Ediición nº 19 -Abril/Junio de 2012


Rosa Chacel

Rosa chacel, escritora

por Ana Alejandre

Nació el 3 de junio de 1898 en Valladolid. Se trasladó con su familia a Madrid en 1908 y se instalaron en el barrio de Maravillas -barrio al que evocaría en su obra de igual título-,en casa de su abuela materna. Por tener una salud delicada, comenzó a estudiar en casa a lo que le ayudaba su madre que era maestra.
Posteriormente, Rosa, recibió clases de dibujo con Fernanda Francés en la Escuela de Artes y Oficios y en la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer, e ingresó más posteriormente en el Escuela de Bellas Artes de San Fernando, estudios que abandonó en 1918.
Es a partir de ese año cuando comienza a relacionarse en los círculos de la bohemia literaria de los cafés madrileños como son El Granja del Henar y la Botillería de Pombo, además de frecuentar el Ateneo de Madrid.
Contrajo matrimonio, en 1921, con el pintor Timoteo Pérez Rubio («Timo»), de cuya unión nació un hijo, Carlos.
Se introdujo en el círculo de Ortega y Gasset. En 1928, publica dos relatos en la Revista de Occidente, Chinina Migone, 1928 y Juego de las dos esquinas, en 1929. y el ensayo Esquema de los problemas culturales y prácticos del amor, en1931. Y también publicó en la Gaceta Literaria.
Desde 1922 a 1927 el matrimonio pasó a residir en Italia, por haber obtenido una beca su marido en la “Academia de España” de Roma. Años más tarde, en 1933, estuvo viviendo seis meses sola en Berlín, tratando de superar la fuerte crisis personal y creativa que le supuso la muerte de su madre.
Cuando estalló la Guerra Civil Española, Rosa Chacel firmó el Manifiesto de los intelectuales antifascistas, además de colaborar con la prensa república y trabajó como enfermera, mientras su marido se alistó y marchó al frente.
Debida a la tensión política y al propio desarrollo de la guerra, el gobierno decidió enviar al exterior las obras del Museo del Prado, cuya responsabilidad recayó sobre Pérez Rubio. Rosa y su hijo se trasladaron primero a Barcelona, y después a Valencia y a Francia, previa etapa en Grecia donde fueron huéspedes de Nikos Kazantzakis. Después de caer la República la familia se reunió y marcharon a Brasil.
Rosa Chacel obtuvo una beca Guggenheim durante dos años en Nueva York. Volvió a España en 1963 y aquí residió durante uno año, para regresar definitivamente en 1973 con una beca de la Fundación March para acabar su famosa obra Barrio de Maravillas. A partir de este momento se abre para la escritora la etapa más fértil de trayectoria literaria. Después de la muerte de su marido, en 1977, se instala ya de forma definitiva en Madrid.
Su estilo literario está marcado por una gran capacidad de introspección e intimismo que le sirve de filtro para observar y juzgar al mundo circundante del que es una extraordinaria observadora y al que recrea en toda su obra con especial sensibilidad y maestría narrativa.
En España no tuvo demasiado reconocimiento al principio porque toda su obra se había publicado en su etapa del exilio, y hasta su definitivo regreso a España no se le llegó a conocer cuando fue descubierta por el público español al ser reeditada en nuestro país
Falleció en Madrid, el y de agosto de 1994. A lo largo de su vida recibió diversos y prestigiosos premios y distinciones.

Rosa Chacel escribiendo.

BIBLIOGRAFÍA

Novela
Estación ida y vuelta (1930)
Teresa (1941)
Memorias de Leticia Valle (1945)
La Sinrazón (1960)
Barrio de Maravillas(1976)
Novelas antes de tiempo (1981)
Acrópolis (1984)
Ciencias naturales (1988)

Cuento
Sobre el piélago (1952)
Ofrenda a una virgen loca (1961)
Icada, Nevda, Diada (1971)
Balaam y otros cuentos (1989)

Poesía
A la orilla de un pozo (1936)
Versos prohibidos (1978)
Poesía (1931-1991)

Biografía y diarios
Desde el amanecer (1972)
Timoteo Pérez Rubio y sus retratos del jardín (1980)
Alcancía. Ida (1982)
Alcancía. Vuelta (1982)

Ensayo
Poesía de la circunstancia. Cómo y porqué de la novela (1958)
La confesión (1971)
Saturnal (1972)
Los títulos (1981)
Rebañaduras (1986)
La lectura es secreto (1989)

PREMIOS

Premio de la Crítica (1976)
Premio Nacional de las Letras Españolas (1987)
Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Valladolid (1989)
Premio Castilla y León de las Letras (1990)


ENLACES

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1574
http://www.ucm.es/info/especulo/numero21/rchacel.html
http://www.conoze.com/doc.php?doc=1950
http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/CDA/texto_simple2/0,1255,SCID%253D5918%2526ISID%253D287,00.html
http://www.filosofia.org/hem/193/hde/hde04047.htm

Memorias de Leticia Valle, Rosa Chacel, Introducción de Juan Antonio de Villena, Círculo de Lectores, 1988, 221 págs.

Memorias de Leticia Valle
Rosa Chacel
Prólogo de Juan Antonio de Villena
Círculo de Lectores
Madrid, 1988, 221 págs.

por Ana Alejandre

Esta novela se puede considerar la más conocida, aunque no la mejor de Rosa Chacel, pues quizás se le podría adjudicar dicho adjetivo a La sinrazón, novela considerada su obra maestra.

Sin embargo, Memorias de Leticia Valle sí es la novela más accesible, en cuanto a su lectura se refiere, aunque contiene un sinfín de disquisiciones y reflexiones de una niña de doce años, su protagonista, que pueden ser reflejos de vivencias reales y no ficticias de la propia vida de su autora, como es el caso de lo narrado sobre la figura de Ortega y Gasset, en forma de clave, quien tuvo una gran influencia en la vida de Rosa Chacel, pues mantuvo con el filósofo una relación de amistad y admiración, a través del grupo de intelectuales creado alrededor de la figura del iluste pensador al que se incorporó Rosa, en la primera veintena del siglo pasado.

Rosa Chacel había afirmado siempre que Memorias de Leticia Valle no era una autobiografía, sino un retrato, aunque se encuentra infinidad de coincidencias del carácter de la escritora con el de la protagonista de esta novela, lo que puede suponer una serie de claves que nos van descifrando la propia vida de Rosa Chacel, a través de los símbolos que nos ofrece en esta novela. Leticia Valle es una niña que se queda fascinada por el bagaje intelectual de su mentor, don Daniel, que empaña la figura de doña Luísa, esposa de aquel, a pesar de que esta señora le da clase de música a la niña, pero sin despertar en ella esa intensa admiración que siente hacia el personaje masculino en el que encuentra las notas principales de un auténtico intelectual.

Hay que tener en cuenta que esta novela fue escrita en los años cuarenta y era auténticamente revolucionario crear un personaje femenino que no tuviera otra aspiración vital que convertirse en esposa y madre, es decir en una simple ama de casa. Por dicho motivo, se puede considerar a la autora de esta novela como una escritora revolucionaria en su tiempo, pero no sólo por la aspiración intelectual de su personaje, sino por el hecho de basar dicha novela en un proceso de seducción intelectual entre maestro y alumna en pleno inicio de la adolescencia, por lo que no es una Lolita, al modo de Novokov, ni tampoco una víctima de la seducción que le provoca dicho personaje masculino, sino que es consciente y voluntariamente actora en dicho proceso de identificación admirativa, pero con las secuelas que ésta le deja.

Quizás, llegados a este punto, se pueden encontrar en esta novela las claves definitorias del antifeminismo de Rosa Chacel, por lo que piensa que que la mujer no tiene que reivindicar un mayor protagonismo por creer que permanece supeditado al del hombre, ya que para ella eso sería una prueba manifiesta de que acepta y se supedita al machismo como sistema consuetudinariamente institucionalizado, por lo que la mujer debe tomar ese protagonismo y hacer uso de él sin reivindicación alguna, sino de una forma natural y espontánea, porque es un derecho que por ser suyo, por el mero hecho de ser un ser humano, no tiene por qué reivindicar con gritos, soflamas y exigencias, sino que tiene que actuar y no perdet tiempo y fuerzas en reivindicar lo que es suyo y no una concesión del varón.

Quizás en esta actitud de Leticia Valle con don Daniel se encuentran las claves de la propia relación de ambivalencia de Rosa Chacel con Ortega y Gasset, en la que existía, por parte de ella, la admiración indubitada hacia el magisterio intelectual de Ortega, cuya influencia se encuentran en toda la obra de esta autora en la que existen reflejos filosóficos y ensayísticos; al igual que a esta escritora le producía aunténtica crispación el concepto del filósofo sobre la mujer a la que calificaba poco menos de ser un simple objeto erótico o de seducción, pero dejando la función intelectual al hombre por considerar a la mujer poco dotada para dicho fin. La contradicción que le ofrecía al pensador el hecho de que Rosa Chacel fuera una de sus mejores alumnas, ponía en tela de juicio los prejuicios machistas que tenía al respecto.

En esta novela, don Daniel y su esposa parecen entablar una especie de pugna entre ambos por la admiración y reconocimiento que advierten en la niña y es en esta parte de la obra donde se puede apreciar más la sombra de Ortega detrás del personaje del mentor.

La voz narradora de la novela es la de la propia Leticia Valle, al mismto tiempo que su protagonista, y esto sucede en el momento histórico, 1945, en el que fue escrita y en el que no existían apenas novelas escritas, narradas y protagonizadas por una mujer, lo que le añade un plus de novedad y digresión que la hace más interesante si cabe y, especialmente, hay que tener en cuenta que esta novela fue escrita en el exilio, porque hubiera sido de todo punto imposible haberla escrito y publicado en la España franquista de la época, en la que hubiera sido el detonante de un escándalo y quizás le hubiera valido el exilio en el que ya estaba cuando la escribió y publicó.

Se pueden encontrar en esta novela varias lecturas, todas ellas clarificadoras de la personalidad y el talante de Rosa Chacel: la vital, es decir, las propias vivencias de Rosa Chacel cuando aún vivía en Valladolid; la seducción -en el sentido intelectual de la palabra únicamente- de una niña por un hombre que le fascina por su bagaje cultural y humanista; la confrontación entre los roles masculinos y femeninos de la época y la forma de superar dicho conflicto; y, por último, las relaciones entre los gerifaltes de la cultura española y la escritora de principios del siglo XX., lo que viene a definir el pensamiento de esta autora que fue conocida en España a la vuelta de su exilio, a partir de los años setenta del pasado siglo.

A pesar de la distancia en la que escribió gran parte de su obra -esta novela objeto de comentario también-, nos ofrece un magnífico mosaico, muchas veces en clave, de lo que suponía para una mujer vivir en un mundo hecho por hombres y para hombres a su medida, en el que la figura de la mujer se desdibujaba siempre detrás del rol tradicional de madre y esposa, es decir, marginada del mundo cultural y de su propio desarrollo intelectual y humano.

Memorias de Leticia Valle es, pues, la novela de una escritora que supo escribir a contracorriente en una épóca en la que se sentía constreñida por los prejuicios machistas, la invisibilidad de la mujer en el mundo cultural e intelectual, y la vocación irrefrenable y poderosa de una escritora que se adelantó a su época, pero sin estridencias, ni revoluciones que no pasaran por el filtro de su talento creador y de su capacidad para escribir y crear historias que eran la disculpa para poder pergeñar su capacidad crítica de una época y una sociedad que no le gustaban, en su condición de mujer, y a la que describía con sensibilidad, capacidad crítica y una gran lucidez.

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