Poemas de Jorge Guillén

Jorge Guillén

CIMA DE LA DELICIA

¡Cima de la delicia!

Todo en el aire es pájaro.

Se cierne lo inmediato

Resuelto en lejanía.


¡Hueste de esbeltas fuerzas!

¡Qué alacridad de mozo

En el espacio airoso,

Henchido de presencia!


El mundo tiene cándida

Profundidad de espejo.

Las más claras distancias

Sueñan lo verdadero.


¡Dulzura de los años

Irreparables! ¡Bodas

Tardías con la historia

Que desamé a diario!


Más, todavía más.

Hacia el sol, en volandas

La plenitud se escapa.

¡Ya sólo sé cantar!

Cántico (1919-1950)



DESNUDO


Blancos, rosas... Azules casi en veta,

retraídos, mentales.

Puntos de luz latente dan señales

de una sombra secreta.

Pero el color, infiel a la penumbra,

se consolida en masa.

Yacente en el verano de la casa,

una forma se alumbra.

Claridad aguzada entre perfiles,

de tan puros tranquilos

que cortan y aniquilan con sus filos

las confusiones viles.

Desnuda está la carne. Su evidencia

se resuelve en reposo.

Monotonía justa: prodigioso

colmo de la presencia.

¡Plenitud inmediata, sin ambiente,

del cuerpo femenino!

Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?

¡Oh absoluto presente!

Cántico (1928-1950)



EN PLENITUD


Después de aquella ventura

Gozada, y no por suerte

Ni error —mi sino es quererte,

Ventura, como madura

Realidad que me satura

Si de veras soy— después

De la ráfaga en la mies

Que ondeó, que se rindió,

Nunca el alma dice: no.

¿Qué es ventura? Lo que es.

Cántico (1928-1950)



ESTATUA ECUESTRE


Permanece el trote aquí,

Entre su arranque y mi mano.

Bien ceñida queda así

Su intención de ser lejano.

Porque voy en un corcel

A la maravilla fiel:

Inmóvil con todo brío.

¡Y a fuerza de cuánta calma

Tengo en bronce toda el alma,

Clara en el cielo del frío!

Cántico (1919-1950)



LOS AIRES

¡Damas altas, calandrias!

Junten su elevación

algazara y montaña,

todavía crecientes


gracias a la mañana

trémula del rocío,

tan cándida y sin tasa,

bajo el cielo inventor


de distancias, de fábulas.

¡Libertad de la luz,

damas altas, calandrias,

lo rubio, lo ascendente!

Sean así la traza,


tan simple aún, clarísima,

de las profundas Nadas

gozosas de los aires,

con un alma inmediata,


sí, visible, total,

¡ah!, para la mirada

de los siempre amadores

¡Damas altas, calandrias

Cántico (1928-1950)



LOS JARDINES


Tiempo en profundidad: está en jardines.

Mira cómo se posa. Ya se ahonda.

Ya es tuyo su interior. ¡Qué trasparencia

de muchas tardes, para siempre juntas!

Sí, tu niñez: ya fábula de fuentes.

Cántico (1919-1950)


LOS NOMBRES

Albor. El horizonte

entreabre sus pestañas,

y empieza a ver. ¿Qué? Nombres.

Están sobre la pátina


de las cosas. La rosa

se llama todavía

hoy rosa, y la memoria

de su tránsito, prisa.


Prisa de vivir más.

A lo largo amor nos alce

esa pujanza agraz

del Instante, tan ágil


que en llegando a su meta

corre a imponer Después.

Alerta, alerta, alerta,

yo seré, yo seré.


¿Y las rosas? Pestañas

cerradas: horizonte

final. ¿Acaso nada?

Pero quedan los nombres.

Cántico (1928-1950)


MÁS VERDAD

Sí, más verdad,

Objeto de mi gana.


Jamás, jamás engaños escogidos.



¿Yo escojo? Yo recojo

La verdad impaciente,

Esa verdad que espera a mi palabra.


¿Cumbre? Sí, cumbre

Dulcemente continua hasta los valles:

Un rugoso relieve entre relieves.

Todo me asombra junto.


Y la verdad

Hacia mí se abalanza, me atropella.


Más sol,

Venga ese mundo soleado,

Superior al deseo

Del fuerte,

Venga más sol feroz.


¡Más, más verdad!

Cántico (1919-1950)


MUERTE A LO LEJOS

Je soutenais l'éclat de la mort toute pure.

VALÉRY


Alguna vez me angustia una certeza,

Y ante mí se estremece mi futuro.

Acechándolo está de pronto un muro

Del arrabal final en que tropieza


La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza

Si la desnuda el sol? No, no hay apuro

Todavía. Lo urgente es el maduro

Fruto. La mano ya lo descorteza.


...Y un día entre los días el más triste

Será. Tenderse deberá la mano

Sin afán. Y acatando el inminente


Poder diré sin lágrimas: embiste,

Justa fatalidad. El muro cano

Va a imponerme su ley, no su accidente.

Cántico (1928-1950)


PERFECCIÓN


Queda curvo el firmamento,

Compacto azul, sobre el día.

Es el redondeamiento

Del esplendor: mediodía.

Todo es cúpula. Reposa,

Central sin querer, la rosa,

A un sol en cénit sujeta.

Y tanto se da el presente

Que al pie caminante siente

La integridad del planeta.

Cántico (1928-1950)


TARDE MAYOR

Libre nací y en libertad me fundo.

CERVANTES


Tostada cima de una madurez,

Esplendiendo la tarde con su espíritu

Visible nos envuelve en mocedad.


Así te yergues tú, para mis ojos

Forma en sosiego de ese resplandor,

Trasluz seguro de la luz versátil.


Si aquellas nubes tiemblan a merced,

Un día, de un estrépito enemigo,

Mescolanza de súbito voraz,


Oscurecidos y desordenados

Penaremos también. Y no habrá alud

Que nos alcance en la ternura nuestra.


Esos árboles próceres se ahíncan

Dedicando sus troncos al cénit,

A un cielo sin crepúsculos de crimen.


Si tal fronda perece fulminada,

Rumoroso otra vez igual verdor

Se alzará en el olvido del tirano.


Y pasará el camión de los feroces.

Castaños sin Historia arrojarán

Su florecilla al suelo —blanquecino.


Un ámbito de tarde en perfección

Tan desarmada humildemente opone,

Por fin venciendo, su fragilidad


A ese desbarajuste sólo humano

Que a golpes lucha contra el mismo azul

Impasible, feroz también, profundo.


Fugaz la Historia, vano el destructor.

Resplandece la tarde. Yo contigo.

Eterna al sol la brisa juvenil.

Cántico (1928-1950)



LA SANGRE AL RÍO


Llegó la sangre al río.

Todos los ríos eran una sangre,

Y por las carreteras

De soleado polvo

—O de luna olivácea—

Corría en río sangre ya fangosa

Y en las alcantarillas invisibles

El sangriento caudal era humillado

Por las heces de todos.


Entre las sangres todos siempre juntos,

Juntos formaban una red de miedo.

También demacra el miedo al que asesina,

Y el aterrado rostro palidece,

Frente a la cal de la pared postrera,

Como el semblante de quien es tan puro

Que mata.


Encrespándose en viento el crimen sopla.

Lo sienten las espigas de los trigos,

Lo barruntan los pájaros,

No deja respirar al transeúnte

Ni al todavía oculto,

No hay pecho que no ahogue:

Blanco posible de posible bala.


Innúmeros, los muertos,

Crujen triunfantes odios

De los aún, aún supervivientes.

A través de las llamas

Se ven fulgir quimeras,

Y hacia un mortal vacío

Clamando van dolores tras dolores.

Convencidos, solemnes si son jueces

Según terror con cara de justicia,

En baraúnda de misión y crimen

Se arrojan muchos a la gran hoguera

Que aviva con tal saña el mismo viento,

Y arde por fin el viento bajo un humo

Sin sentido quizá para las nubes.

¿Sin sentido? Jamás.


No es absurdo jamás horror tan grave.

Por entre los vaivenes de sucesos

—Abnegados, sublimes, tenebrosos,

Feroces—

La crisis vocifera su palabra

De mentira o verdad,

Y su ruta va abriéndose la Historia,

Allí mayor, hacia el futuro ignoto,

Que aguardan la esperanza, la conciencia

De tantas, tantas vidas.

Clamor - A la altura de las circunstancias (1963)



ARS VIVIENDI

Presentes sucesiones de difuntos

QUEVEDO


Pasa el tiempo y suspiro porque paso,

aunque yo quede en mí, que sabe y cuenta,

y no con el reloj, su marcha lenta

—nunca es la mía— bajo el cielo raso.


Calculo, sé, suspiro —no soy caso

de excepción— y a esta altura, los setenta,

mi afán del día no se desalienta,

a pesar de ser frágil lo que amaso.


Ay, Dios mío, me sé mortal de veras.

Pero mortalidad no es el instante

que al fin me privará de mi corriente.


Estas horas no son las postrimeras,

y mientras haya vida por delante,

serás mis sucesiones de viviente.

Clamor (1960) Que van a dar a la mar




FUERA DEL MUNDO

6

Cuanto nosotros somos y tenemos

Forma un curso que va a su desenlace:

La pérdida total.

No es un fracaso.

Es el término justo de una Historia,

Historia sabiamente organizada.

Si naces, morirás. ¿De qué te quejas?

Sean los dioses, ellos, inmortales.


Natural que, por fin, decline y me consuma.

Haya muerte serena entre los míos.

Algún día —¿tal vez penosamente?—

Me moriré, tranquilo, sosegado.

No me despertaré por la mañana

Ni por la tarde. ¿Nunca?

¿Monstruo sin cuerpo yo?

Se cumpla el orden.

No te entristezca el muerto solitario.

En esa soledad no está, no existe.

Nadie en los cementerios.

¡Qué solas se quedan las tumbas
!

Final (1981)


INFERNO


Ma tu perché ritorni a tanta noia?

Dice Virgilio a Dante, "Inferno", I, 76.


Los destructores siempre van delante,

Cada día con más poder y saña,

Sin enemigo ya que los espante.

Triunfa el secuestro con olor de hazaña,

Que pone en haz la hez del bicho humano.

Ni el más iluso al fin la historia engaña.

El infierno al alcance de la mano.

Final (1981)










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