Ediición nº 19 -Abril/Junio de 2012
Lenguaje sexista
por Ana Alejandre
El pleno de la Real Academia Española (RAE), ha aprobado, el 1 de marzo del presente año, un intersantísimo y fundamentado informe del académico Ignacio Bosque, con el título Sexismo linguistco y visibilidad de la mujer, en el que se vierten duras críticas de las directrices que marcan las nueve guías sobre lenguaje no sexista propuestas por comunidades autónomas, sindicatos y universidades y, añade dicho informe, que si se aplicaran dichas normas o directrices “no se podría hablar”.
Que la docta casa tome cartas en el asunto del lenguaje no debe extrañar, ya que es su cometido principal y, además, el que justifica su existencia, y no podría permanecer en silencio en tema tan importante, como son las modificaciones propuestas por las referidas guías sobre lenguaje no sexista, ya que a sus redactores parece irritarles el uso genérico del masculino para designar a los dos sexos, a pesar de que ·"está firmemente asentado en el sistema gramatical español" y de otras muchas lenguas, por lo que recomiendan el uso alternativo de términos como son “las personas becarias”, en lugar de los becarios, o “personas sin trabajo” en vez de “parados”.
Dicho informe al que antes se menciona, con el título de “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, ha sido respaldado por todos los académicos asistentes al pleno y se puede consultar en el Boletín de información lingüística de la RAE (BILRAE), en la web de dicha institución y tambén, en formato PDF, se puede leer el texto completo en el vínculo que aparece al final de este texto.
Aunque las guías que se han analizado corresponden a diversas comunidades autónomas, ya que son sus autores la Junta de Andalucía y de la Generalitat Valenciana; de las universidades de Málaga (junto con el ayuntamiento de esta ciudad), Granada, Politécnica de Madrid, UNED y Murcia, y de Comisiones Obreras -en colaboración con el Ministerio de Igualdad- y UGT., todas ellas parecen sacar conclusiones erróneas de premisas verdaderas, porque según el autor de dicho informe, es cierto que "existe la discriminación hacia la mujer en nuestra sociedad", como lo es también que es necesario "extender la igualdad social de hombres y mujeres, y lograr que la presencia de la mujer en la sociedad sea más visible"., como afirma igualmente dicho académico.
Sin embargo, afirma Bosque que en estos textos comentados (las referidas guías) tienen el denominador común de que llegan a conclusiones totalmente injustificadas que muchos hispanohablantes consideran insostenibles e inaceptables, porque cometen el error de que “suponen que el léxico, la morfología y la sintaxis de nuestra lengua han de hacer explícita sistemáticamente la relación entre género y sexo”, por lo que llegan a la conclusión de que serán sexistas cualquier manifestación verbal que obvien las directrices propuestas, porque eso sería señal inequívoca de que no respetarían la supuesta “visibilidad de la mujer”.
Naturalmente, los redactores de las mencionadas guías podrían argumentar que sus recomendaciones son fruto de su interés por la mujer y por la injusta discriminación que sufre, aunque se podría alegar que ese argumento es completamente arbitrario ya que califica de sexista al grupo mayoritario de hombres y mujeres con una idea totalmente diferente sobre este tema que preocupa a todos, pero no adoptan las mismas soluciones por ser completamente absurdas y carentes de fundamento, empezando por las propias mujeres que no nos sentimos excluidas de una expresión en masculino cuando se utiliza para ambos géneros.
Bosque, el autor de dicho informe, pone el ejemplo de que si una mujer no viera algo irregular en el rótulo “Colegio Oficial de Psicólogos de Castellón”, sería poco menos que un síntoma preocupante, por lo que debería ser atendida por los miembros de dicha institución colegial, al no sentirse discriminada por el mencionado rótulo, según parece desprenderse de la teoría sostenida por los creadores de dichas guías.
El citado académico también insiste en que la solución para el problema de la falta de “visibilidad de la mujer” en la sociedad sería "reconocer, simple y llanamente, que, si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar", aunque afirma que las propuestas realizadas en las guías parecen estar pensadas para el lenguaje oficial, pero sin utilidad práctica en el lenguaje hablado.
Sin embargo, lo que destaca en primer lugar es el hecho de que estas guías, en su redacción, no han tenido el asesoramiento de lingüistas, por lo que se advierten errores garrafales en algunas de sus propuestas que vulneran aspectos importantes de la gramática o de la lexicografía que están aceptados de forma firme y rigurosa en nuestra lengua, o bien omiten matices y distinciones que deberían ser explicadas debidamente por los profesores de Enseñanza Media, lo que provoca, de algún modo, un conflicto de competencias, al propugnar temas lingüísticos que son ajenos a las competencias de los distintos organismos que las han redactado. Esto sería inaceptable en el caso contrario de que la RAE, o cualquier organismo no competente en materias propias de los ayuntamientos, sindicatos, comunidades autónomas, etc., se dedicaran a redactar guías aconsejando a los ciudadanos en temas propios de la competencia de estos últimos, sobre todo sin consultar con los mismos o no aceptaran las objeciones de los organismos competentes en las distintas materias o, simplemente, ignoraran los consejos o recomendaciones que aquellos les hicieran.
Desde luego, Bosque no niega que el propósito de tales guías sea el deseo de "contribuir a la emancipación de la mujer y a que alcance su igualdad con el hombre en todos los ámbitos del mundo profesional y laboral", a pesar de que el intento se hace por caminos erróneos como es querer quebrar la integridad lingüística con directrices que contravienen las normas sobre las que se asienta la rica lengua española.
Decía Unamuno que “el lenguaje no es expresión del pensamiento, sino el pensamiento mismo”, si se altera el propio lenguaje, quebrando sus normas y reglas, no sólo afecta a este, sino también al pensamiento que expresa y del que sirve como vehículo y soporte.
A la mujer no se nos hace más presente obligando a hablar en contra de la propia gramática, lo que es absurdo y contraproducente, sino a través de una educación que viene dada desde la infancia en la que ambos sexos aprendan a mirarse como iguales, salvando las diferencias naturales que marca la propia biología, y con los instrumentos jurídicos adecuados para legislar por la efectiva igualdad de derechos de hombres y mujeres en todos los campos sociales, laborales, civiles y académicos. Sólo entonces, la mujer alcanzará “plena visibilidad social”, la que va escalando día a día a costa de esfuerzos, y esa presencia no se la dará el ser llamada “albañila”, “miembra”, o “soldada”·, como tampoco al hombre se le “feminiza” por llamarle “ebanista”, “jurista” o “economista” (obsérvese que terminan en “a”) por poner solo unos pocos ejemplos; como tampoco se les cambia el sexo a quienes proponen este tipo de absurdas alternativas en el lenguaje, sin ton ni son, ya que a cualquiera de todos estos hombres y mujeres bienintencionados que sugieren tales dislates “no sexistas” les vendría perfectamente, a modo de ejemplo, la palabra “gilipollas” -pido disculpas al lector- ¿o habría que decirle al miembro (no a la “miembra”, claro,) del sexo masculino “gilipollos”?
Daría lo mismo la terminación usada, porque termine en “a” o en “o” cada uno sabe el sexo que tiene –o el que aparenta- y ninguna vocal o terminación podría cambiar lo que la naturaleza le ha dado, por muchas guías que lo intenten, porque el sentido común es el que manda y el que termina imponiendo las reglas del juego del lenguaje, del sexo -“no género”- que se tiene, se sufre o se aspira a tener, sin enjuagues malabares metalingüísticos que sólo ponen en evidencia que “gilipollas” -pido disculpas de nuevos- terminado en “as” sirve indistintamente para ambos sexos y los miembros masculinos de la población aún no se ha quejado del trato sexista que dicha palabra les supone al ser calificados con una palabra que los “feminiza”.
Aunque bien pensado, a alguna que otra ministra, que bien podría ser calificada en justicia con tal palabra malsonante, no las feminiza ni siquiera la terminación en “a”, porque la femineidad reside en algo más importante que la terminación vocálica o genérica de la palabra usada para referirse a las “miembras” del sexo femenino que lo seguirán siendo, a pesar de los dislates propuestos por quienes confunden el género con el sexo, y los disparates linguísticos con las soluciones al "lenguaje sexista".
Las mujeres estaríamos "apañadas" si la solución al problema sexista viniera de las mentes preclaras que propugnan tales disparates que, además de absurdos, tratan sólo de "maquillar" el problema con una supuesta solución que, además de ridícula, es inoperante y contraproducente porque sólo iba a crear más "analfabetas" y "analfabetos" funcionales, mientras el grave problema de la mujer seguiría existiendo; pero eso sí todas las mujeres deberíamos estar contentas de ser "miembras" visibles de una sociedad que ha perdido el juicio, el sentio común y hasta el sentido del ridículo.
Sexismo linguístico y visibiliad de la mujer
Sexismo linguístico y visibiliad de la mujer