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Crítica literaria por Ana Alejandre
Tiempos ridículos, Javier Marías
Tiempos ridículos
Javier Marías
Alfaguara
Madrid, 2013, 367 pp.
Ana Alejandre
El nombre de Javier Marías es suficientemente conocido dentro de la panorámica novelística española actual. Autor de más de 16 títulos, entre novelas y colecciones de relatos, ha sido galardonado con innumerables premios tantos españoles como extranjeros.
Ahora nos ofrece una colección de artículos publicados en el suplemento El País Semanal, entre el 13 de febrero de 2011 y el 3 de febrero de 2013. Un total de 96 textos que abarcan todos los temas de actualidad política, social, cultural y económica tanto de España como, en ocasiones, de otros países cuyos protagonistas saltaron a los medios de comunicación, pero todos ellos de actualidad en el tiempo en que los fue escribiendo para dicha colaboración.
El curioso título de esta colección de artículos, Tiempos ridículos, lo eligió el propio Marías ya que era el que llevaba el artículo en el que habla del viaje del Rey, por entonces, Don Juan Carlos, a Botsuana y la polémica suscitadas por las fotografías del Rey ante elefantes que habían sido abatidos en la cacería en la que participaba.
Nada que objetar a las opiniones vertidas por el autor de esta obra sobre los diferentes y variopintos temas que comenta, pues en una democracia el respeto a la libertad de opinión es sagrada, siempre que no conculque el ordenamiento jurídico o lesiones derechos de terceros.
Su maestría narrativa está fuera de toda duda y probada, aunque como siempre sucede a unos lectores les gustará más y a otros menos, pero maneja con soltura las descripciones psicológicas de los personajes, a los que analiza y disecciona con extrema precisión como si manejara un escalpelo, sacando a la superficie sus más recónditos pensamientos, secretos y emociones. Sin embargo, en el artículo le falta fuerza en la argumentación de la idea que expone -cundo lo hace que no es siempre-, y su prosa que sigue siendo impecable aparece floja, sin firmeza, sin esa fuerza expresiva que provocaría en el lector del artículo una cierta convulsión, tanto si está de acuerdo con lo expuesto por Marías, como si no. Le falta la contundencia que tiene Arturo Pérez-Reverte, amigo suyo, que provoca que el lector nunca permanezca indiferente.
Si embargo, lo que sorprende en un escritor y, por ende, un intelectual, es la falta de coherencia en sus argumentaciones, de razonamiento lógico y de incongruencia manifiesta de lo que entresaco un ejemplo: en la página 48 se inicia un artículo titulado Un gran dúo cómico en el que afirma:
"En los últimos años, entre los políticos, la competición de decir tonterías ha estado de verdad reñida. Tradicionalmente soltaban muchas más los de derecha -los representantes del PP y sus periodistas acólitos, cuya capacidad de razonamiento, solía competir a su vez con la de una gallina- En esta legislatura, sin embargo, los de izquierdas -tanto los del PSOE como los del IU y similares- han llevado a cabo tan tremendo esfuerzo por ponerse a su nivel que parecía que lo iban a rebasar y se iban a alzar con el trofeo. Pero la derecha no debe temer por su primacía en este aspecto, alguien siempre corre a devolvérsela haciéndonos de paso a todos el inmenso favor de permitirnos leer alguna noticia entre carcajadas algo por desgracia muy infrecuente".
Y sigue en ese tenor sin dar más argumentación, prueba de lo que afirma, reflexión sobre lo que dice o datos concretos que contrasten sus opiniones, las que son, por eso mismo, tan subjetivas como las de cualquiera otra persona, escritor o no, elevándola a categoría universal, además de que poco le falta para decir "Esto es así porque yo lo digo", en un alarde de falta de objetividad, pues hablan sus prejuicios políticos que son tan poco válidos como los de cualquier otro ciudadano que se pronunciara así sobre la izquierda, negando que todos sus miembros sean inteligentes, o bien los que tienen una determinada creencia en oposición de los que tienen otra contraria; los que han nacido en un determinado lugar y por ello, quien habla, afirma que son más inteligentes que los que nacieron enfrente; los miembros de una determinada raza, color, estatus social, etc., a los que se les niega de un plumazo todo atisbo de inteligencia por el sólo hecho de formar parte de ese grupo indefinido de personas que tienen en común una determinada ideología, creencia, lugar de nacimiento, raza, estatus, etc.,
Pero lo más curioso es que, en páginas siguientes, la 100, concretamente, en el artículo Las cegueras voluntarias quien ha hecho las afirmaciones antes mencionadas y sin sentir el menor atisbo de pudor o de ridículo (término que utiliza para definir a los tiempos que corren) hablando de las reacciones suscitadas por su artículo sobre el caso protagonizado por el político Dominique Strauss-Kahn -que fue noticia al ser acusado por una camarera de hotel de haberla violado, lo que no se pudo probar, pero tampoco la versión del acusado-, él mismo ridiculiza esa postura de generalizar y calificar a quienes no piensan igual sin más argumento que la propia opinión que, en muchas ocasiones, está completamente desinformada. Se lamenta de que quienes, especialmente mujeres, le reprochan que hubiera dicho en el artículo criticado que no creyera la versión de la mujer, aunque admitía que tampoco había evidencia de culpabilidad ni de inocencia del acusado, por las muchas lagunas y falta de pruebas, además de las incoherencias que manifestaban tanto el uno como la otra, a lo que no hay nada que objetar. Y afirma que quienes les escriben airadas, "no leen lo que escribo, sino que leen lo que creen o quieren creer o deciden que escribo, o los que se fijan en una sola frase y reaccionan airadamente a partir de ella, sin atender a nada de lo que la rodea, es decir al resto, es decir al artículo mismo".
Para completar su supuesta objetividad de criterio sigue diciendo en la página siguiente:"Pero quien más me preocupa son las mujeres (y algún hombre también) que, en cualquier asunto relacionado con una o varias de ellas, parten de las siguientes convicciones inamovibles: a) las mujeres son siempre buenas y desinteresadas; b) nunca mienten cuando acusan, siempre dicen la verdad; en todo litigio con ellas son siempre las víctimas; d) llevan siempre la razón; la justicia ha de dársela, y si no lo hace será corrupta".
Exacto, ese mismo error es el que comete Javier Marías cuando habla desde sus convicciones inamovibles y afirma "su opinión" de quién es inteligente o quién es tonto por el sólo hecho de ser del partido que uno vota o del contrario, o por cualquier otra circunstancia que venga al caso, como si le hubiera hecho el test de CI a todos y cada uno de los sujetos en cuestión. Es la misma falacia puesta en escena, pero con el agravante por parte de este autor de que, además de pontificar y dar lecciones, no se da cuenta de que, por su oficio de escritor, no puede caer en las mismas incongruencias, lugares comunes, y tópicos usados por el común de los mortales, sin más argumentos que su propia y personal opinión, muy respetable, pero sólo eso una opinión. Al igual que manifiestan la suya las mujeres que le escriben en uso del derecho de libre expresión del que se queja y con las que pueda estar o no de acuerdo, pero no por exponerles sus opiniones contrarias a la suya son estúpidas o tendenciosas, Tampoco todas las mujeres pensamos eso que afirma sobre la inocencia a priori de nuestras congéneres, ni tampoco que los hombres sean siempre los "malos" de cada historia. No todas las mujeres caemos en esos lugares comunes y afirmaciones absurdas y tópicas, tan absurdas y generalizadas con las que hace Javier Marías de los de derechas y del pensamiento inamovible de las mujeres, entre otras.
Desde luego, que estamos viviendo unos tiempos ridículos. Javier Marías también lo sabe hacer, y es un ejemplo de incoherencia y falta de respeto a quienes no ostentan su ideología por el simple hecho de pensar lo contrario. Todo un ejemplo de talante democrático, coherencia intelectual y tolerancia a las ideas opuestas y, sobre todo, de inteligenc
Rosa enferma, Leopoldo María Panero
Rosa enferma (Poesía)
Leopoldo María Panero
Huerga & Fierro
Madrid, 2014, 96 pp.
Ana Alejandre
El poemario inédito que dejó Leopoldo María Panero al morir, ha sido publicado por sus editores de los últimos tiempos, Huerga & Fierro en este mismo año de su muerte.
Compuesto de 18 poemas que son el más fiel reflejo de la mente, del pensamiento y sentimientos de su autor, ese poeta maldito, siempre a caballo entre la locura y la cordura, pero poeta que hace vibrar con la belleza tenebrosa de sus poemas a cualquiera que se enfrente a ellos, aunque sea con el ánimo encogido y el corazón deslumbrado por la belleza terrible que plasman y que no son otra cosa que el lamento siempre continuado de un hombre que pasó los últimos cuarenta años de su vida entre manicomio y manicomio, en un triste periplo por el territorio nacional por el que fue dejando tras de sí a familiares, amigos y quedando definitivamente derrotado y solo, tal como dice en este poemario : "Como si estuviera por fin solo/Colgado del último verso".
La poesía salvó a Leopoldo María Panero de quedar irremediablemente sumido en la locura, porque esa necesidad de escribir, de expresarse, le conectaba con lo más profundo de su ser, con su talento poético inagotable, pero también era como un lacerante grito de dolor que ponía de relieve la mayor y más desnuda verdad de sí mismo y del enigma en el que el sufrimiento lo había convertido para sí mismo y para los demás.
Decía Shakespeare que "El poeta es el espía de Dios", quizás porque es el único capaz de llegar a vislumbrar esas zonas oscuras, terribles, del alma humana, en el que la mirada de un no poeta no puede traspasar nunca. Leopoldo Mª Panero lo supo hacer desde el primer momento que quiso escribir poesía, desde el instante en el que se dio cuenta que la esquizofrenia era el muro que le separaba de los demás mortales, supuestos cuerdos, pero también ciegos y desprovistos por ello de esa capacidad de horadar el alma humana, los entresijos de la mente que sólo se abren a la mirada atenta, profunda y doliente de un loco con la capacidad poética y el profundo bagaje cultural de este poeta loco, hombre solo y derrotado, que nunca abandonó el estandarte de la poesía como único faro de salvación que le acompañaba e iluminaba con su luz en la oscuridad terrorífica del mundo que le rodeaba, que le asfixiaba entre electroshock, tranquilizantes, neurolépticos y demás parafernalia psiquiátrica, con la que Leopoldo fue perdiendo, poco a poco, su resistencia hasta llegar a esa humilde aceptación de su mal, de su terrible enfermedad, pero de la que nunca se rebeló, porque, quizás, pensaba que era el estigma que ese Dios en el que no creía, pero al que buscaba desesperadamente, le había marcado como la señal inequívoca de ser un elegido, al igual que Van Gogh lo fue en el terreno de la pintura, otro loco genial que enseñó al mundo mirar la realidad con otros ojos.
En este poemario se mezclan otras muchas voces de poetas y artistas, vivos y muertos: Pessoa, Mallarmé, Artaud, Elliot, Chandler, Gimferrer, Goya, que se entremezclan en un concierto coral y que conformaban el imaginario de Panero, porque a través de esas voces reencontraba la suya propia como un profundo eco en el que se hermanaba. Ellas alimentaron su propia obra, como confiesa el poeta, negando la absoluta originalidad de su obra, en un acto de modestia que pone de manifiesto su altura moral, ética y poética. Todas esas voces formaban parte, junto a otras muchas, de un caudal siempre inagotable que unía sus sonoras aguas a las suyas propias de creación poética que le acompañó hasta su muerte, esa que le libró de sus propios fantasmas y le llevó al otro lado de la realidad, de la vida, a la que decía odiar y despreciar, porque de ella sólo obtuvo el dolor, la soledad, la incomprensión y su terrible orfandad, lo que le llevó a escribir, en uno de los poemas de esta obra póstuma, que todo eso le había llevado hasta el final. "Orinando sobre mi cadáver que es el único/ En saber el secreto inmundo de la vida".
Esta obra es el testamento literario póstumo de quien supo, en todo momento, que la belleza también se esconde en la parte más oscura de la vida cuando un poeta sabe rescatarla del pozo de la congoja y la desdicha.
Ya lo dice el poeta en uno de los trémulos poemas contenidos en este libro:
VI
Lo que promulga el psiquiatra jefe de este manicomio
Ya la página lo dice, qué oscuro es la mortalidad retrasada
Qué terrible la vida que nada sabe del hombre
Porque el hombre se arrodilla sin remedio ante la página llorando
Y escupe contra el hombre
Y dibuja líricamente en un árbol la silueta del colgado antes de colgarse
El temblor oscuro del sepulcro
Que está hecho no para los hombres
Sino sólo para el silencio y la ruina
Y para la buena nueva del desastre
Para el terror gótico de estar vivo como un ángel
Por eso la poesía es el camino de la oruga
Que hablará de mí a los hombres
Cuando esté muerto
Cuando un caballo recorra las páginas
Y anuncie a los hombres la buena nueva
De que ya no estoy solo
En la Santa Compaña del cierzo y del silencio
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Nota.- Este artículo fue publicado en Diario Siglo XXI/Cultura/Libros, el 15 de septiembre de 2014
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/184370/la-obra-postuma-del-ultimo-de-los-poetas-malditos-espanoles#.VCgQdPl_uSo
La soledad de los perdidos, Luís Mateo Díez
La soledad de los perdidos (novela)
Luís Mateo Díez
Alfaguara ((2014)
Ana Alejandre Después de cerrar el ciclo a Celama, ese mundo personal creado por Mateo Díez, en esta nueva novela habla de la soledad de aquellos seres que fueron vencidos y expulsados de sus propios destinos, arrojados al abismo de la historia, perdidos los referentes vitales que antes los guiaban.
El protagonista, Ambrosio Leda, vive desde hace quince años, escondido en Balma, la Ciudad de la Sombra, en años de la posguerra, confinados entre la desdicha y el remordimiento, en una constante huida de su hogar, vagando sin descanso para buscar su subsistencia, entre la soledad, el horror y la oscuridad de la noche, testigo de extraños sucesos, insólitos encuentros, misteriosas aventuras y voces anónimas que hablan de vidas ajenas, pero sin olvidar cierto tono homorístico que se entrelaza con el patetismo de la historia.
La maestría narrativa y la deslumbrante prosa de Mateo Díez, convierten a esta nueva novela en un ejemplo más de la buena literatura de la mano de un autor que es un clásico vivo. Pero no saldrá indemne el lector de esta narración, porque en todo momento brilla en ella esa oscura sobra de la fatalidad, siempre aliada de la desdicha, que va cercando a sus víctimas, seres extrañados de sí mismos, de esa historia triste, vencida, desesperada y siempre inconclusa en los que los seres, como le propio Ambrosio Leda, van buscando su destino, tan incierto como las sombras que le rodean en un mundo casi fantasmal, en el que los recuerdos siempre luchan por salir a flote para darle realidad y poso a esa vida que, a fuerza de tinieblas entre las que deambulan los fantasmas del pasado, parece casi irreal.
La prosa siempre deslumbrante de este escritor toma de nuevo un papel protagonista porque ella va enhebrando con puntada maestra y lenguaje depurado, los hechos, las situaciones, los escenarios entre la bruma de la niebla, y el temor siempre agazapado en la mente del protagonista con el que vive y sobrevive en un mundo que es la sombra del que fue en el pasado, pero también el recordatorio constante de que los restos nunca pueden volver a ser, a configurar lo que fue destruido, tanto en los edificios que conforman una ciudad, como en la vida de sus habitantes derrotados por esa fatalidad llamada guerra.
Este mundo casi espectral, sin hálito de esperanza, es en el que se sumerge los habitantes de esta novela, nos viene a recordar la fugacidad del tiempo, la irreparable herida que en todo ser vivo siempre causa, la pérdida de la propia realidad que muchas veces va unida al mundo en el que los seres han vivido y desean seguir haciéndolo, porque saben que su destrucción sería igual a la pérdida de la propia identidad y la de todos aquellos que configuran el paisaje exterior e interior de cada individuo y le dota de sentido, de valor y dignidad.
Novela, pues, que nos ofrece ese territorio en el que Mateo Díez se sabe mover a la perfección entre la realidad y la parte invisible de la misma, formada por los recuerdos, los temores, las esperanzas y esos ecos del pasado que son como el telón de fondo que conforman toda vida humana.
(La araña y...,Hanns Heiz Ewers
La araña y otros cuentos macabros y siniestros
Hanns Heiz Ewers
Traducción: José Rafael Hernández Arias
Valdemar, 2014, 432 pp.
Ana Alejandre
Esta recopilación de relatos que nos ofrece la editorial Valdemar de un autor considerado maldito, Hanns Heiz Ewers (1871-1943), no es apta para lectores sensibles y con ánimo débil. Después de leer este volumen que contiene una excelente selección de relatos fantásticos de Ewers, entre los que destaca el que le da título al volumen La araña, extraordinario cuento que narra la serie de suicidios misteriosos que acaecen en la habitación de un hotel, el lector se queda con la sensación de que se ha sumergido en el terror más puro, tenebroso y siniestro y sale a flote sintiendo que lo que ha leído le acompañará en su imaginario durante mucho tiempo, demasiado como para dormir tranquilo durante una buena temporada.
Nacido en Düsseldorf, Ewers siempre mostró un inusitado interés por la mística, filosofía, psicología y las ciencias ocultas. Muy influido por la filosofía de autores como Spinoza, Nietzsche y, especialmente, Max Stirner, por su obra El único y su propiedad (1844) que era una crítica despiadada de la sociedad prusiana y, al mismo tiempo, una reafirmación del ego. Ewers, muy impresionado por su lectura, llegó al convencimiento que lo único que tenía primacía absoluta frente a la tradición humanista occidental y frente al mundo era el ego, idea que le llevó a defender la individualidad de la cultura, como bien absoluto.
Su vida tuvo todos los tintes negros propios de alguien que lo era todo y no se sentía unido a nada: anarquista stirneriano, espía alemán en EE.UU., ensayista, editor, cineasta, fueron algunos de sus trabajos. Además, era espiritista, asiduo visitante de burdeles, duelista, racista, dipsómano, viajero incansable, nudista y mujeriego. Apasionado del romanticismo negro y fiel seguidor del decadentismo de fin de siglo.
Sus referencias literarias fueron numerosas y todas ellas de la categoría de Poe, Hoffmann, Strindberg o Heine. Supo aunar con gran maestría lo siniestro y lo macabro, lo grotesco y lo extravagante, pero sin olvidar el mundo de lo espectral y lo cruel. Sus obras más conocidas son El aprendiz de brujo (1910), La mandrágora (1911) -obra reconocida internacionalmente-, y Vampyr (1921) que forman la llamada "trilogía de Frank Braun"
Supo anticiparse al horror nazi, aunque tuvo una actitud colaboracionista con el III Reich, atraído por dicha ideología siniestra porque vio en el nacional-socialismo la más clara representación de los llamados poderes negros. Por ese motivo el Führer le encargó que escribiera la novela manifiesto del régimen. De ese encargo nació Un destino alemán (Horst Wessel), obra que, aunque parezca increíble, fue prohibida en 1934, quizás por la defensa que hacía de un mundo germano-judío y no mostrar ninguna actitud antisemita, además de defender al "mártir" nazi, Wessel, estudiante de Derecho alemán que murió víctima de un atentado supuestamente comunista, cuando todo indica que fue una venganza personal, ya que el asesinado era un joven de un talante poco convencional y de vida tormentosa.
El mismo año de su muerte, 1943, publica la colección de relatos Las manos más bellas del mundo, colección que ahora ha sido publicada por la editorial Valdemar con el título ya referenciado y sirve de objeto de este comentario. De esta colección se pueden destacar otros relatos como son La salsa de tomate de tinte absolutamente macabro y que está ambientado en España y tiene a las corridas de toros como telón de fondo; La Mamoloi, nombre de una reina sacerdotisa vudú, en el que se narran ciertos siniestros rituales; sin olvidar al relato macabro y espeluznante, incluida la aterradora visita al osario de un cementerio que narra el inolvidable relato La peor traición.
Esta obra contiene relatos escritos a principios del siglo XX, escritos algunos en el país que visitaba en ese momento, por lo que muchos de ellos tienen la nota añadida de estar inspirados en las más oscuras y terroríficas leyendas o historias locales, por lo que el autor sirve de perfecto transmisor de todos los miedos, terrores y tenebrosas historias que conoció en sus viajes.
No es extraño por todo lo anterior que Louis Pauwels y Jacques Bergier calificaran a Ewers como el Lovecraft alemán. Fue este último autor citado quien, en su obra El horror sobrenatural en la literatura, afirmó que el escritor alemán que se anticipó al nazismo y sus demonios en su relato El horror y la novela Alraune, era, sin duda alguna, el representante más genuino del género de terror en Alemania.
Esta colección de relatos no sólo es imprescindible para los amantes del género de terror, cualesquiera que sea su ideología, sino para aquellos que quieran leer y saborear el más puro horror que no le dejará cerrar el libro, pero sí se arrepentirá de haberlo abierto porque sus tenebrosas imágenes le perseguirán como las de cualquier aterradora pesadilla.
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