Ediición nº 15 - Abril/Junio de 2011

La ofrenda, nueva novela deAna Alejandre.

El asedio

El asedio Arturo Pérez-Reverte Alfaguara Madrid, 2010

El asedio
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara
Madrid, 2010

por Ana Alejandre

La última novela de este autor, El asedio, vuelve a tener como telón de fondo el tema histórico, en este caso, situado en Cádiz, en 1811, cuando las Cortes Constituyentes se reúnen en dicha ciudad, en el extremo más septentrional de España, en un intento de dotar de Carta Magna a un país al que Napoleón había invadido, queriendo convertirlo en una sucursal de Francia, e intenta sitiar a esta ciudad, vieja y sabia, en la que discurre la vida con la normalidad de quien tiene un futuro incierto, pero intenta conjurarlo a fuerza de empuje y coraje.

Sin embargo, además de la convulsión política y el asedio francés, que da nombre a la novela, se entremezcla con el ambiente, ya de por sí peligroso de una ciudad en guerra, los turbios y siniestros planes de un asesino que va dejando su macabro reguero de víctimas y sangre que se suma al escenario de guerra, amores, chalaneos, intereses e intrigas que hacen una perfecta simbiosis de suspense policíaco y narración histórica en una ciudad azotada por el Levante y los horrores de la guerra.

Esta novela revela la madurez literria de su autor que consigue plasmar la tensión bélica yel misterio y la intriga de una investigación policíaca realizada por el comisario Tizón, que tiene que descubrir y detener al asesino de las desventuradas muchachas que aparecen muertas, con sus cuerpos deshechos a latigazos. En la investigación que realiza, el comisario descubre un hilo de conexión entre el lugar donde caen las bombas napoleónicas y el sitio en el que se cometen los espeluznantes crímenes. Este asesino se convierte así en el peor enemigo de los habitantes de la ciudad gaditana que sienten más horror hacia sus desmanes que a los propios ataques de los franceses. Cádiz se convierte así en un gigantesco tablero de ajedrez, juego al que es asiduo el comisario Tizón, y éste tendrá que ir descubriendo en qué lugar caerá la próxima bomba y se cometerá el siguiente crimen.

El suspense está servido de las manos de un Pérez-Reverte, buen conocedor de la guerra y sus entresijos que ha tenido que sortear en innumerables ocasiones, por haber sido un corresponsal en las más importantes guerras de las tres últimas décadas del siglo pasado, que nos va llevando de la mano del comisario que busca cualquier indicio por cada rincón de la ciudad como buen sabueso que es, con amplia trayectoria profesional basada menos en la lógica y el razonamiento deductivo que en la utilización de ciertos hábitos policiales que no entran dentro de la más pura ortodoxia, sino en la utilización de otros elementos más eficaces como son los delatores, interrogatorios y torturas para conseguir unos resultados esclarecedores, superiores a los que fueran posible con la aséptica investigación propia de un Sherlock Holmes o Hércules Poirot.

La ciudad de Cádiz está retratada al aguafuerte, con barco sitiado en mar abierto, vecinos asustados por el asedio a cañonazos, pero más aún por la carnicería continua perpetrada por el asesino; además de recibir a cien mil refugiados, soldados, comerciantes, curas, diputados, putiferio y mangancia portuaria, que se mezclan y entremezclan, con sus vidas, sus tragedias, sus amores, odios y venganzas, en una amalgama que no deja indiferente al lector, sino que lo envuelve por la pasión, la reciedumbre, el suspense y la intriga que discurren a lo largo de las páginas. Entre todos los personajes que pululan por esta novela, se destacan Lolita Palma, soltera y treintañera, que hereda de su padre la empresa armadora de buques que trafican con América y Rusia o navegan con patente de corso. Esta mujer puede reflejar, a pesar de su época, la figura de cualquier mujer de negocios de la actualidad, fuerte, valiente, decidida que tiene que bregar en un mundo de hombres e intereses, especialmente con el capitán Lobo, del que es jefa y socia, hombre valiente, sincero, aunque no se podría reputar de caballero, pero con esa aureola de lobo solitario que está abocado a un destino de soledad y fracaso, pero siempre con la nota de coraje y valentía.

Además, a estos dos personajes se suman otros muchos: el artillero Desfosseux que, desde su puesto en las tropas napoleónicas, bombardea Cádiz con fruición y puntería de un experto en matemáticas que cuadricula la ciudad para encontrar mejor el objetivo exacto donde pueda hacer blanco con sus proyectiles. No lucha contra los españoles, aunque parezca paradójico, sino contra los elementos adversos a su función de experto artillero: la ley de la gravedad, los obstáculos naturales y los vientos de la bahía gaditana con los que tiene que luchar para alcanzar el blanco deseado con sus proyectiles. Además está Morraja, cazador furtivo, salinero, correoso y duro, escopetero del rey, que lucha por ganarse la vida que le es igualmente miserable, tanto en la paz como en la guerra; el espía taxidermista Fumagal, obsesionado hasta el paroxismo por el racionalismo, rodeado de animales disecados y palomas mensajeras que le sirven de medio de transmisión de sus espionajes. Y así un largo rosario de personajes, característicos, exaltados, algunos miserables, y otros llenos de una profunda humanidad que les salva de la desesperación.

La prosa de Pérez-Reverte es apasionada, pero cuidada hasta el mínimo detalle, porque su autor es un enamorado de las palabras, su herramienta de trabajo y de expresión, que le lleva a utilizar palabras ya en desuso, sobre todo en los diálogos, y lo hace con verdadero placer, con absoluta devoción por rescatarlas del olvido. A través de la novela va describiendo con todo lujo de detalles los escenarios y ropajes, dándole a cada uno de ellos el cariz, la descripción, algunas no exentas de ironía, en las que siempre destaca lo que hace peculiar al personaje: fracs oscuros, casacas verdes, las insignias y medallas militares, la chaquetilla con bocamangas en las que lucen las pesetas como adornos, etc.,

A pesar de utilizar un lenguaje en el que aparecen y lucen palabras de otros tiempos, acordes con la época relatada, no deja de utilizar expresiones populares que han llegado hasta nuestros días: desde “buscar a una aguja en un pajar”, refiriéndose a la investigación para encontrar al asesino en serie; hasta “se le va a pasar el arroz”, hablando de la mujer que sigue soltera a cierta edad; o “seguir dando hilo a la cometa”, en referencia a seguir torturando al preso para que confiese, y un largo etcétera que dicho de forma coloquial, en diálogos, muestran la frescura y el gracejo de unas expresiones que aún forman parte del lenguaje popular.

Su amor y conocimiento del mar le hace describir con todo lujo de detalles las embarcaciones: goletas, bergantines, faluchos, balandras y un largo etcétera que navegan, combaten o pescan en ellos los gaditanos y los franceses por la bahía de Cádiz, mar revuelto por las bombas y el Levante y el Poniente que se entrecruzan como los dos ejércitos en liza.

El tenebrismo de la guerra y de los asesinatos de las jóvenes se contrasta con la exaltación de los ánimos guerreros, la relación amorosa y comercial entre el capitán Lobo y su jefa y socia, el desgarro de los gaditanos que luchan por su vida, no sólo para salvarse de los bombazos y asesinatos, sino para salir de la miseria que los consume, la corrupción y la incertidumbre. Todo ello produce un escenario abigarrado, luminoso a veces y tenebroso, otras; apasionado, por momentos, y estremecedor en otros, como la aparición de nuevos cadáveres, victimas del asesino o la ejecución de los tres desertores, entre el horror y la improvisación, bañados en barro y en la lluvia inmisericorde, escena que parece haber salido de un cuadro de Goya.

Esta obra, nos muestra a un Pérez-Reverte más maduro que nunca en su escritura, en la ejecución narrativa de la obra, y en el apasionado y siempre vehemente y gozoso relato de un tiempo pasado, más de dos siglos antes, en el que se empezó a forjar la España actual y que dio como resultado la Constitución de 1812, llamada popularmente “la Pepa”; pero todo ello con la intriga policíaca que va entrecruzando sus hilos con los de la trama histórica, creando una obra que atrapa al lector a lo largo de su narración y lo envuelve en la mágica atmósfera que nuestra un perfecto mosaico del Cádiz asediado, y a sus habitantes que luchan para seguir adelante con sus vidas entre tanto horror y con la sombra de la muerte acechando a cada paso, pero sin dejar de vivir desgarrada y apasionadamente.