Ediición nš 13 - Octubre/ diciembre de 2010

El Belén

DOLORES GALLARDO LÓPEZ

EL BELÉN

La tradición española de los ya cercanos días navideños marca la instalación en iglesias, instituciones y también en numerosas casas particulares de un belén, mas o menos grande, con figuras más o menos costosas según el bolsillo de cada cual.

Aunque algo decaído las últimas décadas por la invasión del árbol de Navidad y Papa Noel como nuevos elementos decorativos de los hogares y de los edificios y espacios públicos, el belén aún sigue siendo una importante seña de identidad de la Navidad española.

Pero ¿cómo surgió el belén, también conocido como “el nacimiento”, “el portal” en el sur de España o “el pesebre” en Cataluña? ¿desde cuándo se usa en España? A esas preguntas intentaremos dar respuesta en las líneas que siguen.

1. Origen italiano

En primer lugar hay que decir que el belén es una invención italiana.
Se suele considerar que S. Francisco de Asís organizó el primer belén. Dice una piadosa tradición que en la nochebuena de 1223 San Francisco celebró la Eucaristía en una cueva próxima al convento del santo. Que allí preparó una representación viviente del Nacimiento, donde ya estarían incluidos una mula y un buey. Otra leyenda piadosa añade que, debido al frío, se colocó un muñeco para representar al niño Jesús y que en la hora en que la tradición fija el nacimiento de Jesús el muñeco empezó a llorar.
Esa hipotética representación animada del santo de Asis es considerada como el origen del belenismo.
Sin embargo la referencia más antigua que tenemos de belén construido con tallas se remonta a Arnolfo di Cambio, arquitecto de la Catedral de Florencia. Arnolfo di Cambio (Florencia1289) talló unas figuras en mármol blanco parte de las cuales aún se conservan en Santa María la Mayor de Roma.

En el año 1330 se instaló por primera vez un verdadero belén: en la iglesia de Santa Clara de Nápoles. Las monjas clarisas propagaron la costumbre de colocar al niño Jesús adornado con ricas vestiduras en un pesebre/cuna.

A partir del Concilio de Trento se fomentó la celebración de la navidad y la instalación de belenes en los templos como un medio más de apostolado. Paulatinamente en la época navideña se fueron instalando belenes en las iglesias, muchos representaban únicamente a la Sagrada Familia, otros añadían los pastores y los Magos de oriente, algunos incluían gran número de personajes.

El primer belén familiar del que tenemos noticia fue el de la duquesa de Amalfi, en 1567 y, al parecer, constaba de 107 figuras. De las casas señoriales pasó a las de los burgueses acomodados y de aquí, cuando los materiales se abarataron, al pueblo.

2. Auge del belenismo: Carlos VII de Nápoles

En los siglos XVII Y XVIII se produjo un fuerte desarrollo del belenismo. Con el barroco se impulsó de forma definitiva la realización de belenes.

El siglo XVIII vio el gran florecimiento del belén. Nápoles se puso en cabeza de todas las ciudades europeas: allí se creó una escuela incomparable en cuanto a belleza, detalle y meticulosidad en las figuras.

El ilustrado rey Carlos VII de Nápoles y Sicilia se interesó mucho por este arte y lo impulsó decididamente, la aristocracia secundó la idea. Como consecuencia en Nápoles proliferaron extraordinariamente los belenes y surgieron importantes imagineros belenistas.

Se comenzaron a construir figuras articuladas, cuyos cuerpos se realizaban a base de enrollar estopa y tiras de lienzo sobre un armazón de alambre; las extremidades –brazos y pies- eran de madera tallada; los rostros de barro cocido y pintado con óleo según la encarnadura que se le quisiera dar y se les dotaba de ojos de vidrio. El maniquí así construido se vestía después con ricos trajes, confeccionados en seda, terciopelo o raso. Hubo artistas especializados en hacer las figuras del Misterio, otros en los Reyes Magos, otros en las múltiples animales, cacharros de cobre y vajillas que adornan las bien servidas mesas que aparecen en los belenes napolitanos, sin olvidar tan siquiera las frutas y verduras. Los belenes napolitanos alcanzaron altas cotas de refinamiento y belleza.

La real fábrica de porcelana de Capodimonte se puso al servicio de los encargos que la representación requería, así como escultores como Jusseppe Sanmartino o los Vassallo. Ningún artista ni artesano de la ciudad quedó al margen de la actividad belenística, los más reputados escultores se dedicaron a modelar cabezas para los pastores, odaliscas, turcos, orientales, ángeles, etc.

Todo Nápoles desde el día de la Inmaculada -8 de diciembre- hasta el día de la Candelaria -2 de febrero- vibraba en torno a los belenes pues constituían un exponente le la riqueza y el buen gusto de las familias.

Bueno es recordar que Carlos VII de Nápoles y Sicilia, gran impulsor de las artes belenísticas, era un príncipe español: el tercer hijo del rey de España Felipe V y el primero que tuvo su segunda esposa, la culta princesa italiana Isabel Farnesio.

Isabel Farnesio, consciente de que sus hijos no heredarían el trono de España ( el rey tenía dos hijos de su primer matrimonio), hizo todo lo posible por recuperar la influencia española en Italia y colocar allí a su descendencia.

El mayor de sus hijos, Carlos, heredó inicialmente de su madre los ducados de Parma, Piacenza y Toscana (1731); pero más tarde, al conquistar Felipe V el Reino de Nápoles y Sicilia en el curso de la Guerra de Sucesión de Polonia (1733–1735), Carlos pasó a ser rey de aquellos territorios con el nombre de Carlos VII. Contrajo matrimonio en 1737 con María Amalia de Sajonia, hija de Federico Augusto II, duque de Sajonia y rey de Polonia.



3. De finales del XVIII a la actualidad

Las diversas revoluciones europeas afectaron al belenismo: en 1787 en la ciudad Maguncia se prohibió montar los “pesebres”, en Francia sucedió lo mismo cuando se clausuraron las iglesias.

En el siglo XIX tímidamente las parroquias comenzaron a montar otra vez sus belenes. A partir de entonces figuras creadas en materiales baratos –que poco tienen que ver con las exquisitas imágenes napolitanas- como barro cocido o papel cartón, hicieron que el gusto por el belén se infiltrara cada vez más en las clases populares.

En el arte del belenismo cada país y cada región ofrecen sus particularidades y crea sus propios modelos de belenes o pesebres. En ellos frecuentemente encontramos personajes típicos de la zona y “figuritas” ataviadas con trajes típicos del lugar.
En la actualidad se están extendiendo los llamados dioramas, es decir la elaboración de escenas fijas metidas en una especie de cajones cuadrados o rectangulares.

La afición por los belenes ha dado lugar a la creación de Asociaciones, caracterizadas por el deseo de perfeccionamiento en la construcción de los belenes. La primera Asociación en el mundo nació en 1855. En España la primera se fundó en Barcelona en 1863, aunque desapareció poco después, para resurgir en 1912. Posteriormente se han ido fundando en prácticamente en todas las capitales de provincia. La de Madrid se fundó en el año 1942.

4. El belén en España

En España el belén fue introducido por la orden franciscana en el siglo XV. Del siglo XVI todavía se conserva un belén de coral en el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid: todas las figuras están talladas en coral, plata y bronce; se desconoce su autor o autores.

Cuando en España murió el rey Fernando VI, segundo hijo de Felipe V (el mayor, Luis, murió muy pronto, en vida del rey Felipe), fue nombrado rey de España Carlos, el hijo mayor del segundo matrimonio de Felipe V con Isabel de Farnesio. Como hemos visto más arriba hacía tiempo que este príncipe, con el nombre de Carlos VII, era rey de Nápoles y Sicilia. Era el año 1759. Abandonó Nápoles y se convirtió en nuestro rey Carlos III, al cual Madrid debe tanto.

El rey Carlos III, -que, como hemos visto, siendo rey de Nápoles había hecho del belén una institución nacional- favoreció extraordinariamente el belenismo en España.
Como había ocurrido en Nápoles, el belenismo arraigó en las costumbres españolas.

El Belén del Príncipe

Carlos III creó este famoso belén destinado a su hijo Carlos (futuro Carlos IV), que aún se exhibe cada año en el Palacio Real de Madrid para ser visitado por el público, si bien no está completo.
Se conservan 80 piezas, una parte mínima de lo que en su momento constituyó el Belén del Príncipe.
Aparte de las numerosísimas figuras traídas por el rey desde Nápoles o adquiridas allí posteriormente a través de agentes, para este belén trabajaron los artistas valencianos José Estévez Bonet y José Ginés Marín y del imaginero murciano Francisco Salzillo.
Este belén se caracteriza por tener figuras de diferentes tamaños que, colocadas adecuadamente, dotan al belén de perspectiva.

El conjunto conservado comprende el grupo del Nacimiento con San José, la Virgen y el Niño; la anunciación a los pastores; el cortejo de los Reyes, con piezas realizadas en Génova, especialmente vistoso y colorista es el cortejo del rey Baltasar.

Especialmente interesante es la matanza de los inocentes, con figuras realizadas en barro policromado y caracterizadas por la enorme crudeza y dramatismo de las escenas y los gestos.

Y dignas de resaltar resultan también las reproducciones de animales, en particular los de carácter exótico como camellos y elefantes, cuestión que responde al interés de Carlos III, desde sus años en Nápoles, por la zoología.

Desde su creación, debida a la iniciativa del monarca, el Belén del Príncipe ha podido ser admirado por el público ya que durante el siglo XVIII y hasta principios del siglo XX, fue accesible al público previa petición y el permiso correspondiente de la Casa Real. En la actualidad, como ha quedado dicho, es posible visitarlo cada Navidad en el Palacio Real madrileño.

Otros belenes dignos de mención son:
Belén del Museo Nacional de Escultura en Valladolid. Este belén se formó durante el siglo XX gracias al tesón de los hermanos Carmelo y Emilio García de Castro Márquez. En la actualidad es propiedad del Estado.
Belén de la Fundación Bartolomé March Servera de Palma de Mallorca, dispuesto en vitrinas. Los Belenes del Museo de Artes Decorativas de Madrid: Cuenta con algunas muestras de belenes napolitanos y de otros tipos. Entre ellos destaca el que coleccionó durante años un diplomático que trabajó en la Embajada ante la Santa Sede y, con ayuda de expertos locales, fue adquiriendo en la Italia de la post-guerra.

5. Artistas españoles destacados

Magníficos escultores como Martínez Montañés en el siglo XVI, Alonso Cano y Luisa Roldán, conocida como "La Roldana", en el siglo XVII, también hicieron pequeñas esculturas o “figuritas” destinadas al belén.
Como anécdota del uso del belén en el siglo XVII mencionamos que en el testamento de Lope de Vega, en el inventario de bienes, constan las figuras de un belén que solía poner en su casa.
En el siglo XVIII, además de José Estévez Bonet y José Ginés Marín destacó el artista catalán Ramón Andreu. Pero obviamente la cumbre por excelencia del arte belenístico la ostenta el imaginero murciano Francisco Salzillo.

Francisco Salcillo nació en el año 1707, fue hijo de Nicolás Salcillo, escultor italiano que se había afincado en Murcia. Heredó de su padre la tradición del belén napolitano.
En 1776 el Marqués de Riquelme le encargó un belén para decorar la capilla de su oratorio privado. Constaba de 556 figuras de 25/30 centímetros, de barro cocido, madera y cartón. Se conserva casi completo en el Museo Salcillo de Murcia. Ya hemos visto que también trabajó para el “Belén del Principe” por encargo del rey Carlos III.

A lo largo del siglo XIX la producción belenística decae. En parte por la gran cantidad de material conservado, de excelente calidad, que procedía del siglo XVIII. La producción queda en manos de pequeños artesanos que mantienen un ritmo mínimo de fabricación. En la segunda mitad del XX resurge con fuerza este arte y magníficos escultores compiten en la creación belenística.

Escuelas. En la imaginería belenística española podemos mencionar varias: la escuela murciana, la de Olot, la granadina y la jerezana.

En la época actual contamos con muy buenos imagineros, como el maestro toledano José Luís Mayo Lebrija (Toledo 1941), Martín Castells y Martí, los murcianos José Nicolás Almansa, los hermanos Griñán, Serrano, Amo, Guillén, Galán y otros; en Granada tenemos a José Miranda y a Jesús Jiménez, continuador de la escuela barroca granadina de su abuelo. Y otros muchos.

El maestro belenista José Luis Mayo-Lebrija ha creado un belén en el que las figuras van vestidas con trajes de chulapos y manolas; en él aparecen personajes típicos del Madrid castizo -la castañera, el sereno, el barquillero- enmarcados en escenarios que representan una corrala o el Madrid de los Austrias.





















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