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Nuestro pequeño mundo
Poemas
Emilio Porta
LA TIERRA
Misteriosa y extraña su constancia,
su rotación sujeta su trazado
a su camino fijo en movimiento,
permanente en su prisión de aire.
Su única amiga, la desierta luna,
viaja con ella por el Universo,
ocultando la cara de su pena.
No conoce la Tierra qué es el tiempo,
ni distingue el murmullo del lenguaje
del sonido que nace en las mareas.
Silenciosa, admite su condena
alrededor de una pequeña estrella
para que el Hombre tenga la esperanza
de encontrar el sentido de los sueños.
Pero un día su cuerpo dejará de latir
y de moverse alrededor del sol.
El dios de fuego, cansado de la vida,
alargará sus manos infinitas
quemando las preguntas y la Historia.
( Quizás el adn busque otro planeta )
Relato
EL COMBATE
Emilio Porta
El boxeador permanecía consciente, en pie, extrañamente, como un saco de punching, con alma pero sin cuerpo. Una y otra vez, el otro le golpeaba. En la cara, en la frente, el estómago...Jonathan recibía impertérrito los golpes, casi sin enterarse. Se le nublaba la vista y, sin embargo, no caía del todo. De repente dobló una rodilla, intentó no tumbarse en la lona, pero los músculos ya no le respondían.
- Por favor, que alguien pare el combate…
Pero nadie le escuchaba. Como no sangraba, parecía que deseaba continuar.
– Ánimo, tu puedes…
- Hill, por favor, arroja la toalla…
Como hablaba sin voz, como hablaba para dentro de sí, Hill seguía en su rincón intentando insuflarle ánimo para llegar al sonido de la campana y reponer fuerzas.
- ¿No ves que no puedo más…?.
Hill no veía nada. Sólo pensaba que el sonido del gong estaba cada vez más cerca y Jonathan resistiría, como fuera, la avalancha de golpes.
- Qué paliza, ¿no?... ¿A qué esperan en su esquina?...
Por fin sonó la campana. Y Jon, a duras penas, se sentó en el taburete mirando al cielo y pidiendo a Hill una respuesta.
- Nada, no es nada…estás bien, sigue…está agotado. No puede ya ni golpear…es tuyo. Aprovecha un descuido y…! a la lona con él !.
La lona…La lona le parecía un desierto sobre el que no podía andar. Y su contrario, un huracán colosal dispuesto a hacerle pedazos sin compasión.
- Jon, despierta, ¿qué te pasa?. Te mueves en sueños como si estuvieras peleando por tu vida.
Jonathan se despertó. Empapado en sudor, agotado, como si hubiera estado librando una batalla infernal. Y Claudia estaba allí... mirándole con asombro...y también con pena.
- Acaba de llamar Hill. Dice que no ha podido hacer nada en el tema de la hipoteca. El banco no admite razones…y el embargo está en marcha. ¿Qué vamos a hacer?.
Jon permaneció en silencio, mirando a Claudia y a las paredes de la habitación, llenas de libros y carpetas, llenas de todos los sueños del mundo producidos por su mente y su corazón. Y despacio, lentamente, cogió una cerilla y les prendió fuego.
Mientras, en su cabeza, sonaba el tañido salvador del gong, el tañido de una extraña campana. Pero él ya no podía escucharla.
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