Editanet, Espacio  Literario y Artístico

Usted está aquí:  >>> Crítica  >>> Crítica de arte 

Crítica de arte

Obras de Jesús Velayos

Haga clic aquí para obtener acceso a la Galería.

 

Homenaje a Jesús Velayos

Jesús Velayos, Homenaje por su trayectoria artística en Madrid

Julia Sáez-Angulo

El pintor Jesús Velayos ha sido homenajeado en la Tertulia Peñaltar de Madrid por su trayectoria artística. El acto tuvo lugar en el Hogar de Ávila, donde se glosó su figura y su obra como artista y profesor por el presidente Agapito Rodríguez Añel, por la crítica de arte Julia Sáez-Angulo y por la directora de la tertulia, Rosa María Manzanares.

Jesús Velayos (Muñogalindo, Ávila, 1950), licenciado en Bellas Artes en Madrid, ha trabajado como catedrático de Dibujo hasta su reciente jubilación. El autor ha compaginado la docencia con la creación de una obra singular en la que la naturaleza se tensiona con la geometría.

Su gran estudio lo tiene en su localidad natal, en pleno valle de Amblés, geografía que le inspira y da para para crear sus obras sobre lienzo, papel o en esculturas con materiales que van desde los pigmentos a la maderas, el hierro, los polivinilos y plásticos.

Al autor le gusta investigar e indagar sobre los materiales, “arriesgar para crear”, ir más allá del mimetismo de la naturaleza que inspira e impresiona. “La naturaleza es tu madre y tu maestra, pero no hay que copiarla, como señalaba Gauguin”, explica Velayos.”No hay que copiar a la naturaleza sino inspirarse en ella”, insiste.

“Me gusta el juego de contrastes entre lo orgánico y vegetal de la naturaleza y la línea recta de la geometría, añade el pintor, que utiliza con frecuencia el zigzag para oponerse a la organicidad de las plantas que pinta o dibuja.

Los elementos encontrados para construir sus tótems “no me atrevo a llamarme pintor”, conforman una serie de elementos verticales manipulados de gran belleza y sugerencia plástica.

Su gran referencia en la historia del arte es Paul Klee, por su capacidad de sugerencia al expresar lo que denomina “verdades latentes” detrás la realidad.

“Creo en el arte tranquilo y sosegado. La provocación no sirve. El academicismo y las destreza, por otro lado, tampoco. Es importante que la obra de arte produzca sensaciones. El arte ayuda a soñar”, afirma Velayos.

 

Ignacio Valle, Exposición de Dibujos

Ignacio Valle, Exposición de Dibujos en el Centro Lista de Madrid

Julia Sáez-Angulo

Más de medio centenar de dibujos del pintor Ignacio Valle Garagorri (Madrid, 1950) se exponen en el Centro Lista de Madrid. La muestra es un recorrido retrospectivo de los dibujos o bocetos del autor a lo largo de sus distintas series pictóricas.

La exposición muestra también las distintos pigmentos, técnicas y estilos de Ignacio Valle: gouache, pastel, acuarela, rotulador, grafito o técnica mixta.

Diana Michelow, comisaria de la exposición y autora del montaje, pronunció unas palabras en la inauguración para resaltar el trabajo del artista y la importancia de los dibujos en paralelo a su obra pictórica.

Maestro de la forma y el color, Ignacio Valle pasa por etapas más intensas y coloristas en su viaje de tres años por África en la década de los 70, más constructivas en su etapa neocubista y más singular en el periodo curvista.

Entre los títulos de los dibujos: Autorretrato en círculo, Estudio cubista, Madonna, Maternidad sobre gris, Pájaro en rama, Red man, Dama con vestido naranja, Campesinos sobre ocre, Abstracción magenta, El sueño, El pensador, Machos cabríos, Bosque de Valmaseda, etc.

Entre los asistentes a la inauguración, Julia Sáez-Angulo, crítica de arte; Elisa Sáez de Slöcker, de la Fundación Anima Artis y Miguel Valle Garagorri.

Hace dos meses, Ignacio Valle expuso sus pinturas en el Espacio Antic 31 de Madrid. El pintor tiene también en su haber diversas esculturas, entre ellas sillas cubistas y doce libros narrados e ilustrados, entre ellos Proust en el Congo.

 

Velázquez, Inocencio X y el obispado de Canarias

El Papa Inocencia X, de Velázquez

“Velázquez, Inocencio X y el obispado de Canarias”, nuevo descubrimiento del profesor Díaz Padrón

Julia Sáez-Angulo

El profesor Matías Díaz Padrón (El Hierro, Canarias, 1934) ha pronunciado una conferencia en Canarias, su tierra natal, después de su investigación sobre la carta que sostiene el papa Inocencio X en sus manos:

“No sabemos por qué Velázquez pintó el retrato de Inocencio X, ni por qué el pontífice posó ante Velázquez. Es una pregunta que se hizo Carl Justi en el siglo pasado y José López Rey recientemente. Es desde entonces un enigma sin respuesta. Una interrogante que no se ha dejado de hacer. Y la respuesta para nosotros desde Canarias una sorpresa a un agradecimiento del pintor al papa con lazos decisivos como sorprendentes del Obispado de Las Palmas de Gran Canaria.

Hace unos años, con ocasión a la exposición del retrato en el museo del Prado (1996), Trinidad de Antonio, conservadora jefe de pintura española, se hizo la misma pregunta en un documentado estudio del cuadro, con precisión sobre las circunstancias que facilitaron que este retrato se llevara a efecto.

Su respuesta es otra más del rosario de hipótesis que ahora resumo escalonadamente, esperando despejar un misterio que, de hecho, no lo es desde hace escaso tiempo, quizás por su publicación en compendios ajenos al arte. Si esto es interesante, no lo es menos la vinculación de la respuesta con la vida de nuestros protagonistas y con el Obispado de las Islas Canarias, entonces de las colonias más lejanas del Imperio Español.

Un retrato que nos observa

El retrato del pontífice nos observa. Esto obliga a un “in passe” para decir algo sobre él. Estamos en los años de 1649-1651 y cuando Velázquez reside en Roma. Su fama fue reconocida en la Ciudad Eterna, y para Antonio Palomino, es el mejor retrato de los pintados en aquel viaje. La incisiva mirada de este rostro rudo, frío y distante es inolvidable. Es biografía desnuda del personaje. Mira de frente. Difícilmente puede soportarse la fuerza de sus ojos grises. Desconcierta y pasamos de ser críticos activos a víctimas de una implacable observación. Es difícil resistir a la fascinación de esta mirada. Estamos ante un papa que “quiere retener a quien está ante él”. Velázquez transmitió la realidad física y moral de Inocencio X: su poder temporal más allá de su misión en la tierra. Esto define el contenido del retrato al tiempo que la ejecución plasma los esfuerzos del pintor a través de la lenta conquista del color conjunto y la técnica discontinua. Transmite la visión espectral de un rostro ungido de la luz tenue del interior.

Los perfiles se funden en ósmosis. Un rostro sin sombras entre los rojos y blancos irisados armonizando las carnaciones. La uniformidad tonal se impone. Los ojos insisten intimidando.

Hoy comprendemos los juicios de Hipólito Taine al decir: “este retrato es imposible de olvidar”. A todos los que lo miran deja una impresión estremecedora. Su realismo extremo alcanza a lograr fingir el sudor del rostro que delata la fecha estival de su ejecución.

Del motivo del retrato las fuentes más antiguas aventuran dos hipótesis. Lázaro Díaz del Valle, amigo del pintor, dice que para traerlo al rey; Antonio Palomino algunas décadas después dice: “cuando se terminó” sin más. En fechas recientes, José Camón Aznar piensa que se lo encargó a Velázquez directamente el papa, y Jonathan Brown, que Velázquez se ofreció para conseguir ayuda en su misión. Trinidad de Antonio ve la ambición de Velázquez por ampliar su “curriculum”. Se piensa en la intervención de personalidades amigos de Velázquez y allegados a Inocencio X como Monseñor Camillo Massimi y el Cardenal Camillo Astalli. Martínez de la Peña propuso además la intervención de Monseñor Giovanni, amigo del conde Oñate, que facilitó a Velázquez la entrada en los jardines del Vaticano.

Estas hipótesis están potenciadas por la suposición que ve en el pintor del rey un ambicioso cortesano. Velázquez no era muy conocido en Roma, y el papa no es gran conocedor de pintura, sí de los libros.

Yo pienso que la iniciativa del retrato fue del pintor. Pero lejos del ánimo mezquino que apuntan algunos estudiosos, condicionados por las tesis de Ortega y J. Brown, que ven un pintor al que no le gusta pintar y un cortesano acomodaticio. Trinidad de Antonio añade: “fue para conseguir honores deseados por él y conseguir el favor papal”. Parece no importa la pintura, si no conseguir mercedes: un Velázquez interesado en elevar su condición social. Esto se escribe en 1996.

De hecho, se ignoran noticias de una década antes. Es una comunicación de Quintín Aldea dedicada a M. Batllori, años antes de los juicios de J. Brown y catálogo del Museo del Prado dedicado al retrato. Aquí revela una realidad que llena este vacío de la vida del pintor: un pintor de fino espíritu, discreto y silencioso. El retrato fue “el pago de una deuda” de un hombre de honor. En este extremo de ideas y hechos está implicado el Obispado de Las Palmas de Gran Canaria. Veamos por partes.

Respuesta en un Memorial de Velázquez

La respuesta está en un memorial que dirigió Velázquez en 1626 al nuncio de Su Santidad en Madrid, la petición que sigue:

“Excmo. Y Rvdmo. Señor: Diego Velázquez, pintor de Su Majestad, dice que, atento a que es pobre y tiene mujer e hijos. Su Majestad le ha hecho merced de darle trescientos ducados de pensión cada año en moneda de Castilla sobre beneficios eclesiásticos u obispados, y siendo, como es casado no lo puede gozar sin particular dispensación para ello de Su Majestad”:

“A Vª Sª Ilma. Suplica, pues tiene en esta parte sus veces, le hago merced dispensar con él, atento que no tiene hijo varón en cabeza de ganar pueda poner la dicha pensión, que esto menos han hecho los Pontífices de beata memoria que han pasado, con otros muchos que, siendo casados, gozan hoy pensiones eclesiásticas, que en ello recibieron merced de la mano de Vª Sª Ilma”. En el reverso está la firma de mano de Velázquez: “Pintor de Su Majestad”.

La carta la firman Velázquez y Pamphili, la envían desde Madrid al Secretario de Estado del Vaticano el 11 de octubre de 1626. Debemos recordar que esto de “pobre” es algo burocrático de la época. También es importante recordar la fecha de 1626, dos años antes de pintar Los Borrachos. Adjunta a la carta va una nota con una recomendación del Conde Duque de Olivares. Pero lo más interesante de esto es que la pensión le va a ser pagada a Velázquez por el Obispado de Canarias.

El nuncio Pamphili que hace esta gestión, será aclamado papa con el nombre de Inocencio X. Esto revela el motivo del retrato y dice mucho de la personalidad del pintor del rey, tan controvertida para quienes alcanzan a ver el valor del silencio del hidalgo de España, donde la gratitud es signo del honor.

Velázquez, como se desprende de la dedicatoria y firma que lleva el Pontífice en la mano, pagó la deuda a su benefactor al llegar a Roma. Esto explica su negativa contumaz a aceptar dinero por el retrato. El papa le regaló una cadena de oro con su efigie. Velázquez la conservó hasta su muerte pues consta en su testamento.

No hay duda que el retrato del papa fue personal, pues no pasó a las colecciones oficiales del Vaticano. Inocencio X lo donó a su sobrino y está hoy en el palacio Doria Pamphili.

Debo advertir a quienes no están familiarizados con la moneda en el siglo XVII que 300 ducados es una cifra mas que estimable, son 284 maravedíes diarios, cuando una libra de carne valía 8 maravedíes. Esto, fuera de su sueldo y encargos, da idea de la holgura económica que gozó el pintor contra los tópicos generalizados. Velázquez lo cobró sin interrupción desde 1627 hasta su muerte: unos treinta y tres años.

Con sobradas razones, mi profesor y amigo, don Joaquín Pérez Villanueva, escribió que los canarios contribuyeron así al bienestar de Velázquez. Podría añadir que sin esta generosa pensión del Obispado de Canarias, este retrato no existiría.

Pienso a mis adentros que no sería nada difícil que los Pamphili correspondieran con Canarias prestando este retrato por un tiempo razonable, como lo hizo al Museo del Prado hace unos años sin las poderosas razones que hemos esgrimido en el transcurso de estas páginas. A este Obispado de Canarias debe Velázquez mucho de su bienestar y que el palacio Doria posea en sus salones el retrato más bello del barroco europeo”.

 

"REtratos y Auterretratos de Artistas"

Auterretrato de Julián de Tellaeche

Exposición “Retratos y Autorretratos de Artistas” en el Museo de Bellas Artes de Álava

Julia Sáez-Angulo

El artista, el pintor, también desea ser representado y hace su autorretrato; en ocasiones es un ejercicio de estilo para indagar o experimentar en la forma de afrontar el rostro o la figura. En otros casos es el intercambio de retratos recíprocos lo que lleva a los colegas pintores a intercambiar la interpretación del rostro del otro. Sobre estos temas verlas la exposición “Retratos y Autorretratos de Artistas” en el Museo de Bellas Artes de Álava, que despertado gran interés.
La mirada del artista sobre sí mismo es toda una singularidad. El Louvre des Antiquaires en París también llevó a cabo una exposición similar en la que dominaba el número de artistas franceses. Al retrato se le ha llamado "género nutricio" de los artistas, porque con él han podido mantenerse muchos, pero no ocurre lo mismo con el autorretrato, ya que el resultado es para uno mismo.
Un total de 38 obras entre pinturas, esculturas, dibujos y grabados, en su mayor parte de autores vascos, con fuerte presencia de artistas alaveses”, señala Iciar Lamarain, diputada vasca.
“Existen muchas formas de abordar y de interpretar un retrato. Generándose más modernas, a veces, por qué no, una sensación de incertidumbre, a medio camino entre el espejismo y la perplejidad en el espectador. Es indudable que en esta disciplina, más que en otras, persiste todavía, acaso como problema agobiante, la idea del parecido: la del sometimiento de los rasgos fisonómicos a un realismo veraz. Paradójicamente cuando el retrato es un género muy propenso al subjetivismo por parte del artista. Más que nunca, la complejidad y la pluralidad de identidades es interpretable desde posiciones flexibles. Pero aun así apenas resulta fácil ni tampoco cómodo para el público, cuando se sitúa delante de un retrato, romper con los componentes culturales, con “un modo de ver” heredados sin duda de la tradición académica”, se dice en el catálogo de la exposición, una buena reflexión sobre el arte del retrato, por Santiago Arcediano.
En la muestra hay imágenes de Ignacio Díaz Olano, Fernando Amárica, Pablo Uranga, Lorenzo Fernández de Viana, Julio Beovide o Antonio de Guezala. Muchos de estos retratos se pueden contrastar con las fotografías de los que han posado, lo que inevitablemente lleva a establecer parecidos. Los distintos discursos estilísticos hablan sobre la manera que los pintores tienen de contemplarse a sí mismos.

 

Los textos, videos y audios de esta web están protegidos por el Copyright. Queda totalmente prohibida su reproducción en cualquier tipo de medio o soporte, sin la expresa autorización de sus titulares.
Editanet © Copyright 2013. Reservados todos los derechos