Ediición nš 12 - Julio/Agosto de 2010

LAS MUJERES EN LOS PROCESOS DE BRUJERIA.

LAS MUJERES EN LOS PROCESOS DE BRUJERIA.

por
Laura López-Ayllón

Ana Cristina Herreros, nos define en su libro sobre las brujas españolas cual puede ser el origen de la palabra BRUJA, y cuenta que el filólogo Joan Coromines dijo hace tiempo que en un dialecto catalán de los pirineos designó un fenómeno atmosférico borrascoso, lo que explicaría que se las considerase culpables de las tormentas y que sólo las campanas de la iglesia pueden hacer caer a la bruja aguacera.

Otros pensaron que la palabra bruja significó lechuza, otros la relacionaron con el término “brusciare”, quemar, por su afición a bailar alrededor del fuego y por último otros relacionan la palabra con “brucius”, palabra de origen celta que viene a significar “agria, amarga, áspera o tosca” al calificarla en función del carácter que se les atribuye.

Hechicera en cambio es una mujer que hace hechizos y Hada viene del latín “fata” y se hizo popular en los libros de caballerías y en estos casos es considerada como un ser femenino sobrenatural que interviene en la vida de los hombres, en gallego “moura”. Pero no nos engañemos, no siempre es buena, en ocasiones puede ser mala.

Todas ellas pueblan los cuentos y las reuniones de las mujeres, antes para hilar o ahora para comer pipas. El miedo a las brujas viene de su independencia que asusta a la sociedad patriarcal porque suelen ser mujeres solas capaces de seguir viviendo sin marido y sin hijos. Por eso se les llama mujeres del demonio, no vaya a ser que ejerzan mala influencia sobre las jóvenes que en la sociedad patriarcal debian prepararse para aceptar el rol del marido y cumplir y hacer cumplir sus deseos.

El historiador Manuel Fernández Álvarez se pregunta en su libro sobre las mujeres si las brujas existieron alguna vez, entendiendo por brujas a mujeres con tremendo poder, súbditas del diablo, con el que tenían pactos extrechísimos, acompañadas de misterio y secreto como criaturas infernales. Nos cuenta que en la sociedad cristiana europea se creyó en ellas como se creía en la presencia del demonio en la vida cotidiana y apuntilla que algunas de ellas también lo creyeron, aunque a torturas y hogueras e incluso se inventaron para ellas suplicios y dolores especiales.

Los endemoniados, consecuencia de la mentalidad mágica en la que mueven las brujas, son los supuestos poseídos por demonios, ya que se tenía por cierto que Satán era capaz de entrar en el cuerpo humano.

El maestro Ciruelo, hombre del viejo estudio Salmantino, afrontó en el siglo XVI esta cuestión en su libro sobre las supersticiones, pero no se atreve a discutir esa posibilidad, sólo arremete con los falsos “sacadores de espíritus” que se atrevían a hacerlo cuando el auténtico poder lo tenían los clérigos, a quienes Dios se lo había concedido.

Ciruelo defiende la magia al modo de su tiempo, es decir como el intento de lograr por vías sobrenaturales lo que resulta imposible por medios normales. Cree en la magia, en su vinculación a Satán y en el poder que podían desplegar las brujas.

Hasta en la vida de Santa Teresa de Jesús encontramos el tema de los endemoniados, pues fue informada de que en su convento de Medina existía una monja, Sor Isabel de San Jerónimo, afectada del problema y envió a solucionarlo nada menos que San Juan de la Cruz, por considerar que Dios le había hecho la merced de darle la gracia de solucionar el tema.

A veces, como en La Celestina, si no se usa la oración, aparece el conjuro, en este caso para doblegar a Melibea y también fue atraído por la magia y sus conjuros nada menos que el gran teólogo Fray Luis de León.

Otro de los poderes que se atribuía a las brujas era el poder de “aojar” a la gente mirando fijamente a sus víctimas o a los ganados.

En 1588 se celebró un auto de fe en Toledo a Elena Céspedes, cuyo segundo matrimonio con una mujer hace que los médicos la examinen y den por buena su condición de hombre. Más tarde en un segundo examen los médicos descubren su auténtica condición y se entiende que el demonio les ha engañado y que se ha burlado del santo sacramento del matrimonio, por lo que cae bajo la jurisdicción de la Inquisición y es azotada públicamente y condenada a pasar diez años en un hospital.

El año 1527, dos chiquillas de Navarra manifestaron a la Inquisición que eran capaces de mostrar a las brujas existentes si las miran por el ojo izquierdo, de modo que el Oidor o juez iba por los pueblos con ellas para que les mostraran a las sospechosas cubiertas con manto y únicamente con el ojo izquierdo destapado.

Entre los actos atribuídos a las brujas figuran actos impuros con el diablo que aparecía como un caballero, bailar en rueda en torno a un macho cabrón negro, evidentemente el diablo, al que besaban el trasero. Se les atribuía también salir volando por los aires y untarse con ungüentos hechos de sapos y otras sabandijas.

No eran pues sólo unos los que creían en ellas, pues Cervantes da la descripción de una hechicera llamada la Camacha de Montilla, a la que atribuye la habilidad de provocar tormentas, volar a tierras lejanas y recomponer virgos.

Otro de los procesos famosos, el de las brujas de Zugarramundi de 1610, se recorrieron muchos pueblos de Navarra, y un inquisidor, Alonso de Salazar y Frías, interrogó a cientos de lugareños y llegó a conclusión de que no habían ocurrido ninguno de los actos testificados en el proceso.

Se dice que su figura, que se considera precursora de la de los hombres ilustrados del S.XVIII, fue uno de los que contribuyeron a que en España la cacería de brujas no tomase la fiereza que se estaba dando en otros países de la cristiandad.














Copyright 2008- 2010. Todos los derechos reservado