como un diamante.
Ana.- ¿Piensas que en España se publica demasiado, buscando más lo meramente comercial que lo puramente literario?
Julia.- Cuando uno sabe que en España se publican más de setenta mil libros al año, siente vértigo. No se lee tanto pero hay deseos de publicar y buscarse un hueco al sol. Las editoriales en general son un negocio, un comercio y no pueden tener pérdidas lo que les “obliga” a publicar muchas cosas vendibles y sin calidad literaria. Lo malo es que con el marketing machacan con frecuencia a la literatura tratando de vender, como tal, productos que no lo son. Eso ya es falsario y estafa. Debieran de reservar una línea o una colección a lo que de verdad es literatura para dejar otros inventos en otro nivel.
Ana.- Muchos escritores no creemos ya en la imparcialidad de los premios literarios y sí en la comercialidad de muchos de ellos que están dados de antemano antes de presentarse una obra al certamen en cuestión. ¿Compartes esa opinión?
Julia.- Sí, comparto la opinión de que tanto los premios institucionales como los privados adolecen de tendenciosos, sectarios o preparados. Se busca al escritor que apoye políticamente, que esté en la cuerda de las ideas, que sea de los “nuestros”... Resulta desalentador que no se procuren jurados más libres e independientes hasta donde se pueda, porque la condición humana es muy compleja y llena de intereses en sí, pero al menos que no se juegue con el dinero publico para darlo al amigo o al cercano al político.
En cuanto a los premios literarios privados en general, sobre todo los más cuantiosos en dinero, están pactados o apalabrados de antemano y en ese pecado caen los grandes escritores desde un premio Nobel que denuesta el Cervantes y el Planeta y luego acepta los dos, hasta escritores académicos con renombre que no debieran prestarse a ese juego de editores.
Los premios –salvo pocas excepciones- son una gran papelera para aquellos desconocidos que envían sus manuscritos con la esperanza de tener alguna posibilidad.
Ana.- La literatura está en manos de las editoriales que son empresas mercantiles y, por tanto, buscan el beneficio por encima de todo. ¿Tienes fe en el panorama editorial español actual en el que se publican obras de grandes tiradas firmadas por famosos de otras profesiones como son presentadores de televisión, famosos por la vía matrimonial, periodistas con oficio pero no con cualidades literarias y un largo etc., y, algunos, sin que hayan puesto una coma en el libro y sólo el nombre por el que le dan muchos millones?
Julia.- Los libros de los famosos, televisivos o del papel cuché no me interesan; no son literatura y responden a parámetros de producto de supermercado. Muchos de ellos se venden allí y en ese lugar es donde debieran ir a parar, no a los anaqueles de las grandes librerías. Es un fenómeno mercantil que nada tiene que ver con la escritura literaria. Se venden como lo que son, como rosquillas.
Son libros de encargo que escriben algunos negros, algo que también hacen algunos catedráticos o ex ministras.
Ana.- ¿Crees que los verdaderos escritores sin más arma que su talento y su vocación literaria pueden competir con el apellido famoso conseguido en otras actividades profesionales, o sólo por ser “del hijo de”, “la esposa de”, o” el ex de”, a la hora de presentar una obra a los grandes sellos editoriales? Todos tenemos en mente a muchos de los que ahora son escritores cotizados a pesar de su falta evidente de calidad literaria que la suplen con el tirón de su nombre famoso por otros motivos. ¿Qué opinas de este fenómeno editorial-mercantil desalentador para escritores y lectores?
Julia.- Creo que queda contestado en la pregunta anterior.
Ana.- Muchas veces hemos comentado la falta de rigor que hay en las editoriales y auspiciada y tolerada por los órganos oficiales competentes, por la falta de un control sobre las ediciones de cada libro, es decir, la falta de numeración de las ediciones como se hacen, por ejemplo, con las impresiones de obras pictóricas famosas que llevan la correspondiente numeración impresa en cada una de ellas y que le sirve de garantía al artista y al comprador de la reproducción. En España el escritor se tiene que fiar de lo que el editor le dice sobre que va a editar x miles de ejemplares y sobre los que le va a liquidar, en su momento, sus derechos de autor, aunque nunca tiene la evidencia rigurosa de que no se han publicado muchos más ejemplares. ¿Consideras que los escritores deberíamos unirnos para exigir de los organismos públicos unos mayores y mejores mecanismos de control sobre las editoriales en ese aspecto?
Julia.- Este sí que es un aspecto que me parece escandaloso. Que se haya legislado el asunto del canon y no las tiradas numeradas de los libros como se hace en otros países, incluso en Italia, país de sociología similar a la de España.
No sé qué extraño poder tienen los editores para que la tirada numerada no se consiga. ¿Qué hacen los órganos colegiados de los escritores en este campo? ¿Por qué no se lucha más en ello? Un mejor control de la edición sería beneficioso para todos.
Ana.- Decía Zorrilla que: “Escribir es morir en España”. Sin llegar al extremo pesimista de ese autor romántico y teniendo en cuenta los cambios sociales, políticos y económicos en la España actual que se han ido generando a través del tiempo, ¿piensas que en la actualidad hay que tener una gran pasión, vocación y capacidad de resistencia para escribir y publicar en este país, en el que han cambiado muchas cosas, pero sigue igual en otras muchas, entre ellas la falta de motivación y gusto por la lectura?
Julia.- Yo he manejado más la cita del periodista Larra de que “Escribir es llorar”. Hay que escribir por encima de todo; dejar escrito todo lo que a uno le bulle literariamente por la cabeza. Es una manera de enriquecer el patrimonio literario de una comunidad, de una lengua.
Lo ideal es dejarlo editado para que esa escritura cabalgue en el tiempo. Los fenómenos de purgatorio o revivir de un escritor son algo periódico. Ahí están los casos de Ramón Gómez de la Serna o Sandor Maraï.
Hay que dejarlo todo editado como registro, pues resulta laborioso dejar esa tarea a los hijos o a los amigos. Y lo peor es que pudiera perderse.
La literatura es para corredores de fondo en la escritura.
Ana.- ¿Qué opinas, hablando de la lectura, de que muchos universitarios españoles no lean nada más que los libros de texto y por obligación? A pesar de que las estadísticas dicen que ha aumentado el número de lectores, ¿realmente crees que los jóvenes de ahora leen más que los universitarios de la generación anterior que estábamos más comprometidos social, política y culturalmente?
Julia.- Lo ideal es que lean los niños para que tomen el hábito de la lectura. Es lo más formativo, lo que mejor pueden interiorizar. En cuanto a los lectores adultos, no hay que engañarse, son una minoría, algo así como una secta que disfruta con la lectura, como otros lo hacen con el cine, el teatro o la televisión. No sirve darle más vueltas
Ana.- Como escritora, crítica de arte y como ciudadana española, ¿piensas realmente que España es un país culto, a pesar de la ingente cantidad de medios puestos al alcance de los españoles de a pie para interesarse por el mundo cultural y sus diversas manifestaciones?
Julia.- Va incrementándose su cultura. Ahora hay más gente que va a las exposiciones, a los museos, a las librerías, a los conciertos... La lectura es otra cosa, requiere tiempo, cierta tranquilidad o silencio para hacerlo y no todos tienen casa adecuadas. Las bibliotecas públicas pueden ayudar a la lectura y al préstamo de los buenos libros.
Ana.- Como escritora que eres, ¿piensas que existe corporativismo entre los miembros de este club variopinto y singular en el que caben los escritores consagrados, los famosos aunque no sean escritores nada más que porque su nombre aparece en las portadas de los libros, y los aspirantes a ser leídos, conocidos y respetados por la obra y méritos propios? ¿O más bien, piensas que es verdad, pero trasladándolo a España y sus escritores, lo que decía Tom Wolfe al hablar de los escritores americanos:” En el mundo literario de los EE.UU. hay más vanidad y envidias que entre los actores de Hollywood”?
Julia.- En todas las corporaciones surge la envidia como cáncer nacido de la comparación del éxito; lógicamente se da más entre los nombres ya consagrados, entre los académicos, tan corporativos ellos que apenas dan chance a que entren escritoras en la R.A.E. Se hacen favores y se pagan entre ellos; las mujeres están menos en estos asuntos. Me temo que si no se les pide la paridad –y no es que esté a favor de ella-, la presencia de mujeres en la Academia será casi imposible. Los académicos han dejado fuera nombres de gran solvencia y se les debiera caer la cara de vergüenza.
En los niveles de menor celebridad, la envidia no tiene tanto protagonismo. También hay camaradería y tertulias literarias llenas de encanto, ayuda y afecto entre los escritores, como la que yo sostengo con Lourdes Ventura, Ana Bikandi y Carmen Santamaría o contigo, Ana Alejandre, en el Círculo de Bellas Artes.
Ana.- A pesar de todo, ¿piensas que la literatura es necesaria para ti, como para todos los que la sentimos como una vocación nunca extinguida y cuya realidad reconocía Luis Mateo Díez cuando afirma que “Se escribe porque la vida sola no basta”?
Julia.- Se escribe para desdoblarse o proyectar el yo; para crear nuevos mundos; para fabular con la imaginación; para disfrutar con las obras salidas de las propias manos; para comunicar el propio pensamiento o la manera de contemplar la vida; para no suicidarse; para disfrutar aunque se escriba una tragedia... La catarsis ayuda.
La escritura es una compañía deliciosa y estimulante y compartirla con los primeros lectores amigos ya es un placer. Yo lo percibo en cada original que escribo. Son los nombres de los primeros lectores de manuscritos, mecno-escritos o digitalo-escritos- que después cito en los Agradecimientos del libro.
Ana.- Sólo me queda ya agradecerte tu amabilidad en responderme y desearte mucho éxito con tu nueva novela ·El nieto del indiano, de Imagine Ediciones que presentarás el 29 de este mes, por lo que, como estás “en capilla” de ese nuevo alumbramiento literario sólo me resta desearte un nacimiento feliz y una larga, larguísima, y fructífera vida a ese nuevo hijo que para todo escritor son sus libros.
Julia.- Confió en que la novela interese y guste. La presentan, en la galeria de arte Ra del Rey de Madrid, dos profesores de lenguas Clásicas de la Universidad Complutense: Dolores Gallardo y Francisco García Jurado, en paralelismo a los protagonistas de El nieto del indiano, dos licenciados en Clásicas.
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