Ediición nº 12 Julio/Septiembre de 2010

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Cleopatra VII, ultima reina de Egipto

Cleopatra VII, ultima reina de Egipto

por
Dolores Gallardo López

Recientemente el ministro de Cultura egipcio, Faruk Hosni, en las excavaciones que se están realizando actualmente en la zona conocida como Burg al Arab, unos 50 km. al oeste de Alejandría -la capital del reino de los faraones Ptolomeos que gobernaron Egipto desde la muerte de Alejandro Magno- en los últimos meses se ha encontrado un busto de la reina Cleopatra, veinticuatro monedas con la efigie de la reina y una estatua real sin cabeza. Sin embargo el gran hallazgo ha sido una estatua del faraón Ptolomeo IV.
La estatua, carente de cabeza, lleva el torso desnudo y va ataviada con el característico faldellín estriado. Está realizada en granito y, según Zahi Hawas, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades, es una de las mejores conservadas de la época ptolomaica (del 350 a 30 a.C).
Los descubrimientos se han realizado en el templo de Tabusiris Magna, mandado construir por el faraón Ptolomeo IV.
La dominicana Kathleen Teresa Martínez, que interviene en la expedición, ha llegado a decir que por allí podría encontrarse la tumba de la famosa Cleopatra. Z. Hawas no parece compartir el gran entusiasmo de la diplomática dominicana sobre si al final se llegarán a encontrar los restos de Cleopatra.
A la fascinación actual que ejerce la figura de la reina Cleopatra han contribuido no poco la literatura y el cine.
Entre las obras que se ocupan de la ella están dos magníficas novelas del no hace mucho desaparecido Terenci Moix: El sueño de Alejandría y No digas que fue un sueño.

Entre las películas hay que destacar la versión de 1934 de Cecil B. De Mille, con Claudette Colbert como protagonista, y la más famosa Cleopatra dirigida en 1963 por Joseph L. Mankiewicz y protagonizada por Rex Harrison, Liz Taylor y Richard Burton. Después ha habido alguna pero escasamente importante.
La película original que Mankiewicz presentó al estudio duraba seis horas. La versión que se exhibió en los cines tenía tres horas. Mankiewicz trató sin éxito de convencer al estudio para dividir la película en dos partes y poder preservar la versión sin cortes. Hoy se está intentando reunir el metraje original que falta.

L. Taylor y R. Burton se conocieron durante el rodaje, ambos estaban casados. Deshicieron sus respectivos matrimonios, se casaron y protagonizaron durante años el más ruidoso, turbulento, autodestructivo y delirante de los amores de historia de Hollywood. Dos veces se casaron y dos veces se divorciaron.
Recientemente la turbulenta pasión ha saltado de nuevo a la actualidad debido a la decisión de Liz Taylor, que en la actualidad cuenta 78 años, de publicar parte del epistolario amoroso que se intercambiaron en el libro Furious Love: Elizabeth Taylor, Richard Burton, and the marriage of the century que se publicará en EE UU el próximo 15 de junio.
Pero ¿quién era Cleopatra VII? ¿En medio de qué circunstancias le tocó vivir?

Los Ptolomeos

A la muerte de Alejandro Magno sus generales de apoderaron de territorios que habían formado parte del imperio por él creado.

Ptolomeo, uno de sus generales, se apropio del territorio egipcio, tomó como capital la ciudad de Alejandría -fundada por Alejandro Magno en el año 332 a. C.- y creo la dinastía de los Ptolomeos, que gobernó en Egipto hasta que el país fue anexionado al Imperio Romano.

La dinastía ptolomaica fue una dinastía griega en territorio egipcio. El idioma que usaban era el griego.

Debido a su situación estratégica y a la comercialización del papiro, que en abundancia producía Egipto, Alejandría floreció bajo los Ptolomeos. Estos faraones invirtieron parte de la riqueza que obtuvieron en la propia ciudad y en cultura: trajeron a su capital lo mejor de los artistas y científicos del mundo griego del momento y les ofrecieron unas buenas condiciones de vida y de trabajo.

Entre las creaciones que los Ptolomeos impulsaron destacó la famosísima Biblioteca de Alejandría, la mayor que conoció el mundo antiguo, y el edificio denominado Museo –así llamado así en honor a las Musas- ordenado edificar por Ptolomeo II Filadelfo. El Museo fue concebido para albergar a los poetas, sabios, gramáticos y científicos de todo tipo que los faraones invitaban a venir a Alejandría.

En resumen, bajo los Ptolomeos la ciudad de Alejandría se convirtió en el siglo III a.C. en el faro de la cultura y civilización griega. Ese período es conocido en la Literatura y el Arte griegos como período alejandrino o período helenístico.


Cleopatra VII

Cleopatra VII, hija del faraón Ptolomeo XII Auletés, fue la última reina de Egipto. Nació en el 69 a.C. y murió el 30 a.C. Las circunstancias en las que se desenvolvió su vida no fueron fáciles. El máximo poder estaba en Roma y Egipto bailaba a su son: Hacía tiempo que Egipto venía siendo considerado un simple protectorado romano.

Ptolomeo XII Auletés, al morir en el año 51 a. C, dejó el trono a sus dos hijos mayores el joven Ptolomeo XIII (51-47 a. C.), casi un niño y a su hija Cleopatra VII. Ambos hermanos, como era habitual en la dinastía de los Ptolomeos, debían casarse. La debilidad del joven faraón fue explotada por una camarilla de cortesanos ambiciosos: su tutor, Teodoto, el jefe del ejército Áquilas y el eunuco Poteino. Intrigaron y consiguieron desterrar a la reina Cleopatra. La reina no se dio por vencida e intentó recuperar su posición con ayuda de un pequeño ejército.

En esta situación llegó a Egipto el general romano Pompeyo, que acababa de ser derrotado por Julio César en los campos de Tesalia en la batalla de Farsalia.

Pompeyo y Julio César estaban enfrentados en una guerra civil. El 9 de agosto de 48 a. C. César derrotó a Pompeyo. Pompeyo se dirigió a Egipto en busca de ayuda, dadas las buenas relaciones que desde antiguo mantenía con el padre de Cleopatra (en realidad Ptolomeo Auletés se mantuvo en el trono por el apoyo que le dispensó Pompeyo y al dinero que recibió de Roma). No llegó a pisar suelo egipcio, en el mismo bote que lo acercaba a la playa. Era el 28 de septiembre del 48 a.C.

La camarilla, para congraciarse con el vencedor César y obtener su apoyo en las disensiones internas de Egipto, ordenó asesinar a Pompeyo.

Julio César y Cleopatra

Tres días después llegó César en persecución de Pompeyo, pero no reaccionó como esperaban la camarilla del joven Ptolomeo. Instalado en el palacio real y en su calidad de cónsul romano hizo acudir al faraón y a su hermana-esposa para invitarles a compartir pacíficamente el trono, cumpliendo la voluntad del difunto faraón. No fue posible: Ptolomeo,que contaba con el apoyo de la mayoría de la población, se arrancó la diadema real y gritando que había sido traicionado se lanzó entre la multitud. Comenzaron las hostilidades. César y Cleopatra se encontraron en una difícil situación: César había llevado consigo un pequeño ejército de unos 4000 hombres y se vieron asediados por un ejército de casi 20.000 que el jefe del ejército real, Aquilas, lanzó contra ellos. Aislados en el barrio real, César rechazaba los ataques apoyándose en los edificios de los alrededores y en la posesión del puerto. En uno de los combates se incendió la famosa Biblioteca de Alejandría con sus mas de 400.000 volúmenes, con ella desaparecieron para siempre obras y autores que la posteridad no hemos podido conocer.

César pidió ayuda a su aliado más cercano, el rey Miltrídates de Pérgamo. Finalmente a primeros de marzo llegó el ejercito y la flota reunidos por Miltridates. La situación estaba salvada. El veintisiete de abril César atacaba y tomaba el campamento de Ptolomeo, que huyó hacia el Nilo donde parece que murió ahogado.

César era un hombre maduro y curtido cuando llegó a Egipto, Cleopatra tenía poco más de veinte años, la relación que hubiera entre ambos ha saltado las barreras de la historia para entrar en el ámbito puramente novelesco, comenzando por el primer encuentro entre ambos: la supuesta entrada secreta de Cleopatra en los aposentos de César envuelta en una alfombra, que fue desenrollada a los pies del general romano. Ese episodio ha sido infinidad de veces desarrollado en la Literatura y el Arte, nosotros presentamos el cuadro de Jean Léon Gérôme.

Lo que sí es cierto es que las relaciones entre César y la reina influyeron en la política egipcia de César: Egipto estaba en sus manos, pero no lo anexionó a Roma: repuso a la reina Cleopatra y, al menos nominalmente, Egipto conservó su soberanía.

La aventura de César en Egipto duró ocho meses en total.

Dado que en Egipto las mujeres no podían tener el poder por sí mismas -mucho menos ser investidas como faraón, título exclusivamente másculino- para continuar en el trono Cleopatra tenía que volverse a casar y en este caso lo hizo con otro hermano, también niño: Ptolomeo XIV Filópator II. El nuevo faraón, la acompañó en el primer viaje que Cleopatra hizo a Roma, en 46 a. C.

Tras la muerte de Ptolomeo XIV, quizás asesinado, Cleopatra, por la razón anteriormente expuesta de que la mujer oficialmente no podía gobernar sola, desde el año 44 a.C. compartió el reino con su pequeño hijo, apodado Cesarión, es decir “pequeño César”, para que no hubiera duda de a quien correspondía la paternidad. Cesarión se convirtió en el faraón Ptolomeo XV Filópator Filómetor César, o simplemente Ptolomeo XV César.

Muerte de César. Octaviano y Marco Antonio.

Cesar murió asesinado a puñaladas en los idus de Marzo del año 44 a. C. En su testamento adoptaba como hijo y designaba como heredero a un sobrino-nieto: el joven C. Octavio u Octaviano, de 18 años de edad.

La muerte de César sorprendió al joven Octaviano lejos de Roma. Sin pérdida de tiempo se encaminó a la ciudad -a finales de abril ya estaba alí-, reclamó la sucesión de su tío y cambió su nombre por el de Cayo Julio César Octaviano. Tras un inicial período de enfrentamiento el heredero y Marco Antonio, uno de los más capacitados y leales colaboradores de J. César, se unieron.

Al frente ambos de un ejército, en el que estaban los soldados veteranos de César, se enfrentaron al ejército de la República, mandado por Casio y Bruto, los asesinos de Julio César.

El enfrentamientos entre los asesinos de Cesar y Marco Antonio y Octaviano, tuvieron el carácter caótico habitual de las de la guerras civiles por el poder.

En el año 42 a.C., en la batalla de Filipos, M. Antonio y Octaviano triunfaron. Más exactamente, triunfó Antonio y Octaviano participó de la victoria, pues en esa ocasión, y siempre, Octaviano fue un general mediocre. Lo suyo era otra cosa.

También estuvo presente en la batalla de Filipos un soldado que no se distinguió mucho precisamente, pero que unos años después se convirtió en uno de los más grandes poetas de Roma y del mundo: era el joven Horacio.

En el año 40 tuvo lugar el tratado de Brindis que, después de algunos desencuentros, estrechaba la alianza entre M. Antonio y Octaviano. El tratado se reforzó con un matrimonio político: M. Antonio -que había enviudado recientemente- se casó con Octavia, queridísima hermana de Octaviano, viuda también desde hacía poco. Este matrimonio fue celebrado con entusiasmo. Octavia se convirtió en el vínculo que unía a los dos nuevos dueños de Roma. Antonio estableció su cuartel general en Atenas y Octavia fue su fiel colaboradora y mediadora eficaz en las relaciones en sus relaciones con Octaviano.

Con el paso del tiempo las relaciones entre Octaviano y Marco Antonio se fueron enfriando. Octavia servía de mediadora, ella era el lazo de unión entre ambos.

Octaviano permanecía Roma. Su posición se reforzó entre las viejas familias de la nobleza tradicional gracias a su matrimonio con la joven Livia Drusilla, vinculada a dos grandes familias pues era hija de M. Livio Druso Claudiano y había sido esposa de Tiberio Claudio Nerón.

Antonio estaba siempre en Oriente. Intentaba una campaña contra los partos y esperaba de Octaviano el envío de unos veinte mil hombres, según se había acordado en el tratado de Tarento. Octavia embarcó para reunirse con su marido llevándole dos mil soldados de élite, armas y alimentos. La ayuda era muy pobre y el comportamiento de Octaviano desleal. Octavia no logró reunirse con su esposo: cuando estaba en Atenas recibió una carta en la que M. Antonio le ordenaba que volviera a Roma.

Después de esa afrenta Octavia volvió a Roma, su hermano le ordenó abandonar la casa de Antonio. No le hizo caso y siguió viviendo allí hasta que años después llegó una carta en que Antonio repudiaba oficialmente a Octavia como esposa.

A finales del verano del 36 a.C. Antonio, con el ejercito prácticamente intacto pero sin posibilidad de abastecimiento y sin maquinaria de asalto -el armenio Artavasdes había hecho defección a favor de los partos- tuvo que levantar el cerco de la ciudad de Fraaspa y retirarse. Las tropas romanas debilitadas por el hambre, la sed y el frío batiéndose en retirada por el territorio enemigo fueron continuamente hostigadas por los partos. Esta retirada ha sido comparada a la de Napoleón desde Moscú.

Cleopatra y Marco Antonio

M. Antonio se encargó de regular las cuestiones de oriente y de allegar fondos para financiar el asentamiento de los veteranos. Con este motivo hizo venir a Cleopatra a Tarsos a finales del 41 a.C. en Tarsos, en Cilicia. Entonces se conocieron. Ese encuentro ha sido románticamente adornado en la literatura con todo tipo de detalles novelescos, fantásticos…e incomprobables. Cleopatra lo invitó a visitar Alejandría, Antonio aceptó.

Ese invierno también ha sido ampliamente novelado. Sin embargo es evidente que –incluso prescindiendo de motivación sentimental- la invitación era conveniente para ambos: para Antonio, dado que Egipto era muy rico, significaba obtener dinero y provisiones para sus ejércitos; para la reina la posibilidad de cumplir, contando con la generosidad política que podría prodigar Antonio, el sueño de devolver a su reino la extensión y la influencia de tiempos pasados.

En todo caso fruto de la relación que mantuvieron ese invierno fue el nacimiento de los gemelos Alejandro Helio y Cleopatra Selene. Por lo demás Antonio marchó solicitado por graves problemas: el peligro de los partos y las relaciones con Octaviano.

Como ha quedado dicho después del tratado de Brindisi, Antonio se casó con Octavia y estableció su cuartel general en Atenas. Durante casi cuatro años Cleopatra a lo sumo fue un recuerdo para el romano.

En otoño del año 37 a.C. Antonio devolvió Octavia a Roma y solicitó una entrevista con Cleopatra en Antioquía.

Antonio y Cleopatra se casaron. Independientemente de los lazos afectivos que hubiera, la unión era conveniente para ambos: Antonio necesitaba más que nunca el dinero de Egipto para sus planes y Cleopatra sólo de Antonio podía obtener la restauración territorial del imperio de sus antepasados.

En Alejandría se acuñaron monedas con la efigie de los nuevos esposos caracterizados como Dioniso y Afrodita.

Naturalmente el matrimonio no era válido en Roma, pero para oriente era el marido de la reina de Egipto, la cual (como vimos más arriba y por las razones indicadas) gobernaba Egipto junto con su hijo el faraón Ptolomeo XV César.

En el año 34 Antonio celebró en Alejandría una victoria que había obtenido sobre Armenia. Según se dijo en Roma se había autoconcedido un triunfo y lo había celebrado en Alejandría, lo cual ofendía al pueblo romano.

Por si fuera poco celebrar la victoria en Alejandría, a continuación proclamó al hijo de Cleopatra Ptolomeo César -Cesarión-, hijo legítimo de Julio César, cosa que era una clara provocación contra Octaviano, el heredero de César.

Entre Cleopatra y sus hijos distribuyó los dominios romanos de oriente. La soberanía de Roma en oriente era incuestionable y Antonio, magistrado romano, la representaba pero Cleopatra quedaba convertida en administradora de las posesiones romanas.

Antonio y Cleopatra tuvieron tres hijos: los gemelos Alejandro Helios y Cleopatra Selene, ya mencionados, y un tercero Ptolomeo Filadelfo.

Enfrentamiento entre Marco Antonio y Octaviano. Muerte de M. Antonio y Cleopatra

Octaviano suscitó y alentó en Italia y sobretodo en Roma todo tipo de rumores en contra de M. Antonio. Entre ellos se difundió que Antonio pretendía fundar una monarquía y hacer de Italia una provincia de Egipto, cosa, naturalmente, tan absurda como gratuita pero los errores de Antonio -tales como celebrar el éxito de su campaña contra Armenia en Alejandría, rechazar a Octavia y casarse con Cleopatra- hicieron verosímiles a muchos ciudadanos los absurdos e interesados rumores que se hicieron circular en Roma.

En resumen en la propaganda puesta en marcha por Octaviano y sus partidarios Antonio fue presentado en un simple instrumento en manos de Cleopatra, “la egipcia”, la reina extranjera cúmulo de vicios y perversiones, que con artes mágicas había logrado dominar a Antonio y con su desmedida ambición amenazaba a la propia Roma. Por increíble que parezca funcionó. De hecho con esas características es presentada Cleopatra en los poetas de la época de Augusto; de ellos pasó a otros autores creando la leyenda de una Cleopatra devora-hombres.

El partido de Octaviano suscitó en la conciencia popular el sentimiento de que la libertad del Estado romano estaba amenazada y lo presentó como el campeón de la libertad de Roma.

Se logró que Italia entera se uniera en solemne juramento de obediencia a Octaviano contra la “amenaza” de oriente. Se unieron otras provincias. Corría el año 32 a.C. El enfrentamiento era inevitable y deseado por quienes deseaban eliminar a Antonio de la vida política romana.

El día 2 de septiembre del año 31. a. C. las fuerzas de Octaviano y las de Marco Antonio y Cleopatra se enfrentaron en la batalla naval de Actium. Actium era uno de los promontorios que flanqueban el golfo de Ambracia. Ganó Octaviano, al frente de cuyas tropas estaba Agripa.

Cleopatra, presente en la batalla, al ir mal la situación huyó en su nave; ha quedado escrito que Antonio, al comprobar que Cleopatra tomaba la decisión de huir, la siguió: pero la historia la escriben los vencedores y esta presentación es muy conveniente a la leyenda de un Antonio manipulado por la reina.

A continuación Octaviano atacó Egipto.

Frente a la hermosa ciudad de Alejandría, Antonio trató de hacerse fuerte y oponer resistencia. Fue inútil, los restos de su ejército se pasaron a Octavio.

Antonio se suicidó arrojándose sobre su propia espada. Esto sucedió aproximadamente un año después de la batalla de Actium.

La figura de M. Antonio -apreciado por César hasta el punto de honrarlo como colega suyo en la más alta magistratura del Estado, el consulado, precisamente en el mismo año en que fue asesinado- ha quedado borrosa para la posteridad debido a las manipulaciones y ataques que sufrió por parte del partido su rival, Octaviano, y por el hecho de que fue el perdedor de la decisiva batalla de Actium que inició el fulgurante ascenso al poder supremo de Octaviano, el futuro Augusto.

Cleopatra, sitiada y aislada por Octaviano, sabiendo deseaba mostrarla humillada ante su carro de vencedor en el triunfo que celebraría en Roma, se dio muerte…dejándose morder por serpientes venenosas. Era el año 30 a. C.

Horacio en los versos finales de la oda I, 37 -en la que constata los sentimientos de animadversión de los romanos hacia Cleopatra- nos ha dejado la imagen de la reina orgullosa de buscar la muerte voluntariamente en “ponzoñosos áspides” para escapar al destino que la esperaba de ser exhibida “como una mujer cualquiera ante el carro del soberbio triunfador”.

Sin embargo Octaviano, ya que no pudo llevar a la reina en persona, exhibió su efigie en el desfile de su triunfo, como indican Plutarco en Vida de Marco Antonio, incluida en su obra Vidas paralelas, y el poeta Propercio en III,11, 52-55.

Octaviano hizo dar muerte al joven Ptolomeo XV -Cesarión, el hijo de Julio Cesar y Cleopatra-, último faraón de la dinastía. Los hijos de la pareja los confió a su hermana Octavia, la esposa que Antonio había injustamente repudiado.

Octavia se comportó como se esperaba de su nobleza: aceptó a los hijos de su ex- esposo y la amante de este, los tuvo en su casa y los educó junto con sus propios hijos. Cleopatra Selene tiempo después fue casada el rey Juba II de Mauritania y, como correspondía a su condición, se convirtió en reina.

De Alejandro Helios y Ptolomeo Fildelfo no se conoce el final.

A la muerte de Cleopatra, Egipto fue anexionado. Durante mucho tiempo se convirtió en el granero de Roma.

Tres años después de la muerte de la reina, en el año el 27 a.C. el Senado romano ofreció a C. César Octaviano el título de Augusto; con él, como si de un nombre propio de tratara, ha pasado a la Historia.

Cleopatra VII fue una mujer muy inteligente, culta e instruida, con gran facilidad para los idiomas. Se le ha atribuido una gran belleza, sin embargo parece que no era así, que sus rasgos faciales no eran perfectos y-se dice- tenía la nariz algo más prominente de lo habitual.

Plutarco, en la ya mencionada Vida de Marco Antonio, refiere que la belleza de la reina, considerada en sí misma, no era para causar asombro y admiración; que la fascinación que ejercía radicaba en su personalidad, en su cuidada presencia y sus seductores modales; en una voz agradable y el encanto de su conversación.





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