Ediición nº 19 -Abril/Junio de 2012
Mi tío Gonzaga, el cura
por Emilia Currás
No creo que sea una irreverencia hablar de mi tío Gonzaga desde un aspecto de su vida al que dedicó mucha seriedad y devoción. También podría llamar a mi tío, el pintor, afición y profesión a la que dedicó, asimismo la mayor parte de su vida y en la que llegó a tener un nombre, exponiendo su obra y realizando encargos. Su pintura era realista, acertando con la perspectiva y el color. Sus cuadros resultaban de ver. Tengo más de uno en casa.
Para mí, la vida de mi tío Gonzaga tiene un gran interés y me llena de buenos recuerdos. Por ejemplo, él me enseñó a bailar y fue con él con quien acudí a mis primeros bailes. ¡Cuánta nostalgia!
Mi tío Gonzaga era un hombre atractivo, de muy buena estatura, con pelo negro rizado y con un bigotito coquetón. Se llevaba a las chicas de calle. Mis amigas estaban enamoradas de mi tío. Además, era sociable y cariñoso.
En una familia numerosa, cuando la economía va mal no queda más remedio que arrimar el hombro. Ya mocito, mi tío había estudiado aquello de "intendente mercantil" lo que le valió encontrar un buen puesto de trabajo en una gran empresa. Y ahí tenemos a aquel hombre lleno de vida. lleno de espíritu artístico, lleno de ansia por la pintura, lleno de entusiasmo por lo nuevo, por el arte, por la cultura, levantándose todos los días temprano para acudir a una empresa, haciendo un trabajo más o menos rutinario.
A mi tío Gonzaga no se le conocían novias...pese a su éxito con las mujeres. En familia se ha comentado que no quiso dejar a su madre sola con la pequeñería. Los hermanos mayores se habían casado y los otros aún necesitaban el cariño y el calor familiar.
El caso es que no se le conocían novias a mi tío, hasta que un día, ya mayorcito, apareció con una "novia formal". ¡Y tan formal, la pobre! Era muy guapa, distinguida, educada, de buena familia..., pero tan sosita, la criatura...y tan provinciana! No comprendo lo que vio mi tío Gonzaga en aquella chica para desear casarse con ella. El amor es así. También es verdad que mi opinión era muy personal e intrascendente. Parece ser que el noviazgo contaba con la aprobación de mi abuela. No sé el tiempo que duró aquel noviazgo... Por entonces yo andaba estudiando en el extranjero y el tiempo se cuenta de otra manera. El caso es que, cuando estaba, cada día, esperando un anuncio de boda, lo que llegó fue la ruptura del noviazgo. Ignoro la causa. Intuyo que mi tío se cansó de tanta pavisosería; él que era un hombre muy jovial, lleno de imaginación y vitalidad, ¿qué podía hacer con aquella bella muñequita, la cual parecía sacada de un escaparate con su sonrisa sempiterna y su trajecito bien planchado?
¿ Y qué paso un par de años después? Mi tío, de joven, no era muy religioso. Es decir, ni sí, ni no, más bien se mostraba tibio e indiferente. Eso sí, acompañaba a una de mis tías a los Oficios Religiosos, por ejemplo, en Semana Santa. Aún conservo yo una foto en la que figuramos mi tía y yo con él, nosotras vestidas con mantilla negra. Era una costumbre entonces vestirse así, ir a los Oficios y luego, dar un paseo.
Mira por donde, me entero de que ya con cincuenta años, mi tío Gonzaga se va al Seminario para hacerse sacerdote. ¿Sería, quizá, un pronto propio de una crisis otoñal con la misma duración del noviazgo formal? Pues no fue así, no señor! Mi tío Gonzaga aguantó los seis años de Seminario y con cincuenta y seis cantó su primera Misa. Lo tomó con tanta seriedad, devoción y dedicación que mis primas lo tildaban de cura de antes del concilio de Trento. Aún alcanzó a ser un buen cura durante unos vente años. Se lo llevó el tabaco, la bronquitis y un mal de corazón.
Me quede un poco sola.
Mi tío Gonzaga pintó durante toda su vida. Empezó a asistir a la Academia, ya de muy joven. En aquellas clases nocturnas pintó una copia de una Virgen con niño, de Murillo, para regalármela el día de mi bautizo. Conservo el cuadro, en mi dormitorio, con mucho cariño.
Mi tío organizaba exposiciones, donde vendía más obras de las que podía haberse pensado. Los cuadros gustaban y también gustaba el precio. Así llegó a hacerse un nombre en el mundo artístico y pictórico. Por eso, lo mismo podría haber hablado de mi tío Gonzaga, el pintor.