Ediición nº 13 - Octubre/ diciembre de 2010

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Dos mujeres: Livia y Octavia


DOS MUJERES: LIVIA Y OCTAVIA



En el número anterior de esta revista hablábamos de la reina Cleopatra VII; en el presente hablaremos de dos grandes mujeres que nacieron algo después de que la reina y que fueron en su momento las más importantes de Roma. Con una de ellas la reina de Egipto compartió marido.





1. LA CONQUISTA DEL PODER



Como consecuencia del largo período de enfrentamientos civiles, poco después de mediados del s. I a. C. se produjo un cambio radical en la vida política de Roma. Se acabó la vieja Republica y comenzó una nueva época: En lugar de la oligarquía que durante siglos había dominado, el mando pasaba definitivamente a un sólo hombre. Eso sí, no fue llamado rey, palabra siempre odiosa para los romanos, sólo se lo llamó a partir del año 27 a.C., Augustus. Augusto era un TÍTULO honorífico que el senado otorgó a Octaviano, pero ha pasado a la historia para denominarlo como si de un nombre se tratara

Cayo Octavio, el futuro Augusto, había nacido en el año 63 a.C. en Velitrae, fruto del segundo matrimonio de Cayo Octavio Turino con Atia Balba Cesonia.

Atia Balba Cesonia (85 a.C.-43 a.C.) era hija de Marco Atio Balbo y Julia Minor, hermana inmediatamente mayor de Julio César. Es decir el joven C. Octavio estaba vinculado a la antigua gens Julia y era sobrino-nieto del dictador Julio César.

La constitución física del muchacho, más bien débil, le había impedido participar en las campañas de su tío-abuelo en Hispania y en África.

J. César, que legalmente carecía de hijos, lo adoptó en su testamento y lo nombró principal heredero.

Cuando César murió asesinado a puñaladas los famosos idus de marzo del año 44 a.C., el joven C. Octavio tenía sólo 18 años pero era mucho más astuto de lo que podía pensarse de un muchacho de esa edad.

A la muerte de su tío estaba lejos de Roma (en Apanonia, en el Epiro) pero a finales de abril ya estaba en la ciudad reclamando la sucesión de su tío-abuelo y decidió cambiar su nombre por el de Cayo Julio César Octaviano. El nombre de Augusto con el que ha entrado en la Historia vendría mucho después, en el año 27 a.C. cuando el senado le otorgó el título de Augustus y pasó a ser llamado Cayo Julio César Augusto.

Tras unas primeras disensiones, Marco Antonio -uno de los más capacitados y leales colaboradores de J. César- y el joven heredero unieron fuerzas. Juntos, al frente de un ejército en el que estaban los soldados veteranos de Julio César, combatieron al ejército de la República, mandado por Casio y Bruto, asesinos del dictador.

El enfrentamientos entre las tropas del Estado, mandadas por Casio y Bruto por un lado y las de Marco Antonio y Octaviano por otro, tuvieron el carácter caótico habitual de las de la guerras civiles por el poder.

En el año 42 a.C., en la batalla de Filipos, triunfaron M. Antonio y Octaviano. Más exactamente triunfó Antonio y Octaviano participó de la victoria, pues en esa ocasión, y siempre, Octaviano fue un general mediocre. Lo suyo era otra cosa. También estuvo presente en la batalla un soldado que precisamente tampoco se distinguió mucho, pero que unos años después se convirtió en uno de los más grandes poetas de Roma y del mundo: era el joven Horacio.

Octaviano y M. Antonio iban a ser los nuevos amos de Roma y del mundo. Dos mujeres estuvieron estrechamente ligadas a ellos: Livia, como esposa de Octaviano y Octavia, única hermana de Octaviano y esposa de M. Antonio.





2. OCTAVIA

Hija del segundo matrimonio de Cayo Octavio Turino con Atia Balba Cesonia, es conocida como Octavia Turina la Menor, para diferenciarla de otra Octavia, la Mayor, hija del primer matrimonio de su padre. Nació en el 64 a.C, un año antes que su hermano Octaviano, el futuro Augusto.

Muerto el padre, la madre se volvió a casar con Lucio Marcio Filipo, amigo del padre y cónsul en el año 56, que se hizo cargo de la joven Octavia y de su hermano menor.

El padrastro decidió su matrimonio con Cayo Claudio Marcelo, descendiente directo del gran general de la segunda guerra púnica Marco Claudio Marcelo. Este primer esposo de Octavia fue enconado enemigo de Julio César.

De la unión nacieron dos hijas -las dos Marcelas, Maior y Minor- y un hijo, M. Claudio Marcelo.

Octavia fue la única hermana de Octaviano. Fue también, como veremos, fue un instrumento de su política. Por lo que de ella sabemos fue una mujer ejemplar.

El segundo matrimonio, por razones políticas, fue con Marco Antonio. En el año 40 tuvo lugar el tratado de Brindis que estrechaba la alianza entre M. Antonio y Octaviano. El tratado se reforzó con un matrimonio: M. Antonio -que había enviudado recientemente- se casó con Octavia, queridísima hermana de Octaviano, viuda también. Este matrimonio fue celebrado con entusiasmo en Roma. Octavia se convirtió en el vínculo que unía a dos de los hombres más importantes hombres del momento. Era el mes de octubre del año 40 a.C.

Cuando M. Antonio se casó con Octavia ya conocía íntimamente a Cleopatra, pero la reina de Egipto no representaba ningún problema por entonces. Así había ocurrido:

M. Antonio se encargaba de regular las cuestiones de oriente y de allegar fondos para financiar el asentamiento de los soldados veteranos. Con ese motivo en el 41 a.C. hizo venir a Tarsos, en Cilicia, a la reina Cleopatra de Egipto. Entonces se conocieron. Ese encuentro ha sido románticamente adornado en la literatura con todo tipo de detalles novelescos, fantásticos…e incomprobables. Cleopatra lo invitó a visitar Alejandría, Antonio aceptó.

El invierno de Alejandría también ha sido ampliamente novelado. Sin embargo es evidente que –prescindiendo incluso de cualquier motivación sentimental- la invitación era conveniente para ambos: para Antonio, dado que Egipto era muy rico, significaba obtener dinero y provisiones para su ejército; para la reina la posibilidad de cumplir, contando con la generosidad política que podría prodigarle Antonio, el sueño de devolver a su reino la extensión y la influencia en oriente de tiempos pasados.
En todo caso fruto de la relación que ese invierno mantuvieron fue el nacimiento de los gemelos Alejandro Helio y Cleopatra Selene. Por lo demás Antonio marchó solicitado por graves problemas: el peligro de los partos y las controvertidas relaciones con Octaviano. En realidad hasta que Octaviano no incumplió lo que ambos pactaron en Tarento 38 a.C., Cleopatra no cobró verdadera importancia en la vida de Antonio.

Octavia, una vez casada, inauguró la costumbre de seguir al marido cuando éste era destinado fuera de Roma. Hasta entonces las patricias romanas solían permanecer en su casa cuando sus esposos marchaban fuera a ejercer un cargo. Octavia partió con su marido hacia Atenas donde trajo al mundo a las dos hijas de la pareja: las dos Antonias.

Las cosas entre Octavia y Antonio acabaron por estropearse: en virtud del tratado de Tarento del año 38 a.C. -en el que medió Octavia dada su vinculación con los dos líderes- Antonio había dejado a Octaviano 120 naves para enfrentarse a Sexto Pompeyo; Octaviano, a cambió, se comprometió a enviarle 20.000 soldados cuando los necesitara para luchar contra los partos. Llegado el momento le envío con Octavia sólo 2.000 soldados. La ayuda era muy pobre y el comportamiento de Octaviano desleal. Este hecho puso literalmente a M. Antonio en manos de Cleopatra. Octavia fue devuelta a Roma.

Poco después Antonio, cuya posición dependía cada vez más de la ayuda que recibiera de Egipto, se casó en Alejandría con Cleopatra y, aunque naturalmente el matrimonio no era legal en Roma, para todo oriente el general romano se convirtió en el marido de la reina de Egipto. El nuevo insulto a Octavia -inocente víctima del juego político- fue tremendo.





2.1. Los hijos de Cleopatra. Magnanimidad de Octavia.

A la muerte de Cleopatra los hijos de la pareja M. Antonio y Cleopatra fueron enviados a Roma. Después de ser exhibidos en el triunfo otorgado a Octaviano, fueron entregados a Octavia.

Octavia se comportó como se esperaba de su nobleza: aceptó a los hijos de su ex-esposo y la amante de éste: los gemelos Alejandro Helios y Cleopatra Selene y el pequeño Ptolomeo Fildelfo. Los tuvo en su casa y los educó junto a sus propios hijos.

Cleopatra Selene tiempo después fue casada el rey Juba II de Mauritania y, como correspondía a su condición, se convirtió en reina. De Alejandro Helios y Ptolomeo Fildelfo no se conoce con exactitud el final.


2.2. Los hijos de Octavia

Como hemos dicho, de su primer matrimonio con Claudio Marcelo tuvo dos hijas -las dos Marcelas, Maior y Minor- y un hijo, M. Claudio Marcelo.

Del segundo matrimonio con Marco Antonio nacieron las dos Antonias, Maior y Minor

Todos hicieron matrimonios políticos pues fueron piezas importantes en el tablero matrimonial que caracterizó el gobierno de Octavio Augusto:

Marcela la Menor -habida en el matrimonio Octavia con C. Claudio Marcelo- fue la segunda esposa de Marco Vipsanio Agripa, gran general, amigo e importantísimo colaborador para la política desarrollada por Augusto. La primera esposa de Agripa había sido Cecilia Ática (fueron padres de Vipsania Agripina, primera esposa del que luego fue emperador Tiberio); la tercera y última fue la propia la hija de Augusto, Julia.

Las hijas de Octavia y M. Antonio, las dos Antonias, también tuvieron excelentes matrimonios y altísimo rango social:

Antonia la Menor fue esposa de Druso, hijo pequeño de la esposa de Augusto, Livia. De Druso hablaremos más abajo.

Antonia la Menor y Druso fueron padres del desafortunado y añorado Gérmánico -en quien también durante mucho tiempo estuvieron puestas las esperanzas de sucesión de Augusto- y del emperador Claudio.

Antonia la Mayor fue abuela del emperador Nerón: fue casada con Lucio Domicio Ahenobarbo e hijo de ambos fue Gneo Domicio Ahenobarbo, el padre el emperador Nerón.

Marcelo, único hijo de Octavia, estaba destinado al más alto puesto del Imperio pues Augusto eligió a su único sobrino como esposo de Julia, su única hija. El matrimonio se celebró en el año 25 a.C.



2.3. Muerte de Marcelo

Muy posiblemente Augusto pensaba en su joven sobrino –y ahora yerno- como sucesor, pero otro nuevo y doloroso golpe tenía reservado a Octavia el destino: poco después de casarse Marcelo enfermó y murió.

El cruel golpe que supuso la muerte del hijo en la flor de la edad cambió el carácter de Octavia: no pudo asumirla, al parecer se encerró en sí misma y se alejó de todo.

Virgilio, que componía Eneida, en el libro VI, a partir del verso 863 en unos magníficos y tristísimos versos hace una semblanza del desaparecido joven, esperanza de su familia y del nuevo régimen que Augusto estaba creando. Los leyó ante familia reunida. Octavia no pudo soportar el dolor.

Bastantes años después el filósofo cordobés Séneca en su Consolación a Helvia contraponía la diferente actitud de Livia y Octavia ante un hecho similar, dado que también Livia perdió en trágicas circunstancias Druso, su segundo hijo, cuando el joven contaba 29 años de edad.

Druso fue un joven muy querido por el pueblo de Roma y por el propio Augusto que lo prefería a Tiberio; en él había depositado sus esperanzas de sucesión. Murió prematuramente en Germania el año 9 a.C.: su caballo resbaló, cayó y le aplastó una pierna contra una roca, a consecuencia de ello se desgarró el muslo, la herida se infecto de gangrena y le provocó la muerte.

A diferencia de Octavia, Livia no se encerró ni amargó a los seres queridos que le quedaban con una tristeza sin fin.

En el año 12 a.C. Druso, encargado de ejecutar el plan de Augusto para la consolidación de la frontera renana de la Galia, ordenó la instalación de un castrum -o fortín de vigilancia- que es considerado el origen de la actual ciudad de Estrasburgo, sede de Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Por esa razón el bimilenario de Estrasburgo se celebró el año 1988.

LIVIA3.1 Nuevos tiempos

Después de derrotar al ejército senatorial el mando de Casio y Bruto en Filipos en el año 42 a.C. quedaba un último escollo: Sexto Pompeyo,

Sexto Pompeyo -hijo de Pompeyo el Grande, rival de Julio César- con su gran flota y las islas que ocupaba tenía en sus manos el aprovisionamiento de Roma. Por razones políticas C. Octaviano en el año 39 a.C. se casó con Escribonia, hermana de un importante jefe del partido de Sexto Pompeyo.

Ahora había una apariencia de paz y entendimiento entre los tres principales protagonistas del momento: Antonio pasaba la vida en Oriente y estaba casado con Octavia, Octaviano estaba casado con Escribonia y en armonía con Sexto Pompeyo.

Pronto Escribonia quedó embarazada. En ese momento de aparente calma y a la espera del feliz alumbramiento del hijo del hombre que sin duda se estaba convirtiendo en el más importante de Roma, Horacio compuso su célebre Egloga IV en la que vaticina el nacimiento de un niño que habría de cambiar el mundo. Poco después Escribonia puso en el mundo al único vástago del futuro dueño del mundo: fue una niña, Julia.

Pero Julia nació cuando ya sus padres se divorciaban. ¿Que había pasado? ¿Qué había roto la idílica paz?

Había ocurrido que Octaviano había conocido a Livia.

En ese momento de paz y reconciliación nacional regresaban a Roma algunas familias que, debido a la turbulencia de los tiempos inmediatamente anteriores, habían tenido que exilarse. Entre ellas la de Tiberio Claudio Nerón y su joven esposa Livia. Ahora habían regresado.

El divorcio de Octaviano de Escribonia podía ofender a Sexto Pompeyo, dueño de las islas del mar Tirreno y de una poderosa escuadra, pero ya no importaba. Octaviano controlaba la situación: el magnífico general Vipsanio Agripa, su amigo, preparaba una escuadra y la entrenaba en el mar cercano a Cumas y, por mediación de su hermana Octavia, en el tratado de Tarento del año 38 a.C. llegó con su cuñado M. Antonio al acuerdo de recibir 120 barcos para aumentar su flota a cambio de enviarle 20.000 soldados para la expedición contra los partos que preparaba.



Livia ¿Quién era la hermosa joven que cuando se casó con Octaviano, pese a su juventud ya había pasado múltiples vicisitudes, era madre de un niño y estaba en su segundo embarazo?. Detengámonos en su vida hasta ese momento, pues realmente merece la pena e ilustra mucho sobre su futuro comportamiento.

Livia Drusilla, hija de M. Livio Druso Claudiano, había nacido en el 58 ó 57 a. C. Pasó por tanto su juventud en medió de las turbulencias y guerras civiles que ensangrentaron los últimos años de la República.

Primero su familia, del partido senatorial, estuvo en la oposición a Julio César. Después su padre luchó en el bando de los partidarios de Casio y Bruto contra Antonio y Octaviano y, tras la derrota de la batalla de Filipos, se suicidó.

Livia había sido casada con Tiberio Claudio Nerón, que pertenecía a la familia de los Claudios, una de las más ilustres familias patricias.

Su esposo, había estado en la oposición al joven Octavio, heredero de Julio César y en 40 a. C., con el fin de evitar las proscripciones octavianas, tuvo que exilarse.

Livia siguió a su marido al exilio, primeramente a Campania, después a Sicilia y finalmente a Grecia, a Esparta. En el 39 a.C. acababan de regresar, Livia tenía dieocho años, una gran belleza, era madre de un niño y estaba embarazada de nuevo.

Tiberio Claudio Nerón se presentó con su esposa ante Octaviano. Con frecuencia se ha dicho que Octaviano desde que vio a Livia se enamoró de ella; que ese amor fue tan fulminante que abandonó Escribonia, su esposa, que acababa de dar a luz; que tampoco aguardó a que Livia, embarazada por segunda vez, diera a luz; que consiguió que se separara de su marido y se casó con ella.

El romántico y fulminante amor de Octaviano hacia la joven Livia quizás sea cierto, pero Octaviano demostró ampliamente a lo largo de su vida que sabía calcular y medir bien lo que le convenía. Y ciertamente ese matrimonio fortaleció mucho la posición de Octaviano dentro de la propia Roma pues atrajo a su bando a importantes familias de la más intransigente y conservadora nobleza, que no eran entonces, ni fueron nunca partidarias del bando cesariano que Octaviano representaba.

En el año 38 a. C. Octaviano con veinticinco años se casaba con Livia, que entonces contaba diecinueve años o quizás veinte. La novia iba embarazada del segundo hijo de su primer marido.

Si la joven Livia, según se cree, no estuvo en principio muy de acuerdo, se la convenció fácilmente haciéndole ver las ventajas del matrimonio con uno de los nuevos dueños de Roma (se dice que su propio esposo le aconsejó que se casara con Octaviano). En el trenzar y destrenzar alianzas por medio de matrimonios que se practicaba desde hacia siglos en los clanes senatoriales romanos, el asunto se arregló fácilmente.

El año mismo año 38 a.C., tres meses después de la boda nació, en la casa de Augusto, el segundo hijo de Livia: Druso. Circularon por Roma chistes más o menos hirientes como el que decía que a los elegidos de la fortuna le bastan sólo tres meses para tener un hijo. Por lo demás, poco después de nacer, el pequeño fue enviado a la casa de su padre legal.

La nueva posición que este matrimonio dio a Octaviano en Roma le fue de gran ayuda en el posterior enfrentamiento con M. Antonio y Cleopatra. Ganada esa guerra, en sus manos estuvo definitivamente todo el poder. Y Livia fue siempre su compañera.

La unión de la nueva pareja duró cincuenta y dos años, hasta la muerte de Augusto. Pero, pese a que por separado ambos ya tenían hijos, no tuvieron descendencia.

Livia se consagró por entero a su nuevo hogar. Como a lo largo de su vida demostró su actuación, siempre tuvo claro que su segundo matrimonio era un matrimonio político. Por otra parte la política de alianzas matrimoniales fue ampliamente practicada después por Augusto y Livia dentro de su propia casa a fin de unir la descendencia de ambos.

En un mundo en el que la mujer no tenía acceso a las magistraturas y ni tan siquiera le era posible votar en los comicios, muy al contrario era una eterna menor, bajo la tutela masculina, Livia ejerció un poder y una influencia política como no tuvieron muchos hombres en toda la historia del imperio romano.

Ciertamente en los primeros tiempos del imperio las costumbres impedían a las mujeres toda apariencia de poder. Pero hay que distinguir entre honores oficiales y poder oculto. Y ese sí que lo tuvo Livia: tenemos constancia de que, pese a vivir en la misma casa, Augusto tenía la costumbre de consultarla por escrito muy a menudo sobre asuntos de Estado.

El carácter de Livia, astuto y sereno, indudablemente debió influir mucho en el comportamiento de su esposo: a medida que pasaban los años su influencia crecía. Es difícil hoy día calibrar con precisión el importante papel que jugó Livia en la formación y establecimiento del régimen imperial. Los indicadores que tenemos no son de segura interpretación, pero parece poco dudoso que sin Livia el imperio no habría llegado a configurarse tal como lo vemos a la muerte de Augusto.


El 19 de agosto del año 14 d.C. Augusto murió en Nola, una ciudad de Campania, a unos 20 km de Capua y situada en la llanura entre el monte Vesubio y los Apeninos. El hijo mayor de Livia, Tiberio Claudio Nerón, se convirtió en el nuevo princeps.

Livia, muy anciana, murió el año 29 d.C. Durante muchos años, primero como esposa de Augusto y luego como madre del nuevo príncipe, fue un elemento de estabilidad política.

Fue la primera mujer que recibió en Roma el título de Augusta.




















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