Ediición nº 19 -Abril/Junio de 2012

La primavera, de Botticelli (1477-80)

La llegada de la primavera

La primavera, de Botticelli, es la más bella representación de la llegada de la primavera en todo su esplendor, a través del rico simbolismo de esta obra de arte que actualmente se encuentra en la Galería de los Uffizi de Florencia. Está pintada con la técnica del temple sobre tabla.

Está inspirada en fuentes literarias y su composición trata de crear un símbolo del amor platónico a través de la mitología, cuyo tema era de sumo interés para la escuela neoplatónica florentina. Dicha escuela se desarrolló en la corte de Florencia y giraba en torno a los Medicis y fue liderada por Marsilio Ficino y Pico della Mirandola. Esta escuela contó con numerosos seguidores entre los que se cuentan el pintor Sandro Filepepi, del siglo XV, al que se conoce como Botticelli, quien representa a la variante no cientifista de la pintura florentina de su época.

No existe acuerdo total entre los historiadores y críticos sobre el verdadero significado de esta bella obra, ya que ofrece varias escenas en un plano único y a las que se les podría considerar inconexas, aunque están unidas entre sí por las claves mitológicas de la escuela florentina. Se puede explicar de la siguiente manera:

En el centro de la obra que sirve de eje de la misma, se encuentra Venus, figura que se destaca por los dos elementos que son su propia situación en el conjunto escénico y, además, porque su cabeza aparece rodada de una aureola que forma la propia vegetación. Tiene también los atributos de mujer casada, lo que quiere simbolizar la fuerza creadora de la propia naturaleza. Por encima de ella aparece Cupido que lanza flechas sobre una de las ninfas, Cloris, que acompañan a la figura central.

A la derecha de la composición pictórica se encuentra Céfiro, nombre de uno de los vientos, ligero y suave, que procede de Occidente y que siempre va unido a la primavera. Céfiro persigue a la ninfa Cloris que aparece echando flores por la boca al sentir que le toca aquel. La opnión generalizada de los especialistas en arte identifica a Cloris, la ninfa seducida por Céfiro, poseído por un irrefrenable deseo amoroso. Las flores que salen de su boca alude a un momento de la narración que Ovidio le dedica en los Fastos. La corona de rosas, flores de lis, pervincas y fresas parece un preludio de las flores que lleva en su vesimenta Flora, la diosa de las flores y la primavera , en la que se acaba transformando Cloris, un recurso pictórico usado por Boticcelli para expresar gráficamente la idea de la transformación de la ninfa en diosa. Flora aparece encinta, pues Cloris contrajo matrimonio con Cupido quien la convirtió en diosa y su imagen maternal confirma su simbología de vida y esperanza que conlleva toda primavera. Flora mira sonriente al espectador del cuadro mientras va desprendiendo a su paso las flores que forman su vestido y en toda su imagen se encuentra el concepto de esperanzada felicidad y renacer de la vida.

A la izquierda, según se observa el cuadro, aparecen representadas las Tres Gracias (Hera Atenea Afrodita) que son las servidoras de Venus, figuras también muy apreciadas por los neoplatónico y que parecen representar la encarnación de la alegría, el encanto y la belleza por lo que les atribuyen las

mismas cualidades y virtudes que a la propia diosa. Están danzando y van cubiertas con ligeros ropajes de tejidos semitransparentes. Hay quienes ven una interpretación filosófica en estas tres figuras a las que consideran un símbolo de la liberalidad, la magnanimidad y el esplendor. Si se identifica a la figura masculina de la izquierda con Paris, las tres figuras femeninas aludidas representarían a las tres diosas entre las que el joven troyano tendría que elegir a la más hermosa. La figura central de las tres corrrespondería a Afrodita, lo que indica la violeta situada a sus pies que es la flor de la diosa, a la que dirige sus flechas Cupido, que aparece como un amorcillo alado que situado sobre la cabeza de Venus.


La figura masculina que aparece a la izquierda se interpretaría como Paris, aunque también presenta atributos suficientes para identificarlo con el dios Mercurio: el caduceo con las serpientes, y el ala en el pie. Simboliza al mensajero de los dioses y representaría, en este supuesto, al dios del intelecto que borra las sombras de la gnorancia, aunque también representa el punto de unión entre el cielo y la tierra.

Botitcelli a través de esta obra intenta plasmar uno de los círculos neoclásicos del Amor que surge en la tierra mediante la pasión que está representada por Céfiro y vuelve al cielo como contemplación y renuncia, a lo que representa Afrodita que mira hacia Mercurio y éste, a su vez, mira al cielo. Con este simbolismo, los neoplatónicos quieren decir que el amor sensual o carnal no es el verdadero, por su fugacidad y los límites de todo lo físico, sino que debe transformarse en un amor basado en la contemplación y la espiritualidad que es el ideal platónico.

La técnica pictórica usada por Botticelli para simbolizar al mundo platónico es la total ausencia de perspectiva, con lo que consigue un escenario que parece irreal. Además, a ello se suma una nota predominante en el cuadro que es la sutil línea de ritmo ondulante que le otorga a las figuras una especie de movimiento casi danzante, inmersas en un mundo fantasmagórico e irreal, pero de innegable belleza. La estructura del cuadro está basada en la figura triangular, lo que le aporta una evidente sensación de serena y mágica composición, en la que la luz es homogénea en todas sus partes, sin sombras, que se intuye más que se ve, y en cuanto a los colores usados se aprecian los que son complementarios como es el caso del rojo y el verde.

Este magistral cuadro es, por tanto, la mejor imagen para acoger a la primavera recién llegada, a pesar de la pertinaz sequía que ha agostado los campos, destruído las cosechas y ha elevado de forma alarmante los niveles de contaminación en las grandes ciudades.

La primavera ha vuelto con su mensaje esperanzador de regeneración y florecimiento de la vida, lo que puede ser el mejor símbolo para todos, ya que nos habla de nuevas posibilidades, a pesar del triste panorama actual, porque en este reverdecer de la propia naturaleza se encuentra la clave de que todo lo que ha sucumbido a los fríos invernales, físicos y mentales, vuelve de nuevo a brotar con renovados bríos, fuerza y ansia de vida, lo que debe ser un estímulo para la lucha diaria en pos de afanes y sueños por cumplir.

Bienvenido, lector, a esta nueva edición de Editanet que para ti ha sido creada.

Cordialmente.

Ana Alejandre

Editora.

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