Edición nº 23 Abril/Junio de 2013

por Ana Alejandre

La bajada en las ventas de libros en papel en España acumula un 20% menos en los últimos cinco años, siendo el pasado 2012 el que registra un 10% de dicho porcentaje acumulado, pero no sólo existe un descenso en las ventas de libros en papel, sino que también se aprecia un incremento importante en la edición en formato digital y un descenso de la edición en formato papel, lo que aporta datos tan significativos como un 21,6 por ciento de los registros de las ediciones en la Agencia del ISBN, correspondientes al primer semestre de 2012, fueron libros digitales, lo que supone que durante el año 2012 se registró, por término medio, 1 libro digital por cada 3,5 libros en papel.

Sólo en 2011, la edición de libros electrónicos tuvo un aumento de un 43 por ciento y supuso un 15,9 por ciento del total de la edición de dicho año, mientras que la edición en papel tuvo en el mencionado año un descenso de un 4,2 por ciento, porcentajes ambos que van en aumento creciente/decreciente, respectivamente, lo que se podrá apreciar cuando se tengan los datos correspondientes al pasado año 2012. Los géneros que más se publican en el formato digital son los de narrativa y tiempo libre.

Se aprecia igualmente, un aumento considerable en el número de lectores, pues el porcentaje de lectores digitales ha ido creciendo desde el 55 por ciento registrado en 2009, hasta el 61,4 por ciento de 2011. Los lectores de libros digitales han aumentado también desde un 48,6 por ciento, a principios de 2010, hasta un 52,7 por ciento a finales de 2011, cifras que han aumentado en 2012, según las primeras estimaciones, aunque aún se desconocen las cifras exactas; pero demuestran un dato muy positivo a tener en cuenta: el libro electrónico ha captado a nuevos lectores a través de sus ofertas múltiples en sus distintos formatos, precios mucho más asequibles y el atractivo que ofrecen los formatos digitales para las nuevas generaciones que no eran asiduos lectores de libros en papel y sí se han decantado por los libros electrónicos.

Todos estos datos redundan en beneficio del acceso a los libros, aunque sean en formato digital, a quienes por distintas causas y acuciados por la crisis económica, no compraban libros en papel que, aunque su precio sea superior al del formato electrónico, sin embargo tienen que competir con las otras muchas ofertas audiovisuales, mucho más caras pero no por ello menos demandadas, que reciben los lectores potenciales, especialmente los más jóvenes, acostumbrados a todos los pasatiempos relacionados con la electrónica: videojuegos, música, cine, clips musicales, internet, etc., lo que le hace rechazar la lectura en papel que les parece menos atractiva, por lo que se decantan siempre por las otras opciones audiovisuales en detrimento de la lectura.

Sin embargo, aunque parezca paradójico, el libro electrónico que ofrece el mismo texto que en formato papel, tiene en sí mismo el atractivo, para los lectores de las nuevas generaciones, la inmediatez en su adquisición y descarga, el menor precio (cuando no el pirateo que ha sido denunciada continuamente por editoriales y autores), la economía de espacio, y el formato electrónico que le confiere por sí mismo un mayor atractivo que el mismo contenido ofrecido en papel, porque además del texto se le pueden sumar, según el modelo elegido, sonido y videos, que lo hacen más atractivos a quienes están acostumbrados desde la niñez a los diferentes medios en los que prima la imagen, el sonido y la pantalla y su misterioso reclamo.

Las editoriales se están dando cuenta de que los libros electrónicos suponen una ventaja porque eliminan de un plumazo a los intermediarios: distribuidores y libreros, economiza el espacio físico de almacenaje de los ejemplares editados, el transporte, y puede ofrecer el mismo producto a un muy evidente menor precio, lo que atrae a nuevos compradores y lectores de libros, lo que es un beneficio añadido a los anteriores, y contrarresta las bajadas en ventas que se han visto incrementadas por la crisis económica.

Los perjudicados por el auge del libro electrónico son, precisamente, los otros agentes que intervienen en la producción, distribución y venta de libros, como son los autores que no pueden ya controlar las ventas de sus obras, lo que ya de por sí resultaba difícil en relación con los libros en papel, dificultad de control que se eleva exponencialmente en los que se refiere al libro electrónico, además de llevarse un menor porcentaje en la venta de cada ejemplar, aunque pueda elevar el número de sus lectores; pero siempre con la amenaza de las descargas ilegales que convierten a esos supuestos beneficios en una entelequia. Otros perjudicados son los propios distribuidores y libreros, lo que obligará progresivamente a muchos de estos profesionales del sector a abandonar la actividad por serle económicamente inviable.

Y todo ello, sin olvidar a las pequeñas y medianas editoriales que no pueden afrontar el cambio de edición en papel a soporte electrónico por falta de medios y recursos económicos, ya mermados por las bajadas en ventas y la escasez de infraestructura, lo que las obligará a echar el cierre al negocio editorial.

El libro electrónico puede ser una solución para muchos lectores por las razones expuestas anteriormente, pero no para quienes amamos el libro en papel, lectores sempiternos y apasionados, ajenos a las nuevas modas y reclamos, porque la lectura de un libro no sólo es poder acceder a su contenido, sino también al placer de tener un libro en las manos, pasar las hojas, oler la tinta impresa, tocar la superficie satinada del papel y ver en cada libro, en su singularidad única, no sólo el continente de un texto, sino también un objeto preciado y precioso en su propia dimensión física, en su personalidad única que mantiene las huellas de las manos que lo han abierto y leído, alguna anotación marginal, y ese misterio que esconde cada libro entre sus páginas, arcano sempiterno que busca al lector cómplice para tener un diálogo que sólo un lector atento puede mantener con esa obra única que es cada libro, cada obra, hija del ingenio, el talento narrativo, la sabiduría y el conocimiento de su autor, y que se nos ofrece en la siempre atrayente imagen corpórea de un libro de papel en el que no sólo está impresa la obra en cuestión, sino también la propia identidad de su dueño, de su lector, que le deja la huella física de su propia y atenta lectura, lo que le confiere su personalidad única y distinta a todos los demás libros.

Bienvenido sea el libro electrónico como transmisor de la cultura que atrae a nuevas masas de lectores, pero sin postergar ni olvidar al libro de papel, porque sin él el papel del libro como continente de una obra singular y única pierde su propia esencia, su propia identidad, para confundirse en el anonimato de un artefacto electrónico que contiene mil obras de todo tipo y género, y pasa así a trivializar una obra literaria, ensayística, filosófica o artística, convirtiéndola en una parte ínfima de un tótum revolútum que despersonaliza a cada obra en sí y la priva de la personalidad que toda obra literaria, sea del género que fuere, tiene y debe tener por su propia esencia.

El libro electrónico se venderá más, sin duda, pero el libro de papel se lee mejor, seguro, a pesar de los avances tecnológicos y las pantallas que no cansan la vista, pero sí agotan el placer de la lectura mucho antes en quien busca en el libro no la novedad de su formato, según marca la moda del momento, sino el propio contenido en forma de texto que le exige mayor atención, interés y concentración sin más aditamentos, lo que es, precisamente, lo que proporciona el placer de la lectura de una obra interesante en la que sumergirse, sin buscar más alicientes que el que ofrece la historia narrada, el ensayo, el poemario o cualquier otro género de que se trate, sin necesitar sonidos ni imágenes que no sean las que se proyectan en la mente del atento lector y van enriqueciendo su propio imaginario a través de la lectura hecha con atención e interés.



























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