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Una tumba en Murcia

Una tumba en Murcia

Cementerio de Murcia

Paco López MengualHacía tiempo que quería realizar esa visita, así que el otro día di un volantazo y entré al cementerio de Murcia. En la cartera llevaba escrita la dirección de una tumba: zona 33, Sepultura 413. No me costó mucho encontrarla. Allí reposaban los restos de José Luís Sánchez Bravo: la última persona fusilada en el franquismo, la última persona a la que se le aplicó la pena de muerte. Fue ejecutado en septiembre de 1975, junto a otros cuatro presos, sólo dos meses antes de que muriese el dictador. Ese día hubo airadas manifestaciones de protesta en todas las capitales de Europa; la Embajada de España en Lisboa, ardió; 12 países retiraron a sus embajadores y Méjico rompió relaciones diplomáticas. Pablo VI, el representante en la tierra del mismo Dios al que le rezaba Franco, envío sin éxito una carta personal al Caudillo solicitando clemencia. José Luís tenía 21 años y, aunque era militante de FRAP, nunca se probó su participación en el mortal apuñalamiento de un policía en el barrio de Carabanchel de Madrid, en el transcurso de una manifestación. Siempre me ha conmovido el saber que todos los policías y guardias civiles que dispararon aquella mañana se habían ofrecido voluntarios para hacerlo. Antes, el oficial que daba la orden de ¡Disparen! hizo que trajesen y le mostrasen el ataúd en el que iban a meter su cuerpo una vez agujereado.
Colocadas sobre la tumba, vi varias piedras a modo de homenaje –algo propio de los cementerios franceses-; así que di una vuelta por los alrededores buscando por el suelo y encontré una de color marrón. Con cuidado, coloqué la piedra sobre el mármol como quien levanta un pequeño-gran monumento contra la pena de muerte, contra la barbarie.

 

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