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Paisajes y leyendas de España

Paisajes y leyendas de España

(Continuación del poemario Paisajes y Leyendas de España, de Márcio Catunda.Con esta tercera entrega finaliza dicha obra).

LOS BÁLSAMOS DE GUADARRAMA
He aquí la fuente que hace brotar la vida
y pone en cada cosa un átomo germinante.
Cada pétalo refleja los colores del cielo.
Ahí está el valle soleado
donde niebla, nieve y arena
se mezclan en la alquimia crepuscular.
Mi corazón quiere traducir el código celestial,
pero la visión y el pensamiento flotan…
¡El soplo de la tarde en los gorjeos!
Nos sentamos en la piedra de terciopelo:
todo es perfecto en la pradera de las esencias.
De una montaña a otra hay un arco de nubes.
29/06/1997.

PRIMERA IMPRESIÓN DEL PARQUE GÜELL
Ya no son incompatibles naturaleza y humanidad.
Después de siglos de separación,
un hombre las acercó a través de la belleza.
La más viva unidad se reconstituyó
en comunión de piedra y hoja.
Calcáreos germinan brotes como hilos,
azulejos estampan inflorescencias.
En holísticas graderías
verdes sombras
desvelan recónditas maravillas.
Hay betún de esmeralda en galerías anatómicas,
colmadas de cacto y pino..
Sorpresas trasladadas al mosaico,
terraza de perfil multicolor, pérgolas florecidas,
botánicas efigies en cerámicas florales.
Bajo el signo arlequinal,
paisaje y sentimiento hacen fiestas espectrales.
Tarde airosa de colores me dicen los jardines.

MONTSERRAT
A José Ángel García
Entre los nevados pirenaicos
y la niebla que ciñe los montes
subo hacia las azoteas del pórtico enclaustrado.
El calvario de luz inunda el jardín,
el puerto celeste y los valles
que se expanden.
Barandas agolpadas de legiones de rocas.
Corona y candela, relicario recóndito,
retablo de sagrada romería,
el cenobio es un pabellón alzado entre agujas.
Las alturas guardan la encumbrada magia.
Todo es fascinante:
arroyos de sombra suenan más allá de las cimas.
Extasiado estoy de distancia,
fascinado por la luz de los abismos
sobre la cresta transparente de los páramos.

VIAJE A BURGOS
El páramo de alfombrados cromatismos,
cárcavas de graneros luminosos,
álamos perfilados.
Encinas, tejados color barbecho,
robles de crestado ocre,
horizontes arropados de albores.
El claro Arlanza, bajo la Colegiata de Lerma,
luz altanera aclarando las torres.
Atardece en un jardín de enebros.
Huellas mozárabes se visten de césped.
Filigranas de caliza lunar
y escatológicas gárgolas
ornan la catedral
con la exactitud simétrica de sus floraciones.
Grandioso símbolo de verticalidad.
El cofre arrimado a la pared,
con los botines del Campeador.
Las agujas estampan marfiles y esmaltes.
Por entre parques alumbrados de nieve,
el Arlanza, como parteluz,
cubre de abetos sus tracerías.

ATARDECER EN VALENCIA
A Adriana y Miguel Fischer
Miel de colmena otoñal,
estanque de hoguera rosácea,
dulce naranjo de albores.
Valencia se perfila en las gárgolas de la Lonja,
en los jardines del Turia,
en románicas torres
por la Virgen de los Desamparados.
Albufera, entre huerta y mar,
inebria de olor a pino al viajante.
Horizonte de arrozal,
oasis de silencio en coronas de verdes copas,
claridad perfumada de agua.
Atardece en Valencia:
malvarrosa y ópalo velan sus donaires.
Lucero de colores sobre páramos de diamante.
Centellas se despliegan
en senderos liliáceos,
rastros de fluido cristal
entre sombras y montañas.

CÓRDOBA
Peregrino por calles como caracolas,
grietas circulares bañadas de claridad.
La campiña cereal se alza sobre los pórticos.
Córdoba vertiginosa, alcázar de luz,
obsesión donde agoniza y resucita
el Guadalquivir de espumas sonorosas,
huyendo entre piedras y arcos.
Los santuarios blancos,
bajo un cielo hilado de filigranas.
El puente sobre el cauce guarnecido.
Al-Ghazal todavía inventa poesía bohemia
en los arrabales de jardines.
Ibn Hazm aún teje el Collar de la Paloma.
Parece que los oigo recitar.
Un olor a limonero enciende el aire.
Llagada de dolencias de tiempo,
abandonada en su misterio
y aletargada en aureola de embrujo,
la Torre de Calahorra
reposa su oscuridad de muros descarnados.
Un halo de quietud me invita a meditar.
Un aire sempiterno enseña la peregrina tarde.
Siesta en los patios.
Frente a la portada de los conventos,
silencio de rejas floridas,
paredes de luna y sal.
Sorpresas desvendadas en callejuelas,
albercas entre mosaicos
donde trascurrieron los olvidados triunfos.

ALMERÍA
Desde sus arruinadas estructuras pétreas,
la Alcazaba deja ver las nubes
que se hunden en la plataforma del mar.
Desvela el golfo adamantino
desde la Punta Sabinar al Cabo de Gata.
Guardián de las atarazanas,
el gran cántaro asciende
hasta la limpidez de la ventura.
Diviso las cimeras distancias
que esparcen flores de sal,
abrasadas por la llamarada
donde el sol se mira abriendo sus plumas cristalinas.
Las techumbres plantadas a orillas de la vastedad
reposan su armonía tendida
a orillas del reluciente firmamento
que desnuda las colinas.
Almería oculta su antigüedad
bajo sus derramados techos.
Sobre las almenas
contemplo el azul suspenso en la plenitud visual.
Bebo brisa en la transparencia.
Subo a las agujas de la torre
y me deleito con el centelleo
de las sábanas de fuego del cielo.
El inmenso aljibe aéreo
muestra sus blancos reflejos.
Sopla el suave azul de la niebla
sobre el lucero de la tarde.
Los montes secos fulguran,
hechizados de cárdenos matices.
Me inundo de la quietud del atardecer.
El sentimiento sereno
nace de la mansedumbre marina.
Y los barcos reposan
en el cuadrante del encantamiento.
Almería, 3/1/2013.
DESCUBRIMENTO DE MÁLAGA
El mar en perspectiva lejana,
entre nubes platerescas.
Contemplo los recintos amurallados
y el mar en perspectiva lejana.
La magnitud de los huertos trasparece.
Málaga de esplendidez azul y baluartes.
Matices alegóricos de tapiz vertical,
bordado de encendidos peldaños.
Un patio que se alarga al horizonte.
De las alturas se asoma
hierática, translúcida, policroma,
Málaga lustrada en clara exaltación vital.
Altísona visión de lejanía.
Perla incrustada en sierra y mar.
Antorcha entre laderas crepitando,
clavada en la percepción de la intemporalidad.

LA SERRANÍA DE MÁLAGA
A Antonio Gómez
Aromas que bebemos en las hojas,
las tonalidades y la verticalidad de los cipreses.
Inflorescencias de esmeraldas ramas
que brotan encendidas por el viento.
Jardines de romero y tomillo,
bosques en profusión de encantos verdes.
Horizonte de miraje.
Un sueño místico se expande flamante
por las alturas de fluida clorofila.
Un reino vestido de nervura,
galardonado de celaje en todas las dimensiones.
Alma inmersa en verdes panoramas.
¿Quién no aspira a respirar ese aliento?


GRANADA
Hasta el pináculo del Sacromonte,
el Albaicín asoma blanco y soleado:
el caserío ceñido de cipreses
y las almunias florecidas.
La Alhambra esplende su opulencia majestuosa
en las cimas iluminadas.
Bajo las crestas fúlgidas de Sierra Nevada,
el valle disemina sus distancias estremecidas.
Los techos duermen bañados en suave desvelo.
Resplandecen los vergeles de la vega
más allá de las torres encendidas.
Ascuas vivas relumbran en los montes.
Un laúd arrullador,
tañido en las estancias del cielo,
derrama en las fosforescencias azuladas en la sierra.
De los muros adornados de glosas místicas
traslucen las yeserías y las bóvedas estrellas.
Los jardines con surtidores

tañen su canción de agua labrada
donde han crecido los frutos del naranjo.
De las pléyades han brotado narcisos

desde el firmamento.


CANTANDO SEVILLA

(a la manera de João Cabral)
Del placer de andar Sevilla,
calles primigenias,
glorietas y plazas itinerantes.
De leer libros sólo de metáforas
siempre inusitadas.
De pronto, se levantan iglesias
a hombros de mezquitas.
De andar envuelto en atmósfera de luz interna.
De habitar en sí el sabor cítrico del Pumarejo,
clareza gustativa.
Fuente de ser, vivero de calizas,
el Arenal, diamante extremo,
fiesta en las calles.
De meditar sobre el contraste
entre las líneas de la calle Sierpes
y las proporciones de la Giralda.
De Santa Cruz, suelo en caracoles,
de curvas, como Venecia, sinuosas,
pero sin la expansión de escapes
que desaguan en los puertos.
Jardines internos de pardos portales
que en patios tropiezan.
A los márgenes del Guadalquivir.
el placer de vagar por mamposterías de cal,
de sorber balsámicas dulzuras,
sentir una intensa claridad de lámina,
luz aguda que limpia azulejos
y ventanas en Triana.
De ver la gracia andaluza,
y la piel femenina de Sevilla.
De vivir el estado de ser,
que es el andar por sus calles.

MEDINA DEL CAMPO
Medina del Campo enarbola como un cetro
los torreones del Castillo de La Mota.
Encumbrada por la colegiata de San Antolín,
Medina conventual
de pretérita hispanidad mercantil.
De los mercaderes de lana merina,
alhajas de seda y tapices de terciopelo de otrora.
Las casas solariegas
ostentan sus puertas y escudos legendarios.
Peregrino del silencio de sus tejados lejanos,
me extasío bajo la luz indefinible de la tarde.
El palacio encantado de la Plaza Mayor
muestra la conmovedora estancia
donde la poderosa reina Isabel rindió el alma.
Monge andariego, ando por los senderos
por los que se enfrentaron
Juan I de Castilla y los Infantes de Aragón.
Por los que pasó Carlos V,
camino de su retiro en Yuste.
Nubes sombrías asoman
sobre el exangüe Zapardiel,
ausente en su desnudez invisible.
Veo a lo lejos las águilas señeras
y la inmensidad.


EL CASTILLO DE LA MOTA
Diviso el celeste emblema de la torre
sobre el huerto de la loma,
donde los ruiseñores pueblan las encinas.
Me acerco a la muralla mudéjar:
portento levantado en loor de la fe y de la espada.
El rojizo ladrillo altanero desafía vida y muerte.
Templo y cárcel, cobijo de teólogos y guerreros,
el magnífico pavimento, coronado de garitas,
es un baluarte sobre el cerro,
cercado de campiñas yermas,
iluminado por el lago etéreo
que enciende la cascada translúcida del horizonte.
Laberinto para los que temen la fraternidad.
Esfinge colosal de triunfal estampa,
con estrechas celosías defensivas,
por donde acechaba el prisionero César Borgia.
Rincón donde la reina Juana
lloró su nostalgia junto a las rejas de su abandono.
¡Heraldo de mis meditaciones!

 

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